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Jun - 4 - 2009

A cuarenta años del Cordobazo, su evocación o conmemoración puede convertirse en un acto político ritual si no se extraen las enseñanzas que dejó en la historia de la lucha de clases aquella semiinsurrección obrera y la etapa política que abrió en nuestro país. La riqueza de las experiencias de lucha sindical, política e ideológica que llevó adelante el movimiento obrero en aquel momento deben estar al servicio de la lucha actual. Esto también lo hemos dicho muchas veces (y es correcto que sea así) pero es importante tratar de hacerlo desde los desafíos de la etapa política actual.

El surgimiento de una nueva generación obrera

El Cordobazo hace eclosión en un contexto internacional de movilizaciones que globalmente cuestionaron las bases de dominación capitalista. En Latinoamérica este contexto tuvo diferentes expresiones de un ascenso de franjas del                     movimiento de masas que se extendió en varios países. De esta manera, el Cono Sur va a estar cruzado por diversas experiencias de lucha. En Perú con las luchas campesinas, en Bolivia con el movimiento minero, en Chile la lucha por la tierra de las comunidades indígenas y el ascenso obrero que pondrá en marcha el proceso más importante de la región llevando al gobierno a la Unidad Popular. Y así en otros países. Por su parte, el desarrollo de la Revolución Cubana                     va a tener una decisiva incidencia en el surgimiento de corrientes políticas que impulsaron la lucha armada. De esta manera, la caída del Che Guevara en la selva del Ñancahuazú irradiará su influencia hacia la vanguardia obrera y estudiantil.

El Cordobazo va a ser una seminsurrección obrera como resultante de diversos factores de índole político, social y hasta económicos. En Argentina, este proceso va a ubicar al movimiento obrero industrial en el centro de la escena y erigiéndose como referente político y social de un posible cambio revolucionario. Esta ubicación política de la clase obrera se apoya en una nueva generación de trabajadores emergente, fundamentalmente en los sectores industriales. El epicentro fue la provincia de Córdoba y se fue extendiendo a otras zonas del país dando surgimiento a una corriente nacional                     de nuevos activistas. La provincia mediterránea había alcanzado un desarrollo industrial importante. Fundamentalmente en la industria automotriz y con ello una concentración obrera de envergadura. Esta concentración de trabajadores a su vez también se va a reproducir en el establecimiento de barrios obreros que rodeaban a las grandes fábricas.

“Las empresas automotrices y sus trabajadores eran parte de un ambiente social que se había modificado rápidamente en Córdoba. Entre esos cambios se contaba una rápida urbanización. Después de 1955 el crecimiento urbano se produjo con rapidez, acelerándose en el sur de la ciudad la construcción de nuevos barrios obreros que rodeaban las fábricas de IKA-Renault y Fiat. En las zonas del este, localización de las plantas de procesamiento de alimentos, textiles y otras industrias livianas, los barrios tradicionales de Córdoba experimentaron poco crecimiento; tampoco cambiaron los más viejos barrios céntricos o zonas como las del Barrio Clínicas, antaño una ciudadela patricia y para entonces – conjuntamente con Alto Alberdi– centros de la enorme comunidad estudiantil” (1). Ferreyra, San Lorenzo, Dean Funes y Empalme fueron barrios que se extendieron rodeando a la Fiat. Así como el complejo IKA-Renault estaba lindero a los barrios Villa El Libertador, el Barrio Comercial y Santa Isabel habitados por miles de trabajadores mecánicos.

Esta nueva generación de luchadores va a abrevar sindicalmente en sectores de trabajadores que ya habían hecho sus primeras armas en la resistencia peronista y va a tratar de revalorizar el rol del peronismo como factor de transformación de la sociedad. Esta valoración confluye, por otra parte, con el debate sobre la lucha armada que, a partir del triunfo de la Revolución Cubana aparecía como el método alternativo a la organización obrera.

Pero el Cordobazo y las movilizaciones que le antecedieron y las que continuaron luego de mayo del 69 tenían una particularidad que va a ser distintiva de esta nueva generación: surgen independientes del aparato de la burocracia sindical peronista lo cual refuerza su carácter antipatronal. Desde el punto de vista político esto dará nacimiento a una corriente fuertemente clasista en amplias franjas del activismo obrero, ya que esa independencia de la burocracia peronista a su vez no podrá ser capitalizada por el Partido Comunista con su pasado “gorila” y, por entonces, con su estrategia reformista.

Algunos factores para el surgimiento del “clasismo”

Algunos historiadores han hecho hincapié en el carácter espontáneo del Cordobazo de mayo del 69 para explicar que fue esencialmente un movimiento reivindicativo y de oposición al gobierno del General Onganía. Efectivamente estos dos aspectos fueron hechos que promovieron la movilización, pero esta “nueva madera” aportada por la clase obrera traerá consigo nuevos elementos que aportarán al desarrollo de una vanguardia clasista.

El orgullo de “ser obrero” por aquella época fue un componente primario, elemental y no consciente que comienza a ubicar a una franja de dicha clase no sólo en forma independiente frente a la patronal sino como un referente ante los demás sectores oprimidos. Y es a su vez una primer manifestación que lo ubica contra la burocracia sindical, que en su afán de lograr prebendas y privilegios no duda en ser “felpudo” de los intereses burgueses.

En la conformación de la conciencia clasista de la vanguardia de los 70 van a intervenir distintos componentes. Por ejemplo, la organización del SITRAC-SITRAM cordobés remonta a una iniciativa de la propia patronal de FIAT que resuelve la creación de un sindicato de fábrica.

“Los trabajadores de FIAT fueron los únicos en toda la industria automotriz que no estuvieron afiliados al SMATA. En lugar de ello FIAT presionó a los gobiernos de Frondizi e Illia para obtener sindicatos de planta, ignorando de esa forma las prácticas vigentes en el país de sindicatos por rama y asegurándose un interlocutor meramente formal que sirviera para controlar y disciplinar a la fuerza laboral” (2). Pero esta estrategia se volverá en contra de la “gran familia de FIAT” en 1970, cuando los obreros desconocen el convenio firmado por la burocracia de Torres y en una asamblea echan a burócratas y eligen una nueva dirección sindical luego de ocupar la planta con rehenes en su interior. La unidad obrera termina con la “unidad familiar” de FIAT. Otras fábricas ligadas a la producción autopartista y del gremio del calzado cordobés van a seguir el ejemplo del SITRAC-SITRAM. Porque, en el Cordobazo,                     la cadena de sumisión obrera no se corta por el eslabón más débil. Es decir, por los sectores más explotados y postergados. Se da en los complejos fabriles donde la concentración obrera está compuesta por elementos calificados. Agustín Tosco, René Salamanca o el “Petiso” Páez habían concluido sus estudios técnicos. El posterior desarrollo de las luchas hasta mediados de los 70 va a llevar a otros sectores más atrasados tradicionalmente como Textiles y del Vidrio, la existencia de nuevas direcciones combativas.

La radicalización de esta nueva generación se va a expresar también len las modalidades de lucha. “Lo novedoso entonces luego de 1969 fue que, recogiendo la experiencia previa de movilización y combatividad desplegadas para hacer efectivos las demandas corporativas, se produjeron cambios en el repertorio de la confrontación y en sus contenidos, evidenciados en la utilización de mecanismos más informales para la exteriorización de la protesta y en medidas de acción directa como la ocupación de fábricas con rehenes que ya formaba parte del acervo cultural de los trabajadores pero que antes se había ejercitado con otro sentido (3)”.

Las limitaciones de la lucha

La contradicción fundamental de la etapa, a nuestro entender, es que siendo una etapa de profundo ascenso obrero, no logró consolidar una alternativa política obrera revolucionaria. Sin duda en esta gran limitación influyó el accionar de la burguesía y sus gobiernos (sobre todo el tercer gobierno del General Perón). Desde la apertura “democrática” del 73 hasta el golpe militar videlista y pasando por los ataques de la burocracia sindical y las bandas fascistas de la Triple A, significaron un enfrentamiento permanente para los trabajadores. Pero el escollo y la limitación central fue la concepción guerrillerista que                     terminó anidando en la vanguardia y llevando al desastre a miles de luchadores obreros que en su mayoría fueron ganados para la misma. Como dijimos al principio, la influencia de la Revolución Cubana y la concepción guevarista hicieron pie en amplios sectores de la vanguardia obrera y desarrollaron organizaciones políticas que resultaron ajenos a las tradiciones de lucha del movimiento obrero. La huelga general, la asamblea con democracia directa de los trabajadores, fueron despreciadas o puestas en función del “aparato militar”. Extraordinarios dirigentes obreros fueron sacados de su ámbito natural de lucha para integrar los grupos guerrileros. En el caso de Montoneros, su estrategia de guerrilla urbana se asentaba sobre la incapacidad para romper con el peronismo y orientarse a una salida independiente. Lo cual significó ser la pata izquierda que el peronismo tenía puesta sobre la cabeza de los trabajadores como principal garante del orden burgués.

Un presente con inmensos desafíos

En la actualidad en un contexto internacional de crisis económica profunda de la economía capitalista es imprescindible tener presente alcances y limitaciones de la llamada “década del 70”. Como en aquel entonces, una nueva generación de obreros ha sido lanzada a la esfera de la producción y por ende a nuevos desafíos políticos y sindicales. La comparación no puede ser mecánica si no a partir del estadio actual de las luchas. En este sentido, la experiencia que protagonizan los compañeros del Neumático de San Fernando, los triunfos de Massuh y Pillkington, la lucha de Paraná Metal y otros conflictos en contra de suspensiones y despidos y por mejoras salariales nos ubican en un punto en donde se han puesto de manifiesto medidas de lucha radicales como las ocupaciones de fábricas. Las mismas han sido contra la orientación de la burocracia sindical peronista y en eso se asemejan a las ocupaciones de principio de los 70 aunque aún no indiquen una tendencia generalizada.

Por su parte, la conciencia obrera ha retrocedido en relación a la conciencia que animó a los sectores de vanguardia que irrumpieron en el Cordobazo. Retomar aquel nivel y superarlo es una tarea prioritaria. Esta nueva generación no ha sufrido grandes derrotas a manos de la patronal y está dando sus primeros pasos. Uno de los grandes desafíos que tiene por delante, y la izquierda debe tomar cuenta de esto, es construir esa conciencia de clase antipatronal y anticapitalista.

El 30 de mayo de este año Moyano viajó a Córdoba y los medios destacaron su recordación del Cordobazo. En realidad Moyano fue a apropiarse de las banderas de aquella movilización para utilizarla a favor de la campaña electoral del                     gobierno de los Kirchner y de esta manera volverla contra los intereses de los trabajadores. Moyano dijo que “hoy la lucha se da en las urnas”. Porque sabe que si se da en las calles peligra su propia existencia como burócrata. Y fue a decirles a los trabajadores cordobeses que el Cordobazo fue cosa pasada. Tal es el modo en que la burocracia quiere mantener a los obreros atados a la conciencia patronal. Los trabajadores debemos comprender que la construcción de una alternativa obrera revolucionaria es cotidiana y se debe dar en todos los terrenos.

1- Anna Segre. “La localizzazione dell’industria automobolistica in América Latina: Il caso de Belo Horizonte (Brasile) e Córdoba (Argentina)” citado en “Córdoba rebelde” de James Brennan y Mónica Gordillo.

2- “El clasismo y los obreros. El contexto fabril del ‘sindicalismo de liberación’ en la industria automotriz cordobesa, 1970- 1975.” James Brennan.

3- “Córdoba rebelde”. J. Brennan y M. Gordillo.

Por Oscar Alba, SoB Nº 152, 04/06/09

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