Sep - 7 - 2017

Gira del papa Francisco y lanzamiento del partido político de las FARC

La gira del papa Francisco por Colombia del 6 al 10 de septiembre será una noticia muy publicitada en los medios, especialmente los de América Latina. Y tendrá, como de costumbre, un esencial contenido político. Más aún en este caso.

Es que el Vaticano –a contramano de buena parte de la burocracia eclesiástica colombiana– ha sido uno de los principales gestores internacionales de los “acuerdos de paz” [1], en primer lugar con las guerrillas de las FARC (Fuerzas Amadas Revolucionarias de Colombia)… y ahora el que está en curso con el ELN (Ejército de Liberación Nacional), fundado en 1964 por los sacerdotes Camilo Torres (1929-1966) y Manuel Pérez (1943-1998), afines a la “Teología de la Liberación”.

Días atrás, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el ELN anunciaron que, “en el marco de la visita del papa y de los diálogos de paz ya iniciados”, han acordado un cese bilateral del fuego… Esta tregua durará 102 días y se irá renovando mientras prosigan esas negociaciones que tienen lugar en Quito, Ecuador.[2]

Fuera de Colombia, quizás no se perciba la importancia histórica que esto tiene. Si, previsiblemente, las negociaciones con el ELN finalizan en “acuerdos de paz” como los firmados con las FARC, sería la primera vez desde mediados del siglo pasado que en ese país no operan organizaciones guerrilleras de izquierda, con fuerza suficiente para controlar parte del territorio o por lo menos tener allí fuerte presencia. Quizás restarían algunos pequeños grupos “disidentes”, pero sin mayor importancia.

Sin embargo, como venimos alertando en artículos anteriores, esto no implica que Colombia se vaya transformando en un paraíso de paz y prosperidad, por más que el papa Francisco haga llover sus bendiciones y ahora realice una gira.

Los medios no ahorran adjetivos para pintar la situación catastrófica de la vecina Venezuela. Pero al mismo tiempo callan ante el crítico panorama que presenta Colombia, muy diferente pero quizás no menos grave que el venezolano. Aquí analizaremos algunos de estos aspectos.

“Nuevo” partido político llamado FARC, su política y programa

Dos años atrás, las FARC firmaban en La Habana el “acuerdo de paz” con el gobierno de Colombia. En ese momento, caracterizábamos que las FARC “avanzan cada vez más hacia un «progresismo» descafeinado, que no asuste a nadie”.[3]

Pero más importante que nuestra opinión, era que el principal diario de Colombia –uno de cuyos propietarios es el presidente Santos– decía lo mismo aunque con otras palabras: “En el caso de que las FARC llegaran a ser gobierno, ¿por qué no sería al estilo del presidente uruguayo Mujica, del salvadoreño Sánchez Cerén y de Dilma Rousseff  en Brasil?… Al ver a Iván Márquez [uno de los principales comandantes de las FARC] y sus compañeros estrechar manos y echar discursos, es inevitable pensar en la política tradicional: una dosis de simpatía popular y otra de buses y almuerzos.”[4]

Este acertado diagnóstico del principal vocero de la burguesía colombiana se ha ratificado plenamente.

Días atrás se realizó el congreso de fundación y el primer acto público del nuevo partido político: Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC). Aunque mantiene la misma sigla histórica FARC y utilizan la palabra “revolucionaria” no hay que confundir su contenido político. Como predecía El Tiempo de Bogotá (y también nosotros), son políticamente iguales a sus pares del Frente Amplio de Uruguay, del PT de Brasil, el FMLN de El Salvador y demás congéneres latinoamericanos. ¡No hay ningún peligro, ya no digamos “revolucionario” sino de reformismo en serio!

Para que nadie se confunda, las nuevas FARC han adoptado como insignia la rosa del PSOE, es decir, los socialdemócratas de España… aunque le han añadido en el centro una mini-estrella de cinco puntas.

Algunos caracterizan esto, como el paso del “reformismo armado” de las antiguas FARC a un “reformismo desarmado”. Sin embargo, nos parece que no va tan lejos. Al igual que los mencionados gobiernos “progresistas” de Uruguay, el PT de Brasil & Cia, estamos simplemente ante un “reformismo sin reformas”.

Esto lo ratifican tanto las resoluciones del Congreso como el contenido del acto-concierto realizado en la Plaza Bolívar, la principal de Bogotá. Por eso, sintetizando su mensaje, una publicación relacionada con la Universidad Javeriana (jesuitas) se congratula que “la nueva FARC no usó el tradicional lenguaje comunista contra el capitalismo, pero sí dijo que el modelo económico imperante empobrece y hace más precaria nuestra vida y existencia diaria, produce una crisis moral y de valores… […] Tienen un lema que podría ser el de cualquier candidato («un nuevo partido por un nuevo país»)… y un listado de ideales de un país más parecido a Noruega…”[5]

En síntesis, las nuevas FARC dicen más o menos lo mismo que los sermones “progresistas” del papa Francisco, que estos intelectuales de la Javeriana conocen mejor que nadie.

Por abajo, un escenario distinto al “mundo feliz” de las nuevas FARC: ola de asesinatos de activistas

Pero Colombia no es Noruega. Además, el “reformismo sin reformas”, como el citado del PT en Brasil, sólo sirvió para debilitar y desmovilizar a las masas trabajadoras y populares, y abrir así paso a las contrarreformas de la derecha más siniestra.

En ese sentido el escenario colombiano esboza un panorama con perspectivas y peligros aún más graves, tanto para los trabajadores y las masas populares, como para los luchadores y activistas.

El más serio e inmediato es la ola de asesinatos desatada contra luchadores sociales y sindicales y/o militantes de izquierda, entre ellos también de las FARC. A esto no se le está dando la debida importancia ni las respuestas que merece. Y los primeros en hacerse los distraídos y mirar hacia otro lado son los dirigentes de las mismas FARC.

En marzo pasado, ya se contabilizaban oficialmente 156 líderes sociales asesinados en 2016 e inicios de 2017.[6] Ahora se llegaría aproximadamente a los 200.

Es que el desarme de las FARC y ahora la tregua del ELN no ha hecho desaparecer a todas las organizaciones armadas “extraoficiales” en Colombia. Sólo se han desarmado las de izquierda. Simultáneamente, están volviendo a escena los llamados “paracos”, las organizaciones paramilitares de extrema derecha que, en connivencia con las Fuerzas Armadas “oficiales”, masacraron a decenas de miles de campesinos y obligaron a huir a otros cientos de miles, facilitando así el robo de sus fincas por los terratenientes.

En parte por presiones de EEUU, ya que los “paracos” se habían volcado al narcotráfico, y también por el repudio nacional y mundial de sus matanzas, el Estado colombiano se vio obligado a disolver las principales organizaciones paramilitares y enviar a muchos de sus jefes al cementerio o a las cárceles estadounidenses. Pero en los últimos tiempos, paralelamente a la culminación de las “negociaciones de paz” y el desarme de las guerrillas, no sólo reaparecieron los “paramilitares” actuando con total impunidad, sino que sus grupos están tomando cada vez más volumen.

Esto hace temer que se repita una constante de la historia colombiana, abundante en guerras civiles. Luego que alguna de ellas “finalizaba” y se “firmaba la paz”, se desencadenaba la masacre del bando que se desarmaba.

Así sucedió después de la “Guerra de los Mil Días” (1899-1902) entre conservadores y liberales.

Lo mismo se repitió al finalizar el período de “la Violencia”, guerra civil que se extendió aproximadamente de 1948 a 1958 también entre conservadores y liberales, pero donde ya se esbozaban sectores más a la izquierda. Allí nacieron y operaron “los pájaros” (grupos de asesinos organizados y armados por los conservadores) que prefiguraron lo que serían los actuales “paracos”. Después de firmarse la “paz” y proceder al desarme de las guerrillas campesinas liberales, se desencadenó la matanza de jefes e integrantes.

Este (muy relativo) final de “la Violencia”, sumado a las sanguinarias operaciones del Ejército contra sectores del campesinado, desencadenó poco más tarde, en 1961, la organización de autodefensas y “repúblicas independientes” que finalmente, bajo la conducción de sectores ya no liberales sino de izquierda, llevaron en 1964 a la fundación de las FARC.

La economía: el narco, única rama floreciente

“La economía tocó fondo en Colombia y volverá a crecer.” Este “verso”, el mismo que escuchamos en todos los países cuando el barco del capitalismo se estanca o se va a pique, lo recitó días atrás el presidente del BID (Banco Interamericano de Desarrollo), Alberto Moreno Mejía.[7] La economía sólo ha crecido un raquítico 1,3% en el segundo semestre, pero el futuro nos sonríe. ¡Estamos mal, pero vamos bien!

La cruda verdad, es que el narco es hoy la única rama floreciente de la economía colombiana y ¡a un grado jamás visto!

“A lo largo del 2016, Colombia produjo 910 toneladas [principalmente de coca], una cifra sin precedentes que, a la vez, representa un incremento del 35% con respecto al 2015 y triplica las cifras del 2012.

“El 92% de la droga incautada en el 2016 en Estados Unidos provenía de Colombia, y es en el país norteamericano donde esperaba ser consumida. De hecho, las muertes por sobredosis alcanzaron en EEUU un máximo de 6.784.”[8]

Por supuesto, esto es responsabilidad de Washington y no de Colombia (y mucho menos de su pueblo). Hay producción porque hay demanda. Y el crecimiento imparable del consumo de drogas es un termómetro de la crisis global de la sociedad estadounidense.

Pero, para Colombia, que la droga sea la rama “dinámica” de la economía puede tener consecuencias aún más graves. Basta mirarse en el espejo de México para ver la descomposición política y social que esto puede llegar a generar.

En síntesis…

para los trabajadores y los sectores populares el horizonte muestra nubes de tormenta. Y, para hacerle frente a eso, ni el nuevo partido de las FARC ni otras organizaciones semejantes les servirían de mucho.

La “Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común” nace, desde su primer día, adaptada al régimen, decidida a “hacer buena letra”. Por eso recibe las bendiciones de los sectores más lúcidos de la burguesía –como el diario El Tiempo– así como también del papa Francisco y su gente en Colombia, que han promovido con eficacia este curso de domesticación.

Se cierra un capítulo de la historia de Colombia y se abre otro. Los trabajadores necesitan hacer lo mismo: generar una nueva alternativa política, absolutamente independiente y propia.

……………………….

1.- Ver: “Colombia – La salida del conflicto debería pasar por una Constituyente Soberana donde se resuelva el futuro del país”, SoB n° 399, 29/09/2016 [ http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=8690 ], y “Un Brexit colombiano”, SoB n° 400, 06/10/2016 [ http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=8720 ].

2.- “Colombia y el ELN pactan cese al fuego en vísperas de visita del Papa”, F. Manetto y A. Marcos desde Bogotá, El País, 04/09/2017.

3.- “Acuerdo en La Habana entre el gobierno de Colombia y las FARC – ¿Qué clase de paz?”, SoB, 01/10/2015.

4.- “¿Tienen las FARC futuro en política?”, El Tiempo, 10/03/2016.

5.-  Juanita León, “La nueva FARC”, La Silla Vacía, 03/09/2017.

6.- “La Agencia EFE contabiliza 156 líderes sociales asesinados en 14 meses”, El País, Colombia, 31/03/2017.

7.- “La economía tocó fondo…”, Colprensa / La República, 03/09/2017.

8.- Abel Gilbert, «Colombia: los narcos de última generación», El Periódico, 02/09/2017.

Por Rafael Salinas, SoB 438, 7/9/17

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