Mar - 3 - 2016

Espartaquistas y bolcheviques

Continuamos aquí nuestro texto sobre los problemas de la Revolución Alemana, material que está pensado como aporte a la escuela de cuadros que está realizando nuestro partido referido a los debates estratégicos y constructivos que cruzaron dicha histórica revolución.

Izquierdismo 1: El puch de Kapp

Lo que ocurrió después del fracaso de la primera oleada revolucionaria en Alemania (primera mitad de 1919, incluyendo la derrota de la República Soviética de Baviera, estado no casualmente transformado en un bastión del nazismo),fueron dos acontecimientos decisivos donde el KPD mantuvo su desviación izquierdista: la pelea contra el fallido golpe de Kapp y la “locura de marzo” ambos en el mismo mes de dos años consecutivos: marzo de 1920 y 1921.

Respecto del fallido golpe de Kapp su fracaso volvió a colocar un signo ascendente en la revolución después de las duras derrotas del año anterior. El golpe se concibió porque una parte de la burguesía y de la oficialidad del ejército alemán indignada con la firma del Tratado de Versalles, creyó que la cruzada contrarrevolucionaria del año anterior podía ir más lejos: sacarse de encima las organizaciones obreras reformistas.

Pero el puch terminóen un vergonzoso fracaso. La Revolución Alemana era tan profunda que a la burguesía le costó una larga década de esfuerzos asestarle el golpe final con la asunción del nazismo. Se trató de una “toma del poder antimarxista”, como la definió el reaccionario historiador alemán Ernest Nolte. Toma del poder que, como la definiera Trotsky, se ocuparía de destruir las expresiones de la democracia obrera en el seno del capitalismo alemán, expresiones que incluían a los sindicatos y los partidos reformistas.

No había condiciones para ello a comienzos de los años ’20. Lo que explica que fracasara también el levantamiento nazi en Múnich inmediatamente después del octubre alemán (8 y 9 de noviembre). Incluso si en la guerra civil que declaró la burguesía alemana por intermedio del SPD contra el sector avanzado de la clase obrera se habían obtenido varios éxitos, y si el KPD nunca se recuperaría del todo de la derrota de 1923, el pleito no había quedado saldado. De ahí la lógica de la llegada de Hitler al poder: “El fascismo no es simplemente un sistema de represión [mediante] actos de fuerza y terror policial. Es un sistema particular de Estado fundado sobre el exterminio de todos los elementos de democracia proletaria presentes en la sociedad burguesa. La tarea del fascismo no consiste solamente en destruir la vanguardia proletaria, sino también en mantener a toda la clase en un estado de fragmentación forzada. Para esto no es suficiente exterminar físicamente al sector más revolucionario de la clase obrera. Es necesario destruir todas las organizaciones independientes y libres, suprimir todos los puntos de apoyo del proletariado y eliminar los resultados del trabajo de la socialdemocracia y de los sindicatos de tres cuartos de siglo. Porque, en última instancia, sobre este trabajo se apoya también el Partido Comunista” (León Trotsky, “Democracia y Fascismo”, Revolución y fascismo en Alemania. Escritos 1930/33, Editorial Antídoto, Buenos Aires, 2004, pp. 77/8).

El golpe de Estado fracasó no por la acción del KPD (¡que tuvo una ubicación abstencionista durante sus primeros días!) sino, paradójicamente, por la actitud de uno de los mayores burócratas sindicales del SPD que siempre había revistado en las filas de los revisionistas: Carl Legien. Este llamó a una huelga general exitosa, huelga que de haberse extendido más allá de ciertos límites hubiera amenazado con la radicalización de una clase obrera que tendía a armarse.

¿Cuál fue la política del KPD frente al puch? ¡Negarse a llamar a la movilización porque el partido no debía defender a un gobierno contrarrevolucionario como el del SPD! Un escándalo sectario por donde se lo mire. Porque en todo caso se estaba frente a dos amenazas contrarrevolucionarias de distinta naturaleza: el SPD conformaba un gobierno, de todas maneras, sobre una base democrática burguesa; Kapp hubiera encabezado una lisa y llana dictadura militar.

Paul Levy protestará amargamente desde la cárcel (donde estaba detenido en ese momento) por esta posición. El KPD no llegó a reaccionar a tiempo. Anduvo por detrás de la respuesta de las masas, que estuvo a punto de desatar una insurrección armada en regla en todo el país. Inclusive cuando Legien propuso la conformación de un “gobierno obrero” SPD-USPD-KPD, la Zentrale demoró semanas en dar una respuesta perdiéndose la ocasión de que la clase obrera pasara a la ofensiva. Cuando emitió su opinión favorable a un gobierno SPD-USPD (sin participar en él, pero comprometiéndose a una “oposición leal”), se desató nuevo escándalo en el partido.

Cuando Lenin se enteró de la circunstancia emitió una opinión favorable a lo que podría encuadrarse dentro de un planteo del tipo de sacar a los ministros burgueses del gobierno de las organizaciones obreras y/o lo que es algo distinto, en una táctica de gobierno obrero y campesino semejante al desafío lanzado por los bolcheviques a mencheviques y socialistas revolucionarios (agosto de 1917) de que rompieran con la burguesía y tomaran el poder en cuyo caso los bolcheviques se limitarían a una oposición no insurreccional: “La pelea contra el puch de Kapp se suma alarga lista de ‘qué hubiera ocurrido si’ de la Revolución Alemana, una lista que termina en 1933 con la más grande tragedia del siglo XX. Y la razón básica fue el fracaso de la organización revolucionaria (…) paratomar en cuenta los repentinos saltos hacia delante de la conciencia de clase de los trabajadores” (Harman, ídem, pp. 188[1]).

Izquierdismo 2: La “locura de marzo”

Pasemos ahora al levantamiento comunista de marzo de 1921. Este termina con el período izquierdista del KPD,sólo para acabar posteriormente en un giro oportunista que le impide al partido lanzarse a la disputa por el poder dos años después.

Nos referimos a la historia del KPD en su periodo revolucionario, que se extiende hasta finales de 1923. Posteriormente se transformará en una organización burocratizada donde ha muerto el debate real incluso de posiciones equivocadas. Hacia finales de la década del ‘20 el KPD bajo Thälmann (incondicional seguidor de Stalin), sostendrá la idiota y ultraizquierdista teoría del “social fascismo”, “teoría” que impedirá llevar adelante la orientación del frente único obrero con la socialdemocracia dejándole en bandeja el poder a Hitler. Thälmann declaró: “después de Hitler venimos los comunistas”… pero terminó detenido el 3 de marzo de 1933 confinado a una celda de aislamiento por once años siendo fusilado el 19 de agosto de 1944 bajo expresa orden de Hitler.

Un desgraciado incidente facilitó el fallido levantamiento convocado por el KPD: el hecho de que Levy hubiese renunciado a la dirección del partido luego de haber sufrido una suerte de “voto de censura” en el Comité Central a propósito de un debate alrededor de la fundación del Partido Comunista italiano[2].

Con Levy fuera de la dirección, y no habiéndose obtenido resultados tangibles hasta el momento con el llamado al frente único emitido por la Zentrale al SPD (experiencia que quedaría como la primera formulacióndel frente único obrero y que luego de la acción de marzo permitiría que el KPD se recuperase), el partido vuelve a dar un giro a la izquierda instigado por los enviados de la Internacional y se lanza a una abierta insurrección que termina en un vergonzoso fracaso.

Recapitulemos un poco los hechos. Ocurre que a posteriori del prematuro levantamiento en Berlín, lo que vino fue el intento de poner en pie un partido revolucionario que llevara a término la revolución iniciada. Sin embargo, el partido nunca encontró el “tono” justo de los acontecimientos. Anduvo a tientas de izquierda a derecha, siempre a destiempo con las exigencias del momento, casi siempre incapaz de acertar con la política: levantamiento prematuro en Berlín, sectarismo y pasividad ante el puch de Kapp, ultra izquierdismo criminal para con la clase obrera en oportunidad del levantamiento de marzo de 1921, conservadurismo e incomprensión de la dinámica de los acontecimientos cuando estaba planteada la pelea por el poder en el Octubre alemán.

Precisemos un poco las cosas: es verdad que luego del fracaso en Berlín y de la seguidilla de represiones por toda Alemania el partido logró dar con un rumbo de la mano de Paul Levy: se obtuvo el inmenso triunfo de la unificación del KPD con la izquierda obrera del USPD, esto a consecuencia de una batalla en el congreso de los socialdemócratas independientes divididos entre los que estaban a favor y en contra de afiliarse a la III Internacional, y donde Zinoviev se llevó las palmas con un vibrante discurso (octubre 1920).

Un triunfo de magnitud cuyo logro Broué atribuyede manera compartida a la Internacional y el propio Levy que hizo del partido comunista alemán el partido revolucionario de masas más grande de occidente, llegando a alcanzar los 400.000 miembros. Apenas ocurrida la fusión, Levy renuncia a la dirección del partido (Lenin lo acusaría de irresponsable por este acto), deslizándose el KPD hacia el levantamiento de marzo de 1921, en el que pierde la mitad de sus integrantes.

Durante la “locura de marzo” (Harman) el partido sacó un volante que planteaba “el que no está con nosotros, está contra nosotros” y salió a enfrentarse con la clase trabajadora sindicalizada que todavía no lo apoyaba; se apoyó para esto en los trabajadores desocupados, a los que opuso a los trabajadores ocupados tomando fábricas manu militari contra la voluntad de los segundos, todo para forzar el levantamiento de una clase obrera que no estaba madura para eso.

Luego de este delirio ultraizquierdista el péndulo terminó yendo exactamente para el otro lado: se realizó un trabajo de recuperación del partido que logró recomponer sus fuerzas a partir de la aplicación de la orientación del frente único. Pero la dirección encabezada por Brandler quedó tan acomplejada de no volver a cometer errores izquierdistas, que dejó pasar la oportunidad en la que sí estuvo planteada la pelea por el poder: el fallido Octubre alemán de 1923, un crimen de magnitud histórica.

La enseñanza del caso es que ni un partido ni mucho menos su dirección, se pueden improvisar. Es decir: el KPD logró ser una organización revolucionaria de masas. Pero la falta de forja suficiente de su dirección, impidió que conquistara la “sintonía” correcta con los desafíos que planteaba el desarrollo de la revolución, de ahí que a las locuras luego siguiera el apocamiento.

Perder la revolución sin disparar un tiro

El KPD cometió parejas desviaciones a izquierda y derecha. Las desviaciones izquierdistas las tratamos arriba. Sin embargo, la acumulación de inercias conservadoras y “quietistas” se vendría a revelar trágicamente en 1923.

Ocurrió que como un rasgo típico en estas situaciones (inercia conservadora de la cual hablaba Trotsky cuando el partido debe orientarse hacia la toma del poder), el partido estuvo por detrásde las circunstancias. Harman marca muy bien como el “mecanismo” habitual del sindicalismo del SPD, tan arraigado en la clase obrera alemana, literalmente se derrumbó cuando la inflación voló a la estratosfera, agosto de 1923: ¡cuando los precios aumentan tres o cuatros veces al día es imposible la lucha reivindicativa: todo convoca a una lucha revolucionaria (o a la pasividad)!

Hay que figurarse lo que significan esas fotos donde se ve a los trabajadores acudiendo a las panaderías con los billetes en una carretilla para comprar pan.En esas condiciones, no hay mecanismo reivindicativo que valga. Además, todo el sistema de cuotas sindicales se vino abajo, por lo cual el aparato socialdemócrata –generosamente regado de rentados- se fue a pique.

La clase obrera de toda Alemania –la burguesía, incluso- esperaba que el KPD se lanzara a la conquista del poder. Pero esto nunca ocurrió. Brandler –dirigente el partido desde la caída en desgracia de Levy- estaba tan indeciso que permaneció todo septiembre en Moscú mientras en Alemania se preparaba la insurrección, un delirio. Trotsky acudió a despedirlo a la estación del tren tratando de darle fuerzas y unas últimas instrucciones para prepararlo frente a las responsabilidades que se le venían (Zinoviev había preferido golpear sobre las mesa en las reuniones preparatorias como “método de convencimiento”).

Trotsky llegó a proponerse para ir a Alemania y ayudar a organizar la insurrección, pero esta propuesta fue rechazada por los miembros del Ejecutivo de la internacional (en todo caso, parece bastante evidente que no hay forma de sustituir a la dirección autóctona de un partido nacional en la tarea del acometimiento del poder; se la puede ayudar pero no reemplazar).

Aquí se colocan varias enseñanzas; una que queremos destacar es acerca de las relaciones de fuerzas: la insurrección es una ciencia y un arte porque amen de los elementos de análisis está también la intuición de que hay posibilidades de acometer la tarea con éxito: saber leer atentamente los sentimientos que animan las masas.

Además, está la circunstancia de que nunca se podrá hacer una evaluación de las relaciones de fuerzas en abstracto: no hay manera de medirlas sin probarlas en acción. Trotsky pone el ejemplo (creemos recordar que en Lecciones de octubre) de que toda revolución que no se lleve a cabo, encontrará justificación a posteriori en varios factores: por ejemplo, en la “fortaleza (teórica) de las fuerzas represivas”. Pero no hay forma de evaluar dicha fortaleza en abstracto, sin pasar por la prueba de la experiencia. Fuerzas represivas que parecen muy decididas, quizás, cuando sean enviadas a cumplir su cometido (claro que en condiciones revolucionarias), se descompondrán en el camino: ¿cómo apreciar esto sino en la acción misma?

Otra enseñanza es la del “legalismo soviético”. Ya Lenin había insistido en octubre del 17 en que no había que esperar al Congreso de los soviets para lanzarse a la insurrección; Trotsky consideró mejor escudarse en ellos, pero esto era una mera táctica. En el fondo, lo que está en juego es una apreciación puramente formal de la democracia: si todas las condiciones están reunidas, si se aprecia que la mayoría de la clase obrera seguirá la convocatoria, lo mismo que el resto del país, recostarse en criterios democratistas (es decir, falsamente democráticos) puede malograr la insurrección.

Esto es lo que le ocurrió a Brandler que al someterse al cuestionamiento de que la defensa de Sajonia del ejercito enviado desde Berlín debía resolverse en el parlamento de dicho Estado y no en el congreso de delegados obreros, desactivó la convocatoria a la insurrección: ¡actuó por razones absurdamente democratistas cuando el partido estaba preparado para lanzarse al poder! La ratificación legal, democrático-formal es, justamente, lo contrario a la verdadera democracia de los trabajadores: ¡no hace falta la votación formal cuando la voluntad manifiesta de la clase obrera va para el lado de la insurrección!; el democratísimo (que no es lo mismo que la verdadera democracia proletaria) habitualmente le juega una mala pasada a los revolucionarios: es un arma en mano de las corrientes pequeño burguesas, no de las socialistas proletarias.

Lo que sobrevino después es la peor derrota que puede haber: una derrota sin disparar un solo tiro (más allá del levantamiento aislado ahogado en sangre en Hamburgo). Se trata de la peor derrota porque desmoraliza las fuerzas de los revolucionarios y de la clase obrera; se espera todo del partido, el partido que tanto se ha preparado por el evento, que tanto se ha postulado al poder, y cuando no se obtiene nada de él lo que procede, evidentemente, es la desmoralización.

El papel de la III Internacional

A la inestabilidad política del KPD se le vino a sumar que el Comité Ejecutivo de la Internacional (en manos de Zinoviev, Bujarin, Radek y demás), no estuvo a la altura de las circunstancias: no tuvo una orientación consecuente para ayudar a forjar de una dirección realmente autóctona del partido. No apostó al desarrollo de la dirección que venía surgiendo “naturalmente” del proceso de selección que se operaba en el partido. No ayudó en nada, y más bien contribuyó a que las luchas políticas inevitables en todo partido vivo derivaran en intrigas y desconfianzas.

Levy se termina perdiendo quedando fuera del partido y de la Internacional; con este desenlace se descabeza la segunda alternativa de dirección del KPD surgida a raíz de la muerte de Luxemburgo; posteriormente surgirá otro equipo alrededor del Brandler, dirigente obrero de enorme prestigio cuya base de apoyo estaba en el centro de Alemania (una de las regiones donde era más fuerte del partido desde sus inicios, de gran capacidad organizadora), pero caerá en desgracia a posteriori del fracaso de 1923.

Profundicemos un poco en el papel de la Internacional: Alemania fue el caso de mayor desbordede la dirección en su época revolucionaria. La suma de malos entendidos, problemas y hasta errores gravísimos de los bolcheviques en dicho país es tremenda, impactante. Ni Lenin ni Trotsky pudieron intervenir directamente en tiempo real; siempre o casi siempre lo hicieron a posteriori de los acontecimientos, cuando los mismos estaban consumados. Además, en Alemania como en ningún otro lado se reflejó el problema de que la Internacional no había logrado absorber realmente el espartaquismo; que no se haya consumado la fusión con el bolchevismo.

Señalamos esto sin desconocer que en general los bolcheviques (Lenin y Trotsky) tuvieron razónen relación a Luxemburgo, sino porque en sus aciertos y errores, Rosa era la única que hubiese podido oponérseles con autoridad. También porque, guste o no,en el espartaquismo estaba la mejor hipótesis para la conformación de una dirección autónoma, autóctona del partido alemán. Lo que terminó ocurriendo fue lo contrario: la dirección alemana dependió mecánicamente de la dirección de la Internacional. Y no de Lenin y Trotsky sino de los enviados de Zinoviev, enviados que hicieron un desastre tras otro.

La moraleja del caso es que la propia III Internacional se vio desbordada: no pudo responder correctamente a los desafíos en tiempo real; incluso estuvo dominada durante un tiempo por una teoría profundamente incorrecta titulada “teoría de la ofensiva” que entendía que dada la época revolucionaria, lo que correspondía era siempre “impulsar para adelante”…Si esto se debía hacer en abstracción sustituyendo a los obreros, a la clase obrera, no importaba: los comunistas tenían la tarea de “despertar del letargo a los trabajadores” no importando si para esto debían llevarse adelante medidas puchistas.

Posteriormente al fracaso del puch de marzo del ‘21 esta teoría quedó desacreditada (aunque no se pasó un balance claro en la Internacional, volveremos sobre esto), y lo que se puso en piefue la orientación del frente único obrero. Pero resultó que la misma dirección que había impulsado a la acción no importaba en qué condiciones se demostró posteriormente absolutamente incapaz de orientar el partido hacia la acción cuando estaban las condiciones para la insurrección.

Cuando el acelerado proceso de desmoralización y burocratización de la URSS que sobrevendría a la derrota alemana, Trotsky publicaráLecciones de octubre tanto para dar cuenta de las enseñanzas de la Revolución Rusa y su aplicación al caso alemán, como para poner en guardia a la Internacional frente a dirigentes como Zinoviev que habían ocultado su verdadero curriculum bajola mesa y se esforzaban porencontrar un chivo expiatorio a los gravísimos errores de los cuales ellos habían sido corresponsables (es el caso de Brandler, al que se le echó todo el fardo de la derrota; Trotsky subrayó que tenía una responsabilidad inocultable, pero lo sublevaba el criterio burocrático del Ejecutivo de no hacerse cargo de ninguna responsabilidad en los hechos).

La tragedia de Levy

Nos hemos referido a Paul Levy ysu papel en la forja del KPD. Nos dedicaremos ahora un poco más a la cuestión.

Levy tuvo bastante conscientemente el proyecto de intentar dar continuidad a la corriente espartaquista: sobre todo a las enseñanzas y apreciaciones de Rosa Luxemburgo, sus rasgos “identitarios” propios, su preocupación por la revolución como un evento de las amplias masas. Cuando Levy quedó fuera del partido y de la Internacional, Lenin se lamentó de que “había perdido la cabeza” pero inmediatamente agregó que al menos “tenía una cabeza que perder” a diferencia de los “papanatas” enviados por la Internacional…

Levy era un cuadro capaz (esto más allá de que siempre había declarado que no quería dirigir, lo que no impidió que asumiera sus responsabilidades). Tuvo aportes al socialismo revolucionario: se lo considera el precursor de las políticas de frente único. Era el dirigente más capaz del partido alemán; tenía pensamiento propio (Broue en su Historia de la Revolución Alemana le hace justicia con razón, esto independientemente de su curso político posterior a la ruptura con el KPD). Lo anterior no evitaría que tuviera ciertas tendencias pedantes, a ejercer la verdad en abstracto: que no se esforzara por convencer.

Lenin no estuvo de acuerdo cuando Levy echó al ala ultraizquierdista que formaría el KAPD (es verdad que luego se autocriticaría ante el hecho de haber aceptado esta organización como simpatizante de la Internacional). Ejemplo de este tipo de comportamientos es que la carta abierta al KPD que emitiría en oportunidad del desastre de marzo de 1921, tuviese un carácter ultimatista. Lenin señalaría que, de contenido, tenía razón en casi todo lo señalado, pero condenó duramente su forma: se mostraba colocado, en los hechos, fuera del partido que hasta semanas antes venía dirigiendo[3]

Cercano a Lenin durante la guerra mundial, estuvo en el famoso tren “precintado” que llevó a este a Rusia a comienzos de 1917. Sin embargo, nunca llegó a tener la confianza completa de los bolcheviques. Radek enfrentado en su tiempo a Rosa, siempre le puso “picante” a la relación; picante que los enviados de la III se encargaron de multiplicar.

De todos modos, dejemos anotado que el rol de Radek en Alemania debe ser estudiado porque fue, quizás, su periodo más prolífico más allá de los errores cometidos, de su inestabilidad (tuvo una posición correcta en enero de 1919, pero se embarcó con las “cuatro patas” en la acción de marzo); su orientación fue más bien de intriga hacia Levy, que de construir una dirección del partido en torno a él, a pesar de las diferencias que pudiera tener.

Levy teníaun pensamiento sugerente en muchos aspectos, aunque no exento de posibles derivas oportunistas (recordemos que termina volviendo al SPD). Su curso político es una de las tantas tragedias de la revolución alemana. Tenía extrema preocupación por no separarse del grueso de la clase obrera. Su trabajo sobre los delegados revolucionarios de Berlín, que revistaban filas en la izquierda del USPD, fue extraordinario: los gana para la fusión con el KPD, logró lo que de todos modos no hubiera podido concretarse sin la fuerza gravitatoria de la Revolución Rusa.

Concebía, al modo de Rosa, a la revolución proletaria como una obra de la mayoría, y hasta este punto se podría decir que su ángulo era correcto. Menos claro es que haya comprendido el rol del partido de vanguardia. La falsa “teoría de la ofensiva” seguramente empeoró las cosas colaborando en su incomprensión de algunas de las enseñanzas fundamentales del bolchevismo. Trotsky no alude a él en Lecciones de Octubre. Pero seguramente algunas afirmaciones podrían haber sido dirigidas a los aspectos más débiles del pensamiento del dirigente alemán.

Se le perdía, en cierto modo, el hecho que hay un punto culminante en el cual el partido, a la cabeza de las masas, “hace la revolución”, la concreta: tendía a saltearse la insurrección. No está claro que Levy comprendiera esto a cabalidad, como no llegó a comprenderlo cabalmente Rosa. En ocasión del fallido levantamiento de enero 1919 Rosa escribió: “La revolución no opera (…) en acuerdo con un plan preconcebido (…) por estrategas” (“El orden reina en Berlín”, Harman, ídem, pp. 86), lo que muestra como perdía de vista el carácter necesariamente organizado de la insurrección: ¡sí debe ser un plan preparado por estrategas!

Incluso para oponerse alas teorizaciones falsas de la Internacional (como la “teoría de la ofensiva”), Levy le contraponía otra “teorización” igualmente unilateral: la de la especificidad de la revolución en occidente. Atención que marcaba aspectos agudos. Lenin y Trotsky habían señalado que en el occidente europeo sería más difícil hacerse del poder, pero que una vez ocurrido esto, sería más sencillo sostenerse en el poder (sostener una transición en sentido socialista).

Levy le daba una incorrecta “vuelta de tuerca” a esto: tendía a quitarle universalidad a las enseñanzas bolcheviques llevando a cabo una “teorización” de las circunstancias de la revolución alemana que le quitaban fuerza, acentuación, a los factores subjetivos: a la iniciativa del partido a la hora de la verdad.

No olvidemos que, de todos modos, Lenin tendió a darle la razón tanto en la discusión de la falta de reflejos del KPD frente al golpe de Kapp, como frente a la acción de marzo.

Levy tenía una correcta preocupación por ganarse al proletariado, a las masas de la clase obrera. Sin embargo, estaba demasiado “obsesionado” con los elementos izquierdistas del partido (políticamente nunca hay que “obsesionarse”; una ubicación así quita flexibilidad frente al giro cambiante de las circunstancias). De todas maneras, tenía una ubicación correcta frente el hecho que estos elementos casi que pretendían llevar adelante la revolución sin la clase obrera, contra la voluntad de su inmensa mayoría. Levy insistía que debía ganárselos, que debía llevarse adelante un debate político con la base de masas socialdemócrata, que de nada servían las orientaciones ultimatistas, el “ejemplo por los hechos”, a la que acusaba de “anarquista”, “bakuninista”.

También tenía preocupación por los obreros organizados en los sindicatos, que era millones. Rechazaba, con razón, la orientación ultraizquierdista de abandonarlos formando “sindicatos rojos”: en esto como en muchas otras cosas coincidía, de hecho, con las críticas de Lenin al izquierdismo, aunque Lenin tendía a ver estos errores como enfermedad infantil y Levy los apreciara de una manera más rígida, sectaria.

De todos modos, su enfoque ese vio consagrado, como señalamos, por el logro de la fusión de la izquierda del USPD con el KPD, los delegados obreros revolucionarios de Berlín, que apreciaban enormemente a Levy, su rechazo a los elementos izquierdistas que a ellos, obreros, les resultaba ajeno a su experiencia.

La dimensión trágica de las cosas, y el problema de los procedimientos de la Internacional, queda graficado en la reflexión del historiador marxista argentino Daniel Gaido, que retoma a Broue: “Mientras que la posición sectaria adoptada por el KPD durante el puch de Kapp había sido responsabilidad exclusiva de la Zentrale, toda la dirección de la Internacional Comunista estaba comprometida con la ‘acción de marzo’, por lo que un balance serio de la misma hubiera implicado limpiar los establos de Augías de la Internacional. Esto hubiera tenido un efecto devastador sobre la reputación y autoridad de personajes como Zinoviev, Bujarin, Radek, BelaKun y Matias Rakosi, los cuales, a su vez, tenían el apoyo de la Internacional. Lenin y Trotsky consideraron que el mal menor era rescatar la táctica del frente único (el slogan adoptado por el Tercer Congreso fue: “¡A las masas!”, indicando la necesidad de conquistar una mayoría de las masas trabajadoras antes de contemplar la conquista del poder político), aún a precio de sacrificar a quien la desarrolló originalmente”[Levy]. Agrega Gaido: “Es dable preguntarse si este compromiso fue una decisión acertada, dada la señal que envió a los militantes comunistas: las personas obedientes a las directivas de Moscú, aún si estas eran dañinas para los intereses de la clase obrera, fueron premiadas, mientras que los críticos fueron denostados y expulsados(…). Más aún, la nueva dirección del KPD, consolidada al precio de semejante sacrificio, probaría no estar a la altura de las circunstancias cuando la historia le ofreció una segunda oportunidad, octubre de 1923” (“Paul Levy y los orígenes del comunismo alemán”).

Levy quedará fuera del KPD y la Internacional entre mayo y junio de 1921; su intransigencia lo llevaría a rechazar el compromiso propuesto por Lenin de aguantarse seis meses fuera del partido y luego este reclamaría por su restitución. Fuera del KPD formó un grupo en el parlamento sólo para después retornar el SPD y terminar suicidándose en 1930.

La pérdida de Levy y su posterior curso político y personal, fueron otras tantas de las tragedias de la Revolución Alemana. En todo caso, lo fundamental estratégicamente es retornar sobre las lecciones de esta gran revolución histórica, revolución decisiva para todo el curso posterior del siglo pasado: ascenso simultáneo del nazismo y el estalinismo, Segunda Guerra Mundial, partición de Alemania, derrota de una de las clases obreras más importantes del mundo. Enseñanzas que nos deben ayudar en el relanzamiento de la pelea por el socialismo en el siglo XXI.

 

[1]No entraremos aquí en el complejo debate acerca de la táctica de gobierno obrero como eventual camino hacia una dictadura del proletariado y que tan complejo debate sucitara en el IV Congreso de la Internacional Comunista. Para un somero abordaje del tema (a ser profundizado) ver Cuestiones de estrategia del mismo autor de esta nota.

[2] La oportunidad fue una discusión alrededor de la conformación del Partido Comunista Italiano lo que se hizo mediante la escisión con Serrati, dirigente que según Levy “gozaba de la confianza de los núcleos más importantes de la clase obrera italiana”. Un paso discutible porque, según él, Serrati había sido ensalzado por parte de la Internacional y dicha ruptura se habría llevado adelante “mecánicamente”, sin que expresara una experiencia acumulada por los propios trabajadores (un juicio de valor que Lenin parece haber desestimado).

[3] La justificación de Levy fue que tenía que ser “duro” con el partido; de alguna manera como frente a un comportamiento “incorregible”.

 

Por Roberto Sáenz, Socialismo o Barbarie, 3/3/16

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