Dic - 23 - 2017

Hernán Camarero

Buenas tardes compañeros, gracias a los compañeros del Nuevo MAS por la invitación. Es un honor estar en esta mesa con compañeros tan queridos, hacía muchos años que no lo veía al compañero Alcides y es una alegría. Además, quería festejar y reconocer la importancia de esta actividad, me parece sumamente importante hacer este tipo de eventos y jornadas de intercambio sobre la Revolución Rusa. Este fue un año muy cargado, veníamos charlándolo al comienzo con Boby y otros compañeros. Finalmente hubo una cantidad importante de eventos y actividades, pero me parece que faltaron más formas de integración o de acción conjunta. Podemos en todo caso al final, en la ronda de preguntas, charlar sobre esas cuestiones: cómo repercutió la Revolución en otros lugares del mundo. Yo tuve la oportunidad este año de viajar bastante a otros lugares, Rusia, Francia así que podemos charlar sobre cómo fue evocada la Revolución en esos lugares. Desde luego, desde la perspectiva del movimiento obrero, de la izquierda revolucionaria, es fundamental una actividad como esta, el ejercicio de la reflexión sobre la revolución es el gran acontecimiento, el punto de referencia ineludible para los socialistas es vital establecer un ejercicio de balance de lo que fue finalmente la epopeya más importante que desarrolló la clase obrera en toda su historia.

La Revolución Rusa fue un hecho trascendente para los trabajadores, para la izquierda, para el marxismo, fue un gran laboratorio y eso incluye el desafío de pensarlo como una experiencia que culminó en el fracaso, en un proceso de reversión, contrarrevolucionario, en el monstruoso fenómeno del estalinismo. Yo soy anti estalinista desde los 16-17 años y uno piensa que ya ha destilado todo el odio, pero tener la posibilidad de estar en Rusia y conocer más o menos de manera directa lo que fue esa experiencia ayuda a entender ciertos procesos, principalmente en la conciencia. Respecto de la significación y la trascendencia de la Revolución se va a hablar mucho acá. Yo saqué un libro hace unas semanas sobre la Revolución Rusa y su impacto en la Argentina durante los primeros años, voy a aprovechar la división de temas para recuperar un poco ese tema. Plasmé este tema en un artículo en la revista que editamos con algunos compañeros que se llama Archivos de Historia del movimiento obrero y la izquierda. Me concentro en los modos como la Revolución Rusa impactó en la Argentina durante esos primeros años, establezco algunas consideraciones sobre años posteriores, pero sobre todo me concentro en los primeros cuatro o cinco años, durante el proceso ascendente de la Revolución, donde la Revolución despertó especialmente el interés y la adhesión y la simpatía de los explotados, de los trabajadores, de la vanguardia, no sólo de la vanguardia de la clase obrera, también de las vanguardias intelectuales, artísticas, etc. Por supuesto que esto no culminó en los años 22-23, pero a partir de ese momento el proceso comenzó a tornarse algo diferente, por eso yo jugaba con la idea de los tiempos rojos, aquellos tiempos rojos de los primeros años de la Revolución Rusa que también fueron tiempos rojos en la Argentina. Esto es interesante, hubo tiempos rojos en la Argentina en parte por la revolución, por la influencia de la Revolución Rusa, sobre eso quería comenzar a hablar. Pero también porque la Revolución Rusa se insertó en un proceso de la lucha de clases que tuvo carácter internacional, que estuvo lejos de limitarse a la frontera del viejo imperio de los zares. Fue un ascenso revolucionario mundial como nunca antes se había verificado en la historia. Ya lo han señalado muchos historiadores de gran nivel: nunca como en los años 18-23 la Revolución fue tan posible en Europa, donde la clase obrera efectivamente desarrolló una conciencia anti capitalista, revolucionaria, soviética, consejista, impresionante, que alimentó tendencias revolucionarias de mucha claridad que estuvieron a punto de vencer. Pero no pudieron vencer, el desenlace de esa falta de victoria, de esa derrota, de esa limitación de la Revolución en parte explica lo que ocurrió luego en Rusia con el proceso de burocratización y estalinisación. Era un proceso revolucionario internacional que tiene su primer episodio en 1917 en Rusia por las razones que todos conocemos que tienen que ver con la situación de la propia Rusia y con la guerra. El imperio de los zares se desmorona en el contexto de la Primera Guerra Mundial y de los pesares de la guerra se genera, la acicatea, la coyuntura que dinamiza la Revolución. Luego de finalizar la Primera Guerra Mundial, desde noviembre de 1918, esa Revolución tiene una tendencia a la expansión, al desarrollo en Europa Oriental, en Europa Occidental y luego prácticamente en todo el mundo. Estoy hablando de fenómenos que seguramente todos conocemos y recordamos: la posibilidad de la revolución en Alemania, la experiencia de la breve República Soviética de Baviera, el intento fallido de los espartaquistas que Rosa Luxemburgo pagó con su vida en enero de 1919, una Revolución aplastada, un nuevo intento de Revolución de 1921 en Alemania y un último intento fracasado que cerró un ciclo en la lucha de clases alemana en el año 1923. Esto no fue solamente Alemania, como ustedes saben hubo procesos revolucionarios muy agudos en Bulgaria, en Hungría, con la experiencia de la República liderada por Béla Kun, hubo un proceso revolucionario muy fuerte en Italia, el bienio rojo ente 1919 y 1921, con la toma de fábricas en el norte, la toma de la Fiat y la experiencia de los consejos, hubo un proceso de huelga general de características revolucionarias en Francia en 1920, se habla del trienio bolchevique en España, etc. Es decir que se trata de un fenómeno que repercutió en América Latina e influenció también al movimiento obrero de Estados Unidos donde también se articuló con conflictos y con el desarrollo de tendencias revolucionarias en EEUU, en América Latina y en América del Sur puntualmente. Cuando uno analiza los tiempos rojos en Argentina tiene que romper con la idea de que fue una influencia externa, sino que en realidad fue una especie de articulación entre un fenómeno externo con uno interno. En la Argentina había un movimiento obrero y una izquierda muy fuertes que expresaba tendencias revolucionarias de manera embrionaria y lo que sucedía en buena medida ente la Argentina y la Revolución Rusa podría definirse con el concepto de afinidad electiva. Es un proceso de vinculación que no puede remitirse a una explicación artificial externa, en la Argentina había un movimiento obrero sumamente vigoroso y precisamente entre 1917 y 1921 la lucha de clases en la Argentina alcanzó una fuerza increíble, fueron los años donde le tocó administrar los conflictos a Hipólito Yrigoyen. Era un nuevo gobierno que expresaba un nuevo ciclo político en la Argentina, esa democracia burguesa ampliada con la supuesta garantía de ciertos derechos pero que debió afrontar un proceso de conflictividad, de lucha de los trabajadores muy fuerte. Como sabemos, fueron los años de las grandes huelgas, de ferroviarios, de marítimos, de trabajadores industriales, de los Talleres Vasena en Buenos Aires, la Semana Trágica en enero de 1919. Es imposible comprender el fenómeno de la Semana Trágica sin ver cómo se posiciona la clase obrera y cómo reacciona el Estado, el aparato represivo y la derecha, cómo reaccionan las clases dominantes a lo que ocurrió en la Semana Trágica. Ustedes saben que en la Semana Trágica se denunció la existencia de un complot soviético y se denunció el peligro maximalista en las calles de Buenos Aires. Se les rompió la cabeza a muchos trabajadores, se los torturó en las comisarías, se exterminaron judíos en los pogromos de Buenos Aires por decenas y centenares bajo el acicate del peligro interno. De la misma manera que se está construyendo ahora la idea del peligro de la subversión mapuche encarnado en la RAM. Esto fue potenciado en 1919 porque fueron todos los diarios, todos los medios de comunicación y el Estado de los radicales que dejó correr la idea de que se estaba ante un peligro maximalista que había que aplastar. Esto era muy grave porque lo que estaba ocurriendo en Rusia era muy grave, era la subversión de todo el orden social y político. No fue sólo la Semana Trágica de 1919, fueron también los hechos que todos conocemos en la Patagonia, las huelgas de Santa Cruz que fueron reprimidas con el Ejército. Allí también se denunció el peligro de un consejo rojo, esto tiene que ver también con el posicionamiento de los anarquistas en los primeros años de la Revolución, espero tener tiempo para desarrollarlo más adelante. Es tan fuerte el proceso de la Revolución Rusa que genera adhesiones no sólo entre los que se esperaba que pudieran reaccionar como las alas izquierdas del Partido Socialista, sino entre muchas otras tendencias del movimiento obrero como el anarquismo, el sindicalismo revolucionario, etc. A los hechos de Santa Cruz se suman los hechos de la Forestal en el norte de Santa Fe, hechos muy graves y menos conocidos, donde hubo una huelga que fue aplastada y reprimida por el Ejército y donde también se denunció la existencia de un complot maximalista. Esto habla de lo que fue el peso en el desarrollo de la lucha de clases en la Argentina que fue influenciado por la Revolución Rusa, pero que también tuvo desarrollo local. Hay una frase que es útil como imagen de Eric Hobsbawm quien, al hablar de cómo se explica desarrollo de los partidos comunistas en el mundo, dice: «fue el producto de un matrimonio a veces complicado entre la Revolución de Octubre y las izquierdas nacionales, es decir, las alas izquierdas del movimiento obrero de cada país». Hubo ahí, entonces, un fenómeno de interacción y hay que tratar de descubrir cuánto hubo de local y cuánto hubo de internacional. El caso argentino es un caso muy interesante, después lo podemos retomar, porque acá hubo efectivamente una corriente de izquierda revolucionaria que impugnó el horizonte reformista del Partido Socialista de Juan B Justo y se planteó construir un Partido Socialista Revolucionario. Eso ya vino antes de la Revolución Rusa, empezó a ocurrir en 1912-1913. Lo interesante es que esa corriente que iba hacia una identidad socialista revolucionaria luego se potencia con la Revolución Rusa y adopta la identidad bolchevique o una identidad proto bolchevique. En ese sentido la Argentina es un caso bastante clásico, pero fíjense que las interacciones fueron muy raras. En Brasil, por ejemplo, el comunismo se desarrolló por la vía del anarquismo, una suerte de anarco bolchevismo, en otros lados no fue el ala izquierda del Partido Socialista la que se volcó sin todo el Partido Socialista que se reconvirtió en Partido Comunista como en Chile, los casos fueron bastante diferentes. Lo que estudio en mi libro es cómo impacta la Revolución de 1917 en Argentina y veo dos grandes movimientos. Un primer movimiento fue de enorme consenso sobre la revolución, sobre todo pensando en la Revolución de Febrero, yo ya lo sabía, pero igual me sorprendió: ¡todo el mundo está a favor! En febrero y marzo acá estaban todos a favor de la Revolución Rusa, La Nación decía «qué grande la Revolución Rusa», los liberales de todo el mundo festejaban el fin de un régimen despótico y la llegada de la democracia, de un gobierno provisional que prometía la república. Hay un amplio consenso en las primeras semanas, todo el mundo está a favor. Sin embargo y con el paso del tiempo sucede lo inesperado y es que en vez de ir al camino de la institucionalización la revolución va hacia la radicalización, se hace la experiencia con el Soviet. Inicialmente la vanguardia, el reformista Partido Socialista Argentino está a favor de los soviets, pone la foto del primer Congreso Panruso de los Soviets, dicen que son una institución democrática de los trabajadores, ayuda a consolidar al gobierno provisional, no lo ven como un contra poder. Este es un fenómeno bien interesante que habla de lo inesperado que fue la Revolución: el curso empieza a ser inesperado en junio/julio, donde los diarios empiezan a decir que «está pasando algo aberrante: el gobierno provisional no se consolida, es un desastre en la guerra, se hace impopular Kerenski, no levanta vuelo, a pesar de sus gestos bonapartistas, no logra consolidarse. Por otro lado, se consolidan los soviets y se desarrolla esa corriente» que no sabe cómo denominarla. Es muy interesante leer en los diarios de esa época cómo llamaban a los bolcheviques, a los maximalistas. Por ejemplo, dicen que «Lenin ya no es marxista sino anarquista, que compró el programa de Bakunin, quiere instaurar una Comuna Revolucionaria. Eso no es socialismo, es otra cosa. Eso va a traer el caos, la derrota en la guerra, etc.». Entonces, la gran adhesión de febrero/abril de 1917 se va descascarando y cambian los titulares, miren qué interesante: no son ya los titulares «la Revolución Rusa» sino «el caos en Rusia» o «la situación en Rusia». Esos signos de preocupación terminan en octubre, si lo otro era inesperado lo de octubre ya no hay cómo llamarlo. Si hay estudiantes de periodismo acá les recomiendo que estudien el tratamiento de los diarios de los primeros diez/doce días, es impresionante. Dicen que los maximalistas habrían hecho un golpe de Estado contra el resto de la izquierda, contra el resto de los socialistas un ataque desesperado que tendrá como resultado el desastre total, no van a durar ni un minuto. Bueno, los bolcheviques tampoco creían que podían durar mucho si la Revolución no se profundizaba, estaban sentados en sus maletas. Con esto quiero recuperar la idea de ruptura del tiempo histórico, la Revolución Rusa implica una ruptura del tiempo histórico, de todo lo que era esperable. En ese sentido hay una novedad, una originalidad, hay una creatividad en la apuesta de los bolcheviques de profundizar la Revolución, de llevarla a otro ciclo, realmente extraordinaria. Irrumpe así una nueva etapa con los desafíos que tiene la Revolución, la guerra civil, etc. En octubre, la verdad, no hay muchos apoyos a la Revolución, nadie estaba a favor, se la consideraba un golpe faccioso de Lenin quien iba a perder el poder inmediatamente. Se inventaron noticias, es muy divertido: se inventa que Kerenski, seis días después de la toma del poder en Petrogrado, había logrado reagrupar fuerzas, había entrado a Petrogrado, desfilaba por la perspectiva Newsky, la gran avenida y que los bolcheviques estaban arrinconados en el Palacio de Invierno. Eso nunca pasó: Kerenski fue derrotado en las afueras, nunca pudo volver a Petrogrado. Se inventaban noticias porque lo que estaba ocurriendo no podía ocurrir, en parte tiene que ver con los cables que llegaban, que eran sobre todo franceses y decían «estos tipos están sacando a Rusia de la guerra, esto es insoportable». Quiero entonces reforzar esta idea de octubre cerrando un primer movimiento que va desde amplio consenso hacia un segundo movimiento abierto post octubre: la flor vuelve a abrirse y empiezan a multiplicarse las adhesiones a la Revolución. Estas adhesiones no se limitan al pequeño ala izquierda del Partido Socialista que está constituyendo un Partido llamado Socialista Internacional que luego se conforma en Partido Comunista en 1920. Las adhesiones a la Revolución empiezan a surgir por todos lados: sectores del anarquismo, no sólo los que luego mantienen su adhesión a la Revolución hasta 1922 como el anarco bolchevismo, sino incluso cuando uno lee La Protesta o los periódicos que después confluyen en La Antorcha, hay una mirada positiva de la Revolución más allá de los bolcheviques. Muchos dicen «estamos a favor de la Revolución Rusa pero no somos bolcheviques» o «estamos a favor de la Revolución Rusa pero no estamos a favor de la dictadura del proletariado»; esas fueron adhesiones muy comunes. Por ejemplo, la de un joven poeta y escritor que empezaba a consagrarse y hacerse conocido, aunque estaba entre Suiza y España, que se llamaba Jorge Luis Borges, quien escribe poemas a favor de la Revolución Rusa desde una perspectiva no bolchevique sino comunista libertaria. Todo está a favor: intelectuales, artistas, anarquistas, sindicalistas revolucionarios. Para 1918 todos sabemos lo que es el Sindicalismo Revolucionario, son los que están dirigiendo la FORA 9no Congreso, no tienen una orientación revolucionaria sino más bien una orientación de pacto con el gobierno de Yrigoyen, un acuerdo de frenar los conflictos como se ve en la Semana Trágica, no es una corriente revolucionaria. Pero surgen corrientes revolucionarias en el sindicalismo, los llamados sindicalistas rojos, los que dicen «Rusia nos cambia los papeles, estos tipos llevaron a la clase obrera al poder no por la vía del sindicato sino por la vía del partido y los soviets», dicen entonces no estar a favor de la dictadura del proletariado encarnada en el partido ni el soviet sino en el sindicato. Surgen distintos tipos de ecuaciones, hay una ola entre los años 1918-1920 muy fuerte de adhesión que tiene que ver con lo que significó el proceso de la Revolución que trastocaba todo el orden social, todo el orden político, el orden económico, al mundo de la cultura, de las vanguardias, que se proponía cambiar la totalidad de la organización de la sociedad. Como parte de eso, por supuesto, fue el único proceso que tocó seriamente las bases del patriarcado instituyendo una cantidad de avances en el terreno de la lucha de la mujer que son hoy increíbles vistos en perspectiva histórica. Esa fue la fuerza de la Revolución en los primeros años y cómo impactó en la Argentina y en muchos países de América Latina y se vincula con procesos locales de radicalización. Esa es la combinación que me parece interesante seguir explorando.

Bueno, en todo caso puedo retomar algunas cuestiones en el momento de las preguntas. Gracias.

Intervención de Hernán Camarero en la Segunda Jornada del Pensamiento Socialista, 1/12/17

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