Abr - 7 - 2017

Nada será como hasta marzo

“Se acercan los 500 días de Macri. Quedan lejos de los míticos primeros 100, cuando se dice que las decisiones tienen más capacidad de aceptación y coerción. Cambiemos desechó esa oportunidad, acaso por una de sus decisiones más lúcidas: optar por el gradualismo, ante la minoría legislativa y una sociedad ambivalente a las mutaciones profundas. Esa lucidez, sin embargo, no pudo evitar una fatalidad: aun el gradualismo sería resistido, como lo muestran los conflictos actuales. Tal vez una miopía en el cálculo de las relaciones de fuerzas llevó a pensar que las configuraciones estructurales del poder, esos ‘movimientos orgánicos’ que describió Gramsci, podrían removerse sólo con el impulso de un partido nuevo, no hegemónico, y poco conectado con la cultura popular. Quizás faltó un amplio acuerdo multisectorial, y aun un gobierno de coalición, para encarar las reformas de fondo.

Lejos de pensar en eso, el gobierno ensaya ahora una respuesta ‘a lo Thatcher’: mostrarse firme ante las huelgas, procurando exhibir autoridad y determinación. Son las antiguas consignas de la resistencia; no nos torcerán el brazo, no pasarán. Pronto sabremos si esta actitud heroica es un destello de lucidez o un nuevo síntoma de miopía política” (Eduardo Fidanza, La Nación, 25/03/17).

El paro nacional de hoy ha sido un paro histórico. No todos los paros son iguales, y este se distingue por su masividad, por la contundencia que refleja que pararon las capas más profundas de los trabajadores.

El paro general de hoy es la coronación de seis históricas jornadas de masas el último mes y medio que amenazan con abrirle una crisis política a un gobierno que la juega de “autista”. Se pueden hacer muchas cosas con este paro nacional, menos desconocerlo, actitud que cuando el paro aún no termina, parece ser el camino elegido por Macri y su séquito.

Incluso la jugada de reprimir los piquetes llevados adelante por la izquierda y el activismo, les salió mal. Porque si finalmente logró el desalojo de la Panamericana, esto ocurrió cuando los manifestantes se estaban yendo y habían logrado su objetivo en los lugares más neurálgicos de todo el país.

Tampoco para la dirigencia de la CGT las cosas son simples. Convocó a un paro dominguero. Pero el propio paro fue el subproducto del desborde del 7 de marzo y, además, el rol de la izquierda le marca la cancha de diversas maneras, algo inocultable cuando Pablo Moyano, también los dirigentes de la CTA, salieron a condenar abiertamente los cortes.

La verdadera victoria de la jornada de hoy está en los trabajadores que, con sus propios métodos de lucha como es un paro nacional, podrían llevar las cosas a una nueva situación política que signifique una crisis política gubernamental en regla.

Porque este paro general y el mes y medio de históricas movilizaciones, ya marcan un antes y un después para el gobierno de Cambiemos. Paradójicamente, los elementos sociales y político-electorales se realimentan (no se anulan) evidenciando un gobierno en minoría.

El macrismo y los K quieren jugar la trampa de una falsa polarización. Se trata de dos opciones de los de arriba, ambas al servicio de los capitalistas. Son dos caras de una misma moneda con el objetivo de que los de abajo no puedan seguir un curso independiente.

Pero la realidad del último mes y medio muestra otra cosa: que la verdadera polarización es la que se está produciendo entre el gobierno (y la clase capitalista como un todo) y los trabajadores; tal cual se ha venido observando en estas últimas semanas de movilizaciones.

Además, se ha abierto una vacancia política donde no todos los que se alejan del gobierno reaccionario quieren volver a los últimos doce años K; una vacancia política que la izquierda está en crecientes condiciones de postularse para llenar.

La combinación de estos elementos, pero sobre todo la contundencia de la bronca y la respuesta que crecen desde abajo parecen estar abriendo una nueva situación política, donde de todos modos no debemos -ni por un instante- perder de vista el rol traidor de las direcciones sindicales tradicionales.

Lo que está colocado es la derrota del ajuste de Macri y sus políticas reaccionarias; pero el rol conservador de estas direcciones es todavía un escollo a superar para concretar los objetivos de la lucha; entre ellos, los de la lucha docente aún abierta. Una pelea que no será fácil, pero que ante la evidencia de un gobierno autista y en minoría, que no le cede una “mesa de diálogo” a los jerarcas sindicales, es muy probable que tenga nuevos capítulos.

Un parazo nacional

Dediquémonos a profundizar en el carácter del paro. Su característica principal la hemos señalado ya: tiene que ver con la masividad de una medida de fuerza que expresa no solamente un malhumor “reivindicativo”: mucho más que eso, expresa una ruptura política de los trabajadores con el gobierno macrista.

Triaca ha salido a decir que fue “dispar, mucho menos contundente en el interior del país que en los centros urbanos”. ¡Pero esto es una ridiculez porque en los grandes centros urbanos vive el 90% de la población! Otros voceros del gobierno afirmaron que “si no hubiera habido paro de transportes y piquetes, la gente hubiera ido a trabajar”…

¿En qué país viven? Tan grande es la bronca por abajo, que esta afirmación carece de sustento. Los trabajadores no pararon “obligados por las circunstancias”: ¡pararon porque no se aguantan más a Macri!

Por eso el paro abarcó capas tan amplias. Es verdad que la CGT se cuidó de convocarlo antes. Se esmeró también porque tuviera un carácter dominguero; una maniobra en la que viene en cierta forma fracasando en los últimos años, porque el activo creciente de la militancia de la izquierda le coloca un condimento y llena el vacío que dejan los burócratas.

Pero más allá de esto, cuando se da semejante masividad en una medida de fuerza, la misma es indicadora de algo. Y ese algo es el alejamiento de una inmensa porción de los trabajadores que identifican a Macri como su enemigo y que tomaron en sus manos la medida para mostrar su enojo.

Es difícil hacer a estas horas, cuando todavía no ha terminado el paro, una evaluación precisa gremio por gremio; pero a simple vista es observable cómo el grueso de la industria, la educación, la justicia, la administración publica, el transporte y un largo etcétera están paralizados.

Hasta se podría decir que la contundencia de la medida es tan grande que incluso “abruma” a los dirigentes cegetistas, los mismos que huyeron como ratas por ser abucheados como traidores sólo un mes atrás.

Es que convocar al paro general y romper con el gobierno no era (¡no es!) su plan. Y ahora acabamos de tener un paro histórico. Y, para colmo, el gobierno aparece encerrado en su “relato” de no convocar a una “mesa de diálogo” de conjunto sino sólo “sectorialmente”, lo que les hará más difícil dejar diluir todo como si tal cosa.

Un gobierno en minoría

Las cosas se agravan por el comportamiento autista del gobierno. Festejó el 1A (la “marcha por la democracia”) como si hubiera sido una movilización de masas, y la verdad que fue una marcha minoritaria. Con el cerrado apoyo de la patronal y el imperialismo, Macri pretende hacerse el distraído.

El sábado pasado salió con un video asquerosamente anti-obrero a condenar a los que se movilizan “por la coca y el choripán”, y exagerando hasta el hartazgo lo que fue una manifestación de su carácter minoritario como gobierno. Una movilización socialmente monocolor (de la clase media alta), agresiva con cualquier otro sector, que expresa la ceguera de contentarse con ser un gobierno en minoría, sin cualquier política que le permita enlazar con otros sectores (que no sea la del ajuste y la represión).

Este es uno de los contenidos de las jornadas del último mes. Entre ellas, de la histórica lucha de los docentes, sobre todo los de la provincia de Buenos Aires. Independientemente de su resultado inmediato (el paro viene retrocediendo por responsabilidad de las direcciones burocráticas; aunque todavía quizás no esté dicha la última palabra), el efecto político de estas históricas jornadas de lucha ha sido que el gobierno perdió todo un sector que lo había votado, simplemente por repudio a los K en la búsqueda de una solución a sus problemas que no hallaron en ellos (la continuidad del capitalismo, sea bajo el color político que sea, lleva a que finalmente los trabajadores se harten de cualquiera de sus variantes; se cansan de que su vida cotidiana de explotación sigua igual).

Durante un largo año hubo una gran confusión (confusión a la que, atención, colaboró a pie juntillas la CGT): se creía que un gobierno de CEOs y empresarios podía venir a hacer “la vida mejor”…  Pero en las últimas seis semanas ese relato se ha literalmente derrumbado bajo el martillo de la bronca y la protesta, así  como también sobre el yunque de la falta de sustento económico de los anuncios de una “recuperación” que a estas alturas parece un chiste (aumento de precios sin fin, de tarifas, caída de la producción, despidos y suspensiones mediante).

“Amarga teatchers”

Se ha abierto, así, una coyuntura paradójica que combina lo social y lo político, y donde podría plantearse imponerle una derrota de magnitud al gobierno. Macri acaba de decir que “no hay plan b”; están jugando a hacerse los “thatcherianos” (como señala agudamente Fidanza en la cita que encabeza este editorial); de ahí que los docentes le hayan puesto a la cínica de Vidal el apodo de “amarga teachers”.

Pero para ser un gobierno thatcherista hay que tener los atributos del caso. ¿Los tiene el gobierno? Que tiene la vocación, no hay ninguna duda. Sería un error tomar el gobierno a la ligera cuando tiene el apoyo unificado de la gran patronal y el imperialismo, gran patronal e imperialismo que temen “la vuelta al régimen populista”…

Por lo demás, si es verdad que el paro salió por el desborde del 7M y que la izquierda tuvo gran presencia hoy en los piquetes, es la dirección sindical tradicional la que mantiene el monopolio de la representación de los grandes sectores de los trabajadores; conclusión: nunca hay que olvidarse de su rol pérfido y de que ya está pensando cómo vuelve a su plan original: cómo logran pactar con Macri y desactivar una coyuntura cuyo dinamismo podría dar lugar a consecuencias insospechadas y desbordes. De ahí que todos muestren profesión de fe de “defensa de la democracia” –una maniobra que significa pleitesía con la gobernabilidad patronal-, cuando las libertades democráticas siempre han sido cuestionadas por los capitalistas y su brazo armado, nunca por las luchas populares.

De todos modos subsiste el problema que, como señalábamos arriba, desconocer completamente la realidad como hace Macri, no parece ser la mejor receta. Las relaciones de fuerzas en la Argentina no son las de la Inglaterra de Thatcher; en todo caso hay que imponer derrotas de peso para lograrlo (por lo menos una derrota a lo Menem en los años 90).

Incluso el ciclo regional no parece estar ayudándolo del todo a Macri. Es que si ha habido un giro hacia la derecha en el último período, podría estar abriéndose una nueva coyuntura más progresiva; una coyuntura de polarización con desbordes a derecha, pero también a izquierda.

La realidad muestra que los nuevos gobiernos conservadores no logran estabilizarse del todo. Insistimos. La coyuntura regional giró a la derecha; esto es un hecho. Y los ataques que gobiernos como los de Temer en Brasil (de todos modos, en la cuerda floja) o Macri en la Argentina llevan adelante, son graves.

Sin embargo, las relaciones de fuerzas siguen ahí: no logran ser modificadas de manera consecuente. Esto termina marcándoles la cancha a los gobiernos y abre la posibilidad de un rebote hacia la izquierda; incluso de una eventual derrota de sus planes de ajuste y reaccionarios, y de una eventual salida anticipada de los mismos (esto último más probable con Temer que con Macri).

Una pelea que no es nada fácil, en primer lugar por el problema de la dirección. La CGT siquiera ha roto con Macri; la CTA y los K con su prédica de defensa de la democracia, en realidad sobreactúan algo que, de todas maneras, afirman abiertamente: que quieren que “Macri gobierne hasta el último día” (Yasky), que la salida de fondo es “ir a votar calladitos en Octubre” (Magario, intendenta K de La Matanza y kirchneristas en general).

Nuevas tareas y nuevas fuerzas

Es aquí donde se coloca el creciente rol de la izquierda en nuestro país. Ha venido acumulando de manera progresiva; incluso dando saltos en calidad.

Y cuando se dinamiza la coyuntura nacional de esta manera, recordamos aquella definición de Lenin en 1905 cuando decía que las nuevas situaciones planteaban nuevas tareas y nuevas fuerzas para acometerlas.

Claro, se trataba aquello de una revolución, cosa que no estamos viviendo hoy evidentemente en nuestro país, pero sí se está dando una importante dinamización de los desarrollos, por lo cual nos cabe de alguna manera este mismo criterio: nuevas tareas y nuevas fuerzas para las corrientes de la izquierda y nuestro partido.

Los vectores del desarrollo actual pasan por dos lados. Por un lado, en lo que tiene que ver con jugarse en la lucha de clases cotidiana, directa entre las clases. Ejemplo: los piquetes de hoy en la pelea por dar un carácter activo en el paro, tarea en la cual la izquierda en general y nuestro partido en particular, cumplimos un papel significativo; cuestión que, por lo demás, tiene enorme valor educativo para nuestra joven militancia.  

Más difícil es transformar este activismo en una construcción orgánica en el seno de los trabajadores; una tarea estratégica que en ningún caso debe perderse de vista. Experiencias como la lista Multicolor en el SUTEBA muestran una acumulación: el peso de la izquierda entre sectores que van algo más allá de la vanguardia.

Por otro lado, está el peso creciente de la izquierda a nivel político-electoral; cuestión que podría transformarse en una gran palanca y oportunidad si al mismo tiempo que evitamos todo infantilismo izquierdista, nos cuidamos también de caer en derivas oportunistas tipo cooperativa electoral a secas como el FIT.

Esa es la experiencia que con cuidado, midiendo milimétricamente cada paso, estamos recorriendo desde la Izquierda al Frente por el Socialismo (Nuevo MAS, MST). No vamos a decir lo que no es: se trata de un frente único de tendencias políticas, de un frente único de dos partidos con enormes diferencias políticas, un frente único en el terreno electoral. Frente único que supone, al mismo tiempo, el debate político abierto franco y claro ante toda la vanguardia.

Pero que más allá de las dificultades y diferencias, viene avanzando en intentar al menos cuestiones mínimas como declaraciones comunes frente a los eventos de la lucha de clases, columnas comunes cada vez que está la oportunidad, etcétera. Es decir: evitar el sectarismo ridículo y estéril.

La construcción de nuestro frente, que todavía tiene que ser instalado de manera mucho más amplia, se produce cuando se ha abierto una coyuntura de enorme vacancia política: los sectores que rompen con el gobierno no necesariamente van a volver con los K: 12 años de experiencia es mucho tiempo para que, simplemente, sectores enormes de la juventud y los trabajadores vuelvan a confiar en Cristina Kirchner.

De ahí el valor de un nuevo frente de independencia de clase como el que hemos conformado entre el Nuevo MAS y el MST: se trata de poner sobre la mesa una alternativa de clase, socialista, de los trabajadores; una alternativa política frente a ambos sectores políticos de los patrones: Macri y los K. Y, en ese camino, instalar voceros, figuras de los de abajo como nuestra compañera Manuela Castañeira, que se está ganando un creciente lugar como figura joven y combativa emergente de la izquierda.

Así que esta es la conclusión: la nueva coyuntura política abre un enorme desafío para avanzar en la construcción de una dirección de alternativa de los trabajadores; para ocupar la vacancia política desde una alternativa de independencia de clase de los trabajadores que, al mismo tiempo, deje atrás las prácticas puramente oportunistas y sectarias del FIT dando, además, un salto cualitativo en la construcción de nuestro partido: ¡porque hay que saber darse las nuevas fuerzas para las nuevas tareas!

Por Roberto Sáenz, Editorial SoB 420, 7/4/17

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