Socialismo o Barbarie
N° 19

I Seminario Internacional del PSOL

Desafíos y realineamientos en el marxismo revolucionario

Por Marcelo Yunes

Entre el 19 y el 21 de agosto, en Río de Janeiro, se realizó el primer Seminario Internacional del PSOL (Partido Socialismo y Libertad), en el marco de una situación política brasileña, latinoamericana e internacional cruzada por interesantes procesos políticos y desafíos para la izquierda revolucionaria. A continuación, un resumen de los debates y la ubicación de las organizaciones presentes, que abarcaban a la mayor parte del espectro de fuerzas políticas importantes, del continente y de fuera de él, que se reivindican del socialismo revolucionario.

Además del partido anfitrión, estuvieron presentes dirigentes de Venezuela (del nuevo Partido Revolución y Socialismo-PRS, así como también compañeros de la central obrera venezolana, la UNT, y otros sindicatos); de Francia (François Ollivier, de la Liga Comunista Revolucionaria, y François Chesnais, de la revista marxista Carré Rouge), de Inglaterra (Chris Bambery, del Socialist Workers Party-SWP, y una delegación del Comité por una Internacional Obrera-CWI Militant), de EEUU (Ahmed Shawki, de la International Socialist Organization-ISO), de Argentina (el MAS, el MST en sus dos fracciones, Mario Cafiero y SR) y otras fuerzas de Chile, Perú y México. Roberto De la Cruz, del Instrumento Político de los Trabajadores de Bolivia, envió una adhesión. El evento tuvo lugar en el sindicato petrolero y contó con la asistencia regular de unos 200-250 compañeros. La gran mayoría, lógicamente, eran militantes del PSOL, venidos de 15 estados de Brasil.

En un marco de bastante entusiasmo en el PSOL ante la crisis política y las oportunidades que se le abren al nuevo partido (tema tratado en el número anterior de SoB), el debate que de manera explícita o implícita atravesó todo el temario (informes internacionales, Brasil, Venezuela y México) fue el de reagrupamiento. Esto es, los criterios políticos, los posibles actores, los ritmos y los objetivos de un marco común para las fuerzas de la izquierda revolucionaria (en realidad, ni siquiera hay acuerdo en la denominación, ya que la mayoría prefirió hablar en términos más vagos de una «izquierda radical»).

La discusión tuvo en cuenta el contexto de la nueva coyuntura internacional y en particular de Sudamérica (continente reconocido por todos los presentes como el más dinámico en cuanto a procesos sociales y políticos). Por ejemplo, los informes internacionales sobre Francia, Inglaterra y EEUU coincidieron en señalar el desarrollo de luchas de trabajadores o del movimiento antiguerra en sus países en una escala interesante. Asimismo, hubo obvias menciones a la crisis política brasileña, como también al proceso revolucionario en Bolivia y en Venezuela, y la fuerte implantación en la vanguardia de la izquierda marxista argentina.

Más allá de la heterogeneidad de la composición del seminario y de las claras diferencias que mantenemos con la mayoría de las organizaciones, consideramos que es un error darle la espalda (como hicieron, por ejemplo, el PO y el PTS) a espacios de debate, de eventuales iniciativas comunes o potencial reagrupamiento de las fuerzas marxistas revolucionarias. Es sabido que no existe ninguna Internacional revolucionaria en tanto tal, sino más bien corrientes y partidos. De modo que por fuera de instancias como este seminario, encuentros como los del Foro Social Mundial y otros –que por otra parte no son resolutivos ni comprometen a nada a sus asistentes–, no hay discusión internacional real, sino sólo autoproclamación sectaria. Por otra parte, en reuniones de este tipo se puede intentar también llevar adelante, con los alcances y límites que las circunstancias permitan, cierta coordinación de campañas específicas o generales de solidaridad obrera y antiimperialista.

El debate sobre los criterios para un reagrupamiento

Aunque la amplia mayoría de las organizaciones y tendencias presentes tienen su origen en el movimiento trotskista y se reivindican marxistas revolucionarias, los criterios político-programáticos que definirían la inclusión (y exclusión) en un espacio común de los potenciales actores fueron muy diversos. El tono general fue, en nuestra opinión, demasiado difuso y dejando puertas peligrosamente abiertas a alianzas de signo de clase indefinido.

Así, por ejemplo, Ollivier, de la LCR y el Secretariado Unificado, propuso unir a los antineoliberales que a) además, sean «anticapitalistas radicales», y b) «no entren a gobiernos burgueses». Lo que, sin ser incorrecto, nos parece insuficiente (y, de paso, motivó miradas azoradas entre varios de los presentes, que recordaban que Democracia Socialista, segundo partido en importancia del SU hasta su reciente ruptura, tenía y tiene un ministro en el gabinete de Lula).

En una sintonía similar, Chris Bambery del SWP sostuvo que la línea demarcatoria de la recomposición de la izquierda obrera no era la que separaba reformistas de revolucionarios, sino «izquierda neoliberal versus izquierda radical que levanta demandas de contenido revolucionario». Y de manera aún más difusa, João Machado (miembro de la Ejecutiva del PSOL que viene de DS) trazó la línea entre quienes «defienden de manera consecuente los intereses populares» y los que no. Por su parte, Miguel Sorans (MST-El Socialista) propuso agregar al criterio anticapitalista de Ollivier el de definirse como socialista, lo que dejaría afuera, entre otros, a... Mario Cafiero, quien a su turno, lógicamente, propuso vertebrar el reagrupamiento alrededor del eje «antiimperialista».

Desde un ángulo un poco distinto, Pedro Fuentes, del MES –y también, aunque no intervino en ese punto, Alejandro Bodart del MST-Alternativa Socialista, en un artículo publicado en AS 411 [1]–, ubica la discusión en el marco de la pelea por la influencia de masas en varios países. En función de esa meta se ordenan y subordinan los criterios de reagrupamiento, lo que explica que Fuentes saludara de manera entusiasta, y como si fueran expresión de fenómenos comparables, la experiencia de Respect en Gran Bretaña, la formación del PSOL, el giro a la izquierda del zapatismo y... el frente del MST con Mario Cafiero. La pasión por «hacer política de masas» es lícita en la medida en que busca escapar del sectarismo estéril, pero no puede ser al costo de perder de vista los parámetros de una política revolucionaria y de clase.

En ese sentido, resultó extraño y preocupante que casi todas las corrientes presentes tallaran en el debate sobre reagrupamiento sólo, o esencialmente, a partir de definiciones político-ideológicas difusas, como «izquierda radical» y las otras variantes ya citadas, en vez de partir, como es tradicional en el marxismo, de criterios sociales y políticos básicos. En primer lugar, qué clase o sector de clase expresan los movimientos sociales, partidos, corrientes o personalidades que se aspira a reagrupar en un marco común.

Por supuesto, este criterio no tiene por qué ser sectario: está claro que se debe aspirar a contener expresiones sociopolíticas de sectores oprimidos y explotados, incluso aunque no pertenezcan de manera directa a la clase trabajadora. Pero esto tiene sentido sólo si se verifican dos condiciones: primero, que sectores de la clase trabajadora y su representación política tengan clara hegemonía, [2] y segundo – lo que no es más que un corolario de esto–, que ningún reagrupamiento motorizado por socialistas revolucionarios puede incluir a corrientes, partidos y/o personalidades que no hayan roto claramente con la clase capitalista y que no sean políticamente totalmente independientes de ella.

Desafíos y peligros: los casos de Brasil y Venezuela

Es en este terreno de las definiciones de clase donde se concretan los perfiles de reagrupamiento propuesto por cada organización, ya que aporta un parámetro político objetivo y mucho más mensurable que definir, por ejemplo, si se es más o menos «consecuente» en la «defensa de los intereses populares», o si el izquierdismo de uno es más o menos «radical» que el de otro.

En el debate sobre Brasil, con excepción de los compañeros de Praxis (corriente marxista revolucionaria del PSOL que hace parte de SoB Internacional) y del MAS, no hubo ningún alerta ni resguardo desde la Ejecutiva o desde las organizaciones presentes en el sentido de establecer pautas clasistas para la acción política del PSOL, en particular en el terreno electoral. Es comprensible el entusiasmo por aprovechar las oportunidades. Pero las experiencias del pasado (como la del propio MAS de los 80, de la que fueron parte algunos miembros de la actual Ejecutiva del PSOL) muestran que por seductora que parezca la perspectiva de «conquistar influencia de masas», la «audacia táctica» no puede hipotecar una construcción revolucionaria. En esta misma edición, los compañeros de Praxis alertan sobre los riesgos de ceder a la tentación electoralista y hacer confluir al PSOL con sectores políticos pequeñoburgueses o burgueses.

En el caso de la discusión continental o internacional de reagrupamiento, en el seminario resultó patente una postura, salvo excepciones, casi acrítica y muy poco independiente respecto de Hugo Chávez y el Movimiento V República. O, en todo caso, y tal como expresó sin ambages Roberto Robaina, del MES, se planteó que el centro de la política es el frente único antiimperialista con Chávez. Para no hablar de los dirigentes europeos y el MST-Alternativa (no así, justo es decirlo, el MST-El Socialista), para quienes el principal enemigo era el sectarismo contra Chávez.

A decir verdad, y aun considerando que el PRS es una formación heterogénea y de frente único, los propios compañeros venezolanos se mostraron mucho más críticos de Chávez que la mayoría de los asistentes, al menos en su prensa y en el informe de Miguel Angel Hernández. Por ejemplo, hicieron énfasis en dos elementos nuevos de la situación venezolana: que empieza a haber movilizaciones independientes del chavismo, y que un sector de la burguesía se muestra proclive a pactar con Chávez. Expresión de eso fue la información de que el famoso ALBA –la «alternativa bolivariana» al ALCA en la que los neoreformistas en América Latina, y muchos honestos militantes del PSOL en el seminario, depositan expectativas– está enterrado, o en todo caso no consiste en otra cosa que en cerrar acuerdos bilaterales con las burguesías de la región.

De todas maneras, las voces críticas al chavismo no fueron la tónica del seminario, que parecía mostrar un consenso en que parte de la «gran política» para ganar influencia de masas en la región es aprovechar la existencia de un «gobierno antiimperialista e independiente» y actuar en frente único con él. El hecho de que se trate de un gobierno nacionalista burgués –con todas las condiciones particulares y señalamientos que se quieran hacer– no parece ser un obstáculo para la mayoría de las corrientes que dirigen el PSOL y de las organizaciones presentes.

En conclusión, el seminario mostró, por así decirlo, dos caras: por un lado, se constituyó en un ámbito de debate real y vivo entre organizaciones marxistas revolucionarias de origen muy diverso. En este tipo de encuentros comienzan a procesarse experiencias políticas y de la lucha de clases en un marco que no establece exigencias organizativas fuera de lugar para un proceso de reagrupamiento que aún está en sus comienzos. En ese sentido, tiene su lugar y su valor. Pero por otro lado, el perfil político-programático que empieza a delinearse –por ahora como una especie de «sentido común» compartido, más que como un acuerdo efectivo y formal– genera las reservas apuntadas. Sobre todo en lo que hace a definir un claro carácter de clase en la política de reagrupamientos y alianzas, que nos parece una coordenada estratégica esencial. Es imprescindible sacar las lecciones necesarias para que las perspectivas actuales favorables al relanzamiento de la perspectiva revolucionaria y socialista no se frustren en aras de encandilamientos tacticistas.

Notas:


[1].- Texto en el que, a despecho de las pretensiones de mostrarse como «izquierda renovadora» (a tono con el perfil de la campaña electoral del MST), se repiten hasta el hartazgo los viejos lugares comunes de fines de los 80. Entre ellos, la «situación revolucionaria abierta en 1989», «estamos transitando la etapa que los trotskistas esperamos durante décadas», etc., para terminar proponiendo tácticas «amplias y audaces», a nivel nacional e internacional. En suma, la reedición del tacticismo de «aprovechar las oportunidades», en clave de fuga hacia adelante (se llega a decir que «en Argentina logramos más diputados que en la época del MAS [de los 80]», como si eso compensara otras minucias como, por ejemplo, un partido dividido en dos fracciones).

[2].- Un ejemplo son los movimientos de desocupados en Argentina, donde la orientación del Frente de Trabajadores Combativos demuestra que aun en medio de las tremendas presiones sociales objetivas hacia el movimientismo y el «piqueterismo» se puede llevar adelante una política de unidad de clase.

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