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Feb - 11 - 2016

Recientemente, el periodista-simpatizante del PO, Diego Rojas,publicó en Infobae[i]una nota titulada “La izquierda: ¿funcional al kirchnerismo?”. En ella retoma la totalidad de los argumentos utilizados en los últimos meses por el Partido Obrero para polemizar contra nuestro partido y otras organizaciones de la izquierda.

No se trata de un debate nuevo: ya tuvo por los menos tres momentos distintos desde la asunción de Macri. El primero comenzó con la discusión de caracterización del nuevo gobierno, el segundo con el debate alrededor de la movilización del 24/3, y el tercero con la campaña por la libertad de Milagro Sala. Debates que se vienen procesando en diferentes terrenos, entre ellos en los últimos números de nuestro periódico SoB.

A lo largo de estos debates se reveló un problema mayúsculo de ubicación política por parte del Partido Obrero. Pareciera que durante estos últimos años, los errores de ubicación y caracterización se hubieran ido acumulando hasta pegar un “salto en calidad” ante el giro político del país, con el triunfo electoral de Cambiemos. De este problema se pueden encontrar indicios a lo largo de las diferentes Prensas Obreras publicadas últimamente, pero en el artículo de Diego Rojas se encuentran perfectamente sintetizados todos los “lugares comunes” de la desubicación.

Para empezar, plantea mal el problema desde el inicio: “la izquierda influye políticamente a significativas capas de trabajadores que decidirán su participación independiente —o no— en la crisis (…)”. Esta “influencia política de capas significativas de trabajadores” no deja de ser más un sueño que una realidad. Desde las elecciones de 2013 que el PO viene teorizando que el FIT sería una especie de canal desde el cual las masas obreras romperían con el peronismo para ir hacia la izquierda. Esta era, por ejemplo, la caracterización de los resultados electorales de Salta, donde el PO suponía que iba a pelear el poder político a través de las urnas, ya que los obreros “saltaban el cerco hacia el Frente del Izquierda”. Con el mismo delirio en mente, el PO convocó al “Congreso de la fusión del Movimiento Obrero y la Izquierda”, donde supuestamente los diputados del PO iban a “fusionarse” (quién sabe cómo) con las masas de trabajadores. Estas elucubraciones fueron desmentidas brutalmente inclusive en el terreno preferido del PO, las elecciones. En Salta la votación del FIT cayó abruptamente. Cuando en 2013 se habían obtenido 3 diputados nacionales del FIT, en 2015 se obtuvo sólo uno. Demás está decir que las masas obreras votaron mayormente a Macri o a Scioli, lo cual de ninguna manera expresa que estén “saltando el cerco”; la izquierda ha avanzado en los últimos años en su influencia difusa electoral: de ahí a influir políticamente a franjas significativas de los trabajadores frente un largo trecho, sobre todo en materia de hacer orgánica –que es lo que realmente vale- esta influencia.

Yendo, precisamente, a un terreno menos volátil y más orgánico, no se vio en modo alguno que el PO ni el FIT se “fusionaran con el movimiento obrero”, ni siquiera que avanzaran sustancialmente en su inserción entre los trabajadores en los últimos 4 años. Si esto hubiera ocurrido, debería verificarse en decenas de nuevas comisiones internas en manos de la izquierda, en la conquista de uno o varios sindicatos. Por lo menos debería poder visualizarse en la existencia de grandes agrupaciones clasistas en los cordones industriales. Ninguna de estas condiciones se cumplen: la experiencia de recomposición del movimiento obrero que se empezó a manifestar incipientemente en la última década y que sigue presente, no parece sin embargo haber avanzado de manera sustancial desde la existencia del FIT, e inclusive hubo algunos retrocesos con la derrota de experiencias del movimiento obrero de la Zona Norte del GBA.

El segundo error de Rojas-PO empieza con la caracterización de Milagro Sala. El autor sostiene que “gran parte de la izquierda se pasó sin ambages a la defensa de Milagro Sala, al postularla como luchadora (…)cuando Milagro expresa la regimentación estatal de los movimientos de lucha, la precarización laboral por medio de cooperativas de miles de trabajadores jujeños y la represión tercerizada”.

Para empezar, es absolutamente falso que caractericemos a Milagro Sala como “luchadora”. El problema es que para Rojas-PO sólo existen dos posibilidades: o se es un luchador independiente del Estado, o se es un tentáculo del Estado para reprimir mejor a los trabajadores. Este esquema infantil-ultraizquierdista-sectario impide ver que la realidad es mucho más compleja y contradictoria. Milagro Sala expresa un movimiento social, que no deja de agrupar a miles de personas pertenecientes a las capas más humildes y golpeadas de la clase trabajadora. Ese movimiento social, más allá de la relación de cooptación construida con el Estado, de su programa, de su dirección y de sus métodos, no deja de expresar de todas maneras determinadas necesidades de su base social. En ese sentido, no es radicalmente diferente de los movimientos piqueteros cooptados por el kirchnerismo (o por otras variantes patronales). ¿El PO tampoco defendería, si la represión de Macri intentara encarcelarlos, a los dirigentes del Movimiento Evita, a Luis D’Elía, etc.? Ante los ojos del macrismo, de los medios de comunicación reaccionarios y de la “opinión pública” derechista que se nutre de ellos, todos ellos son iguales entre sí, y también son iguales a cualquier otro movimiento piquetero, villero o de cualquier sector humilde de la sociedad. Cuando el relato instalado es que todos son “negros que cobran planes y viven de los demás”, la línea demarcatoria central para la izquierda no puede ser “quién es independiente y quién no”, sino la defensa principista de los movimientos sociales, de todas las organizaciones –cooptadas o no- de las capas explotadas y oprimidas de la sociedad.

Tercer error de Diego Rojas-PO: “Para el Nuevo Movimiento al Socialismo (MAS), por ejemplo, la asunción de Mauricio Macri se trata de un salto cualitativo respecto del Gobierno anterior, cuando, en realidad, las medidas de gobierno del macrismo son calcadas de las tomadas por Axel Kicillof (…)”. Aquí directamente hay una ceguera brutal. ¿No hay ninguna diferencia entre el nacionalismo burgués “progresista”, aun en su fase decadente (con su base de masas entre los trabajadores, sectores populares y clase media “progre”) y un partido neoliberal y derechista que expresa principalmente a los sojeros de 2008, a los caceroleroschetos de 2012, etc.? ¿No hay ninguna diferencia entre un gobierno como el de los Kirchner que debía medir milimétricamente cada golpe que daba contra los trabajadores –por miedo a perder su base social-, y un gobierno como el de Macri que avanza en toda la línea frente a los aplausos de su base social? Ni falta hacer mencionar la brutalidad de la transferencia de recursos que implican las medidas tomadas por Macri (quita de retenciones, devaluación, tarifazo, despidos masivos en el Estado), el intento por primera vez en 12 años de elevar de manera deliberada la tasa de desempleo, etc. Que ambos gobiernos sean capitalistas (y que ambos hayan llevado adelante ajustes en beneficio de los empresarios) no significa que se parezcan entre sí, ni en sus objetivos, ni en sus métodos, ni en sus ritmos.

En la misma línea sigue el autor cuando plantea: “Un frente único con los autores de la ley antiterrorista y cuyas represiones costaron veinte vidas a lo largo de la década ganada. Un frente único con un supuesto mal menor contra un supuesto mal mayor, cuando en realidad el ascenso de Macri se produce en el marco de una crisis de régimen de conjunto.”

Por supuesto que el kirchnerismo reprimió, y facilitó las condiciones para que otros también repriman. Pero eso no debe impedir unificar las luchas contra la represión del nuevo gobierno, ni perder de vista que Macri tiene un carácter reaccionario más marcado que el gobierno k. Esto no absuelve en modo alguno al kirchnerismo de sus crímenes contra los trabajadores. Pero las cosas deben ser medidas con su magnitud real, y no con exageraciones polémicas que impiden ver los giros políticos de la realidad.

En segundo lugar, la unidad de acción en las calles con todos los que quieran enfrentar el ajuste (incluidos sectores de las bases del kirchnerismo), de ningún modo es un “frente único con un mal menor contra un mal mayor”. Con el mismo criterio, la unidad de acción en una huelga con obreros que siguen a la burocracia sindical, debería ser puesta también en términos de “mal menor y mal mayor”, cuando se trata simplemente de lucha de clases: oponer a los explotados contra los explotadores.En este caso, se trata de oponerle al gobierno ajustador y represor, a todos los sectores que en las calles rechacen sus planes de ajuste y represión.

En este mismo párrafo se desliza también una supuesta “crisis de régimen” que no explicita. ¿Cuál es la crisis del régimen? Luego de doce años de kirchnerismo, el gobierno fue reemplazado pacíficamente a través de elecciones, sin grandes convulsiones sociales, e inclusive conservando el gobierno saliente una alta popularidad – que se expresó en una Plaza de Mayo llena de simpatizantes-. El gobierno entrante comienza también con altas tasas de aprobación y de expectativa, con un discurso de “recuperar la república” y un clima ambiente de institucionalismo casi militante. ¿Puede alguien explicar dónde está la supuesta “crisis del régimen”?

En conclusión, lo que se encuentra en la nota de Rojas, en los artículos de Prensa Obrera, en las intervenciones de los militantes y dirigentes del PO en todos los ámbitos, es una acumulación de disparates y de desproporciones, un “mundo de fantasía” que nada tiene que ver con la realidad. Parece estar cristalizando una matriz teórico-política para el PO: no ya la revolución permanente, sino la desubicación permanente.

[i] Infobae, 1/2/16.  http://opinion.infobae.com/diego-rojas/2016/02/01/la-izquierda-funcional-al-kirchnerismo/

Por Ale Kur, Socialismo o Barbarie, 11/2/16

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