Ago - 24 - 2017

Las PASO abren una coyuntura desfavorable

 “El gobierno se siente ganador luego de las PASO. Destaca el triunfo en Córdoba, en San Luis, en Santa Cruz, sobre todo. Dicen que esperan ganar en Santa Fe. Y hasta se atreven a asegurar que podrán derrotar a Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires. Nunca estuvieron en una situación de tanta fortaleza política, se ufanan. ‘Hasta ahora tuvimos una probation de dos años, ya la dejamos atrás’, dicen en la Casa Rosada. Creen que ya llegaron al poder real. Y lo empezaron a jugar de una manera hasta ahora impensada en el equipo de Cambiemos” (Clarín.com, 22/08/17).

A diez días de las PASO es evidente que las mismas dejaron una coyuntura adversa. Más allá de lo estrictamente numérico –el gobierno podría incrementar sus votos en octubre- las elecciones significaron un triunfo político de Macri dejándolo claramente a la ofensiva.

Entre los sectores más activos y conscientes de la población trabajadora todavía cunde la desazón. Y la marcha convocada por la CGT ayer martes 22 terminó en un fracaso: no alcanzó para dar vuelta las cosas.

Simultáneamente, Santiago Maldonado continúa desaparecido, lo que introduce un factor reaccionario en una coyuntura ya de por sí adversa.

Mientras tanto, el kirchnerismo muestra una pasividad que linda con la abierta complicidad con el gobierno: sólo dedicado a denunciar un “fraude” que no existió –hubo una manipulación en la carga de los datos, que es otra cosa-, deja que el gobierno haga y deshaga a sus anchas en esta adversa coyuntura.

Sólo los dos frentes de la izquierda se mantienen en una ubicación de verdadera oposición al gobierno de Macri, cuestión que se expresó en la columna que movilizamos ayer a la Plaza de Mayo con la exigencia de paro general.

Así las cosas, la tarea principal de los próximos días y semanas es imponer la aparición con vida de Santiago, una tarea a la cual debemos abocarnos con todas nuestras fuerzas.

Una convocatoria que terminó en un fracaso

Las elecciones del domingo 13 dejaron un sabor amargo entre vastos sectores. Se esperaba que, dada la naturaleza empresarial del gobierno, el ajuste que está llevando adelante y la bronca que campea entre amplios sectores, Cambiemos saliera ampliamente derrotado al menos en la provincia de Buenos Aires.

El resultado fue muy diferente: el gobierno se alzó con un claro triunfo político-electoral; entre los votantes dominó la idea de “darle tiempo”, así como el castigo al kirchnerismo, que no es visto como alternativa luego de 12 años de gestión sin cambios de fondo; algo que es justo más allá que lamentablemente no se haya expresado en un corrimiento hacia la izquierda, sino hacia la derecha.

La concentración convocada por la CGT para el día de ayer, genéricamente contra el ajuste, podría haber sido una oportunidad para comenzar a ponerle un freno a un gobierno envalentonado por los votos.

Sin embargo, el acto de la CGT terminó en un fracaso político. Las razones fueron varias, aunque la principal es que postergaron hasta el 22 de septiembre próximo (¡una eternidad vista la dinámica de las cosas!), la definición sobre un eventual paro general que nadie espera que se concrete antes de las elecciones de octubre y siquiera tampoco luego de las mismas.

La convocatoria reunió cierto número, pero de todas formas fue limitada; básicamente del aparato sindical con poca o nula participación independiente de trabajadores. La CGT pareció realizarla más bien para “cumplir” y darle una señal al gobierno para que no se los lleve puestos a la hora de las contrarreformas que, con características todavía imprecisas, se anuncian para después de octubre.

La convocatoria fue débil hasta por el simple hecho que pocos sindicatos cegetistas la tomaron en sus manos (¡ni hablemos de asambleas para decidir la participación de las bases!). Se habla de los problemas de la “conducción” de la CGT, que hay “una pelea en el triunvirato” y cosas por el estilo.

La realidad es que la CGT vive una crisis de orientación política, una crisis que viene desde la asunción de Macri. Carece de una definición clara de si es oficialista o si se pasa a la oposición; cuestión que depende sobre todo de si hay sectores patronales que se ponen en la vereda de enfrente del gobierno (la burocracia siempre sigue como la sombra al cuerpo algún sector patronal; jamás asume un curso independiente), como de una pose preventiva sobre la evolución de la conciencia de los trabajadores contra el gobierno (cuestión que tampoco tiene una dinámica clara aún).

En todo caso, lo que todas las alas de la CGT buscan es una posición negociadora para que Macri no toque sus intereses como casta; de ahí la preocupación por los fondos de las obras sociales (Macri les apretó el zapato inmediatamente después de la concentración despidiendo al funcionario encargado del reparto de los fondos), o la preocupación de si las reformas que impulsará Cambiemos se parece en algo a las de Temer (que eliminó los descuentos sindicales compulsivos[1]).

En esas condiciones, era muy difícil que la CGT convocara a una movilización exitosa; sobre todo, además, por su redonda negativa a convocar al paro general, medida que se volverá a postergar seguramente con la excusa de “esperar a las elecciones de octubre”…

Pero lo adverso de la coyuntura no tiene que ver solamente con el rol de la CGT. También está el vergonzoso papel del kirhcnerismo, borrado olímpicamente de la escena nacional luego de las PASO.

Los K parecen solamente preocupados por obtener, in extremis, un golpe de efecto con el escrutinio definitivo de la provincia de Buenos Aires, un recuento que posiblemente les dé un triunfo por un punto sobre Cambiemos. Un logro que no dejará de ser pírrico; que no revertirá el hecho que el ganador político de la elección fue Macri.

Para un armado electoral (Unidad Ciudadana) que se llevó el grueso del voto útil contra el gobierno con el argumento que Cristina Kirchner es la “única opción para ponerle freno al ajuste”, su pasividad es doblemente criminal; un dejarle hacer y deshacer a su antojo al gobierno del ajuste y la represión[2].

También en este sentido la presencia de la CTA ayer fue raquítica; apenas si se hizo presente.

Por el contrario, la izquierda tuvo una digna presencia en Plaza de Mayo mediante una columna independiente encabezada por los sectores clasistas y compuesta por las organizaciones de los dos frentes de izquierda de nuestro país: el FIT y la Izquierda al Frente por el Socialismo; frente este último desde el cual aportamos un contingente militante de importancia y plantamos nuestras banderas en el medio de la Plaza con la exigencia de paro general.

Lo que nunca podrá ser el kirchnerismo   

Profundicemos en la crisis del kirchnerismo. Adelantemos que está metido en una encrucijada de difícil solución.

Por un lado, amplísimos sectores de los trabajadores no los ven hoy como alternativa. Es lógico: gobernaron 12 años y no hubo soluciones de fondo.

La clave es que no hubo nada que se pareciera a las concesiones de los gobiernos nacionalistas burgueses del siglo pasado; nada que permanezca en la conciencia de los trabajadores y les plantee la expectativa de su retorno al poder como fue el caso de Juan Domingo Perón, por ejemplo.

Por conquistas sociales duraderas podemos pensar en la jornada de 8 horas, las vacaciones pagas, el derecho a la jubilación y tantas otras que fueron conquistadas en el siglo pasado bajo la presión de la Revolución Rusa (y que después de la caída del Muro de Berlín vienen siendo retiradas mundialmente en medio de una ofensiva capitalista neoliberal que no se agota).

Sin embargo, y por oposición, ocurre la paradoja que la patronal y el imperialismo ven al kirchnerismo como el gran “cuco”: el retorno del populismo. Los K viven la paradoja de ser una corriente 100% burguesa y, de todos modos, no ser del agrado de los empresarios y el imperialismo, lo que dificulta la vocación de Cristina por “volver a ser competitiva”, por erigirse en candidata presidencial del peronismo, por recuperar los favores de la patronal.

Perdido el apoyo entre amplios sectores populares, y sin un atisbo de que la patronal podría volver a optar por Cristina, lo que queda es una gran crisis del peronismo como un todo.

Es interesante profundizar algo más en el comportamiento de los votantes, sobre todo entre los trabajadores; la foto congelada del 2015 que devolvieron las PASO. Básicamente, el “voto castigo” a los K expresando un rebote hacia la derecha y no hacia la izquierda.

Ocurre que entre los gobiernos nacionalistas burgueses la corrupción es endémica. En el fondo, tanto la propiedad privada como los negocios turbios amparados desde el Estado capitalista se basan en la explotación de la clase trabajadora.

Pero si no hay radicalización, si amplios sectores de los trabajadores no se desplazan hacia la izquierda en una perspectiva anticapitalista, lo que ocurre es un rebote hacia posiciones más a la derecha como viene ocurriendo desde las elecciones de 2015 y se ratificó hoy (un fenómeno similar ocurre en varios otros países latinoamericanos).

Y esto se combina con otro factor que tiene elementos de universalidad en la actual coyuntura internacional, y que remite a cuestiones de fondo de la etapa de conjunto desde la caída del Muro de Berlín: la crisis de alternativas que campea entre los trabajadores, la dificultad de representarse el mundo de una manera acorde a lo que los trabajadores son, a sus verdaderos intereses, la dificultad de apreciar las cuestiones desde un ángulo de clase: desde el ángulo de sus intereses inmediatos e históricos para acabar con la explotación.

Votar hacia la izquierda en una magnitud mayor que la amplia franja de vanguardia y minoritaria de masas obtenida entre los dos frentes de la izquierda (groso modo 3.5% y 1.5% respectivamente el FIT y la IFS), significaría un elemento de radicalización, avanzar hacia posiciones anticapitalistas que hoy aún no están sobre la mesa.

¡Aparición con vida ya de Santiago Maldonado!

Que la coyuntura es adversa se expresa en cómo el gobierno ha impuesto la desaparición forzada de Santiago Maldonado. Bullrich y Macri han dejado correr todo tipo de versiones reaccionarias, provocadoras, sobre su desaparición, que incluyen la criminalización del pueblo mapuche, la negativa cerrada a sus derechos a la autodeterminación, etcétera.

Que Santiago habría sido “herido en un atentado terrorista cometido contra un puestero”; que estaría siendo “buscado por Mendoza, por Brasil”; que “habría huido de Esquel” no se sabe por qué razón; una versión más provocadora que la otra por la boca de Bullrich y Macri.

Sumándose a esta campaña reaccionaria, macartista, el diario La Nación publica un largo reportaje al luchador mapuche Jones Huala donde más o menos se lo acusa de impulsar “una revolución de corte comunista y revindicar la lucha armada trotskista” (ver edición del miércoles 23/8)…

Payasadas, provocaciones, mentiras sólo para esconder la versión más plausible: ¡que a Santiago se lo llevó la Gendarmería y que lo desaparecieron por alguna razón que no ha sido clarificada!

La pelea por la aparición con vida de Santiago forma parte así de la agenda democrática de una coyuntura adversa donde, por lo demás, el gobierno prepara una agenda de verdadera guerra de clases contra los trabajadores.

Nuestra compañera Manuela Castañeira fue muy clara durante la campaña electoral en sus polémicas, tratando de desenmascarar al que ya es el gobierno más reaccionario desde 1983: ¡un gobierno que adelanta una orientación integral de clase, patronal, empresarial, contra los derechos de los trabajadores, las mujeres y la juventud!

¡La lucha democrática por la aparición con vida de Santiago Maldonado debe servir como punto de apoyo y de reagrupamiento de fuerzas para pararle la mano al gobierno reaccionario y ajustador dando vuelta esta coyuntura adversa!

Debemos poner en marcha una amplia campaña por su aparición con vida; debemos poner manos a la obra para una movilización multitudinaria a la Plaza de Mayo el 1º de septiembre; y por movilizarnos de manera inmediata ante cualquier giro en la investigación de su paradero, dando un salto al calor de estas tareas en la construcción de nuestro partido.

[1] A decir verdad, el gobierno ya ha aclarado que no piensa tocar la Ley de Asociaciones Profesionales (que rige la vida de los sindicatos), sino los convenios. Traducido al castellano: busca profundizar las condiciones de explotación de los trabajadores, no tocar el aparato sindical; de ahí que el propio Macri se quejara ayer de la “hipocresía” del sindicalismo, de su doble juego.

[2] Señalemos que la profesión de fe de los K, como fuerza burguesa que son, es la gobernabilidad: Macri ha sido electo hasta el 2019; haga lo que haga habría que dejarlo gobernar…

Por José Luis Rojo, Editorial SoB 436, 24/8/17

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