Mar - 8 - 2014

“A los clarividentes feudalistas democráticos les preocupa mucho que Hitler llegue a utilizar en el futuro la revolución nacional ucraniana. Cierran los ojos ante el hecho de que Hitler ya hoy está utilizando la supresión y el desmembramiento de la nación ucraniana.”

 

En el periódico de Kerenski,[2]Novaia Rosia [Nueva Rusia], del 12 de julio de 1939, se somete a “crítica” mi artículo sobre la independencia de Ucrania [“La cuestión ucraniana”, 22 de abril de 1939]. Desde un punto de vista socialista, científico, literario, etcétera, Novaia Rosia, por supuesto, no ofrece ningún interés. Pero tiene el mérito de permitirnos ver de cerca lo que pasa por las cabezas de los demócratas rusos de mediana y pequeña burguesía. Basta rascar un poco la superficie de cualquie­ra de ellos para encontrar un feudalista.

El periódico echa pestes por el hecho de que yo apoyo sincera y totalmente la lucha del pueblo ucraniano por la independencia nacional y estatal. “La separación de la Ucrania soviética de la URSS no confunde en absoluto a León Trotsky.” ¡Efectivamente! En lo que respecta a los Señores Demócratas, no sólo están confundidos sino profundamente alterados por la perspectiva de la separa­ción de Ucrania. El ansia democrática de una nacionali­dad oprimida de lograr su independencia total no puede dejar de provocar la ira de los feudalistas. “Trotsky ni toca el problema de cómo utilizará Hitler esta revolución (la revolución nacional ucraniana) en beneficio de sus planes.” Los caballeros de Novaia Rosia consideran que la “separación de Ucrania llevará al debilitamiento militar de la URSS”, y casi llegan a la conclusión de que la política de Trotsky está al servicio de Hitler. El Kremlin sostiene la misma opinión. Un proverbio francés dice que las grandes mentalidades corren por los mismos canales.

Supongamos que la separación de Ucrania realmente debilita a la URSS. ¿Qué hacer entonces con el principio democrático de autodeterminación de las naciones? Todo país que retiene a la fuerza dentro de sus fronteras a alguna otra nacionalidad considera que la separación de ésta debilitaría económica y militarmente al estado. Hitler anexó a los checos y semianexó Eslovaquia precisa­mente porque así fortalece militarmente a Alemania. ¿En qué se diferencia el criterio de nuestros demócratas del criterio de Hitler? En lo que hace a la nación de los ucranianos, los demócratas de Novaia Rosia siguiendo al célebre Miliukov, responderían, tal vez que los ucranianos son “en parte y en general” iguales a una nación, pero que después de todo hay límites. En otras palabras, si son una nación, lo son de segunda clase, en tanto lo que determina el destino de Ucrania son los intereses de Rusia, es decir de la mayor parte de la Gran Rusia. Y éste es precisamente el punto de vista de los feudalistas.

En los tristes días de la Revolución de Febrero el Gobierno Provisional se negó obstinadamente a conceder a los ucranianos, no digamos la independencia –entonces no la exigían–, sino la simple autonomía. Los Señores Demócratas regateaban con los derechos nacionales de Ucrania como si fueran comerciantes de caballos. Luego tomaron como punto de partida directo e inmediato los intereses de los “señores” terratenientes, burgueses y de­mócratas de la vieja Gran Rusia. Hoy traducen esta misma gran y gloriosa tradición al lenguaje de los emigrados.

Desde una perspectiva histórica superior, es decir desde la perspectiva de la revolución socialista, sería lícito subordinar durante determinado período los intereses nacionales de Ucrania a los del proletariado internacional si entraran en conflicto. Ucrania está estrangulada por la misma reacción bonapartista que estrangula a toda la URSS y socava su capacidad de autodefensa. El movimiento revolucionario ucraniano dirigido contra la burocracia bonapartista es un aliado directo del proletariado internacional.

A los clarividentes feudalistas democráticos les preocupa mucho que Hitler llegue a utilizar en el futuro la revolución nacional ucraniana. Cierran los ojos ante el hecho de que Hitler ya hoy está utilizando la supresión y el desmembramiento de la nación ucraniana. A diferencia de los Señores Demócratas de tipo menchevique o narodniki nosotros no partimos de la consideración de que no hay bestia más temible que el gato. La fuerza de Hitler en general, y respecto a Ucrania en particular, no reside en él mismo sino en la inutilidad y podredumbre de la democracia, en la descomposición de la Segunda y la Tercera Internacional, en la vasta ola de decepción, decadencia y apatía que arrasa a las masas. El triunfo del movimiento revolucionario en cualquier país será la marcha fúnebre de Hitler. El movimiento revolucionario nacional de Ucrania forma parte del movimiento revolucionario poderoso que se está incubando molecularmente bajo la cáscara de la reacción triunfante. Por eso decimos: ¡Viva la Ucrania soviética independiente!


[1] “Los feudalistas democráticos y la independencia de Ucrania”. Socialist Appeal, 31 de octubre de 1939.

[2] Alexander F. Kerenski (1882–1970): jefe de un ala del Partido Socialista Revolucionario ruso. Llegó a ser vicepresidente del soviet de Petrogrado, luego violó su disciplina al asumir el ministerio de justicia del Gobierno Provisional en marzo de 1917. En mayo se hizo cargo del ministerio de guerra y marina, que retuvo cuando se convirtió en premier; más tarde se hizo nombrar también coman­dante en jefe. Huyó de Petrogrado cuando los bolcheviques tomaron el poder.

Por León Trotsky, 5 de agosto de 1939[1]

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