Ago - 31 - 2018

Asoma una crisis de gobernabilidad

Macri no se aguanta más 

Roberto Sáenz

“Fuera del poder, todo es ilusión” (Lenin)

La corrida contra el peso parece imparable. Al momento de escribir este editorial el dólar se cotiza a $34.50 y nadie sabe a ciencia cierta a cuánto llegará mañana. El día arrancó con un discurso de Macri anunciando un “acuerdo” con el FMI que no era tal; sólo un pedido de adelanto de fondos sin respuesta oficial.

En cuanto abrieron los mercados, el dólar escaló expresando la desconfianza de que el gobierno tenga los fondos suficientes para afrontar los pagos de la deuda. De ahí que crezca el “riesgo país”. Es que nadie puede descartar que si la crisis sigue, no se vaya a una cesación de pagos[1].

Mientras esto pasa en la economía, por abajo se extienden los procesos de lucha. La novedad de las últimas semanas es el ingreso del movimiento estudiantil. Hace años que no se veía un ascenso estudiantil como parece prefigurarse. Los vasos comunicantes entre el movimiento de mujeres y los estudiantes son obvios: un ascenso de la juventud que se expresa en movilizaciones y toma de facultades.

Más en general, la bronca creciente entre los trabajadores, paros como el de los docentes del SUTEBA, el de los docentes universitarios, peleas que se reinician como el Posadas, que continúan como Télam, Tandanor, Río Turbio, el peligro que las luchas se generalicen por abajo, literalmente obligaron a las burocracias de la CGT y CTA a convocar separadamente a sendos paros generales para el 24 y 25 de septiembre.

Es verdad que la medida se convoca dándole un tiempo prudencial al gobierno para parar la crisis. Pero aun así, su coincidencia con la discusión presupuestaria (el gobierno tiene hasta el 15 de septiembre para presentar su proyecto de ley), no dejará de meterle presión a aquéllos que quieran votar a favor del ajuste pactado con el FMI (gobernadores, PJ, Frente Renovador).

El país está en trance de pasar de la crisis económica a la crisis política. Un gobierno que no puede controlar la moneda nacional, pierde atributos de gobernabilidad. Ni hablar de un gobierno como el de Macri que vive en crisis cambiaria permanente desde mayo pasado, aun a pesar de que ha recurrido al FMI (lo que ya significa de por sí una cesión de soberanía).

La crisis del país es global. Así la definimos meses atrás cuando la mayoría de la izquierda afirmaba que “aquí no pasa nada”[2]… Una crisis global que pone sobre la mesa la posibilidad de una salida anticipada de Macri. Todas las direcciones burguesas y burocráticas -¡y en primer lugar los K!- trabajan con la divisa de llegar al 2019: el calendario electoral/institucional debe ser “respetado”.

Los trabajadores, las mujeres y la juventud no pueden esperar más. La tarea principal es echar al gobierno con la movilización abriendo una salida democrática donde sea el pueblo el que decida: una Asamblea Constituyente soberana que refunde el país desde los intereses de los explotados y oprimidos.

Una crisis “auto inducida”  

Arranquemos por la crisis económica, base material de los desarrollos. Su causalidad es doble. Por un lado, se trata de una crisis económica en cierto modo “auto inducida”. Macri tomó la economía en un país al que le faltaban divisas, pero que tenía su endeudamiento “saneado” (¡recordemos que los K pagaron 200.000 millones de dólares!).

Para “recrear la confianza de los mercados” se largó a tomar medidas de corte liberal que hicieron las delicias de los capitalistas desprotegiendo la economía nacional: rebaja de las retenciones al agro y a la industria; liberalización de la compra y venta de dólares; dolarización de las naftas y demás tarifas; pago a los fondos buitre por 10.000 millones de dólares; y un largo etcétera en el mismo sentido.

Los ingresos que perdió el Estado los cubrió con deuda nueva (¡se habla de 100.000 a 150.000 millones de dólares!), supuestamente a costa de un ajuste económico en regla que por consideraciones políticas y sociales se fue postergando sucesivamente.

Una oleada de “capitales golondrinas” vino al país para ser invertidos en Lebacs y otros instrumentos dando lugar a ganancias siderales. Esto creó una sensación artificial de solvencia; el dólar se fue planchando. El déficit turístico alcanzó los 10.000 millones de dólares anuales. Un déficit similar se produjo en materia automotriz. Los pagos de la deuda externa comenzaron a crecer, lo mismo que la salida de capitales una vez realizadas jugosas ganancias.

Habiéndose impuesto Macri en las elecciones del año pasado, anunció un “reformismo permanente”: el momento de pagar la cuenta parecía llegar. Pero hete aquí que el 14 y 18 de diciembre le estalló en la cara una crisis política y social alrededor de la ley anti-jubilatoria; se abrió una nueva situación política que posteriormente se transformó en corrida contra el peso y que marcó los límites que las relaciones de fuerza le han colocado al gobierno reaccionario.

Sobre esta crisis “auto-inducida” vino a operar la crisis internacional; una crisis internacional anunciada que el gobierno eligió desconocer.

Con la recuperación económica de los EEUU (una recuperación parcial que no resuelve los problemas estructurales), el crecimiento del empleo y de la inflación, vino el aumento de las tasas de interés.

Durante muchos años las tasas en el gigante del norte rozaron el 0%. De ahí que muchos capitales hayan buscado los países emergentes para rentabilizarse. El aumento de las tasas está generando el efecto inverso: el desarme de las posiciones y el retorno hacia el norte[3].

Esta situación ha impactado sobre la cotización de las monedas de los países emergentes, generando devaluaciones en cadena. Sobre llovido mojado, hace un mes se desató la crisis turca con características semejantes a la Argentina: un país endeudado con déficit de balanza de pagos que agiganta los temores al default.

Pero más allá de Turquía, un elemento clave en la trasmisión de la crisis es obviamente Brasil, el gigante latinoamericano, socio económico privilegiado de nuestro país, que ha visto derrumbar su economía nuevamente conforme la incertidumbre político-electoral aumenta[4].

El deterioro económico internacional es una de las causas de la crisis. Pero su impacto en la Argentina se ha multiplicado debido a los desaciertos cometidos por el gobierno -cierto que sobre la base de unas relaciones de fuerzas que no ha logrado domesticar, como señalamos arriba-.

Los mecanismos de trasmisión   

Los mecanismos de trasmisión de la crisis cambiaria a la economía real son múltiples. El dólar escala porque no hay oferta suficiente que satisfaga la demanda. Sin embargo, no parece que vaya a establecerse un cepo o mecanismo semejante: si alguien quiere dólares puede adquirirlos pagándolos en “pesos oro”. Tampoco se esperan –al menos en lo inmediato- mecanismos tipo “corralito” de incautación de depósitos.

Existen sin embargo dos terrenos por intermedio de los cuales ya está operando la trasmisión de la crisis. Uno es la restricción crediticia, lo que anticipa quebrantos generalizados de pequeñas y medianas empresas por cesación de pagos, esto conforme las tasas de interés siguen por la estratosfera; un factor que dará lugar a despidos.

Pero aquí queremos detenernos en un segundo factor: el traslado del dólar a los precios. Más allá de la dolarización histórica de la economía argentina por su debilidad, a Macri no se le ocurrió nada mejor que dolarizar explícitamente algunos precios como las naftas (un precio que se replica por toda la cadena económica), determinados servicios, etcétera. Indirectamente, siempre los empresarios han tratado de mantener el valor de sus productos en dólares: esto es, en términos reales; salvo, claro está, el salario. 

Así las cosas, aun cuando no siempre las devaluaciones se trasladan inmediatamente a los precios (tiene importancia también la demanda), si la depreciación de la moneda nacional se espiraliza, comienza a operar un multiplicador: los precios empiezan a remarcarse a cada hora.

Esto es lo que podría ocurrir los próximos días. Hay economistas ultra-liberales que le dicen al gobierno: “no se preocupen; no quemen reservas que no tienen: dejen que el dólar encuentre su valor de equilibrio”…

Pero aunque esto pareciera que ocurre en el “mundo paralelo” de los mercados, cuando el mecanismo devaluatorio se reitera se llega al pánico de precios: ¡ningún bien tiene precio porque la propia moneda nacional no tiene precio! Por este camino se podría generar una crisis hiperinflacionaria como la que se vivió en 1989.

Señalemos, de paso, que una moneda nacional es una moneda estatizada[5]. El Estado tiene el monopolio del control y la emisión de la moneda. Y siendo ésta entonces, una categoría no solamente económica sino también política, el descontrol de la moneda es una muestra de descontrol político: una crisis de gobernabilidad como la que está abriéndose a estas horas.

Comienza un ascenso 

La consecuencia político-social de la crisis en curso, es que parece estar comenzando un ascenso de la lucha de clases. Es decir: una amplia irrupción de vastos sectores de los trabajadores, las mujeres y la juventud[6]. Múltiples actores de clases y sociales se suceden sin solución de continuidad desde comienzos de año.

Una dinámica de relevos. Una situación potencialmente de desborde de las instancias tradicionales. La “historia de relevos” tiene que ver con el ingreso a la lucha de múltiples movimientos. La Argentina está caracterizada por un movimiento de mujeres que tiene una presencia de masas desde el histórico #NiUnaMenos del 2015; dicho movimiento se transformó en un movimiento de masas por el derecho al aborto en los últimos meses.

Pero la astucia de la cosa es que este movimiento de mujeres es básicamente un movimiento de la juventud[7]. Y que este movimiento de la juventud está ahora expresándose como un inédito ascenso estudiantil como hace años no se veía.

Frente a la ridícula propuesta salarial del 15% en cuotas a los docentes universitarios, sumado a lo que se espera sea un presupuesto cero para las universidades el año que viene (una caída del 40% en términos reales), se está viviendo un ascenso nacional del movimiento universitario.

Nuestro partido está interviniendo en este proceso desde sus agrupaciones juveniles: ¡Ya Basta!, Tinta Roja e incluso desde Las Rojas. Lo estamos haciendo con la orientación de masificar la pelea, al tiempo que radicalizándola por la vía de las ocupaciones de facultad, del desborde a las autoridades, de la coordinación efectiva de los sectores en lucha, del apoyo al reclamo de los docentes, así como la pelea por el presupuesto y las reivindicaciones propias del movimiento estudiantil.

Estamos enfrentando la política del kirchnerismo de aguar todo lo posible las cosas, de meter los reclamos por los carriles institucionales, de desviar todo hacia a la estrategia del “Hay 2019”: una política de contención a la cual corrientes como el PTS le están haciendo el juego en muchos casos. 

Asoma el movimiento de trabajadores 

Pero no se trata solamente del movimiento de mujeres y estudiantil. El elemento popular podría entrar en escena si la crisis social se profundiza. Y sobre todo, lo que es estratégico: el movimiento obrero, donde crece a pasos agigantados el odio al gobierno.

La clase obrera se recompuso a partir del 2001. No se vive aún una epidemia de despidos. Estructuralmente llega mucho mejor que cuando el Argentinazo. Sin embargo, las condiciones de trabajo son cada vez más brutales, los ritmos aumentan, los aumentos en paritarias fueron vergonzosos y es inevitable que si continúa la crisis, los despidos comiencen a generalizarse.

La bronca con el gobierno es enorme. Es evidente que la CGT tiene señales de esto. Por eso salió, de buenas a primeras, a convocar el paro del 25/09. Y de manera concomitante, la CTA ha convocado un paro general en simultáneo arrancando 12 horas antes. En síntesis: habría paro general el 24 y 25 de septiembre; un paro que debemos esforzarnos por hacer activo, desbordándolo e imponiéndole continuidad.

Desde ya que al convocarlo de aquí a un mes, la burocracia pretende darle margen al gobierno para que pare la crisis y nada se salga de control. Pero sintiendo la presión desde abajo tuvo que salir a ponerle fecha a la medida. Muchos trabajadores seguramente vieron cómo los del Astillero salieron dando muestras de combatividad, lo mismo que amenazó el desborde en otros sectores.

Al ponerle fecha a un nuevo paro general, tratan de canalizar la bronca. Esto es así incluso si no hay garantías que cuando se discuta el presupuesto en el Congreso, las cosas no se vuelvan a desbordar. En todo caso, tratan de comprar tiempo.

De cualquier manera, un desborde podría ocurrir ante cualquier giro de las circunstancias. Las tendencias están latentes por abajo en las universidades, en los colegios con desastres edilicios, en la situación de los docentes de la provincia de Buenos Aires donde la paritaria no se ha cerrado, en los lugares de trabajo más variados.

Parece haber comenzado un ascenso de la lucha de clases; un ascenso donde podría jugarse la suerte del gobierno de Macri.

Bases de una política revolucionaria 

En una discusión en la dirección de nuestro partido luego de la negativa del Senado al aborto legal, decíamos que la coyuntura política podía tanto estabilizarse como ir a una “situación revolucionaria” (esto en función de los elementos de desborde que ya se apreciaban semanas atrás).

Como digresión señalemos que una situación revolucionaria es aquella en la que se coloca la caída del gobierno burgués por intermedio de la movilización popular. En su definición más clásica, dicha caída coloca la posibilidad de ser reemplazado por un gobierno de los trabajadores, lo que no es el caso hoy en nuestro país. Sin embargo, esto no menoscaba que la caída de un gobierno burgués por intermedio de la movilización popular lleve las cosas hacia la izquierda; facilita la maduración de los factores objetivos y subjetivos para que la clase trabajadora pueda imponer su salida.

Volviendo a nuestro punto, el segundo escenario aparece hoy más plausible que el primero. La crisis que se vive es global; el gobierno se viene debilitando. Tiene el apoyo del imperialismo y de lo más granado de la patronal (aunque económicamente comienzan a aparecer matices). Y tampoco pueden descartarse zarpazos reaccionarios.

Sin embargo, hay creciente “ruido” en las alturas tanto por la saga de los “cuadernos”, como por las contradicciones que crecen en Cambiemos acerca de cómo enfrentar la crisis.

En este contexto de potencial división por arriba, las relaciones de fuerzas no han sido saldadas. Y si el oficialismo tiene el apoyo social de un sector de las clases medias reaccionarias, e incluso si se expresan elementos ciertos de polarización (ver el cacerolazo de la semana pasada), la base social de Cambiemos parece estar estrechándose: no se aprecia un giro a la derecha en la sociedad.

El gobierno aparece en minoría; una creciente mayoría social pasa a la oposición y la clase obrera está entera. ¿Cuál es la política revolucionaria para esta situación? Hay corrientes como el PTS que parecen moverse con el esquema de que como todavía “no está lista la alternativa”… plantear la salida de Macri sería un error; de ahí que levanten la consigna de Asamblea Constituyente de manera reformista, sin ningún planteo de salida del gobierno.

Pero esta es una idiotez oportunista que escinde los elementos objetivos de los subjetivos. Pierde de vista que solamente en condiciones revolucionarias el “calendario revolucionario” puede desarrollarse, madurar los factores subjetivos: para llegar a Octubre hizo falta la Revolución de Febrero, las jornadas de Junio, Julio, derrotar el golpe de Kornilov, etcétera; que la clase trabajadora hiciera toda una experiencia política de lucha y organización; que sobre la base de dicha experiencia se construyera el partido revolucionario con influencia de masas.

Es imposible anteponer una salida prefabricada al propio desarrollo de la realidad; desarrollo de la realidad cuyo primer eslabón pasa por la salida anticipada del gobierno de Macri.

Los compañeros afirman que “no sólo se debe cuestionar al gobierno sino también al régimen”. ¡Claro que sí! Pero no hay manera de cuestionar al régimen sino se parte de colocarse en el terreno de derrotar el desvío de todo el proceso al 2019: ¡parecen olvidarse que no hay institución más importante del régimen que el Poder Ejecutivo! No hay manera de plantear una Constituyente revolucionaria sino es sobre la base de cuestionar al gobierno.

No se puede esperar al 2019. Revocatoria del gobierno de Macri. Asamblea Constituyente soberana para refundar el país desde los explotados y oprimidos  

El primer eje de toda política revolucionaria pasa hoy por romper la encerrona institucional de esperar al 2019. El ajuste y el acuerdo con el FMI hay que derrotarlos ahora. Y la única manera de derrotarlos es echar al gobierno más allá de que es importante buscar la formulación más adecuada para el diálogo con los más amplios sectores de trabajadores.

En segundo lugar, en la dinámica de la crisis se están cuestionando instituciones clave del régimen político. No estamos aún en un “Que se vayan todos”. Pero se ha profundizado la experiencia de un sector de masas con el Senado, con la Iglesia Católica y con una parte importante de los políticos y el empresariado por cuenta de la corrupción generalizada.

En estas condiciones, está comenzándose a colocar con más plausibilidad la consigna de la Asamblea Constituyente soberana, que es la consigna más democrática que se puede plantear en una circunstancia donde aún impera la democracia burguesa; en el terreno donde a pesar de la presión y la lucha directa en las calles, las masas trabajadoras todavía no han construido organismos de poder y representación propios; cuando la dinámica se juega todavía entre la calle y el palacio, y se piensa en el voto a la hora de la salida general.

Pero aquí viene el tercer elemento central: si el ascenso se profundiza sería un grave error atarse a consignas sindicalistas. Hay que exigirles y denunciar a las direcciones tradicionales; sería equivocado ignorarlas porque son ellas las que dirigen los sectores de masas de los trabajadores.

Sin embargo, junto con la exigencia y la denuncia, hay que alentar tanto el desborde como la construcción de instancias de organización alternativas por abajo: asambleas, coordinaciones, ocupar las fábricas que cierren y/o despidan masivamente, ocupar facultades y universidades; etcétera, todas medidas que apuntan a una acción histórica independiente de los explotados y oprimidos; a un nuevo Argentinazo pero en un escalón superior social y políticamente al del 2001.       

Por último pero de una importancia inmensa, se trata de presentar un programa alternativo desde la clase obrera: abajo el ajuste del gobierno y el FMI; aumento de salarios del 40% indexado mensualmente; control popular de los precios; expropiación bajo control obrero de toda empresa que cierre o despida masivamente; expropiación de todos los bienes de los políticos y/o empresas involucradas en casos de corrupción; no al presupuesto del ajuste salvaje del gobierno y el FMI; no al pago de la deuda externa; aborto legal ya; separación de la Iglesia y el Estado; no al presupuesto cero para la educación; duplicación del presupuesto educativo; que el pueblo decida qué hacer con el país; huelga general activa de 36 hs. con continuidad; asambleas por lugar de trabajo y estudio; revocación del mandato de Macri; Asamblea Constituyente soberana para refundar de arriba abajo el país; por un gobierno de los trabajadores y el pueblo.

[1] Una de las críticas de los analistas es que el gobierno no ha presentado un claro cronograma de pagos; que no se conocen los datos ciertos del endeudamiento externo del país.

[2] “La nueva coyuntura abierta por la corrida cambiaria: una crisis global”, 13/05/18, www.socialismo-o-barbarie.org

[3] Vuelo hacia la calidad (Fly to quality) es el nombre que se le da a este proceso.

[4] De un momento a otro Lula será apartado de la elección introduciendo un elemento fraudulento en la misma y dejando al tope de las preferencias al extremo derechista Bolsonaro; los candidatos preferidos de los mercados siguen ranqueando muy abajo en las preferencias.

[5] Desde el momento que el Estado asumió el monopolio de la moneda, y siendo ésta el medio universal de intercambio de las mercancías, quedó claro que la misma es tanto una categoría económica como económico-política (un instrumento de cambio consagrado jurídicamente). 

[6] Cuatro meses atrás, cuando hablábamos de la crisis global abierta, señalábamos que todavía las masas no terminaban de intervenir en la crisis; hoy parece estar cambiando esta situación.

[7] Está claro que no decimos esto de manera reduccionista, sino para dar cuenta de los vasos comunicantes existentes.

Por Roberto Sáenz. Editorial SoB 484, 30/8/18.

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