Jul - 10 - 2015

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El bloque de gobiernos “progresistas” que surgieron en América Latina –desde el más “extremo” del chavismo hasta los moderadísimos de Brasil y Uruguay, pasando por los K. en Argentina, Evo en Bolivia y Correa en Ecuador– tuvieron como base económica una década de alza de los precios de las materias primas, desde el petróleo a la soja.

El gran motor (aunque no único) de la bonanza exportadora fue, a su vez, el fenomenal consumo de China, que estaba coronando su revolución industrial. Ese fenómeno excepcional acabó… y sus consecuencias se sienten en la misma China. Pero, en su momento, permitió que en América Latina, bajo esos gobiernos, hubiese margen para dar concesiones a las masas populares, creación de empleo, ascenso (aunque muy desigual de los salarios)… y, sobre todo, medidas asistencialistas para los más pobres.

Claro que ese no fue el único factor. Se combinó con otra causa tanto o más decisiva: los estallidos sociales y políticos, que desde Venezuela a la Argentina venían dándose en Sudamérica, producto del hartazgo de largos años de neoliberalismo que sólo habían traído desempleo y miseria. Este descontento y las rebeliones que generó, tiñeron a toda la región aunque en distinto grado. Países como Brasil o Uruguay no vivieron nada parecido al “argentinazo” del 2001 o la rebelión boliviana de 2003. Pero el descontento generalizado no era muy diferente, y se lo encaró con medidas preventivas, como las de Lula en su primera presidencia.

Por uno u otro camino, dar concesiones fue necesario para que las cosas no fueran a mayores, para no llegar a situaciones verdaderamente revolucionarias, donde estuviese planteada la cuestión del poder para las masas trabajadoras y populares. Simultáneamente, la bonanza exportadora de materias primas dio márgenes para conceder algo sin necesidad de cambiar todo.

Sin embargo, desde hace un tiempo, esa bonanza se ha ido agotando por varias causas, primordialmente por el relativo “estancamiento” de China. Y, en mayor o menor medida, comenzaron también los problemas políticos en nuestros países. Ahora, el freno de China amenaza transformarse en crisis declarada. Las cosas pueden agravarse también en América Latina. Puede volverse más feroz la pelea acerca de quiénes van a pagar la crisis: ¿los trabajadores y los sectores populares, o las patronales “nacionales” o extranjeras?

Para finalizar, digamos que esta situación implica al mismo tiempo un balance político. Todos estos gobiernos –desde el chavismo al kirchnerismo, pasando por el PT de Brasil, Evo, etc., etc.– mantuvieron a nuestros países en la misma situación estructural que cuando asumieron. Es decir, países cuya relación con el mercado mundial es la de productores de materias primas. ¡De fondo, cambiaron poco o nada! Y, por lo tanto, seguimos siendo países de la periferia dependiente y sometida a los centros de la industria mundial; o sea, a los distintos imperialismos.

Para una detallada explicación de esto y sus consecuencias políticas, recomendamos leer: “El fin de la ‘década dorada’”, artículo de Marcelo Yunes, en la revista Socialismo o Barbarie Nº 29 ( http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=5028  ) (C.T.)

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