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Abr - 15 - 2017

Desde que le puso los puntos sobre las íes a François Fillon y a Marine Le Pen, envueltos en escándalos de corrupción, durante el debate presidencial televisado con los once candidatos, la campaña de Philippe Poutou se encuentra en pleno ascenso. Ninguneado por los medios masivos hasta entonces, ridiculizado por su programa anticapitalista que presenta medidas de fondo que salen del dogma neoliberal de la flexibilización cada vez mayor, su audiencia se multiplica, en las redes sociales, en las calles, y en los propios medios que ahora se ven obligados a darle espacio a un candidato que despertó una enorme simpatía popular. Pero junto a esta simpatía entre los explotados, Poutou despierta cada vez más el odio y el miedo de las clases dominantes.

El Front National, cuya candidata Marine Le Pen se quedó sin respuesta frente a la intervención de Poutou que le recordó que él no tenía ninguna “inmunidad obrera” cuando la policía lo llamaba a declarar, a diferencia de Le Pen, que se protege de sus escándalos de corrupción gracias a la inmunidad parlamentaria, intentó contraatacar acusando a Poutou de no ser un “verdadero obrero”, sino que se la pasaba “haciendo sindicalismo”. Lamentablemente para el Front National, que se hace pasar por “popular”, sí, Philippe Poutou es un “verdadero obrero” que pasa 30 horas por semana en la fábrica de Ford Blanquefort, que sólo tiene 20 horas mensuales libres para realizar su actividad sindical como delegado de la CGT. Pero que igualmente logra ser al mismo tiempo militante político revolucionario, capaz de hacerle caer la máscara antisistema al Front National que se protege con las leyes favorables a los políticos profesionales. Una vez más, incluso luego del debate televisivo, Poutou logra desenmascarar al Front National: su calumnia contra él sólo demuestra el carácter profundamente antiobrero del FN, que cree que los “verdaderos obreros” sólo están ahí para producir ganancias y no para osar abrir la boca y opinar políticamente.

A las calumnias del FN se suman los editorialistas burgueses escandalizados, que no dejan de gastar ríos de tinta en denunciar la “vulgaridad” de Poutou, su carácter “peligroso”, su “insolencia” en ese gran momento de la “democracia” que es la elección presidencial. Es inaceptable para ellos que un “outsider” como Poutou, un obrero anticapitalista que “estrenó” la validación de su candidatura presidencial por el Consejo Constitucional participando de una huelga junto a sus colegas contra los despidos al lunes siguiente, irrumpa en ese maravilloso ejercicio democrático donde se le pide a los explotados y oprimidos que elijan a su próximo verdugo, y ose hacer saltar por los aires toda la “solemnidad” de un debate entre políticos de carrera, cada uno más servil que el otro a los intereses de las clases dominantes, y diga lo que millones de franceses piensan: que antes de hablar del problema de la “deuda del Estado” o de realizar su campaña reaccionaria contra los “asistidos”, deberían llamarse a silencio, embarrados como están por los escándalos de corrupción.

Les resulta inaceptable que un candidato a la elección presidencial defienda otra forma de hacer política, una forma colectiva, por fuera de las instituciones, basada en la organización y en la lucha y que se presente al debate como se presenta todos los días a trabajar: vestido como una persona normal y no con trajes de lujo que ningún trabajador podría pagarse. “Fue al debate en pijama”, fueron las palabras llenas de desprecio de Marion Maréchal Le Pen, heredera del millonario Marie Le Pen, y que sin dudas jamás vio un obrero de carne y hueso…

El impulso de una campaña de los de abajo

Ese “pijama”, Philippe Poutou lo lleva triunfante a los mitines de campaña que ahora realiza a sala llena, como una especie de trofeo frente al odio de clase que le profieren los escribas de la burguesía, como el “filósofo” Luc Ferry, ministro de Educación durante los gobiernos de derecha de Raffarin, que se escandalizó de que el candidato del NPA fuera al debate presidencial “en musculosa”…

Porque precisamente, si la campaña de Philippe Poutou conoció un tal impulso en las últimas semanas, es porque se hizo el portavoz de millones de explotados y oprimidos que no se pasean por los estudios televisivos de traje y corbata para salvar sus puestos, que no ganan salarios astronómicos para defender al personal político de la burguesía, sino que sufren todos los días la explotación capitalista, que viven las consecuencias de la crisis que la burguesía intenta descargar sobre los trabajadores, que están hartos de las promesas incumplidas de políticos que jamás en su vida tuvieron un verdadero trabajo. Desde su intervención en el debate, Poutou cuadruplicó el número de “Me gusta” en su Facebook oficial, realizó mitin tras mitin superando todas las expectativas de asistencia (en algunas ciudades, duplicando el número de asistentes a sus mitines de campaña de 2012), y multiplicó sus apariciones mediáticas; varias encuestas de voto marcan una clara progresión del candidato anticapitalista, pasando de 0,5-1% a 1,5-2% e incluso 2.5%. Tal éxito de una campaña que no cuenta con los enormes medios materiales que tienen a disposición los candidatos burgueses sólo puede explicarse porque decenas de miles se identifican con la intervención combativa del candidato anticapitalista, que lo consideran “uno de los suyos”, capaz de encarnar a través de sus intervenciones las vivencias cotidianas de millones.

La campaña de Philippe Poutou intenta ser un canal de expresión de esta bronca de los de abajo, de todas las luchas que se desarrollaron los últimos años, como la movilización masiva contra la reforma laboral, las peleas en defensa de los servicios públicos, en defensa de los derechos de las mujeres y de todos los sectores oprimidos. El enorme eco de la campaña es además la prueba de lo equivocado de las posiciones ultraizquierdistas sobre las elecciones: mientras los sectores autonomistas militan por un “boicot” que apenas sirve para reconfortar la “radicalidad” autosuficiente de un sector minoritario de ultravanguardia, el NPA se dirige a través del megáfono de las elecciones a millones de trabajadores y de jóvenes con un programa de ruptura de fondo con el sistema capitalista.

La campaña, además de proponer una serie de medidas de urgencia para paliar a la grave crisis económica y social que lleva al flagelo de cerca de seis millones de desocupados y nueve millones de pobres, defiende una perspectiva de transformación de fondo de la sociedad, contra la pasividad y el escepticismo que sólo llevan a reforzar a la extrema derecha. “Desde que somos niños nos dicen que el mundo es como es y que no podemos hacer nada”, reza el segundo video de campaña de Philippe Poutou, “pero ustedes y yo lo sabemos bien, hay algo que no cierra. Porque cuando levantamos la cabeza y cuando nos negamos a ser sometidos, ellos entran en pánico”. En el medio de la calma de una campaña presidencial que nos llevaba indefectiblemente a elegir, como si no hubiera otra alternativa, entre la misma receta neoliberal globalizadora de Emmanuel Macron y el repliegue nacionalista, racista y xenófobo de Marine Le Pen, irrumpió un trabajador que decidió levantar la cabeza, y los hizo entrar en pánico. Ahora se trata de convertir toda esta simpatía en una importante elección del NPA, que demuestre que una alternativa a la política de austeridad de la burguesía es posible, y que sectores amplios de los trabajadores y la juventud apoyan un programa alternativo de ruptura con el capitalismo. Es la posibilidad, además, de preparar la necesaria resistencia ya que, gane quien gane, los ataques contra la clase trabajadora se van a profundizar en el próximo periodo. Una vez más, como señala el clip de campaña: “La elección no va a cambiar las cosas, pero votar el NPA es decirles que no vamos a parar después de las elecciones”.

Por Ale Vinet, SoB Francia, 13/4/17

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