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Feb - 2 - 2017

Esta semana Grecia volvió a ser noticia en la prensa internacional. El país se encuentra sumido en una larga y profunda crisis hace ya una década entera, sin que se avizore ninguna salida. Por eso lo novedoso no es la crisis en sí misma, sino los “picos” episódicos de la misma: por ejemplo, los momentos donde se acercan vencimientos de deuda enormemente onerosos, agudizando todas las tensiones político-sociales.

El actual episodio de la crisis de deuda está relacionado con la fecha límite del 20 de febrero (es decir, en menos de tres semanas), cuando se reunirán los ministros de finanzas de la Eurozona. Los analistas señalan que Grecia debe llegar a un acuerdo con sus acreedores antes de esa fecha para desbloquear un nuevo tramo del paquete de “salvataje” acordado en agosto de 2015. Luego será mucho más difícil, ya que los países europeos ingresan en sus calendarios electorales, en los que el peso de la opinión pública pasa a ocupar un lugar mucho más importante[1].  El propio FMI sostiene que en caso de no poder acordar con ellos antes del 20 de febrero, Grecia avanzaría hacia una crisis de deuda “explosiva”. Nuevamente se empieza a agitar el tenebroso espectro del “Grexit” (posible salida de Grecia de la zona Euro), que tanto atemoriza a la burguesía europea.

Los acreedores acusan a Grecia de no haber cumplido la mayor parte de los compromisos asumidos cuando el gobierno de Tsipras firmó el nuevo “salvataje”. Estos acuerdos implicaban condiciones brutales de ajustes, recortes, privatización de empresas públicas, entrega de soberanía, suba de impuestos y tarifas, etc. Por eso para llegar a un nuevo acuerdo, los acreedores le exigen a Grecia que “haga la tarea” y aplique nuevos y más profundos recortes, para alcanzar altas tasas de superávit fiscal que permitan seguir pagando los intereses de la deuda.

Pero desde por lo menos el año 2010 (cuando se firmó el primer paquete de “salvataje” financiero a Grecia) es que se vienen implementando recortes. El gobierno de Syriza, que ganó las elecciones con una campaña anti-austeridad (y luego de años de batallar contra los ajustes), sucumbió en toda la línea contra las exigencias de la Unión Europea, y aplicó también sus propios recortes y ataques antipopulares (además de mantener todos los que ya se habían realizado antes). Logró inclusive restablecer un considerable superávit, a costa de exprimir brutalmente a su población.

A lo largo de esta década la situación social griega se fue volviendo catastrófica como producto de las políticas económicas, y no mejoró (ni tiene ninguna perspectiva de mejorar) bajo el supuesto gobierno de la “izquierda radical”[2] de Tsipras. Esto provocó a su vez una enorme decepción con Syriza, que cayó a tasas de popularidad muy bajas: todas las encuestas de intención de votos lo sitúan muy por debajo de la actual oposición (y anterior partido de gobierno) de derecha neoliberal, Nueva Democracia. Al final y al cabo, Syriza terminó haciendo lo mismo que antes hacían el PASOK y ND, pero su pose “izquierdista” ni siquiera contribuye a ganarse la simpatía de la gran burguesía europea. Para terminar haciendo lo que dice el establishment, parece más efectivo elegir al propio personal político del establishment: eso es el que parece reflejar el “estado de ánimo” político en este momento.

Al mismo tiempo y en sentido contrario, algunas encuestas[3] empiezan a señalar un aumento entre el porcentaje de la población que consideran que haber entrado a la zona euro fue un gran error (siendo ahora mayoría -con un 53%- por primera vez desde el estallido de la crisis, según la fuente citada), y entre quienes consideran que es necesario salir de la eurozona y volver al Dracma, la moneda nacional griega (siendo ahora un 33%). Estas tendencias son todavía embrionarias, pero en caso de una nueva sacudida de la crisis podrían pegar un salto cualitativo y ser un factor explosivo cuestionando la relación de brutal sometimiento de Grecia a la Unión Europea.

En estas condiciones, el gobierno de Syriza sabe que profundizar el ajuste aún más es un suicidio político, es la firma del certificado de defunción de su proyecto, que será barrido de la historia. Por eso Tsipras viene anunciando a los acreedores que no piensa “aplicar un Euro más de recortes”. Se trata de puras bravuconadas viniendo de parte de alguien que lleva años repitiendo lo mismo, pero que cada vez que tuvo que tomar una decisión terminó cediendo sin chistar (tirando por la borda toda su trayectoria política anterior). Lo novedoso es que el grado de desgaste que actualmente tiene el gobierno puede precipitar una crisis terminal del mismo, y eso puede llegar a modificar el tablero político en el corto o mediano plazo.

Esto además ocurre en el marco de una serie de roces geopolíticos donde no todos los actores tienen las mismas posiciones. Por poner un ejemplo, el FMI (representante principalmente del imperialismo yanqui) viene sosteniendo que hace falta una “reestructuración de la deuda” en favor de Grecia, que haga más factible el pago de sus intereses. Sostiene que en caso de que esto no ocurra, la situación se volvería insostenible e iría a un estallido.

En el otro polo parece encontrarse la posición de Alemania, donde el gobierno de Merkel mantiene su línea dura de exprimir hasta el último centavo de los países deudores. Pero este es un “escenario ideal” para la euro-burguesía que no está claro que pueda llegar a aplicarse, y tampoco convence a todos sus socios de la eurozona. En las discusiones del salvataje de 2015, esto llevó a fuertes tensiones entre los miembros del propio bloque regional, algunos de los cuales consideraban que había que suavizar la posición frente a Grecia.

Actualmente la Unión Europea está atravesando una fuerte crisis, agravada enormemente tras el triunfo del Brexit en el referéndum británico y el crecimiento de la ultraderecha xenófoba en toda la región. La eterna e imposible de solucionar crisis de deuda se suma a la crisis de los refugiados, a la amenaza percibida (real o exagerada) del terrorismo, a una economía que sigue estancada y sin recuperar puestos de empleo, a la difícil posición frente a la competencia del gigante exportador chino, etc. La crisis griega tiene la potencialidad de volver a poner al rojo vivo todas esas contradicciones.

La situación griega hoy es insostenible. El gobierno de Syriza avanza hacia una grave crisis y una posible caída en el mediano plazo. La supuesta “izquierda radical” ganó las elecciones con una campaña y una trayectoria anti-austeridad, pero con la contradicción de no querer cancelar el pago de la deuda externa, recuperar su moneda soberana y romper con la Unión Europea neoliberal. Por ello ante el dilema de la crisis de deuda y la posible asfixia financiera, Tsipras cedió en toda la línea y abandonó todo su programa. Esto le quitó a Syriza su razón de ser, y todo su proyecto político parece estar al borde del derrumbe.

En este desgaste, puede abrirse espacio político para las diferentes alternativas, tanto por izquierda como por derecha. En un primer momento, esto parece mantenerse dentro de los marcos del “establishment” neoliberal y republicano. Pero los aires de la coyuntura internacional pueden favorecer a la derecha xenófoba y nacionalista, como es el caso del grupo neonazi Amanecer Dorado. Este grupo, cuya cúpula se encuentra detenida (pero sin ilegalizar al partido), realizó una importante demostración de fuerzas[4]… reivindicando al gobierno de Donald Trump en EEUU. No sería de extrañar que este grupo encuentre un terreno mucho más fértil que antes para desarrollarse, con el enorme peligro que eso entraña para la izquierda, los inmigrantes, los trabajadores, las mujeres y la juventud.

Por otro lado, existe en Grecia una importante tradición de izquierda. Hace sólo dos años atrás el 63 por ciento de la población se manifestó en un referéndum por un resonante “NO” a los acuerdos brutales y humillantes propuestos por la Unión Europea. Una gran cantidad de huelgas generales y sectoriales se llevaron adelante desde el comienzo de la crisis, además de enormes movilizaciones populares. A esto se suma una fuerte organización “desde las bases”, que en este momento desarrolla principalmente tareas de solidaridad con los inmigrantes y paliativas de la brutal crisis social entre los griegos. Por todo esto la izquierda también podría encontrar espacio para avanzar en caso de una profundización de la crisis política. Esta es la perspectiva que hay que llevar hasta el final, para imponer una salida obrera y socialista a los ajustes, la miseria, el sometimiento a la UE y la amenaza fascista.

[1] Opinión pública que además está muy girada a la derecha con el “efecto Trump” y el Brexit, y que sigue en la tónica nacional-imperialista: “nuestro propio capitalismo primero, lo demás después”. Esto en el terreno de la deuda significa no querer hacer ninguna concesión hacia los países endeudados: exigir que se cobre hasta el último centavo y que no se preste ninguno más, por más que eso pueda llevar a un estallido de la eurozona.

[2] “Syriza” es el acrónimo de “Coalición de la Izquierda Radical” en griego.

[3] GREXIT? ‘Joining the Euro was WRONG’ say Greeks as majority claim bloc WILL collapse, Vickiie Oliphant (Express), 9/1/17, consultado en http://www.express.co.uk/news/world/751028/Greece-regrets-joining-Eurozone-fears-European-Union-collapse-Grexit

[4] « Greek far right praises Trump immigration, travel curbs » https://www.youtube.com/watch?v=TUh1hHu83ho

Por Ale Kur, SoB 413, 2/2/17

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