Dic - 6 - 2013

Nuevo mandato de Bachelet, en un escenario de fuertes reclamos políticos y sociales

Por Rafael Salinas
Socialismo o Barbarie, semanario, 06/12/2013

El domingo 17 del pasado mes de noviembre, se realizó la primera vuelta de las elecciones presidenciales. En general, casi todos los observadores predecían un rotundo triunfo de Michelle Bachelet, ex presidenta y candidata de la coalición de “izquierda” Nueva Mayoría, que agrupa al Partido Socialista (PS), al Partido Comunista de Chile (PCCh), el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y organizaciones menores.

A Piñera le estalló en la cara el descontento social acumulado en décadas de dictadura y de «Concertación»

El desprestigio del saliente gobierno de Sebastián Piñera y de la derecha, que para estas elecciones organizaron la coalición Alianza, era de tal magnitud que sucedió algo poco frecuente: casi todos sus precandidatos a presidente desertaron. Así, por default, sólo quedó en pie la candidatura de Evelyn Matthei, cuyo principal blasón es la de ser hija del genocida Fernando Matthei, general de la Fuerza Aérea que integró la Junta Militar encabezada por Pinochet, que dio el golpe de septiembre de 1973.

En esa situación, y en un clima de descontento y protesta social –luchas estudiantiles en los últimos años y también aunque en menor medida de trabajadores– se esperaba la consagración de Bachelet en primera vuelta, como “voto castigo” al oficialismo y la derecha. Pero no llegó a ser así. Se realizará una segunda vuelta el domingo 15 de diciembre.

Bachelet logró el 46,7%. Matthei, el 25%. El resto, se distribuyó entre otros siete candidatos. Pero el dato más importante y significativo fue la gran abstención. ¡Sólo votó un 56%!

Aunque en Chile el voto no es obligatorio, el alto porcentaje que no fue a votar no sólo expresa a sectores “atrasados”, indiferentes a la política, sino también a franjas que con toda razón desconfían “por la izquierda” de esa “Nueva Mayoría”… que tiene muy poco de “nuevo”.

Efectivamente, la “Nueva Mayoría” de Bachelet no es más que la continuidad (con otro nombre más el agregado del PCCh) de la vieja “Concertación”, que ya gobernó Chile… la última vez, con la misma Bachelet de presidenta del 2006 al 2010.

En resumen: en la segunda vuelta del 15 de diciembre, es seguro que se impondrá Bachelet… pero no en la forma rotunda que se preveía.

Veinte años de “Concertación”… y de continuidad…

En total, la Concertación gobernó durante veinte añitos, desde 1990 a 2010. Durante ese período, administró fielmente el régimen archireaccionario diseñado por el genocida Pinochet, sin cambiarle una coma en líneas generales, ni a nivel económico-social ni político.

Así Chile es uno de los países más desiguales del mundo. Además, “se paga el precio más alto de América Latina por la electricidad, y en verano el metro cúbico de agua potable cuesta el doble; las aguas de los ríos, lagos y arroyos pueden ser de propiedad privada, bajo unas leyes que impuso la dictadura de Pinochet, el mismo gobierno que creó un código minero que permite a una empresa explotar un yacimiento subterráneo sin el consentimiento del propietario de los terrenos que están en la superficie, y que tiene preeminencia sobre la legislación que protege el ambiente. Pinochet sabía que a la industria minera había que favorecerla, porque la empresa nacional del cobre está obligada por ley a entregar todos los años a las fuerzas armadas el 10 por ciento de sus utilidades. De todos modos, buena parte del negocio, que representa casi el 60 por ciento de las exportaciones, está en manos de compañías extranjeras, beneficiadas por varios tipos de reducciones y exenciones tributarias.”[1]

Un punto particularmente escandaloso es la mercantilización total de la educación, que fue finalmente el detonante de la protesta social durante la presidencia de Piñera. “Ya sea que estudien en el sistema público o en el privado, enviar a los hijos a la universidad implica que, una vez recibidos, los nuevos profesionales estarán pagando durante diez o veinte años los préstamos con que financiaron sus carreras. Con pagos de matrículas, incluso en las universidades del estado, que pueden superar los mil dólares por mes, no es raro que las familias deban decidir cuál hijo puede aspirar a un título profesional. Eso siempre y cuando el ingreso alcance, porque el salario promedio nacional es inferior a la matrícula mensual de muchas carreras.” (Horacio R. Brum, cit.)

Las promesas de Bachelet

Aunque en su anterior presidencia no cambió nada de esto, Bachelet se presenta ahora cómo la gran “reformadora”.

Promete una reforma educativa de fondo, que garantizaría la gratuidad a nivel universitario en el plazo de seis años. Para financiar eso, su segundo eje de campaña es una reforma tributaria que aumente gradualmente los impuestos a las empresas. Su tercera propuesta es una reforma de la Constitución, que cambiaría el régimen autoritario heredado de la dictadura pinochetista. También promete el matrimonio igualitario y liberalizar la represiva legislación antiaborto, aunque sin llegar a establecer el pleno derecho al aborto libre, legal, seguro y gratuito.

Pero en las elecciones burguesas prometer no cuesta nada… Y, por la dudas, Bachelet ya ha abierto el paraguas, declarando que “los gobiernos no pueden al día dos empezar a tener resultados dramáticamente distintos”… O sea, las prometidas “reformas” van a demorarse.

Y para justificar las promesas incumplidas, Bachelet ya tiene pretextos: las elecciones parlamentarias, que fueron simultáneas a la votación presidencial, no le dieron bancas suficientes en las cámaras, como para imponer por sí sola las reformas constitucionales. Debería acordar con sectores de la derecha…

Claro que esto es así, porque la Constitución pinochetista, por un lado, establece un sistema escandalosamente antidemocrático de elección de parlamentarios; y, por el otro,  pone trabas enormes a su propia “reforma”.

Y, por supuesto, Bachelet y sus “izquierdistas” de Nueva Mayoría no parecen dispuestos a liquidar por las vías de hecho una “Constitución” ilegítima que fue impuesta “a dedo” por una dictadura sanguinaria mediante un plebiscito fraudulento.

La legítima vía revolucionaria de desconocer una “Constitución” manchada de sangre y convocar a una Asamblea Constituyente democrática, es inconcebible para estos “izquierdistas”.


[1].- Horacio R. Brum, desde Santiago, “¿Segundas partes serán buenas?”, Brecha, Montevideo, 22/11/2013.

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