Sep - 8 - 2014

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Las acusaciones de que tropas rusas habrían cruzado la frontera ucraniana son el marco perfecto para el inicio de la cumbre de la más potente alianza bélica de la historia, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que arranca el martes 2 de septiembre en Gales.

El presidente ucraniano Petro Poroshenko dijo que Rusia cruzó la frontera con hombres y tanques. Más tarde, los embajadores de la OTAN acusaron a Rusia de una “violación flagrante” de la soberanía ucraniana.

Por su lado, el presidente estadunidense Barack Obama dijo que Moscú ha “violado deliberadamente la integridad territorial de Ucrania”. Sin embargo, el mandatario ruso Vladimir Putin negó terminantemente estas acusaciones, señalando a Kiev como responsable de un conflicto que ya lleva 2 mil 593 muertos desde abril, muchos más que en Gaza, según Naciones Unidas.

Con este telón de fondo, la cumbre de Gales será una de las más importantes en los 65 años de historia de esta alianza militar. El conflicto en Ucrania le ha dado una razón de ser y le permitirá justificar su existencia contra su enemigo predilecto: Rusia.

Punta de lanza

La OTAN ha decidido revisar su estrategia a partir de la crisis desatada en Ucrania en febrero con la caída del presidente Víctor Yanukovich y la guerra en el este del país entre separatistas pro rusos y el gobierno de Kiev.

Anders Fogh Rasmussen, secretario general saliente de la alianza militar occidental, dijo en una entrevista concedida a seis diarios europeos el miércoles 27 que “debemos enfrentar la realidad de que Rusia no considera a la OTAN un socio”, una manera elegante de decir lo opuesto: que la OTAN no considera a Rusia un socio sino un adversario.

Así justificó el nuevo Plan de Disposición para la Acción que deberá aprobar la cumbre y que, por primera vez desde la fundación de la OTAN, le permitirá desplegar, tropas, armas y bases militares en las fronteras con Rusia.

El objetivo, según Fogh Rasmussen, es “actuar rápidamente en el nuevo esquema de seguridad en Europa”, con el fin de desarrollar “una punta de lanza de altísima disponibilidad de combate”, para lo cual se necesitan “instalaciones de recepción en los países para preposicionar equipos, bases y cuarteles”.

Las nuevas bases estarán ubicadas en los estados bálticos y Polonia. La base de Szczecin, en Polonia, la única de la OTAN en el este de Europa, será el nuevo centro de operaciones. La idea, según el general Philip Breedlove, comandante en jefe de la OTAN, es “viajar ligero pero golpear rápido”.

Rasmussen aclaró que se tratará de bases permanentes, para que cualquier agresor potencial sepa que si piensa atacar a un aliado de la OTAN encontrará no sólo soldados de ese país sino a las tropas de la OTAN. Estas fuerzas tendrán además la posibilidad de desplegarse en Finlandia y Suecia, dos países que hasta ahora se habían mantenido neutrales, pero que, a la luz de los acontecimientos en Ucrania, se acercan cada vez más a la Alianza Atlántica.

La otra decisión de la cumbre de Gales será fortalecer el apoyo a Ucrania que, aunque no es miembro de la alianza, será tratado como un aliado estratégico. Por eso el presidente Poroshenko será el único invitado no miembro de la OTAN. El viernes 29, el primer ministro ucraniano Arseni Yatseniuk remarcó que la política de su gobierno es llevar el país a la OTAN.

En busca de enemigo

El mundo se acerca nuevamente al abismo de la confrontación al cumplirse 25 años de la caída del Muro de Berlín y de la desaparición de la cortina de hierro que llevó a la implosión del llamado “imperio del mal”: la Unión Soviética.

La OTAN, que nació en 1949 para combatir a la URSS, no sólo no desapareció al disolverse ésta, sino que se expandió hasta las fronteras de la propia Rusia, incorporó a los países bálticos que antes pertenecieron a la URSS y amenazó con agregar a Ucrania y Georgia.

Pero nunca, en estos 25 años, la OTAN dispuso de bases militares permanentes en el Este. Ahora, la alianza atlántica está dando un paso decisivo al desafiar a Rusia instalando hombres y armas en sus bordes.

Para la OTAN, la crisis en Ucrania ha venido como anillo al dedo, pues, aunque llegó a realizar seis operaciones en tres continentes – Afganistán, Kosovo, Libia, Irak, operaciones antiterroristas en el Mediterráneo y en el Cuerno de África–, la mayoría de esas misiones están terminando y los estrategas de Bruselas necesitaban con urgencia un nuevo enemigo.

Washington, que había decidido reorientar estratégicamente sus fuerzas militares hacia el Pacífico y que consideraba a la OTAN como una reliquia del pasado, la ha puesto otra vez en el tope de sus prioridades. El presidente Obama anunció un paquete de mil millones de dólares para ejercicios militares en el este de Europa y una mayor rotación de las tropas de Estados Unidos en la región.

La nueva estrategia de la OTAN hace retroceder el reloj de la historia más atrás aún de la Guerra Fría. Desde los años cincuenta hasta la década de los noventa reinó en Europa una estabilidad y una paz que ahora parecen envidiables, gracias al equilibrio de poder entre los dos bloques. La URSS expandía su esfera de influencia hasta Berlín e igualaba a Estados Unidos en poderío atómico.

Hoy la situación es muy distinta: Rusia ha retrocedido más atrás de sus fronteras del siglo XIX, la OTAN se ha extendido hasta sus propios límites y la superioridad militar de Estados Unidos no tiene rival. Es un momento más parecido al final de la Primera Guerra Mundial, de la que se cumplen cien años cuando, tras la revolución bolchevique de 1917, las potencias occidentales decidieron construir alrededor de la URSS una zona de contención en el este de Europa, para evitar la expansión del virus revolucionario.

Hoy no se trata de Lenin sino de Vladimir Putin, pero Estados Unidos y la OTAN han resuelto considerar a Rusia un enemigo como lo fue la URSS bolchevique.

Mirando hacia atrás a partir de la crisis actual, la pregunta es si la ampliación de la OTAN hacia el este fue una genial previsión ante una Rusia que, no importa lo que haga, siempre será el enemigo, o si fue una profecía auto cumplida, una provocación que llevó a Rusia a responder como un oso acorralado.

Mearsheimer, profesor de la Universidad de Chicago, escribe en la revista Foreign Affairs de septiembre/octubre, que “las acciones de Putin deberían ser fáciles de comprender. Con sus largas planicies que la Francia napoleónica, la Alemania imperial y la Alemania nazi cruzaron para atacar a Rusia, Ucrania es un estado tapón de enorme importancia. Ningún líder ruso toleraría que la alianza militar que fue hasta hace poco enemigo mortal de Moscú, se instale en Ucrania”.

“Uno no se puede bañar dos veces en la misma agua. Esta vez la situación es peor que durante la Guerra Fría, porque Rusia ha sido arrinconada y su única salida es pelear hacia adelante”, declaró Alexei Arbatov, del Centro Carnegie de Moscú, a The Moscow Times el miércoles 27.

Pavel Zolotarev, vicedirector del Instituto de Estados Unidos y Canadá en Moscú, señaló al mismo diario que “Estados Unidos está intentando silenciar a Rusia porque es el único Estado que es capaz de decir y defender lo que considera correcto”.

Habrá que ver la respuesta rusa al nuevo plan de despliegue de fuerzas militares de la OTAN en el Este. Mijail Nizhmanov, director del Centro de Análisis de Política Internacional del Instituto de Globalización y Movimientos Sociales de Moscú, dice a Apro que no ve un final definitivo a las relaciones entre Rusia y la OTAN después de la cumbre de Gales.

“Una serie de factores permite pensar que Rusia reaccionará de manera calmada a las declaraciones en la cumbre, que no llevará a la terminación de las relaciones entre la Alianza y Rusia”, porque “en la cumbre no se discutirá una nueva ronda de sanciones contra Rusia ni la ampliación de la Alianza. En segundo lugar, la dureza de las declaraciones de Rasmussen puede explicarse porque es el final de su cargo como secretario general de la Alianza. En tercer lugar, hasta ahora, la ayuda real de la OTAN a Kiev ha sido mínima y es poco probable que después de la cumbre sea mayor”, analiza.

Para Nizhmanov, la crisis en Ucrania ha sido una buena excusa para resolver los problemas internos de la OTAN, ya que Estados Unidos y Gran Bretaña exigen que todas las naciones gasten 2% de su presupuesto en la defensa, condición que sólo cumplen Grecia y Estonia. “Hablan de la amenaza rusa para llamar a los miembros de la Alianza a fortalecer su potencial militar y sus gastos de defensa” y las nuevas posiciones en el este de Europa permitirán a Estados Unidos y Gran Bretaña “atraer de manera más fuerte a los países de la región para ejercer presión a través de ellos sobre la Unión Europea”.

Sin embargo, las decisiones que se tomen en Gales tendrán largo alcance. Jan Techau, director de Carnegie Europa, escribió el 28 de agosto, que la cumbre “es el punto de partida de un largo juego. La cumbre será seguida de cerca no sólo en Europa sino en el mundo, porque será un indicador de que Occidente sigue vivo, y le indicará a las audiencias en Moscú, Beijing, Tokio, Seúl, Tel Aviv, Damasco y el Cairo, si los europeos quieren jugar un papel militar y qué tan leal es Estados Unidos como aliado. La imagen que trasmita la OTAN en Gales resonará por largo tiempo”.

Por Patricia Lee, Prisma Internacional / Proceso, 29/08/2014

Categoría: Situación mundial