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Dic - 15 - 2016

Actualización del 14/12/16: Al cierre de esta edición, las tendencias descriptas en esta nota (publicada la semana pasada en la página web Socialismo o Barbarie) parecen haber terminado de cristalizar. Los “rebeldes” se retiraron de casi todos sus barrios en Alepo, quedando reducidos a un pequeño distrito. Según algunas fuentes, estaría en marcha un acuerdo de evacuación de los posiblemente miles de combatientes que quedan, junto a sus familias. Esto ocurre luego de una intensísima campaña de bombardeos rusos y sirios contra la población civil de Alepo, causando horribles masacres y volviendo imposible la vida a decenas de miles de personas. Existen también reportes, aunque todavía no verificados, de decenas de ejecuciones sumarias por parte del ejército sirio en los barrios que recuperaron. La política criminal de Rusia y Al Assad merece un enorme repudio popular en todo el planeta, independientemente de cualquier consideración sobre el carácter del bando “rebelde”. El pleno restablecimiento de la dictadura de Al Assad sobre la base de la destrucción de Alepo y de la “paz” de los cementerios tiene un contenido indiscutiblemente reaccionario, y que ningún socialista puede considerar como un “triunfo” propio.

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Nota del 7/12/16

Esta semana el bando “rebelde” sirio sufrió durísimos reveses en Alepo, la ciudad más importante del país. El ejército sirio (que responde al gobierno de Al Assad) y sus aliados recuperaron el control de gran parte de los barrios que habían perdido en 2012. Al momento de escribir este artículo, parece bastante probable una retirada negociada de los barrios restantes, o una derrota militar completa en el corto plazo.

Por la importancia económica, política y demográfica de Alepo, el control “rebelde” de casi la mitad de la ciudad significaba una presencia estratégica de ese bando en el tablero político nacional. Su reunificación en manos del régimen de Al Assad significa, en consecuencia, una derrota estratégica del bando “rebelde”, que prácticamente lo borra como factor nacional. La perspectiva de una solución política “negociada” a la guerra civil siria (que se apoyaba en un cierto equilibrio de fuerzas) parece ahora definitivamente fuera de la escena –excepto que su contenido sea la aceptación de la derrota por parte de los “rebeldes” y la consolidación definitiva del régimen que combatieron.

Por eso la batalla de Alepo tiene una gran trascendencia, tanto para Medio Oriente como para los equilibrios geopolíticos globales. Una consolidación de Al Assad significa un triunfo de la línea de Rusia y de Irán (que intervinieron activamente en su defensa), y un duro golpe a las ambiciones de Turquía, Arabia Saudita y Qatar (que intervinieron a través de “proxies” para derrocarlo). Para Europa significa la posibilidad de que comience a acabarse la crisis de refugiados, que le está trayendo enormes problemas políticos interiores. Para Estados Unidos, significa el alivio de que el Estado Islámico y Al Qaeda no puedan engullirse a uno de los principales países de Medio Oriente. Las contradicciones que tenía Obama al respecto (exigiendo la caída del dictador Al Assad pero sin querer tampoco un triunfo de los “rebeldes”) comienzan a simplificarse con el triunfo de Trump, que prioriza la línea “antiterrorista” por sobre cualquier consideración democrática.

En el marco de este juego de alianzas cambiantes y contradictorias, abundan en los medios de comunicación de todo el globo los discursos que legitiman a uno u otro bando, que apoyan tal o cual, salida para el conflicto, que enfatizan los crímenes cometidos por unos u otros. Se tratan en general de discursos simplistas, binarios, que ocultan y distorsionan los determinantes del conflicto para beneficiar su línea geopolítica particular. Esto es lo que queremos discutir a continuación.

Dos bandos reaccionarios

Una caracterización seria del conflicto sirio y de la batalla de Alepo requiere una mirada implacablemente crítica hacia sus dos bandos principales. En primer lugar, del gobierno sirio, que algunos intentan hacer pasar como “anti-imperialista”, como un gobierno popular que responde a los intereses de los trabajadores y las masas oprimidas. Por el contrario, el régimen de los Al-Assad es una dictadura de partido único, que somete al país bajo la bota de los servicios de seguridad. En su centro, una camarilla burguesa con rasgos clánicos –es decir, regida por vínculos de parentesco y comunitarios- y estilo mafioso se enriquece a través de sus negocios, realizados a través de monopolios privados beneficiados por el apoyo estatal.

Los trabajadores y los campesinos sirios sufren en cambio de grandes tasas de desempleo, muy bajos salarios y pésimas condiciones de infraestructura. Estas son las razones por las que amplios sectores populares se unieron a las protestas de 2011 y eventualmente tomaron las armas contra el régimen. El régimen respondió a estas protestas con ametralladoras, tanques y bombas, masacrando cientos de miles de personas, desplazando a millones, encarcelando a miles de activistas civiles y torturándolos hasta la muerte. Sin duda alguna, el régimen de Al Assad tiene la principal cuota de responsabilidad en el sangriento conflicto sirio, y jamás podrá ser “absuelto” de sus crímenes contra el pueblo.

La crítica revolucionaria y sin concesiones al régimen de Al Assad, sin embargo, no puede ser una excusa para embellecer al bando “rebelde”. Eso es exactamente lo que hacen los medios de comunicación liberales y pro-occidentales, que ven en este bando a “combatientes de la libertad”, democráticos y “moderados”. Increíblemente, varias corrientes de la izquierda tienen una visión similar, considerándolos como “revolucionarios” y brindándoles apoyo político. Estas posiciones también deben ser refutadas y combatidas.

El origen del bando “rebelde” se remonta a la legítima y muy progresiva rebelión popular de 2011, que fue parte del ciclo regional conocido como “Primavera Árabe”. Su contenido era la exigencia de reformas democráticas, el fin del autoritarismo y la contención de los efectos brutales que tuvo en la región la crisis económica mundial de 2008. En estas protestas participaron amplios sectores sociales que fueron víctimas de la crisis y de las reformas neoliberales de las últimas décadas. El gobierno reprimió brutalmente a estas protestas, lo que provocó la formación de grupos armados opositores, bajo la denominación genérica de “Ejército Sirio Libre”. Estos grupos estaban integrados por soldados que se negaron a reprimir, por civiles que ya no podían continuar con protestas pacíficas, y por sectores islamistas y jihadistas que se montaron sobre la situación para perseguir su propia agenda política.

Los objetivos manifiestos de los grupos del E.S.L eran la protección de los civiles contra la represión del régimen y la derrota de la dictadura. Pero la naturaleza político-ideológica de estos grupos se fue transformando rápidamente a medida que las protestas de masas desaparecían de la escena y todo se encauzaba en el terreno puramente militar. En este terreno, se impuso la ideología reaccionaria del islamismo, estimulada por Turquía y los países del Golfo como medio de expandir su propia influencia geopolítica.

El resultado de esta transformación es que hoy prácticamente la totalidad de las brigadas identificadas con el bando “rebelde” profesan una ideología islamista, que rechaza en distintos grados la democracia y la separación entre religión y Estado. Su visión del mundo es profundamente patriarcal (las mujeres no tienen ningún rol y deben ser oprimidas, las minorías sexuales deben ser suprimidas), sectaria (las minorías étnicas-religiosas deben someterse al dominio de los musulmanes sunnitas, y entre ellos preferentemente de los árabes) y netamente reaccionaria (consideran a los ateos, a la izquierda y a los sectores laicos en general como enemigos a aplastar[1]).

Los casos más extremos como el ISIS o Al Qaeda ya son ampliamente conocidos. Otros grupos muy similares en su ideología, como Ahrar al Sham o Jaish al Islam, son menos conocidos pero tienen un enorme poder militar, siendo los principales actores sobre el terreno en los territorios “rebeldes”. Por último, las brigadas identificadas con el “Ejército Sirio Libre” son versiones ligeramente rebajadas de los anteriores, pero compartiendo gran parte de su discurso y confluyendo militarmente con ellas. En este caso, sus orígenes ligados a la rebelión popular de 2011 entran en contradicción con toda su deriva posterior, en la que su dependencia de los donantes externos (principalmente turcos, saudíes y qataríes) las llevaron por la vía de una profunda islamización. Pero no solo eso: su naturaleza es fuertemente “espontánea” y militarista, es decir, desligada de toda disciplina y centralización, así como de todo lazo con organizaciones políticas o sindicales que les impongan una línea de comportamiento moral principista. Esto se traduce en la proliferación de “señoríos de guerra” corruptos, que actúan en las zonas que controlan como fuerzas opresivas y parasitarias, que compiten entre sí por el poder, etc. Esta situación se ve muy agravada por la afluencia de gran cantidad de “milicianos” cuya principal motivación es la paga que les ofrecen estos grupos –que en muchos casos es el único medio de subsistencia en una economía devastada por la guerra y por la crisis económica.

Comprendiendo esta fisonomía del bando “rebelde” se entiende también porqué fue perdiendo –o quizás nunca llegó a tener- un amplio apoyo popular. Muy posiblemente la gran mayoría de la población siria oscile entre la neutralidad entre ambos bandos, o cierta afinidad con el régimen de Al Assad aunque más no sea como “mal menor” frente al islamismo, el sectarismo y el colapso del Estado. Esto es especialmente cierto entre las clases medias y altas (sobre todo las más “seculares” o laicas) y las minorías étnico-religiosas, que son militantemente anti-“rebeldes”. La base social del bando “rebelde” son principalmente los sectores populares empobrecidos del campo y la ciudad pertenecientes al islam sunnita y a la etnia árabe. Sin embargo, tampoco se vieron últimamente muestras masivas de apoyo de estos sectores sociales hacia los “rebeldes”: en parte esto se deba a las durísimas condiciones de la guerra civil, los bombardeos y el vaciamiento de las ciudades. Pero es muy posible también que haya cierto alejamiento y desmoralización. En el caso de la clase obrera industrial, no manifestó en todo el conflicto ninguna posición política propia, estando sus organizaciones sindicales en manos de Al Assad, careciendo de partidos de clase y mostrándose mayormente ausente como sujeto independiente.

En este estado de situación, los grupos armados “rebeldes” se enfrentan a un aislamiento cada vez mayor, tanto frente a la población civil como frente a la opinión pública internacional y el “establishment” político global. Es este aislamiento el que permitió los avances militares del régimen de Al Assad, y el que muy probablemente lleve a su derrota estratégica en un corto-mediano plazo.

Los trabajadores, los jóvenes y todos los sectores populares de Medio Oriente y del mundo deben sacar conclusiones del caso sirio. No hay ninguna salida progresiva de la mano de las dictaduras burguesas como la de Al Assad, pero tampoco de la mano de organizaciones islamistas y jihadistas retrógradas que nada tienen que ver con las posiciones y tradiciones de la izquierda. El apoyo a unos u otros solo puede llevar a largos y sangrientos conflictos donde la principal víctima es el pueblo. Hace falta una salida verdaderamente revolucionaria, democrática, laica y socialista, que tenga en el centro a los explotados y oprimidos de Siria y de toda la región.

 

[1] Este es el caso de las YPG-YPJ kurdas y sus aliados, a quienes la mayoría de los grupos “rebeldes” consideran enemigos irreconciliables por su ateísmo, defensa de los derechos de las mujeres e izquierdismo. Los grupos “rebeldes” bajo el comando del presidente turco Erdogan actúan como “perros de caza” contra la experiencia de autogobierno democrático de los kurdos y sus aliados. En estos ataques los “rebeldes” también bombardean de manera indiscriminada a la población civil causando gran cantidad de muertes, provocan desplazamientos demográficos, etc.

Por Ale Kur, SoB 409, 15/12/16

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