Dic - 19 - 2015

El próximo 20 de diciembre los ojos del mundo estarán puestos en las elecciones generales en España. Se trata de un evento no menor, que tendrá importantes alcances políticos y constituirá un “termómetro” importante de la situación en el Estado, además de poner a prueba a los diferentes actores políticos, los “viejos” y los “nuevos”.

El marco político y económico en el que se desarrollan es el de ocho años de brutal crisis económica que continúa y de gobiernos del PSOE y PP que con sus políticas austericidas vienen descargando el peso y el costo de la crisis sobre las espaldas de los trabajadores y sectores populares. Vivimos la aparición en escena de las denominadas “fuerzas emergentes” que se suman a la contienda electoral como reflejo y subproducto (por derecha y por izquierda) de las luchas contra los recortes del PP-SOE y del amplio rechazo y desgaste de los mismos. Como consecuencia de este fenómeno los resultados y perspectivas son inciertos, con la seguridad de una importante fragmentación del escenario electoral dominado históricamente por el bipartidismo. Se trata de un episodio más del deterioro del régimen político clásico, cuyo pilar principal es el bipartidismo, y de las mayorías absolutas en España, lo que prefigura un escenario de alta inestabilidad a la hora de ver quién y cómo va a gobernar.

Más allá de las diferencias y variaciones entre distintos sondeos y encuestas, que parecen responder más a quien las paga y que siembran las dudas sobre lo que efectivamente pasará este domingo en las urnas, existen algunos elementos que van en el sentido de lo dicho anteriormente. En cualquier caso, los márgenes son tan ajustados que si algo se puede anticipar es que el ganador (posiblemente el PP) no podrá hacerlo con mayoría absoluta y deberá recurrir a pactos o depender de la voluntad de los otros partidos para asegurar la gobernabilidad del país. Se trata de una clara muestra de las dificultades del régimen político para estabilizar completamente la situación, volver a la época dorada de la alternancia bipartidista, lo cual no deja de reflejar la crisis político institucional abierta en el Estado español a partir del 15M que a pesar de no haber logrado aún quebrar definitivamente el régimen del 78 sigue latente y podría profundizarse.

En este marco, está bastante claro lo que representan y significan las candidaturas tanto del PP como del PSOE.

Por su parte el PP ha ratificado en su campaña la línea de continuar por el camino andado hasta ahora, es decir el camino de los recortes, los desahucios, el desempleo, la reforma laboral, de la persecución y expulsión de los inmigrantes, de la sumisión a los dictados de la Troika y un largo etcétera que ya todos conocemos y padecemos. Bajo la eterna excusa de que “hay luz al final del túnel” y de que debemos “seguir ajustándonos el cinturón” para salir de la crisis, un gobierno del PP significaría lisa y llanamente la profundización de la política austericida que venimos sufriendo desde hace años.

El PSOE, aunque intente hoy aparecer como una verdadera oposición, y a veces recurra a la retórica de izquierda y a discursos más “rojos”, es igual de corrupto que el PP, a la vez que cómplice y garante de la aplicación de los planes de ajuste contra los trabajadores e igualmente respetuoso que el PP de la “unidad española”, de la constitución y del régimen del 78. La reforma laboral aprobada con Zapatero, el pacto contra el yihadismo firmado con el PP y la modificación del Artículo 135 (de pagar la deuda a los ricos a costa de recortarnos a los pobres y trabajadores), por no hablar de los ERE’s de Andalucía, son sólo algunos ejemplos del verdadero rol que el PSOE ha jugado durante estos años. No es una alternativa al gobierno del PP, sino su aliado objetivo estos últimos años y una pieza central del mecanismo histórico de dominación burguesa en el Estado español.

Por su parte, Ciudadanos, que se perfila como una de las “revelaciones” de la elección, no es más que la marca blanca del PP: una versión reciclada que hoy representa una oferta a los que apuestan por una nueva y “joven” versión de lo mismo. La cuestión es que a pesar de ser un partido capitalista, liberal y de derecha, Ciudadanos no se encuentra tan “manchado” y desprestigiado como el PP. Esto le permite presentarse como una fuerza “regeneracionista”, de diálogo, que cuida las formas y puede hacer las mismas cosas pero bien. Pero estas “formas” modernas y “cool” no pueden ocultarnos el “fondo”: que se trata precisamente de un partido que en caso de gobernar atacará a los trabajadores y a los sectores populares con la misma violencia que el PP. Si alguna duda quedaba acerca de la defensa de parte de Ciudadanos del régimen político actual, su dirección ha anunciado que se abstendrán en la investidura para permitir que gobiernen ya sea el PP o el PSOE…

En cuanto a Podemos, ya no tiene nada que ver con la organización que nació al calor de las luchas del 15M, que ilusionó, reunió y organizó a muchos y que se presentó a las europeas con un programa rupturista poniendo sobre la mesa cuestiones como la ruptura con la UE, el no pago de la deuda, la salida de la OTAN, la nacionalización del sector financiero y empresas energéticas, entre otras cosas.

Desde esa primera intervención electoral, Podemos ha girado abrupta y velozmente hacia la derecha, en un curso de adaptación a la institucionalidad heredada del 78, el abandono de todo marco y programa de ruptura y el vaciamiento de los círculos como espacios privilegiados de participación, debate y decisión de las bases son más que palpables. Podemos ya no se plantea el no pago de la deuda ni la salida de la OTAN, más bien ha cerrado filas en la defensa y apuntalamiento del régimen del 78. Por todo esto consideramos que Podemos no representa una alternativa estratégica a favor de los intereses de los trabajadores y sectores populares, ya que no plantea un programa radical de ruptura con el sistema actual, sino que se ha adaptado cada vez más en vistas de llegar a posiciones de gobierno. La dirección de Podemos ha aplaudido la “seriedad” de Syriza, que traicionó su programa y a sus electores para convertirse en el garante del ajuste de la Troika en el país heleno.

Gane quien gane las elecciones, el proyecto estratégico de la burguesía será el de seguir descargando el peso de la crisis sobre la espalda de los trabajadores para avanzar con sus márgenes de ganancia. Aunque pueda ser un terreno de batalla y propaganda para difundir nuestras ideas revolucionarias, no es en las elecciones donde cambiaremos las cosas. De lo que se trata es de ir construyendo una alternativa independiente y de clase que pelee por poner en pie un programa que coloque en el centro de la escena a los trabajadores, sus métodos y sus luchas, sabiendo que la movilización y no los votos será la única garantía para imponerlo y llevarlo adelante.

En este sentido es importante seguir avanzando en la unidad de los sectores en lucha y de las organizaciones de la izquierda revolucionaria. En ese camino, nos hacemos eco de la convocatoria “No hay tiempo que perder” que el pasado 28 de noviembre realizaron los sectores críticos de Podemos (centralmente de Andalucia) junto con organizaciones de la izquierda revolucionaria en Málaga con la intensión de construir “una alternativa anticapitalista a la crisis y a los intentos de regeneración del régimen del 78”. Aunque en esta oportunidad no nos pudimos hacer presentes, ratificamos nuestra convicción de la necesidad de dar pasos en este sentido y nuestra disposición a estar presentes en futuros encuentros.

Declaración de Socialismo o Barbarie - Estado Español, 19/12/15

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