May - 26 - 2016

Al final, el gobierno de Macri vetó la ley antidespidos. Como venimos anunciando desde estas páginas, se trataba de la crónica de un veto anunciado. El gobierno nacional había anticipado su intención de mantenerse firme e imponer el ajuste sin importar las medidas que debiera tomar. Además, tenía confianza que el veto no le acarrearía mayores costos políticos y que con él, conjuraría el riesgo de una crisis política.

En lo inmediato parecería que el gobierno se salió con la suya: la crisis política, por lo pronto, se alejó en el horizonte. Claro que esto sólo fue posible gracias a la complicidad de la burocracia sindical. Una vez más, se mostró que la gran fortaleza de los gobiernos y las patronales se solventan en la inagotable capacidad traidora de las dirigencias sindicales (con Caló y Moyano a la cabeza) que no dudaron en hacerse los distraídos y mirar para otra parte.

No obstante esto, el cierre de este capítulo volvió a poner sobre el tapete otro problema más amplio: el de la inflación, los tarifazos y el incremento generalizado de la pobreza.

Pero vayamos de a poco.

Del pantano parlamentario al veto presidencial

Durante semanas el Congreso de la Nación estuvo en el centro de la escena. Allí, los “representantes del pueblo” debatieron largas horas y se reunieron en interminables comisiones. Allí, hasta se pudieron escuchar encendidos discursos de “combativos” diputados y senadores que no se ahorraron palabras a la hora de “defender” a los trabajadores. La larga “lucha” en el interior del Congreso fue eso: sólo una lucha parlamentaria que no tuvo ninguna contrapartida fuera del parlamento, en el mundo real donde las cosas realmente cuentan.

Lo que efectivamente ocurrió en el Congreso fue una farsa, en el cual los distintos actores, ocultos detrás del debate de la ley antidespidos, trataron de hacer su propio juego de cara a las elecciones de 2017. Allí actuaron tres actores con intereses propios bien alejados de los verdaderos problemas de los trabajadores: el gobierno, el kirchnerismo y Massa.

Primero está el gobierno. Macri es el impulsor de un bestial ataque contra el conjunto de la población, y particularmente contra los trabajadores asalariados. Para él, el derecho de las patronales a despedir es una herramienta al servicio del ajuste y de meter miedo en los lugares de trabajo para contener las luchas por salario. Por eso no es de extrañar que el total de la burguesía se haya puesto incondicionalmente atrás de él.

En esta oportunidad el gran perdedor fue Massa. Toda su política está ordenada alrededor de cómo posicionarse de cara a las próximas elecciones, en las cuales no descarta jugar dentro del PJ, ofreciéndose a los sectores no kirchneristas del peronismo como una oposición constructiva para renovar al PJ. Así, entre el bloque del FpV y Cambiemos, trató de posicionarse como mediador y  árbitro negociando con ambos bandos, para forzarlos a votar el proyecto de ley que ellos habían presentado. Su histeriqueo hacia ambos bandos le salió bastante mal. El kirchnerismo no cedió y el PRO prefirió vetar la ley del FpV antes que la de Massa. Así fue como luego de patalear un poco, terminó viéndose obligado a votar junto con el FpV para no quedar pegado al ajuste del gobierno.

Por su parte, el PJ en sus diferentes variantes, y el kirchnerismo en particular, aprovecharon la ocasión para tratar de desgastar al gobierno, pero cuidándose muy bien en no sacar los pies del plato ni desatar ninguna crisis política. Una vez más han demostrado ser leales opositores a Macri: por mucho que hayan ladrado, nunca tuvieron la intención de morderle la mano de Mauricio. Aquella organización que se jactaba (supuestamente) de haber “recuperado la militancia” y de “defender los derechos de todos y todas” no movió un solo dedo para defender la ley que habían votado. Su objetivo nunca fue evitar los despidos, sino obligar a Macri al veto para que se desgaste. Una vez más, jugaron miserablemente con las necesidades materiales de los trabajadores, y especularon con las lejanas elecciones de 2017. Estas canalladas habría que incorporarlas a las jornadas de reflexión que propone Cristina.

Macri demostró, una vez más, su vocación profundamente antidemocrática, imponiendo su voluntad por encima de todas las instituciones de la sociedad. La única opinión que vale es la de él, y si el resto no la comparte, entonces se acude sistemáticamente a los dos instrumentos más antidemocráticos del régimen político vigente: el decreto presidencial y el veto.

Esto pone en evidencia lo peligroso e inconducente que es, para los trabajadores, depositar sus expectativas en el Congreso Nacional. Nada importa lo que allí se discuta, ni siquiera lo que se resuelva. La única manera de frenar a Macri y sus políticas reaccionarias es enfrentándolo en las calles y derrotándolo con la movilización. En este sentido fue realmente deplorable la orientación sostenida por el Frente de Izquierda y sus diputados: su intrascendencia política fue manifiesta. Está claro que con cuatro diputados, divididos en dos bloques, no se puede imponer una ley. Pero lo que devela su cretinismo parlamentario es que no hayan intentado impulsar absolutamente nada por afuera del parlamento. Su política se limitó a presentar proyectos y dictámenes en las comisiones para luego votar divididos. Los diputados de la izquierda deberían haber sido los primeros en denunciar la inoperancia de los mecanismos parlamentarios y actuar en consecuencia. Pero lejos de eso, se limitaron al más abyecto parlamentarismo burgués; facilitándole, de este modo, el veto a Macri.

El tarifazo resuena en todo el país

Pero si bien con el veto el gobierno logró desarticular la crisis política que tenía en ciernes y mostrar su firmeza a la hora de aplicar un ajuste brutal, esto no significa que la procesión no siga por dentro. Es que el problema de los despidos y las suspensiones es sólo uno de los tantos que afectan a la población. El brutal aumento de tarifas impuesto en los últimos meses dejó en jaque a millones de personas y a provincias enteras.

Aumentos de la luz que pasaron el 700%, el del gas superó el 2000% en algunas provincias del sur, el agua trepó por encima del 500%, el transporte aumentó un 150%, obligando a los trabajadores a caminar decenas de cuadras, y a muchos estudiantes a dejar sus estudios por no poder afrontar los costos del colectivo.

Esto hizo estallar las protestas y el mal humor en todos lados. Las universidades no cuentan con presupuesto para pagar la luz; los clubes de barrio deben cerrar sus puertas, los teatros y centros culturales no pueden afrontar los nuevos costos; una miríada de pequeños comercios despide empleados o directamente cierran sus puertas.

En el caso de las provincias patagónicas, el tarifazo puso en jaque la misma sustentabilidad de sus economías. Lo que ocurre es que estas provincias, todas petroleras, tienen históricamente el gas subsidiado, lo que condujo a que su matriz energética funcione en un 90% a gas. Un incremento de más del 2000% hace inviable a las provincias como tales.

Frente a esto empezaron a llover las medidas cautelares y los recursos de amparo en los tribunales de todo el país. En la provincia de Buenos Aires varios sanatorios lograron que se los excluya del aumento, lo mismo paso en Bariloche, donde el intendente su vio obligado a pedir que no se aplique el tarifazo que puso en riesgo a la industria hotelera en vísperas de la temporada de invierno. Los clubes de barrio y los centros culturales, por su parte, siguieron la misma senda.

El gobierno nacional no da el brazo a torcer, pero trata de contener la bronca por medio de promesas y pequeños parches, como limitar el aumento de gas en la Patagonia a “sólo” el 400%. Es que a nadie se le escapa que el interior suele ser el eslabón más débil del país y en donde suelen empezar los conflictos más intensos como en su momento fueron Cutral-Có en Neuquén, o Tartagal en Salta.

Frente al brutal ataque al salario con la complicidad de la burocracia

Hace falta construir un polo de izquierda y clasista

Lo que se está viviendo en todos lados es una manifiesta pauperización de la familia obrera. En todos los barrios y lugares de trabajo el tema de todos los días es que la plata no alcanza y que cada mes hay que ajustarse en algo nuevo y ver cómo se llega al 30.

Es que la base del ajuste de Macri atenta principalmente contra los asalariados. El plan económico del gobierno nacional se basa en impulsar  un aumento de la competitividad de la economía argentina por medio de una reducción del salario de los trabajadores. Esto lo hace tanto por medio de la devaluación del salario mismo, como por medio de la desaparición del salario indirecto (servicios de salud, educación, subsidios al consumo…). Para poder aplicar tal recorte en el salario obrero necesita poder controlar la inevitable bronca que puede estallar por abajo. Es por eso que se montó en una cruzada virulenta contra la ley antidespidos. La burguesía sabe que el principal disciplinador social contra los trabajadores es el temor a perder el trabajo y con él la fuente de ingresos con la cual el trabajador alimenta a su familia. Pero el otro cómplice infaltable es la burocracia sindical, sin su capacidad para contener la bronca acumulada, el ajuste de Macri no podría pasar. En los últimos 12 meses la inflación supera el 42%, y el gobierno la ayuda de las direcciones de los sindicatos ha cerrado todas las paritarias por debajo de este número. En el mismo sentido, actuaron en relación con el veto a la ley antidespidos. Luego de la enorme concentración del 29 de Abril, en la cual posaron de combativos y amenazaron con un plan de lucha contra los despidos. Ahora, veto mediante, se hacen los distraídos y se dedican a negociar la futura unificación de la CGT: una verdadera unidad de los traidores.

Pero la traición de estos dirigentes no pasa desapercibida, por abajo en los lugares de trabajo crece la bronca. Por eso es necesario que la izquierda deje de pensar en futuras elecciones y salga de su ombliguismo. Para enfrentar el ajuste de Macri hace falta poner en pie una herramienta que unifique a todos los sectores en lucha y a la vanguardia. El haberse levantado, por responsabilidad del FIT, el Encuentro obrero de Racing, fue un verdadero crimen que ahora dificulta enormemente darse una política para desbordar a la burocracia.

Desde el Nuevo MAS planteamos que sigue vigente la necesidad de construir un polo independiente de los trabajadores y la izquierda contra el ajuste de Macri, e impulsar un plan de lucha por aumento de salario, contra las suspensiones, los despidos y el empobrecimiento general.

Editorial del periódico SoB n° 381 (Argentina), 26/5/16

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