Dic - 23 - 2017

Alcides Christiansen

Bueno, compañeros, yo voy a tocar un aspecto de la Revolución Rusa. Yo no soy historiador, pero gracias a intelectuales e historiadores, la vanguardia de mi época, la joven vanguardia que ya en 1970 pudimos hacer práctica de esas cosas tan grandiosas como fue la Revolución Rusa. Yo empecé a militar a los quince años, en el que en ese momento era el PRT, que enseguida pasó a ser el PST, pero mi experiencia en el movimiento obrero empezó a los 18 años, fui delegado a los 18, casi por una casualidad. En una obra, 600 obreros, imagínense en 1974, en pleno auge del clasismo, de nuestra clase obrera recompuesta, ¿qué es ese sino el laboratorio vivo de una vanguardia que ya había entendido cosas de lo que fue y lo que podía venir? Yo era peón rural hasta ese momento, trabajé también en una estación de servicio limpiando vidrios, ahí me ganó el trotskismo. Entré con algo bajo el brazo para hacer lo que hacían los bolcheviques y aplicarlo en la asamblea. En ese momento había otros interesados en nosotros, estaba el PC, que tenía influencia de masas e intervenía en las asambleas. También estaba el peronismo de base, que decía que cuando viniera Perón se arregla, pero tenía igual una tendencia más clasista el peronismo de base. Ahí cundía la idea del Cordobazo que también fue sobre las bases, muchos dicen por la simpatía que tenían a la Revolución americana. Algunos compañeros y yo ya sabíamos algo de la Revolución Rusa y yo no sé si alguna vez el guevarismo hizo una asamblea obrera y democrática, eso es lo que yo aprendí. Ese mensaje me lo trajeron los compañeros intelectuales, que muchos podrán decir que no son trabajadores, pero yo decía en la asamblea «son nuestros intelectuales, son los que te traen la memoria de esa gesta tan importante». Tan importante es que si hubiera sido derrotada trágicamente hoy no estaríamos acá. Olvídense. La potestad de nuestra memoria hubiera estado en manos del estalinismo. La suerte de que Trotsky y muchos trotskistas llegaron hasta 1944 y la memoria la dejó ahí, después la tomaron otros: Mandel, Lambert, Moreno, Lora, lo que sea. Ellos avanzaron con un montón de discusiones, las que tenemos hoy también con los primos hermanos del PTS y del PO. Yo lo único que les puedo contar es lo que a mí me pasó, cómo me conmovió, más vale me estremeció ya en 1974-1975.

Yo en 1972 participé del Rocazo, cuando ya había pasado el Cordobazo, que también tiene que ver con la historia de la Revolución Rusa, porque ahí estaban las coordinadoras en el Cordobazo. Hubo una pelea que fue derrotada, cuando se dio el Viborazo con Onganía. Después, al tiempo, el efecto de la gran movilización semi insurreccional de Córdoba, el Rosariazo y el Rocazo provocan la caída de un dictador. Eso lo vivimos como que podíamos voltear presidentes y nada menos que dictadores. Lo comparábamos con la volteada al zarismo, con la caída de Nicolás. Esa cosa que vivimos en directo, esa vanguardia que a mí me tocó vivir estaba muy tironeada. Por ejemplo, la burocracia decía «son los bolches», ya nos comparaban con los bolcheviques. «Gracias» decíamos, yo. Stalin dijo «fue el PC», pero al PC lo pusimos a prueba en asamblea. Yo me acuerdo que en una asamblea uno del PC planteaba a los compañeros, yo todavía no era delegado y estaba 17 en la lista (después voy a explicar cómo llegué a ser delegado, que fue de casualidad y por poquito). El delegado era un compañero que se llamaba Ariel Montenegro, un delegado chileno que era del MIR. La burocracia decía que no podía ser delegado porque era chileno. Entonces, tenía que ir el segundo, el segundo era medio centrista. Entonces, este delegado dijo «yo quiero elegir al que me va a reemplazar y yo voy segundo, que sea ‘el panterita’». A mí me decían “el Pantera”: así empezó mi historia. Encima, el compañero, que era un gran dirigente, coincidía conmigo con lo de Trotsky, pero viene después del golpe de Estado de 1973, semi-escapado, realmente es el delegado, pero ya era 1975 y se venía 1976. La situación ahí venía tomando un ascenso tremendo, el movimiento obrero venía en ascenso, y empezaba a ponerse blanco sobre negro el problema de los que competían por esa vanguardia. Hoy mismo competimos entre nosotros, pero en ese momento estaba el PC que te decía «tomá, andá a Moscú y fijate lo que es»: te ganaban algunos compañeros. La intervención de ellos en la asamblea era siempre de colaborar con la patronal, de colaboración de clases. Yo digo esto ahora porque lo aprendí del trotskismo, en ese momento tenía un pedo en la cabeza, decía: «Este hijo de puta, ¿qué dice?». Y preguntaba y me decían: «este es un estalinista que mató a Trotsky». Listo, pensaba yo «si mató a Trotsky es un hijo de puta». Entonces me daba un pie para irme, habían 600-700 obreros, hablábamos desde arriba de las máquinas excavadoras y era tete a tete la cosa. Tuvimos otro problema que era la guerrilla y principalmente el ERP metido en esa obra. Yo les digo, el tironeo fue jodido para muchos, para mí por lo menos seguro, casi vuelco, pero ya había tenido el primer cuso de materialismo histórico. Carlitos Gadano lo daba, quien falleció hace ya dos años, en Roca. Ya tenía una herramienta más. Había uno que se llamaba el Dr. Andrés que en una huelga les dice a los compañeros que hay que dejarse de joder con la toma y colocarle una bomba en la oficina de Mendoza de la empresa para la que trabajábamos. Yo tenía experiencia, acá hacían eso y después echaban obreros. Yo le dije: «Bueno, vamos juntos y la ponemos. Pero después venimos los dos esposados a explicarle a los trabajadores. Porque vos hacés eso, después te vas y nosotros pagamos con despidos.» Pasó así con muchos delegados, se los llevaron con el fusil al hombro y no volvieron más. Esa fue la pelea más ingrata que tuvimos porque teníamos razón, pero no queríamos pasar como cobardes. A mí no me vas a enseñar a pelear. Entonces, caminar por esa línea fue muy difícil pero la suerte que tuvimos no fue suerte, fue estar con los pies pegados en la clase trabajadora, en esa vanguardia que no se trata solamente de mi propia historia. Yo era joven pero antes estaban los “petisos” Páez, los Gregorio Flores, todos los que vinieron antes. Veíamos los que venían de antes y los tomábamos como faro para ver cómo había que hacer las cuestiones, cómo había que avanzar con la clase trabajadora. Nos aferramos a ese problema, a esa cuestión. Nosotros discutíamos de frente, empezaron a abandonar la teoría algunos compañeros, ganamos a muchos, uno de ellos está acá, es Juancito Uribe, en esa época, para el PST, por la consistencia que teníamos para discutir con los compañeros. Por supuesto que teníamos que defender las consignas, la política, el programa todo a fuerza de que tenemos que perder compañeros. Recuerden la masacre de los compañeros de La Plata y Pacheco. Esa es la pelea contra los que nos decían bolcheviques, Rucci, bolcheviques. «Esto hay que aplastarlo»: como decía también el compañero Hernán con las mentiras en los diarios. Esa la sufrimos: «son los que vienen armados». Y se mandaban sus macanas: en Astarsa, cuando Massera, que después dio el golpe más adelante, fue a inaugurar un buque, tira la botella de champagne, creo que era así y cae la bandera argentina que dice: «FAR/Montoneros, son nuestros compañeros». Echaron a la mitad, uno de los delegados era nuestro, creo que el “cabezón” Paz, no me acuerdo bien y tuvo que tragar saliva porque eso no lo había discutido la asamblea, compañeros. Nosotros no teníamos que estar ahí, la asamblea había discutido otra cosa «que vengan a hacer sus cosas si total el poder no lo tenemos». Esa fue la forma en la que entendimos que también en Rusia, para expropiarle a la burguesía y hacer el socialismo primero tenemos que tener el poder, el poder sobre ellos, para quitarle lo que ellos tienen. Tenemos que tener poder, no «el poder», pero tenemos que tener poder y ganarlo y con eso llevar adelante nuestras reivindicaciones que por lo que escuché de Hernán fue arduo. He leído muchas cosas, incluso lo último que escribió el partido sobre la historia y es tremendo, los compañeros tuvieron que pasar por muchas cosas que en el momento quizás nosotros no las comprendíamos tanto porque éramos nuevos. Subíamos al tren de la revolución, no teníamos estación y le dábamos «dale que va, para adelante». Ahí embocamos a Celestino Rodrigo, Celestino sale con un mil por ciento de inflación, algo así, la burocracia decía que había que esperar porque «estamos en un gobierno peronista y vamos a arreglar» y sale la vanguardia obrera con las coordinadoras diciendo «abajo Rodrigo» y seguíamos avanzando. Yo seguía en la construcción en ese momento e hicimos asamblea para decir que había que seguir el ejemplo de las coordinadoras e ir por el control obrero de la obra. Decíamos que había que echar al patrón que se llevaba el 80% y esto se votaba en la asamblea. Ese fue el impacto de la Revolución Rusa. Un compañero me preguntaba cómo íbamos a seguir porque «ese tipo que habló, que vos dijiste que mató a Trotsky también dice muchas verdades», le teníamos que explicar de la Guerra Civil Española. Caímos al local con seis compañeros, porque como yo no les podía explicarles mucho quería que otros les explicaran, ganamos a los seis por esa explicación. Si no tuviéramos la literatura que tenemos, el mensaje que nos traen los compañeros, ¿qué le íbamos a decir a los compañeros? ¿Saben lo que es aplicar la memoria de Stalin si esto hubiera sido una trágica derrota, la de la Revolución Rusa? La Revolución Rusa no fue derrotada, fue traicionada. Y todavía se ve, se nota y se siente que está vigente, porque si no, no estaríamos discutiendo hoy acá cómo hacerlo, mejor o peor. En ese sentido entramos también en el proceso de la UOCRA, y creo que ese fue un salto. En mi historia no voy a ahondar, hay muchas historias, después de la dictadura caí preso, me encontré con varios activistas, muchos afuera, yo seguí porque como les decía no había bajado del tren. Hicimos un Primero de Mayo en 1976, nos cagaron a palos y metieron presos a 20 compañeros. Fuimos, los sacamos y me echaron de la obra. En 1981 hicimos un Primero de Mayo, le hicimos un verso al comisario de que era un asado para los compañeros, Aurelio fue, no sé si está acá. Él fue y habló como del PST y estaba el tema de Polonia en ese momento. Aurelio les habló a los obreros en nombre del trotskismo, explicamos y después fue un debate tremendo. Después vino 1982, yo estaba trabajando en Alicurá y tuvimos ahí también un proceso de lucha que, obvio, se tiene que dar. Laburar en la dictadura, en la construcción, con cuatro soldados con fusiles no era sencillo. Yo digo «menos mal que el patrón fue bueno» porque si decía «este pidió aumento de sueldo, metele un tiro», lo hacían. La verdad es que cuando protestábamos porque los colectivos estaban hechos pelota nos empujaban con las ametralladoras los soldados; se laburaba en esas condiciones bajo la dictadura, no fue cualquier cosa, nos tenían mucha bronca. Ustedes saben que el 70% de los compañeros muertos fueron de comisiones internas. Eso buscó el gobierno. Celestino Rodrigo fue el ejemplo de cómo podía caer otro gobierno, y nos fueron a reventar, quisieron cortar la conciencia de la clase, fue muy dura y la verdad es que la cortó bastante, porque ahora estamos hablando de recomponer al movimiento obrero. Lamentablemente, es una tarea del trotskismo aparentemente. En la UOCRA, cuando nosotros asumimos, lo primero que hicimos cuando yo fui elegido delegado de una obra, en 1987, me fui con una tarima, puse el televisor, pusimos el casete de «Historia de la Revolución Rusa». Todos los obreros mirándola y ahí vino un compañero del partido a explicarla. Esa tarea logra que, de última, los compañeros empiecen a ver que es verdad lo que yo decía. Cuando ganamos la UOCRA eso lo hacíamos en todas las obras, y eso cambió un montón: «Bajo el fuego» de Nicaragua. ¿Qué dijo Castro? “No quiere otra Cuba en Centroamérica”, eso decía Fidel Castro. Entonces comparábamos esa memoria que nosotros pudimos trasladar, después de los históricos ascensos de la lucha de clases de los 60 y del 80, muy tibiamente, pero en ese momento en la UOCRA se reflejó. Se reflejó porque en ese momento el sindicato se manejaba con democracia obrera directa, no la mejor, porque la absoluta y la mejor democracia obrera va a ser cuando tomemos el poder y haya socialismo en el mundo y todos los compañeros tengan la posibilidad de estudiar para expresarse, lo demás es acercar el bochín. Es así, muchos dicen que son los verdaderos democráticos, pero no son un carajo, es así, como el machismo. «Yo dejé de ser machista cuando entré al partido». No, en todo caso sos menos machista, sólo cuando los compañeros y las compañeras tomemos el poder se va a terminar el machismo. Sino uno entiende que ya está y nos conformamos: el conformismo es el enemigo de la revolución. Los mediadores te largan cuatro cosas en la mesa y te logran aplacar, no quiero decir que cuánto peor es mejor, porque la lucha es la lucha y enseña que hay que protestar por los demás. Nosotros en la UOCRA les decíamos a los compañeros: «tenemos que terminar con la pelea esta que es reivindicativa, salarial, económica, pero el objetivo nuestro es cambiar la situación, que ustedes, los trabajadores tomen el poder en sus manos y constituyan el socialismo sino la historia de los trabajadores será la historia de la derrota». Esto lo dijimos una vez en la asamblea de Piedra de Águila y fue filmado, salió en la televisión, me dijeron de todo, me sacaron en la Editorial del Río Negro. Con esa dirección, de la que formábamos parte varios compañeros, también aplicamos la cuota voluntaria del sindicato, conocida solamente en Francia y Rusia. Creo que en Rusia no hubo muchos sindicatos después de la toma del poder, uno de los errores que hubo. Aplicamos la cuota voluntaria y el trabajador tenía otra herramienta, no solamente la democracia obrera que es que yo discuto, voto, resuelvo, largo la huelga y la levanto cuando quiero y el dirigente acata lo que yo digo, yo no acato lo que dice el burócrata. Porque el burócrata si quiere me levanta la asamblea, la huelga, me traiciona, como pasa ahora, compañeros. Era otra conducción, una conducción obrera, socialista y revolucionaria y así se lo planteamos a los trabajadores, porque esa discusión estaba en boga en ese momento porque nuestros compañeros del PO y el PTS decían otra cosa. Decían que teníamos que tener una política de masas hacia los trabajadores y discutir otra política en los locales. Tiraban volantes que decían «primero la huelga general, después hablar de política». Es por eso que en estos momentos los trabajadores de la construcción, después que tuvieron la derrota de la burocracia siguen preguntando por la UOCRA del “flaco2 Alcides. Pero no era el “flaco”, era la herramienta que tenían los trabajadores, era el arma, un cuchillo que se lo alcanzábamos y si los cagábamos que lo saquen y nos corten la mano. Y lo he dicho, la tienen que usar en primer lugar contra nosotros, esa era el arma que les dábamos. La otra era la cuota sindical, la pagás, la pagás y cuando te cagamos no la pagás más y cambiás de dirección. ¿Eso de dónde lo aprendimos? ¿De un repollo? ¿Del PC? ¿Del peronismo? No, compañeros, de la única revolución obrera y socialista que hubo en el mundo: la Revolución Rusa.

Intervención de Alcides Christiansen en la Segunda Jornada de Pensamiento Socialista, 1/12/17

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