Jun - 26 - 2014

 

Por estas horas, los compañeros de la autopartista Gestamp están entrando en otra fase de su lucha. Todo el país vio cómo se plantaron contra las suspensiones y los despidos en la planta de Escobar, inaugurada por Néstor Kirchner sólo ocho años atrás, y que cuenta con 600 trabajadores.

Enfrentándose a una alianza de la patronal, la Verde de Pignanelli del SMATA, Cristina, Scioli y la militarización de la planta, por el momento no han podido revertir los despidos. Sin embargo, su pelea sigue ahora por la vía judicial, buscando la reinstalación en sus puestos de trabajo.

Más allá de esto, nos interesa aquí trasmitir las enseñanzas que ha dejado esta inmensa pelea para el conjunto de los trabajadores, poniéndolas al servicio de las luchas que vienen.

Hay que parar las suspensiones y los despidos

Lo primero es tomar conciencia de que las suspensiones están creciendo, y que tras ellas se vienen los despidos. Por eso la lucha de Gestamp fue tan dura. Es que el gobierno, las patronales y los dirigentes sindicales se hacen los “osos” con el verso de que “no hay despidos”, de que se trata solamente de “suspensiones” y de que una vez que pase esta “crisis transitoria”, todo volverá a la normalidad…

Esto es mentira. La crisis llegó para quedarse. Y no hay analista que deje de subrayar que con el pago a los fondos buitres se va a profundizar la recesión. Es simplemente un verso para que aceptemos suspensiones masivas como las que están ocurriendo en la industria automotriz, para luego, con los hechos consumados de que la cosa no se “arregla”, empezar a despedir abiertamente.

Veamos, por ejemplo, el caso de la autopartista Lear. Hace unas semanas suspendieron a la mitad del personal: 330 compañeros. Luego fueron reincorporando de a poco, pero, finalmente, ahora resulta que quedaron 60 compañeros afuera, suspendidos por tiempo indeterminado, y, para colmo, sin goce de sueldo. Es decir, a un paso de quedar en la calle.

El de Lear no es un caso aislado. Esto que está pasando en esta planta, suspensiones masivas seguidas de despidos, es el posible camino que van a seguir otras autopartistas, las grandes terminales automotrices (ya afectadas por masivas suspensiones)  y el resto de la industria en general.

La lucha de Gestamp fue muy dura, entre otras razones, porque los compañeros se dieron cuenta de que enfrentaban despidos masivos y decidieron plantarse contra ellos; una pelea en la que desde el principio el sindicato se jugó a aislar y quebrar, siendo cómplice de la patronal.

La realidad es que las suspensiones y los despidos van a crecer porque se espera un agravamiento de la recesión.Cristina va a exprimir más a los trabajadores para obtener los fondos para pagarles a los fondos buitres.

Ahí es donde terminan las palabras del supuesto carácter “pasajero” de la crisis: se vienen más despidos y suspensiones, más rebajas de los salarios y habrá que plantarse si no se quiere ser el pato de la boda.

Una nueva generación se pone de pie

Pero a la razón económica –cuidar las ganancias empresarias haciéndoles pagar la crisis a los trabajadores– se le suma una razón “política” a esta ola de despidos que crece. En las fábricas, en los lugares de trabajo, una nueva generación ha entrado a trabajar en los últimos años. Una generación que naturalmente, por su juventud, no se banca el manoseo, las condiciones de explotación redobladas, el buchoneo del sindicato, y se rebela. Es lógico que esta nueva generación esté mirando a la izquierda, la única que ve apoyando sus luchas.

Esto ha despertado una señal de alarma en el gobierno, las patronales y, sobre todo, la dirigencia sindical tradicional: denuncian una supuesta “infiltración de la izquierda” en las empresas. Pero no se trata de ninguna “infiltración” como si fuera de marcianos que no se sabe de dónde vienen. Simplemente, hay una nueva generación de trabajadores que cansados de la explotación y el manoseo de los empresarios simpatiza con la izquierda, con las fuerzas del FIT y el Nuevo MAS, que en las últimas elecciones obtuvimos un millón de votos.

Esto es lo que se vivió en Gestamp. La lista de los compañeros suspendidos no era ingenua. A la injusticia de meter en esta verdadera “lista negra” a los compañeros rotos por la explotación laboral, se le agregó los más cuestionadores, los más activistas, con el objetivo de dejarlos afuera.

Y no es solamente el caso de Gestamp. En Lear, Fate, Firestone, Donneley, Volkswagen, Kronberg, el frigorífico Paty, General Motors y muchísimas fábricas más está pasando lo mismo: se persigue a los compañeros que enfrentan las injusticias.

La recuperación de los métodos de lucha de los trabajadores

La lucha de Gestamp obligó al gobierno a realizar reuniones de emergencia. Incluso llegaron al punto de desconocer sus propias leyes: la conciliación obligatoria que se había dictado cuando los compañeros se bajaron del puente-grúa y abandonaron la toma de la planta. Se trató de un caso sin precedentes, que pone en cuestión este instrumento tramposo que hace parte de la legislación laboral.

¿Qué es lo que les preocupa? Que se haya dado una lucha histórica en una de las industrias más estratégicas del país. El activismo y la izquierda vienen avanzando entre las comisiones internas y los cuerpos de delegados porque los trabajadores no se bancan que las direcciones sindicales los entreguen y entreguen sus conquistas.

Y lo que más impactó de la lucha de Gestamp fue cómo nueve compañeros despedidos lograron reingresar a la planta y subirse al puente-grúa, paralizando la producción no solamente en Gestamp, sino en toda la rama automotriz: cinco terminales no pudieron seguir produciendo porque les faltaban piezas.

La planta estaba militarizada y ocupada por la patota del sindicato. Los compañeros adentro estaban con temor a más despidos. Por eso los compañeros despedidos decidieron tomar esta iniciativa con el objetivo de lograr parar la planta todos juntos.

La mayoría de la población rechaza el ajuste de Cristina y ve con simpatía a los trabajadores que salen a enfrentarlo. Pero al mismo tiempo se enfrentan a un enemigo unificado muy poderoso (patronal, gobierno y gremio). Por eso la medida de los compañeros de reingresar y colgarse del puente grúa deja enseñanzas para el conjunto de los trabajadores.

Una de ellas habla de que cuando los de arriba endurecen sus ataques y se han agotado todas las otras alternativas, los trabajadores pueden recurrir a medidas más contundentes para intentar pararles la mano.

No se trata de tener una idea simplista o una receta para todas las circunstancias, ni de que siempre se pueda tomar una planta. Se trata, simplemente, de las enseñanzas de una lucha que logró ponerse a la altura de las circunstancias y de lo que esta lucha deja en acumulación de experiencias para el conjunto de los trabajadores, de recuperación de los métodos de lucha históricos de los trabajadores.

Parémosles la mano con un nuevo paro general

El paro general del 10 de abril fue de gran importancia. Pero luego el moyanismo no le dio continuidad para no ser desbordado. Ahora Micheli (de la CTA opositora) habla de que se “convocaría” a una nueva medida en agosto. Pero nadie sabe si esto será así.

Mientras la recesión pega muy duro y el gobierno se apresta a pagarle a los buitres redoblando el ajuste, la izquierda tiene una enorme responsabilidad: convocar a un nuevo Encuentro Nacional de Lucha Unificado para votar el apoyo a las luchas que están en curso, parar la persecución a los activistas y presionar por un nuevo paro general.

No hay tiempo que perder. A pesar del Mundial, las luchas siguen en curso, pero muchas de ellas se encuentran hoy aisladas. Para romper este aislamiento, para pararle la mano a la Santa Alianza del gobierno, la patronal y la burocracia, contra el ajuste K y el pago a los fondos buitres, hay que imponer la convocatoria a un nuevo paro general.

Socialismo o Barbarie Nº 294, edición especial, 26/06/2014

Categoría: América Latina, Movimiento obrero Etiquetas: