Oct - 29 - 2015

Después del virtual triunfo de Macri en primera vuelta

“La gente vota contra el delito, contra la corrupción. La gente no está votando a favor del ajuste o de la devaluación del peso. Los temas de la gobernabilidad continúan vigentes. Cuando a los votantes les toquen los bolsillos, hay que ver qué pasa” (La Nación, 27-10-15).

La elección del domingo 25 resultó un cimbronazo político y electoral. Si algunos analistas descubrieron un giro a la polarización los días previos a la elección, así como no se descartaba un balotaje, la exigua diferencia entre Scioli y Macri, y el triunfo de Vidal en la provincia de Buenos Aires, no fueron anticipados por nadie.

El insospechado resultado electoral, sumado al hecho que Macri quedara mejor posicionado para el balotaje, introdujo un elemento inesperado en la coyuntura del país.

Cimbronazo

Los resultados del domingo 25 han modificado el tablero político. La aparición de los primeros datos oficiales seis horas después del cierre del comicio, expresó lo atónico que quedó el oficialismo ante la eventualidad cierta de perder el poder.

El escaso 36% obtenido por Scioli, sobre el contraste del 34% de Macri y el 21% de Massa, mostró una mayoría social que expresó su preferencia por el fin del kirchnerismo.

La entronización de Macri como candidato a ganar el balotaje, expresa que fueron las motivaciones de las clases medias las que arrastraron el voto de los trabajadores, cuya votación fue mucho más dividida de lo que se esperaba incluso por nuestro partido.

Palabras como “cambio”, “esperanza”, “normalidad”, “acabar con el estilo de gobierno K” fueron las motivaciones que aparecieron detrás de la votación. Como dijimos en la madrugada del 26, no por sorpresivo el resultado electoral dejar de ser explicable: el virtual triunfo de Macri y la derrota de Scioli en primera vuelta, son la expresión de la suma de las tendencias agregadas en la normalización del país que se ha vivido en los últimos años.

La clase dominante logró trasladarle a la sociedad la idea de que el kirchnerismo, como gobierno burgués más o menos “anormal”, ha cumplido su ciclo, los “fervores” del 2001 han sido reabsorbidos, y de lo que se trata ahora es de una gestión más “normal” de los asuntos, menos politizada.

A la suma de estas motivaciones conservadoras, se le agregó otra cuestión que tuvo su peso: una genérica demanda de “renovación” expresada en cierto cansancio con una administración que lleva doce años (¡la derrota paradigmática de Aníbal Fernández!) y cuyo contenido –en las actuales condiciones de bajón de las luchas sociales- no se lo podía dar la izquierda, sino que vino por la derecha.

Este último es un punto decisivo (¡sólo subrayado por nuestro partido!): la circunstancia que a pesar de los problemas acumulados en materia económica, el gobierno (con la anuencia de la patronal y la oposición), se las arregló para “planchar” las luchas.

Paradójicamente, este operativo de estabilizador –al cual contribuyó de manera decisiva la burocracia sindical-, se le terminó volviendo en contra al propio oficialismo. Una mayoría social votó “ingenuamente”: sin mayor conciencia frente al ajuste que viene. La idea de “defender lo conquistado”, consigna central del kirchnerismo, quedó como relegada frente a las motivaciones “republicanas”.

De ahí que si el voto de las clases medias apareció “homogéneo” detrás del PRO (triunfos en CABA, Mendoza, Córdoba, Santa Fe y las principales ciudades del interior provincial de Buenos Aires), el voto de la clase obrera haya aparecido fragmentado (“calidoscópico”): Scioli, Macri y Massa de manera más o menos indistinta (aunque con mayoría de todos modos para el ex motonauta).

Gobernabilidad

La resultante ha sido una votación más corrida hacia la derecha de lo esperado. La floja performance electoral de la izquierda no alcanzó, evidentemente, a torcer esta dinámica.

De todas maneras, conviene colocar dos alertas. Aunque Macri haya quedado mejor posicionado que Scioli para el balotaje, sería un error dar el pleito resuelto por anticipado. Todavía hay que ver cómo evoluciona la conciencia de las diferentes clases sociales hasta la segunda vuelta.

Paradójicamente, en los lugares de trabajo se está procesando ahora un debate que no ocurrió en primera vuelta. Si las condiciones ahora son más desfavorables para la izquierda (para terciar por el voto en blanco), de todas maneras puede que encuentre un “piso” propio dado el peso electoral que goza en nuestro país, volveremos sobre esto más abajo.

En todo caso, existe un segundo problema que llama a trabajar contra el impresionismo (y el temor exacerbado que domina a la vanguardia): la medida del giro a la derecha lo terminará dando no solamente el resultado electoral –aunque este elemento no pueda ser desconocido- sino las luchas obreras y populares que vayan a darse bajo el nuevo gobierno.

Ahí está el quid de la preocupación que emerge a estas horas en la patronal. Se da un fenómeno paradójico: están felices con el triunfo de Macri, un representante directo de sus intereses (de ahí el alza generalizada en los mercados). Sin embargo, esta euforia se modera cuando emerge el interrogante acerca de cómo hará el PRO para asegurar la gobernabilidad.

El aparato del macrismo es bastante débil (aun a pesar de haber ganado la provincia de Buenos Aires y mantener CABA); los radicales tienen un aparato nacional, pero de todas maneras representan un partido que viene maltrecho. Por otra parte, los sindicatos están controlados por diferentes variantes del peronismo, por lo que habrá que ver cómo se acomodan frente a un eventual gobierno de Cambiemos.

Esto no quiere decir que la opción por Scioli sea hoy más consoladora. Primero, porque es muy probable que termine derrotado el 22. Segundo, porque en caso de imponerse, llegaría debilitado al Poder Ejecutivo. Scioli presidente, se especula, se asemejaría quizás demasiado a la crisis en la que está sumida Dilma en Brasil.

En todo caso, la eventualidad de un triunfo de Macri el domingo 22, parece haber puesto sobre la mesa de manera más inminente el ajuste que viene. Un Scioli ganador en primera vuelta, hubiera tenido seguramente más “espaldas” para una transición gradual en los asuntos económicos.

Pero este escenario ha sido descartado: ni un gobierno de Macri, ni uno de Scioli ganando agónicamente el balotaje tendrá, seguramente, las “condiciones de gobernabilidad” que hubiera gozado el ex motonauta si se hubiera impuesto en primera vuelta.

Aunque los votantes no lo sospechen, se puede anticipar que el ajuste comenzará más rápido cualquiera sea el ganador de la segunda vuelta. Ambos contendientes deberán moverse de manera apresurada para enviar “señales” a los mercados, con lo que más temprano que tarde podrían ponerse sobre la mesa las condiciones de gobernabilidad.

Izquierda

Dentro de este cuadro general, la elección de la izquierda no tuvo mayor impacto en los desarrollos. El FIT (sobre todo el PTS) aventuró una “elección histórica” que según los propios dichos de sus integrantes, debía significar una votación de entre 1.5 y dos millones de votos además de la expectativa de alcanzar un bloque parlamentario de hasta 8 diputados nacionales (ver varias declaraciones de Del Caño y artículos en La Izquierda Diario, reproducidos por los grupos del PTS en varios países).

Nada de esto ocurrió. Ni siquiera se concretó el anunciado logro de “la mayor elección a cargos ejecutivos de la izquierda” desde 1983. No solamente porque los guarismos totales a la presidencia no fueron demasiados distintos a los obtenidos por distintas variantes de la izquierda en diversos momentos las últimas décadas. Sino porque, sin ir más lejos, el FIT quedó lejos de sumar siquiera la votación del conjunto de la izquierda ocurrida dos meses atrás.

Contra una autoproclamación insólita que desafía las mejores tradiciones de la izquierda revolucionaria (una autoproclamación, por añadidura, electoralista), y el manejo de datos a discreción, el cálculo es muy sencillo: en agosto las dos listas del FIT sumadas obtuvieron el 3.3% de la votación; por su parte nuestro partido obtuvo el 0.5% y el MST el 0.4%.

Es decir: el conjunto de la izquierda “roja” obtuvo en agosto el 4.2% para cargos ejecutivos. Bien, resulta ser que el domingo pasado el FIT no logró sumar siquiera una centésima para presidente; ni siquiera logró sumar nuestros votos y los del MST, razón por la cual obtuvieron el 3.3% de los votos.

Así las cosas es evidente que, en todo caso, la mayor elección ejecutiva de la izquierda es la que se obtuvo… dos meses atrás entre las tres organizaciones. Además, si se habla de la votación a diputados, en todo caso el resultado debería colocarse bajo el contraste de la votación del 2013: ¡es bastante obvio que un diputado obtenido (que al parecer todavía debe ratificarse en el escrutinio definitivo) es bastante menos que obtener tres!

Por otra parte, hay un elemento cualitativo, dinámico, que evaluar. La elección del 2011 impactó porque se trató del famoso “milagro para Altamira”. La elección fue menor, sí, pero su impacto político fue de todas maneras mucho mayor que el del domingo pasado. Luego estuvo la votación del 2013: ésta mostró un FIT en “ascenso” que obtenía tres diputaciones nacionales y casi 1.2 millones de votos (¡de todos modos, no el millón y medio que anunciaba el PO!).

Pero la cosa es que ahora mientras el PO habla del “frenazo electoral del FIT”, la posta autoproclamatoria la toma el PTS, que no se sabe por qué “designio divino” el FIT (“por intermedio del PTS”) debería haber concretado un votación (y no sólo una votación, sino un acontecimiento) “histórico” (“El frente de izquierda a una semana de la historia”, Fernando Rosso, La Izquierda Diario).

Histórico fue, en todo caso, el enésimo papelón de pronósticos electorales fuera de lugar sin ninguna necesidad. Y que, de paso, mal educan a la militancia, porque se trató de pronósticos errados realizados independientemente de toda referencia a la lucha de clases del momento; una elección dominada por factores estabilizadores donde era muy difícil que el FIT quedara a las puertas de “hacer historia”…

La tercera vuelta será social

En fin, finalizada la elección, ocupada toda la escena política por las dos candidaturas patronales, ha comenzado la pelea hacia el balotaje. Se trata de un debate complejo. En los lugares de trabajo aparece un sector con la idea de un voto seguidista a Scioli; así como compañeros y compañeras que defienden, por distintas razones, a Macri.

Una coyuntura político-electoral adversa a la izquierda, que sin embargo debe dar la batalla y esforzarse a brazo partido en argumentos y acciones para explicar por qué votar a Macri o Scioli es votar a nuestros verdugos, por qué la mejor opción es votar en blanco, por qué hay que defender la independencia política de los trabajadores.

Es que, además, la izquierda en sus diferentes variantes tiene un lugar ganado, tiene el importante porcentaje obtenidos en las PASO, un 5% que podría ser un punto de apoyo para pelear por el voto en blanco (FIT, Nuevo MAS, MST, Zamora).

No se trata de ser ultimatistas: se trata de explicar pacientemente la posición a los trabajadores, al tiempo que se despliega una amplia campaña política pública. Esto conjuntamente con la denuncia al ajuste que viene poniendo sobre la mesa la necesidad de comenzar a preparar un Encuentro obrero para comienzos del año próximo.

Reiteramos, entonces, el llamado que le hiciéramos al FIT antes del 25: emitamos una declaración común entre nuestras organizaciones llamando al voto en blanco, al tiempo que damos los primeros pasos unitarios para la organización de un Encuentro obrero contra el ajuste que viene. Estos son los pasos para ir preparando, concretamente, la tercera vuelta social.

 

Editorial SoB n° 355 (Argentina), Roberto Sáenz, 29/10/15

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