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Abr - 20 - 2017

Este domingo se realizó el tan esperado referéndum constitucional en Turquía[1]. En el mismo se sometió a votación la reforma del régimen político, para dar comienzo a un sistema presidencialista dejando atrás el modelo de “democracia parlamentaria”. Esto quiere decir concentrar gran parte de los poderes en mano de la presidencia, fortaleciendo los rasgos autoritarios y personalistas del régimen.

La propuesta de reforma constitucional fue el caballito de batalla del presidente islamista Recep Tayyip Erdogan, que apostó todo su capital político a su triunfo. El resultado, como era de esperar, favoreció al oficialismo, aunque por muy escaso margen: 51,4% de los votos contra el 48,6%. La diferencia es menor al millón y medio de votos.

Es importante hacer algunos señalamientos sobre este resultado. En primer lugar, hasta los propios números son dudosos: pesan sobre ellos acusaciones de fraude, realizadas por toda la oposición. Se han denunciado una gran cantidad de irregularidades en las papeletas electorales (afectando hasta dos millones y medio de votos) y en todo el proceso en general. Por esto mismo existen varias presentaciones judiciales solicitando que el referéndum se declare inválido en su totalidad (aunque difícilmente vayan a prosperar debido a la sumisión de la justicia al poder político).

En segundo lugar, la campaña electoral hacia el referéndum se desarrolló en un clima de terror político, donde la campaña del “NO” estuvo prácticamente ilegalizada y sus partidarios perseguidos con dureza. Allí donde no intervenía el Estado directamente para reprimir, lo hicieron las patotas oficialistas del partido dominante AKP (“Partido de la Justicia y el Desarrollo”).

Por último, el referéndum también es tramposo desde el punto de vista de que no pone a discusión y voto de la población el conjunto del régimen político (ni mucho menos sus aspectos económicos y sociales), sino solamente unas reformas específicas que ya habían sido acordadas de antemano por el partido gobernante y sus aliados. Solo se podía responder por “si” o por “no” a la aprobación de esas reformas en bloque, lo que le quita todo carácter democrático inclusive abstrayéndose de todo el resto de las condiciones concretas en que se desarrolló.

Aún con todos estos señalamientos, el resultado del referéndum tiene “sabor a poco” desde el punto de vista del partido gobernante. El presidente Erdogan se jugó a “todo o nada” con la iniciativa del referéndum. Pretendía conseguir un triunfo por amplio margen que le permitiera presentarse como líder indiscutido de la nación, consolidando su bonapartismo. El escaso margen del resultado (agravado por las denuncias de fraude y la crítica internacional) muestra más debilidad que fortaleza: queda claro que Turquía se encuentra profundamente dividida, y que ni siquiera apelando a la represión y la manipulación Erdogan puede mostrar una mayoría concisa.

Para comprender esto, es necesario tener en cuenta el panorama más de conjunto de la situación política. Erdogan viene consolidando en los últimos años un régimen político cada vez más represivo, autoritario y personalista. Luego del intento fallido del golpe de Estado que realizó un oscuro grupo de militares el año pasado, Erdogan profundizó todas estas características, purgando a más de un millón de empleados del Estado, encarcelando en masa a opositores, ilegalizando en los hechos al partido prokurdo y de izquierda (“Partido Democrático de los Pueblos” o H.D.P. por sus siglas en turco), prohibiendo casi cualquier manifestación de oposición, clausurando sistemáticamente a los medios de comunicación independientes (y hasta poniendo en prisión a sus periodistas), etc. etc. Es decir: Turquía se convirtió prácticamente en una dictadura con una fachada institucional “democrática”. El referéndum constitucional tenía por objetivo darle a este nuevo régimen una apariencia de legitimidad popular y de formalidad legal.

Pero ningún referéndum puede ocultar que la sociedad se encuentra enormemente polarizada, es decir, dividida en dos enormes bloques políticos irreconciliables y cada vez más enfrentados entre sí.

El partido islamista gobernante posee una importantísima base social, que se comporta como un movimiento de masas (con sus organizaciones verticalmente dirigidas). Se trata de un sector muy conservador ideológicamente, muy religioso y nacionalista, con un núcleo militante numeroso y fanático. Estos sectores “duros” que conforman su columna vertebral comparten el objetivo de Erdogan: restaurar en Turquía la gloria del viejo Imperio Otomano, con sus bases de legalidad y legitimidades religiosas, con todo su poderío militar y su capacidad de liderar la región. Se trata de un proyecto imperialista que pretende no solo establecer una hegemonía nacional turca, sino recuperar el rol de Turquía como cabeza de la comunidad islámica internacional. Este proyecto genera un gran poder de atracción entre amplios sectores de masas, especialmente entre los más empobrecidos y de menor nivel cultural, y entre sectores conservadores de las clases medias.

Pero de la misma manera, este proyecto suscita también un importantísimo rechazo. Choca de lleno con las tendencias históricamente laicas, muy poderosas en la sociedad turca desde la caída del Imperio Otomano y el gobierno de Ataturk (considerado fundador de la Turquía moderna). Estos sectores son muy importantes numéricamente entre las clases medias y altas urbanas. Entre ellos se encuentra el principal partido de oposición (“Partido Republicano del Pueblo” o CHP), que cuenta con importantes figuras, medios de comunicación, etc.

También se oponen a Erdogan gran parte de las minorías nacionales, especialmente del pueblo kurdo, en cuyas provincias viene triunfando arrasadoramente el Partido Democrático de los Pueblos. Este es el segundo gran partido de oposición, cuyos líderes y gran parte de sus diputados están encarcelados tras la deriva autoritaria de Erdogan. Sus alcaldes fueron removidos de sus puestos por el Estado y gran parte de sus locales sufrieron ataques y atentados.

Por último, junto a estos sectores, es importante señalar también la oposición de una juventud combativa y laica, de una impronta de izquierda. Es la que se manifestó en Parque Gezi en 2013, en protestas multitudinarias que abrieron una crisis en el gobierno de Erdogan. También pueden incluirse aquí las organizaciones políticas y sindicales de rasgos clasistas y anticapitalistas.

Estos amplios sectores de oposición son los que pese a todo votaron el “NO” en el referéndum (y algunos inclusive intentaron esbozar una campaña opositora en las peores condiciones). Desde el domingo se vienen realizando importantes manifestaciones de estos sectores en rechazo al resultado y al fraude electoral. Estos sectores podrán ser víctimas de una represión feroz (Erdogan acaba de renovar nuevamente el “estado de emergencia” precisamente con este fin), pero no saldrán de la escena en el corto plazo: por el contrario, es muy posible que aumenten cada vez más los niveles de confrontación.

Por último, es importante señalar también que a nivel internacional existe un rechazo cada vez mayor hacia el gobierno de Erdogan. Inclusive la Unión Europea, que lo sostuvo y financió para que actué de “guardia fronterizo” contra los inmigrantes sirios, lo critica cada vez más. Sorprendentemente, tampoco hubo buena recepción por parte de Estados Unidos, aliado estratégico de Turquía por su pertenencia común a la OTAN. Se trata en todos estos casos de gestos diplomáticos hipócritas e inconsecuentes, pero que reflejan un aislamiento cada vez mayor del autoritarismo del AKP: poco tiempo atrás era presentado por el imperialismo como el modelo de “partido islamista democrático” que debía seguir todo Medio Oriente tras la Primavera Árabe, pero ahora se volvió indefendible hasta para sus propios promotores.

En cualquier caso, el mundo entero debe condenar al régimen reaccionario de Erdogan. Este debe ser derrotado en las calles por la movilización de los trabajadores, de la juventud, de las mujeres, de los kurdos y de todas las minorías oprimidas, para que pueda nacer una verdadera democracia.

[1] Sobre el recorrido político que precedió al referéndum y las características de la reforma propuesta, ver el artículo “Turquía – El referéndum constitucional agrava la crisis política”. Por Ale Kur, SoB 417 (edición digital), 16/3/17. http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=9383

Por Ale Kur, SoB 422, 20/4/17

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