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Abr - 27 - 2017

En las semanas anteriores, cubrimos desde este periódico las peripecias de la política exterior de Donald Trump, caracterizadas por el despliegue de una fachada militarista cada vez mayor[1]. Así en unas pocas semanas Trump lanzó misiles contra Siria, utilizó la “madre de todas las bombas” en Afganistán y amenazó con utilizar la fuerza contra Corea del Norte. Se trata de “gestos de autoridad” más simbólicos que reales, ya que en ninguno de esos casos llegó a intervenciones militares auténticas, con despliegue de tropas y enfrentamientos. Ni siquiera inició una campaña sostenida de bombardeos aéreos contra el régimen de Al Assad ni osó atacar al de Kim Jong-Un, lo que significaría una escalada bélica “de verdad” y no solamente fuegos de artificio.

Detrás de esos gestos amenazantes se encuentran serias dificultades por parte del gobierno Trump. En cuanto a su proyecto geopolítico, como describimos en una nota anterior[2], el “establishment” político-militar estadounidense logró mantenerlo “en caja” en los asuntos más esenciales: la relación con Rusia, la pertenencia a la OTAN, la necesidad de una política cautelosa y no aventurera hacia China. De esta manera, la aparente agresividad de Trump no es exactamente un “giro político” (como sí lo hubiera sido una alianza político-militar con el régimen de Putin, tal como Trump postulaba originalmente). Se trata más bien de una continuidad con la línea geopolítica anterior, pero con rasgos más “confrontativos” y fuertes dosis de imprevisibilidad. Trump en ese sentido parece, por el momento, una variable más volátil y provocadora de la misma orientación.

Pero el epicentro de los problemas de Trump está en el “frente interno”. Al momento de escribir esta nota, se acerca el cumplimiento de sus primeros 100 días de gobierno. En ese periodo, no se puede decir que haya estado plagado de éxitos. Más bien hasta el momento predominan las frustraciones, que ponen en cuestión tendencialmente su capacidad para dirigir el país. Estos aspectos también están detrás de sus gestos militares hacia el exterior: Trump necesita mostrar autoridad hacia afuera para consolidar su apoyo hacia adentro uniendo a la población en una lógica de confrontación con “los enemigos de EEUU”. Esto contiene el peligro de que, en caso de aumentar las dificultades, Trump redoble la apuesta exterior con una guerra de verdad, para intentar quitar de la escena política los problemas interiores. Esta grave perspectiva no puede descartarse en el horizonte.

Pero revisemos entonces los aspectos de la política interior de Trump.

100 días de gobierno y pocos logros para vender

Uno de los grandes ejes del proyecto de Trump era “blindar” a Estados Unidos contra la inmigración. Esto vale tanto para los países de América Latina (a los que pretendía controlar con el muro de México) como para los países musulmanes, a los que dirigió su veto migratorio.

En primer lugar, el muro de México todavía no parece haber agregado muchos ladrillos, si es que tiene alguno nuevo. Se habló mucho sobre quién tenía que pagarlo: Trump quería pasarle la factura al gobierno mexicano, a lo que este último se negó rotundamente. Al día de hoy se sigue discutiendo su financiamiento, pero no parece haber una fecha clara para el comienzo de su construcción.

En cuanto al veto migratorio a los países musulmanes, el mismo se encuentra trabado en la justicia sin poder aplicarse, ante la rebelión de los jueces que lo consideran contrario a la “democracia constitucional”. Trump debió pagar el costo político de la medida con un escándalo nacional e internacional, pero ni siquiera pudo mostrar el “gesto de autoridad” de aplicarlo hasta el final.

Otro aspecto es la promesa de tirar atrás el “Obamacare”, el sistema de seguros médicos implementado por la administración Obama[3]. Al día de la fecha Trump no logró todavía que el Congreso de EEUU lo derogue y reemplace por otro. Cuando se intentó hacer, los propios congresales del Partido Republicano anunciaron que no votarían a favor de la propuesta, lo que llevó a que la misma no se pusiera en consideración.

Aquí quedó expuesta la división en las filas del Partido Republicano: un sector conocido como “Freedom Caucus”, heredero del extremismo del “Tea Party”, presiona a Trump para que vaya mucho más a fondo en los recortes fiscales y que acabe con todo tipo de “populismo”, es decir, de ayuda del Estado a los sectores más desfavorecidos. Pero al mismo tiempo, Trump no puede tampoco satisfacer plenamente a este sector, ya que llevaría a la rebelión de los sectores más “moderados” y al alejamiento de un sector de la base republicana (los sectores de trabajadores blancos del centro del país), que por su bajo nivel de ingresos son beneficiarios de los planes de asistencia que se encuentran amenazados por Trump.

Al día de la fecha, Trump parece finalmente haber llegado a un acuerdo con el “Freedom Caucus”. Resta por verse si esto le daría una mayoría en el Congreso para imponer, esta vez sí, la caída del “Obamacare” y su reemplazo por una versión mucho más neoliberal. Todavía debe pasar la prueba de los hechos.

Otro eje de las promesas de Trump fue el de recuperar el empleo nacional por la vía de establecer barreras proteccionistas contra la producción exterior. Sin embargo, al día de hoy, no parece haberse establecido ningún nuevo arancel significativo. A Trump sólo le quedó el intento de “convencer” a los empresarios norteamericanos de que regresen la producción al país, cosa que no parece haber dado ningún fruto. Por el momento, en este rubro solamente puede atribuirse como éxito propio la retirada de EEUU del TTP (tratado de libre comercio con el área del Pacífico), que no tiene un efecto tangible ya que éste no había llegado a comenzar a implementarse.

A todo esto se suman los sucesivos escándalos que padeció la administración Trump como consecuencia del “affaire Rusia”: las acusaciones de haber establecido vínculos políticos con el gobierno de Putin, lo cual le valió al presidente norteamericano su primera crisis ministerial con la renuncia del general Flynn como asesor de seguridad nacional.

Por último, es importante señalar que se manifestó en las calles una masiva oposición a muchas de sus medidas y su política en general, como se vio en las multitudinarias marchas de mujeres que se desarrollaron apenas asumió su mandato. Trump mantiene todavía una importante base social propia, pero el país se encuentra muy polarizado con millones oponiéndose de manera visceral a su proyecto. Este componente es potencialmente explosivo en el mediano-largo plazo.

Nuevos ataques en el horizonte contra la clase obrera: un brutal ajuste fiscal

La iniciativa de Trump gira en este momento alrededor de una nueva ofensiva contra los trabajadores y los sectores empobrecidos de EEUU. Se trata de la propuesta de rebajar masivamente los impuestos a las grandes empresas, lo que dejaría un “agujero negro” billonario en el presupuesto nacional, que sólo podría cerrarse con enormes recortes al gasto fiscal. La reducción de impuestos llevaría, del 35% que hoy pagan las corporaciones, a sólo un 15%: es decir, menos de la mitad.

La administración Trump sostiene que estos recortes no existirían, porque supuestamente, debido a la baja de los impuestos, más empresas se radicarían en EEUU y de esta manera, aumentaría la masa tributable, reestableciendo el equilibrio fiscal. Esto se trata de un mito ridículo que nadie puede tomarse en serio (probablemente ni siquiera los propios republicanos). Una cuenta sencilla nos indica que para recuperar los impuestos que dejarían de cobrarse (más de la mitad de la recaudación existente actualmente), la cantidad de empresas tributando debería más que duplicarse. ¿Trump espera una duplicación de la inversión? No se entiende como esto ocurriría, siendo que EEUU apenas está logrando comenzar a recuperarse lentamente de la crisis de 2008: el propio FMI publicó en octubre del año pasado que la expectativa de crecimiento de EEUU para 2017 es de un modesto 2,2% del PBI[4].

En estas condiciones, una rebaja a los impuestos de las empresas se vería acompañada tarde o temprano de un salvaje recorte a los planes de asistencia social, a la inversión en investigación y desarrollo, etc. Esto aumentaría todavía más la enorme desigualdad social que existe en EEUU, dejando bajo la línea de pobreza a millones de personas en el mismísimo corazón del capitalismo mundial. Muchos de estos aspectos ya pueden verse en la propuesta de Presupuesto 2018 que presentó el oficialismo[5].

En síntesis, el gobierno de Trump se mueve entre ataques a los trabajadores, iniciativas políticas fallidas, gestos militaristas de cierto riesgo pero poco contenido real y promesas grandilocuentes de escasa verificación práctica. Queda por verse si este cóctel avanza en el sentido de una estabilización del gobierno de Trump (con nuevas medidas que puedan hacer avanzar la implementación de su proyecto político) o si, por el contrario, termina desembocando en su erosión y potencial crisis política.

[1] Estados Unidos – De la “madre de todas las bombas”… a la flota que nunca existió, Por Elías Saadi, SoB 422, 20/4/17 http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=9595

[2] Estados Unidos – Los giros de Trump en relación a Rusia: ¿volviendo a lo de antes?, Por Ale Kur, SoB 421, 13/4/17 http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=9549

[3] Estados Unidos – Trump lanza una nueva oleada de ataques contra la clase trabajadora, Por Ale Kur, SoB 418, 23/3/17 http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=9437

[4] Fuente: World Economic Outlook (WEO). Subdued Demand: Symptoms and Remedies, October 2016. Chapter 1: Global Prospects and Policies. http://www.imf.org/external/pubs/ft/weo/2016/02/

[5] Estados Unidos – Trump lanza una nueva oleada de ataques contra la clase trabajadora, Por Ale Kur, SoB 418, 23/3/17 http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=9437

Por Ale Kur, 26/4/17

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