Socialismo o Barbarie
N° 19

Este trabajo de un dirigente del SWP británico, editado en International Socialist Journal 103, verano 2004, constituye una elaboración marxista seria sobre una región del mundo que resulta aun hoy virtualmente desconocida para los socialistas revolucionarios latinoamericanos: el subcontinente indio. Si bien el texto tiene algo más de un año, consideramos que por su carácter de estudio histórico-político general –más allá de los matices– su publicación representa un aporte al acervo internacionalista de los activistas hispanoparlantes. La traducción es de M. Yunes.

India

 

Una aproximación a su realidad

 

Por Chris Harman

 

Primera parte

El resultado de la elección de mediados de mayo en India sorprendió a todos los observadores de todas clases. Tanto en la izquierda como en la derecha se esperaba que el chauvinismo hindú del Partido Bharatiya Janata (sigla en inglés BJP) lograra fácilmente otro mandato de cinco años. Había poco más que profundo pesimismo en la izquierda después de que en las elecciones en tres estados del norte de India se impusiera el BJP por amplia mayoría. Los neoliberales de todo tipo descontaban la victoria, dado que aceptaban la afirmación del BJP que India “brillaba”, por cuanto las reformas para “liberar” las empresas facilitando que los ricos se hicieran más ricos estaban destinadas, según ellos, a ayudar a los pobres. Un informe del Banco Mundial de este año ensalzaba su performance: “India está a una distancia llamativamente corta de lograr un crecimiento económico anual del 7,5% o más, lo que debiera acercarla a los niveles de los tigres asiáticos y llevar a una caída significativa de la pobreza. [1] Hasta ex marxistas como Meghnad Desai [2] y Nigel Harris [3] coincidían en esto, y declaraban que se había encontrado una nueva forma de hacer avanzar el crecimiento económico y que esto conduciría, de manera sostenida aunque lenta, al fin de la pobreza.

Sin embargo, la conclusión casi unánime de los observadores tras la elección fue que los pobres habían votado contra el BJP porque India no resultaba “brillante” para ellos. El BJP perdió casi la tercera parte de su representación parlamentaria y permitió al Partido del Congreso renacer de sus cenizas, ya que consiguió aumentar en un tercio su bancada y se ubicó como el partido más votado por primera vez en diez años. De hecho, el sistema electoral uninominal de la India* deformó hasta la exageración el cambio en la votación; tanto el Partido del Congreso como el BJP obtuvieron menos votos que en la última elección de 1999. [4] Pero el BJP y sus aliados recibieron una paliza en lugares en los que confiaban en obtener victorias aplastantes, como Gujarat. Una encuesta post electoral en el importante estado de Andhra Pradesh mostró que el 54% creía que “sólo los ricos se han beneficiado” de las políticas económicas del gobierno, y sólo el 16% creía que “ha llegado la prosperidad”. [5] 

No se trata de una rutinaria renovación parlamentaria. En el núcleo del BJP existe una organización compacta, el RSS, conducida casi de manera militar y basada en inculcar la idea de la superioridad hindú sobre los 150 millones de musulmanes del país, así como en incitar reiterados ataques armados contra las minorías religiosas. Hace solo dos años el RSS alentó disturbios en uno de los estados más desarrollados de la India, Gujarat, que desembocaron en la muerte de 2.000 musulmanes, mientras que en el gobierno estatal del BJP se aseguró de que la policía sólo interviniera para apoyar a los atacantes y el gobierno nacional encabezado por el BJP calculaba el rédito electoral que obtendría. Nada de esto, por supuesto, evitó que George Bush abrazara al primer ministro indio, Vajpayee, como un aliado en la “Guerra contra el terrorismo”, o que el neolaborista británico David Blunkett usara a India como plataforma de lanzamiento de una de sus iniciativas “antiterroristas”.

El BJP y el RSS se lamerán sus heridas en los próximos meses. Pero, ¿significa esto que el Partido del Congreso recuperará el rol político dominante que supo tener, que la India entrará en una nueva era de estabilidad política y que el RSS y sus organizaciones por frente han desaparecido para siempre como amenaza?

En este artículo intento demostrar por qué no es así, junto con aportar una guía aproximada a lo que realmente viene pasando, así como sugerir algo de lo que debería estar haciendo la izquierda.

Crecimiento económico

El capitalismo indio ha crecido enormemente desde la independencia en 1947, y lo sigue haciendo. Los intentos de negar esto por parte de amplios sectores de la izquierda india llevan a darle la espalda a la realidad y a estrategias que pueden a veces parecer heroicas pero están condenadas al fracaso.

Pero esto no significa que India está por transformarse insensiblemente en una economía industrial avanzada, como argumentan los neoliberales. El proceso de acumulación capitalista es siempre una dinámica contradictoria que crea reiteradas crisis económicas, sociales y políticas, y muy en particular en los capitalismo más débiles y económicamente menos desarrollados.

La evidencia estadística del crecimiento industrial de la India es incuestionable. El producto manufacturero creció a un promedio de un 5,3% anual entre 1950 y 1981, y un 6,4% anual entre 1981 y 2000. El producto agrícola creció un 2,3% anual promedio en el primer período mencionado, y un 3,8% anual en el segundo. [6] De modo que el producto de las manufacturas era 12 veces mayor en 2001 que en 1951, y el producto agrícola cuatro veces mayor. La forma en que ciertas regiones de la India han cambiado drásticamente con la industrialización es evidente para cualquiera que en las últimas dos décadas haya visitado lugares como Mumbai (Bombay), Chennai (Madras), Hyderabad o Bangalore. Se ha acumulado capital, y esta acumulación ha transformado las vidas de decenas de millones de personas.

En lo que se equivocan los apologistas del capitalismo es en igualar este crecimiento con una elevación general de la sociedad que barriera implacablemente la pobreza y la opresión. De hecho, en todas partes el crecimiento capitalista viene acompañado hoy de una intensificación de algunas formas de opresión y por profundos bolsones de pobreza que en algunos lugares se expanden y en otros se contraen. E incluso donde hoy hay crecimiento, no hay garantía alguna de que vaya a continuar sobre ruedas en los próximos años. El ejemplo de países como Argentina –o incluso Japón– debería resultar prueba suficiente de ello.

El crecimiento indio no ha sido parejo nunca en ningún punto de las últimas cinco décadas, sino que fue signado por continuas fluctuaciones, y los últimos cinco años no han sido la excepción. Así, la producción manufacturera creció un 6,7% en 1999-2000, un 5% en 2000-2001, un 2,7% en 2001-2002 y un 5,3% en 2002-2003. [7] La disparidad se debe en parte a la sostenida importancia de la agricultura. Si hay un año de monzón malo, los problemas agrícolas frenan la expansión industrial; si hay un buen monzón, como en 2003, toda la economía puede dar un salto hacia delante. Entre las razones por las que India parecía “brillar” esta primavera estuvieron justamente las lluvias del verano pasado. Pero hay otras razones para las desigualdades además del clima. El crecimiento capitalista tiene lugar siempre mediante súbitas alzas y luego detenciones repentinas. Esto se debe al rol central que juegan las decisiones de los grandes capitalistas sobre si invertir o no. Si las decisiones son positivas hay un rápido crecimiento en el Mercado; si son negativas, hay estancamiento o contracción. Este ha sido el comportamiento de India en el ultimo medio siglo, con “no más de diez años de altas tasas de crecimiento, seguidas casi invariablemente por bajas”. [8] Cuanto más se abstiene el estado de controlar la economía en los intereses de la clase capitalista en su conjunto, mayor la probabilidad de que estas decisiones de inversión sean erráticas, y más desigual será el desarrollo económico.

Las recientes tasas de crecimiento han dependido de muy altos niveles de ahorro e inversión, de entre el 25 y el 30% del producto total. Pero estos niveles son muy difíciles de sostener, y ya hay ciertas señales de retroceso. En todo caso, no son suficientes como para justificar las exageraciones sobre un “gigante económico emergente” al nivel de China (cuyo nivel de inversión es de un colosal 40% del producto). Las cifras de la Organización Mundial del Comercio muestran que el porcentaje de las exportaciones indias sobre el total cayó de un 0,8% en 2002 a un 0,7% en 2004, lo que la ubica en el puesto 31. En cambio, los porcentajes respectivos para China muestran un aumento del 5,1% al 5,9%. [9]

No obstante, incluso los niveles actuales de ahorro e inversión solo pueden sostenerse si la clase capitalista acumula una masa de plusproducto a expensas de amplios sectores de la población. Hay acumulación de riqueza en un polo, y todavía depende de la acumulación de pobreza en el otro, más allá de lo que diga el Banco Mundial.

La predicción de éste del fin de la pobreza descansa sobre cifras oficiales que muestran un supuesto descenso de un 10% en la última década en la proporción de gente viviendo en la pobreza. Pero en el mismo período ha habido una caída del consumo de alimentos en las áreas rurales donde viven dos tercios de los indios. Abhijit Sen, en su reexamen de las cifras oficiales, concluye que el número total de personas viviendo en la pobreza probablemente ha crecido a lo largo de los 90, que el porcentaje de gente debajo de la línea de pobreza a caído sólo muy ligeramente, y que en términos del combate contra la pobreza los 90 fueron una “década perdida”. [10] La gente bajo la línea de pobreza en 2002 alcanzaba un 35% de la población india, unos 364 millones de personas. Pero incluso estos datos subestiman el nivel de sufrimiento en la “India que brilla”, como puntualiza Sen: “la alimentación inadecuada está mucho más extendida que el hambre o el ingreso de pobreza. La mitad de todos los niños se encuentra clínicamente desnutrida y casi el 40% de todos los indios adultos sufren de deficiencia crónica de energía”. [11]

La pobreza en la que viven amplios sectores de la población se vio gráficamente durante una elección del BJP en la ciudad de Lucknow en abril, cuando 22 mujeres y 3 niños murieron aplastados en una avalancha de miles de personas para recibir saris gratis [una vestimenta típica india. Trad.], cada uno de los cuales valía 45 rupias (92 centavos de dólar).

Los apologistas del capitalismo dicen que el crecimiento económico cortará de cuajo y de manera automática esta pobreza mediante la creación de nuevos puestos de trabajo. Pero la inserción de la India en el sistema mundial implica que la inversión industrial es abrumadoramente capital intensiva (esto es, que ahorra fuerza de trabajo), con una relación capital-producto sustancialmente más alta a partir de los 90. Apenas ha habido incrementos en el número de empleos industriales en los últimos años. Y la agricultura es incapaz de absorber una fuerza de trabajo rural que crece en unos tres millones por año. De modo que continúa el flujo de gente del campo a la ciudad, donde se encuentran con niveles de desempleo del 10% o más. Algunos pueden encontrar trabajo en el sector de servicios, donde el empleo está creciendo. Pero aunque una parte de este sector es altamente productiva, esa parte es muy pequeña. Por ejemplo, los tan publicitados call centers emplean sólo a 100.000 personas, el 0,002% de la fuerza de trabajo del país. [12] Muchísimo más importantes son los empleos que requieren trabajo no especializado con muy bajos niveles de productividad por las 50 rupias (un dólar) que se necesitan para mantener una familia en niveles de subsistencia: barrido y limpieza, empleo domésticos, lavado de ropa, carga de carretillas, vendedores en rickshaws [especie de bicicleta con capacidad de carga muy común en todo el sur de Asia. Trad.], vendedores ambulantes, porteros, mozos, guardas. E incluso en este sector algunos puestos están amenazados por la tecnologías: por ejemplo, el uso de aspiradoras en vez de escobas, reemplazo del rickshaw a pedal por el motorizado, el uso del teléfono celular en vez del mensajero.

Los beneficiarios del crecimiento han sido los que ya eran acomodados, no la masa de la población. Después de 1993 el uno por ciento más rico vio crecer sus ingresos en un 50%, y el 0,1% más rico (un millón de personas), en un 200%. [13] Lo que suele llamarse el “Nuevo Mercado” para la “clase media” india abarco como mucho el 15% de la población, [14]  y para la gran mayoría de ellos el boom consumista se traduce en “aparatos de TV, teléfonos y casas con comodidades básicas” antes que “bienes de consumo durables, autos, teléfonos celulares y tarjetas de crédito”. [15]

La “nueva prosperidad” se distribuye muy desigualmente en el país. Nueva Delhi y Delhi siguen siendo ciudades muy diferentes, aun cuando se fusionen una con otra. En Mumbai, las zonas pobres más grandes de Asia sostienen al próspero sector de clase media de Bandhra. Viajar en carretera cuatro horas desde Chandigarh (en el límite con Punjab) hasta Delhi, y otras cuatro horas de Delhi a Aligarh (en Uttar Pradesh) es como pasar de un mundo a otro, desde un sector “en desarrollo” del Tercer Mundo a un Cuarto Mundo cuyas condiciones son próximas a las de África. Las cifras oficiales muestran un 41% de gente viviendo en la pobreza en Uttar Pradesh, un estado con una población de 170 millones (mayor que la de Rusia), y un 12% de pobreza en Punjab. Hay millones en la mayor pobreza incluso en las regiones “prósperas”: “Más del 70% de la población rural en Gujarat, Karnataka, Kerala, Maharashtra y Tamil Nadu consume menos de 2.200 calorías diarias”. [16] Punjab es uno de los estados donde el endeudamiento golpea duramente a los pequeños granjeros, con una creciente tasa de suicidios.

Hay “desarrollo”, pero es “desigual y combinado”. Cada vez más integrada al sistema mundial, la economía India se desarrolla conforme a las leyes de ese sistema. Por un lado hay creciente capital intensivo en la industria y mecanización de la agricultura en las regiones más productivas. Por el otro, hay una creciente marginalización de sectores enteros de la población y regiones enteras. El “desarrollo” por ende necesariamente engendra profundas tensiones sociales que pueden estallar en repentinas confrontaciones de clase, pero también en fuertes choques dentro del pueblo alrededor de cuestiones de religión, etnia y casta. Un subproducto de esto ha sido la creciente conmoción en la superestructura política, de la cual los resultados electorales son la manifestación más reciente.

Del Raj al Partido del Congreso

El colonialismo británico arrojó al subcontinente indio al sistema capitalista mundial en desarrollo. Pero lo hizo de manera tal que India sufrió todas las características negativas del capitalismo sin ganar nada en términos de crecimiento agrícola o industrial. Los británicos asumieron la forma precapitalista de extraer la mayor parte del excedente a los campesinos vía impuestos, dejando una porción para que una clase explotadora precapitalista (los zamindars) se mantuviera en el lujo como terratenientes rentistas. Esto significó que no hubiera prácticamente ningún aumento en la productividad agrícola; el producto total creció aproximadamente al mismo ritmo que la población gracias al cultivo de mayores porciones de tierra, no en virtud de mejoras agrícolas (salvo el sistema de irrigación en el Punjab y sus colonias con canales).

La industria del telar manual de la India había sido el mayor exportador textil mundial en el siglo XVIII; los beneficios producto de las exportaciones habían quedado en manos de la British East India Company en vez de estar disponibles para la transformación de la producción artesanal en industria manufacturera, como ocurrió en Gran Bretaña. Más tarde, la imposición del libre comercio permitió a las exportaciones británicas la cuasi destrucción de la industria india. La desindustrialización fue el patrón a lo largo de la mayor parte del siglo XIX.

Hubo una cierta reindustrialización muy limitada a comienzos del siglo XX; por ejemplo, con la apertura de las fábricas textiles de Bombay y el desarrollo de la industria bengalí del yute. Pero estaba constreñida, y algunos de los propietarios empezaron a acariciar el sueño de un estado propio que los protegiera de la competencia británica y les permitiera convertir parte del excedente agrícola en acumulación propia.

La agitación por la autonomía y luego por la independencia que halló expresión en el Congreso Nacional Indio fue en gran medida el resultado de los esfuerzos de la burguesía culta (Gandhi era un abogado educado en las Inns of Court [Colegio de Abogados. Trad.] de Londres y Nehru fue educado en Harrow [una de las instituciones educativas más representativas de la élite británica. Trad.]). El resentimiento contra el dominio británico (y contra el racismo que lo acompañaba) los llevó al sueño de una India como estado moderno en el que ellos pudieran gobernar. Pero sectores del capitalismo indio sintieron una congruencia de intereses con estos agitadores burgueses y los financiaron en la medida en que éstos tenían llegada a las masas urbanas y, sobre todo a través de la mediación del lenguaje religioso y el atuendo tradicional de Gandhi, a las masas campesinas. Fue el industrial Birla el que discutió con los dirigentes del Congreso la manera de organizar el movimiento Quit India [Váyanse de la India] en 1942, y era en la casa de Birla en Nueva Delhi donde Gandhi residía cuando estaba en la ciudad.

La forma de “resistencia no violenta” impulsada por Gandhi –que se apoyaba en la acción disciplinada de grupos selectos de activistas devotos– era perfectamente apropiada en este marco. Infundía el sentimiento nacional entre las masas populares, pero permitía desactivar la agitación en el momento en que amenazaba ir en una dirección revolucionaria, lo que podía amenazar al capital local tanto como al dominio británico (como a comienzos de los años 20 y 30 y en el momento del motín de la armada Indo-Británica en Bombay en 1946).

Esta mezcla de sentimiento nacional burgués y frío cálculo capitalista explica las maniobras políticas en el período previo a la independencia y la partición en 1947. La Liga Musulmana, dominada por los grandes terratenientes musulmanes, había intentado resistir al Congreso y su orientación hacia el uso de la renta agraria para el desarrollo capitalista y ganando control sobre una India independiente. Levantó el reclamo por Pakistán en 1940 como un obstáculo a la independencia (un regalo muy bienvenido por la coalición de gobierno británica en tiempos de Guerra) y logró en 1946 y 1947 despertar un apoyo frenético para ese reclamo entre las clases media y baja musulmanas mediante la incitación deliberada a disturbios comunales. [17] El Congreso no estaba preparado para desafiar a la Liga Musulmana mediante una agitación revolucionaria que habría confrontado a campesinos de todas las religiones contra terratenientes de todas las religiones. En vez de esto, los dirigentes clave del Congreso optaron por aceptar la partición y luego combatir a Pakistán por el control de Cachemira. Esta opción, aunque onerosa, parecía aportar alguna posibilidad de obtener el excedente necesario para desarrollar India como un centro independiente de acumulación de capital.

Como en otras partes del mundo, el flamante estado independiente indio era un estado capitalista, con una diferencia. El capital privado por sí solo no podía organizar los recursos necesarios para esa acumulación independiente. Necesitaba que el estado se involucrara directamente en la tarea, así como una organización política con profundas raíces sociales para integrar a toda la sociedad india detrás de sus objetivos.

El Congreso era una organización de masas que cubría estas necesidades. El gandhismo le había permitido al partido atraer hacia sí a los rural notables y a los campesinos más acomodados en los cientos de miles de aldeas del país. Nehru había aportado una ideología de “socialismo” que combinaba la admiración por los éxitos de la industrialización al estilo soviético con promesas de reformas a favor de los pobres. Ambedkar, el dirigente dalit (“intocable”) más conocido, fue convocado para escribir una constitución que parecía desafiar el estado de opresión de las castas más bajas. Otras personalidades estaban lo suficientemente cerca de los intereses de los grandes industriales y terratenientes como para no sentirse amenazados por la retórica populista del partido oficial.

El modelo funcionó durante veinte años. El Congreso conservaba suficiente apoyo entre las masas para su estrecho sector social de clase media alta burguesa, en su mayoría angloparlantes, como para atarse a un único proyecto capitalista nacional a cientos de millones de personas fuertemente divididas por líneas de clase y que hablaban veintenas de lenguas diferentes. E hizo esto por medio de orientar una creciente proporción del producto nacional a la acumulación, lo que al principio parecía no hacer nada en favor de las masas populares.

Hubo una serie de mini crisis: una Guerra con Pakistán por Cachemira en la que nadie logró imponerse; un levantamiento campesino dirigida por comunistas en el ex principado de Hyderabad fue brutalmente aplastado; un choque con los intereses terratenientes dentro del Congreso mismo a principios de los 50 que resultó en el fin del sistema terrateniente de los zamindar; agitación de masas a mediados y fines de los 50 por el retrazado de las fronteras estatales acorde a las divisiones lingüísticas; el levantamiento influido por comunistas en Kerala en el sur y Bengala en el noroeste; otra guerra con Pakistán en 1965. Pero el Congreso se mantuvo unido y conservó su hegemonía sobre las clases y regiones más importantes. Para mucha gente, el Congreso era India, y Nehru era el Congreso.

La acumulación de capital era relativamente lenta; la tasa de crecimiento máxima obtenible parecía ser menos del 4% anual (lo que suele mentarse como la “tasa hindú de crecimiento”). Las grandes empresas nuevas podían trabajar frecuentemente a sólo el 40 ó 50% de su capacidad debido a la insuficiencia de mercados o materias primas. Sólo podía alimentarse a la población mediante masivas importaciones de granos, lo que ejercía presión sobre las reservas en divisas. Durante los 50 y comienzos de los 60 nada de esto parecía importar demasiado. Pero a mediados de los 60 y principios de los 70 las cosas parecían andar bastante a los tumbos. A los gobiernos les era difícil mantener en marcha la acumulación, a pesar de la caída del salario real y el creciente descontento popular.

La fragmentación del Congreso

La economía escapó de la crisis y reanudó su patrón de crecimiento (aunque todavía a una tasa relativamente lenta) a pesar de lo que muchos esperaban en ese momento. [18] Pero la estructura política estaba maltrecha. El crecimiento del período previo había llevado al surgimiento de nuevos intereses capitalistas en el campo y la ciudad que presionaban por su parte del excedente total. Creó también capas enteramente nuevas de la clase media, con una formación y una visión del mundo muy diferentes de las de la élite del Congreso, que era en su mayoría angloparlante. Algunos de los campesinos más ricos y viejos terratenientes se habían transformado en mini capitalistas que enviaban a sus hijos a recibir una educación con el objetivo de obtener lucrativos puestos en el gobierno. Su influencia les permitió empezar a colonizar los comités locales y regionales del Congreso, y usarlos para presionar por sus propias demandas: orientar parte del dinero de la industria capitalista a la agricultura capitalista. Y cada grupo local presionaba para conseguir fondos para su propia área y no para las otras.

Se volvió cada vez más difícil para los dirigentes del Congreso en el centro mantener conformes a los grupos rivales. Comenzaron a asomar problemas de lengua, casta y religión.

El grupo dominante por lo general consideraba al inglés como su primera lengua, aunque sólo un uno o dos por ciento del total de la población la dominaba y la gran mayoría no la entendía en absoluto. Poco más de un tercio de la gente que vivía en el “cinturón vacuno” desde el límite del Punjab en el oeste hasta el límite de Bengala en el este hablaba hindi, y los influyentes intereses que surgían en esta región exigían que fuera la única lengua nacional. Pero esto era inaceptable para aquellos criados en las muy diversas lenguas regionales del sur de India. Si el hindi fuera a ser la lengua nacional sería casi imposible para sus hijos hacer carrera en la administración pública. Si todos los que querían hacer una carrera en la clase media tenían que hablar inglés, todos tendrían la misma desventaja, de modo que hicieron presión para mantener el inglés como lengua oficial junto con el hindi. Y buscaron que las lenguas locales, no el hindi, tuvieran status oficial en los estados.

Entretanto, en cada región, los grupos en ascenso –especialmente el creciente número de graduados universitarios que no lograban los puestos bien pagos que buscaban– maniobraban uno contra otro. Una de las formas que adoptó esto fue el recurso a los pequeños nacionalismos, como el del partido Shiv Sena surgido en Maharashtra y que al principio se basaba en la oposición a los inmigrantes del sur de la India. Otra fue el aliento a los choques entre personas de religiones diferentes: la agitación comunal hindú contra los musulmanes –que favorecía al propio Shiv Sena– los dejaba fuera de los mejores empleos; los grupos musulmanes, a su vez, podían prometer la entrega de “bancos de votos” a los partidos que prometieran tomar en cuenta sus intereses; los grupos sikhs podían traficar sus demandas de cara a las facciones políticas rivales. Finalmente, la búsqueda de votos e influencia llevaba a los grupos a utilizar los lazos y animosidades de casta para arrastrar gente tras de sí.

Las castas dividen a la sociedad en grupos hereditarios de larga data no basados directamente sobre relaciones de producción, y de esta manera suele ser concebida como un mero vestigio de la sociedad precapitalista. Pero la idea de que las personas nacen dentro de una jerarquía “natural” siempre le viene bien a los de arriba en la medida en que tratan de mantener en su lugar a los de abajo en medio de vertiginosos cambios sociales y económicos. De ahí el crecimiento y la permanencia, bien entrado el siglo XX, de divisiones raciales en los estados del sur de EEUU y en Sudáfrica, o de las divisiones religiosas en Irlanda del norte. De manera similar, las castas han sobrevivido en la India no solo a lo largo del período de dominio imperial británico, sino que en ciertos aspectos ha aumentado su importancia.

Para las castas superiores tradicionales, en especial los brahmins, era un medio para intentar mantener su posición dominante en la administración pública (y, tras la independencia, en la maquinaria del Congreso) y su estatus superior como terratenientes en el campo. Para las castas medias (a las que ahora se llamaba, de manera confusa, “las otras castas atrasadas”), las redes de casta daban una sensación de seguridad en medio de las presiones del mercado, y les permitían afirman sus intereses en la competencia entre ellas. Para una minoría de ellas, convertida en granjeros capitalistas, la casta era también una forma de movilizar tras de sí a los campesinos más pobres en agitación contra el monopolio de las castas superiores en cuanto a influencia y puestos lucrativos, así como de unirse a los terratenientes para mantener bajo control a los dalits, cuyo trabajo también explotaban. Y para los dalits, la organización de casta era una forma de unirse, al menos en las urnas, contra la discriminación sistemática.

Al mismo tiempo, el crecimiento capitalista alentó a las castas bajas y medias a desafiar a las superiores, a la vez que presionaba a las castas superiores y medias a mantener la opresión sobre las inferiores. [19] Para los miembros más prósperos y educados de una casta, una manera de hacer las dos cosas era obtener el control sobre el aparato local del partido del Congreso y utilizarlo para acceder localmente a los recursos del estado. Pero esto acrecentó los problemas que enfrentaba el Congreso al intentar mantener unificados los dispares elementos de la sociedad. Había una creciente fragmentación del Congreso por la base, junto con la otra cara de esto, una creciente tendencia a la dominación autoritaria y unipersonal del partido en su centro como la única manera de mantener unidos los fragmentos.

Para el momento en que la hija de Nehru, Indira Gandhi (sin parentesco con el Mahatma) tomó el control del gobierno a fines de los 60, algunos de los fragmentos estaban a punto de separarse. Aparecen repentinamente dos coaliciones rivales de grupos de interés, cada cual reclamando el sayo del viejo Congreso. Esto tuvo lugar con el trasfondo de una floja performance económica, caída del salario real, una ola de huelgas en los centros industriales de Bengala Occidental que condujo a la victoria electoral del Partido Comunista allí, una radicalización política que llevó a miles de estudiantes a incorporarse a la extrema izquierda, agitación campesina en el norte liderada por uno de los dirigentes de la lucha por la independencia, J.P. Narayan, y una huelga nacional de ferrocarriles en la que hubo fuertes choques con miles de policías. De cara a una fragmentación que engrosaba los extremos, Indira Gandhi reaccionó con una medida extrema: encarceló a todos los dirigentes de la oposición con la proclamación de la “emergencia nacional” en 1975.

Esto no duró mucho. En 1977, Indira Gandhi creyó que tenía la oportunidad de fortalecer su gobierno a través de elecciones… y perdió contra una coalición de toda la oposición, el Janata Dal, que obtuvo una abrumadora victoria parlamentaria. Sólo que ésta se encontró tan incapaz como Gandhi de reagrupar a los fragmentados grupos de interés en una estructura política coherente. Los principales dirigentes de la coalición se enfrentaron entre sí, y antes de mucho Indira Gandhi era primer ministro otra vez.

Pero ya había pasado el tiempo en que las mayorías parlamentarias del Congreso podían tapar las contradicciones en el conjunto de la superestructura política. El partido se hizo cada vez más dependiente del centro en virtud de la afirmación de poderes casi mágicos para una familia (los descendientes de Nehru), y, en cada localidad, en virtud de la corrupción que producía disputas casi interminables entre los grupos rivales (con la dirección central alentando estas disputas de modo de mantener el equilibrio entre los grupos).

Un resultado significativo de estos métodos fue la sangrienta agitación alrededor de Khalistán –a favor de un estado sikh separado– en Punjab en los años 80. Punjab era la región cuya agricultura capitalista era más exitosa, y los intereses regionales de los granjeros organizados en torno al partido Akali Dal eran un serio cuestionamiento a la influencia local del Congreso. El hijo de Indira Gandhi, Rajiv, intentó reducir la influencia del Akali Dal apoyando a uno de los ambiciosos rivales sikh. Pero en cuanto el nuevo favorito sintió que tenía suficiente base propia se volvió contra los Gandhi e intentó separar al Punjab, con su riqueza agrícola, del resto del país. Tocó así una fibra sensible a una minoría de graduados universitarios sikhs sin trabajo que se volvió aún más ferviente en la agitación separatista, hostigando violentamente a sus oponentes tanto hindúes como sikhs. Indira Gandhi maniobró, en un intento de controlar la situación, exagerando la importancia de la agitación por Khalistán, presentándola como una amenaza a la “patria”, y envió al ejército indio a bombardear el lugar más sagrado de los sikhs, el Templo de Oro de Amritsar. Después de esto, sikhs enfurecidos, miembros de su custodia militar, la mataron a tiros, y una multitud hindú asesinó a cientos de sikhs en Delhi mientras los dirigentes políticos se aseguraban de que la policía no hiciera nada. Por otros cinco años Punjab estuvo en agitación en tanto los activistas armados pro Khalistán y las fuerzas de seguridad del estado indio se mataban entre sí y a cualquiera que se pusiera por delante (por ejemplo, miembros de la izquierda, fueran de origen sikh o hindú).

El episodio no condujo al colapso inmediato del Congreso, pero fue una prueba adicional de que el Congreso ya no estaba en condiciones de lograr lo que había conseguido en el pasado bajo Nehru: integrar a todas las clases y a todas las regiones del país tras los objetivos “desarrollistas” del capital indio. El fracaso del Congreso llevó a nuevas rupturas y al crecimiento de nuevos partidos regionales y basados en las castas. Pero las coaliciones de gobierno de 1989 y 1996 basadas en estos partidos también fracasaron. Tenían todos los defectos del Congreso a la vez que carecían de su única ventaja: la “magia” de la línea de descendencia de Nehru. Toda la superestructura política estaba en crisis.

La última pasión del Congreso: el giro al neoliberalismo

En el último período de Indira Gandhi y bajo su hijo Rajiv, el Congreso abandonó buena parte de su antigua retórica sobre ocuparse de los pobres y combatir la pobreza. Asimismo, redujo su interés por los sectores más oprimidos de la sociedad: los dalits, los pueblos tribales y los musulmanes, asumiendo que seguirían votando por el Congreso a falta de otra cosa. En cambio, el Congreso dirigió cada vez más su appeal a los sectores prósperos de las clases medias y los granjeros, llegando a apelar al chauvinismo hindú a punto tal que el RSS apoyó al Congreso en las elecciones metropolitanas de 1983 en Delhi. [20] Esto no logró evitar la derrota del Congreso y su salida del gobierno en 1989 tras un escándalo de sobornos (el caso Bofors), y no fue hasta 1991 –después del asesinato de Rajiv Gandhi a manos de un simpatizante de los Tigres Tamil de Sri Lanka– que volvió al poder.

Fue entonces que optó por un cambio completo de política económica. Abandonó el Viejo paradigma “desarrollista” basado en la protección de las industrias nacionales, un peso importante de la propiedad estatal y un complejo sistema de licencias y subsidios de importación. En su lugar puso un Programa de Ajustes Estructurales, medidas pro libre comercio, liberación de los movimientos de capital y una orientación hacia los mercados externos. La antigua retórica vacía sobre “socialismo” y “reducir la pobreza” cedió paso al llamado a los ricos a que ayuden a los pobres a enriquecerse.

En esto había un elemento de desesperación política. Si el Congreso ya no podía mantener agrupadas a las dispares élites locales, quizá podía apelar a la nueva capa de yuppies que surgía en las regiones más prósperas, que despreciaba a los pobres y a la que disgustaba la vieja retórica pseudosocialista. Pero no se trataba sólo de jugar una partida política. El giro correspondió a un cambio en la estrategia de los principales intereses capitalistas en India; un giro que admitía un paralelo con lo que estaba pasando entre las clases capitalistas y sus parásitos intelectuales en todo el Tercer Mundo.

El capital, que había crecido dentro de las fronteras nacionales, se sentía cada vez más constreñido por ellas. Quería el acceso a los mercados y al capital externos y alcanzar acuerdos de producción con las multinacionales más avanzadas, y eso no podía hacerse sin admitir la apertura del Mercado doméstico. Ahora se sentía con la suficiente confianza como para afrontar ese riesgo, precisamente porque se había beneficiado de 40 años de protección. La misma lógica de acumulación que lo había llevado, en una etapa, a consentir el “socialismo” de Nehru lo llevaba ahora a abrazar el neoliberalismo, el FMI el Banco Mundial y la OMC. La familia Birla, la misma que había hospedado a Gandhi, ahora se vanagloriaba de los éxitos de sus proyectos conjuntos con las multinacionales extranjeras.

Se trataba de un giro económico que se acomodaba al capital indio, pero no era suficiente para apuntalar al Congreso. A la victoria electoral de 1991 pronto le siguió la derrota. Porque a esa altura la larga y continua crisis de la superestructura política había abierto espacio para una fuerza política nacional rival, y con ella otro método para intentar integrar a todas las clases y grupos de presión tras el objetivo de la acumulación.

El lento ascenso del RSS

El rival del Congreso tenía sus orígenes en una organización supuestamente “no política” formada en los años 20, el Rashtriya Swayamsevak Sangh, o RSS. Su rol, según sus dirigentes, era rescatar la supuesta esencia hindú de India de la contaminación extranjera. Sólo de esta forma la “nación hindú” podía ser reconocida. Y la contaminación extranjera no provenía solo del imperialismo británico, sino sobre todo de la influencia musulmana. Los casi 200 años de dominio británico habían sido más cortos y, según creía el RSS, menos insidioso que los 600 años anteriores de dominio musulmán. Es por esto que se preparaban para la lucha en las calles contra los musulmanes, no para unirse al movimiento nacional contra los británicos, del que el RSS no participó.

Nunca se puede establecer una relación mecánica entre las ideas de las personas y sus intereses económicos de corto plazo, pero los intereses económicos suelen dar un marco a cómo ven las cosas y les facilita aceptar ciertas ideas. Y para los jóvenes miembros de la burguesía educada atraídos por el RSS, la competencia económica inmediata por puestos de trabajo no era con los británicos sino con los musulmanes (y, por supuesto, con los otros hindúes).

Las décadas que condujeron a la independencia estuvieron marcadas, por un lado, por una alternancia de movimientos unificados hindúes, sikhs y musulmanes contra el colonialismo, y por el otro, en choques entre grupos pertenecientes a distintos credos religiosos. Los miembros de la burguesía podían jugar un papel agitativo clave en ambas actividades. Podían articular la visión de que el futuro residía en una sociedad en la que todos los grupos se unieran para construir una nación moderna, o podían tener una perspectiva más limitada de hindúes uniéndose para probar su superioridad sobre los musulmanes con los que competían por influencia y por puestos.

Este período no fue fácil para el RSS. La división religiosa no constituía un clivaje delimitado por líneas claras en el conjunto de la sociedad india. En algunas áreas los musulmanes eran los terratenientes y los hindúes los campesinos, pero en otras era a la inversa. Y en muchas áreas siglos de coexistencia religiosa habían llevado a formas de sincretismo religioso que incorporaban elementos de ambos credos, con hindúes rezando en lugares sagrados de santos musulmanes sufíes y participando en ambos tipos de ceremonia religiosa. Finalmente, el hinduismo mismo no era una sola religión sino una mezcla de sectas con creencias completamente diferentes –desde el monoteísmo al ateísmo–, que veneraban dioses diferentes y en ocasiones chocando violentamente entre sí. Una porción importante, acaso un tercio, de la población “hindú” eran dalits y pueblos tribales que comían carne vacuna y rechazaban aspectos considerados centrales por las sectas del hinduismo de casta, como la doctrina del dharma.

Los chauvinistas hindúes (así como los chauvinistas musulmanes y sikhs, para el caso), podían desatar en ocasiones la violencia de gente de una religión contra gente de otra. Pero les resultaba mucho más difícil pasar a establecer organizaciones de masas estables que pasaran por alto las divisiones de clase entre seguidores de una misma religión y debilitaran la idea de la unidad contra el ocupante colonial. El Congreso eclipsaba continuamente al RSS y otras organizaciones chauvinistas hindúes, y esto fue así durante las primera décadas desde la independencia, a pesar de los tremendos odios comunales que emergieron en el momento de la partición.

Los dirigentes del RSS se concentraron en la construcción de una organización de cuadros, con acento en el reclutamiento de jóvenes de entre 13 y 16 años a los que se inculcaba un espíritu de unidad y de odio a los musulmanes que los mantuviera en la organización por el resto de sus vidas. Se organizaban en grupos locales que se reunían durante breves períodos para saludar la bandera del RSS, cantar las “plegarias” del RSS, hacer ejercicio físico y prácticas de “autodefensa” con bastones y discutir sobre el “daño” que causaban los musulmanes en la India. Estos grupos estaban ligados a estructuras locales y regionales unidas en la cima bajo la autoridad cuasi militar de un dirigente vitalicio. En 1930 había unos sesenta de estos grupos, y hacia 1939, 500, con 40.000 miembros. [21] Los grupos tenían dos funciones: difundir el mensaje del RSS y explotar las tensiones comunales de modo de aparecer como defensores de los hindúes en sus choques con los musulmanes. El RSS siguió siendo una fuerza marginal en la sociedad India; con cierta significación en términos de número de partidarios y disciplina, pero marginal al fin.

Lo que les permitió salir de las sombras fue la fragmentación interna, la decadencia y la corrupción del partido del Congreso. A medida que el pueblo perdía la fe en la autoproyección del Congreso como partido de toda la nación, el RSS se propuso a ganar amplios sectores para su versión chauvinista india del nacionalismo indio.

La entrada del RSS a la corriente dominante

El primer gran avance político del RSS tuvo lugar a mediados de los 70, cuando los distintos fragmentos del Congreso empezaron a buscar aliados y la formidable estructura de cuadros del RSS estaba a mano para colaborar... pero no gratis. Desencantado con la manera en que el Congreso había traicionado sus promesas a las masas campesinas, una de las personalidades más conocidas de la lucha por la independencia, el socialista convertido al gandhismo J. P. Narayan, comenzó una agitación en el campo del norte de India contra Indira Gandhi y a favor de lo que él denominaba “revolución social”. El RSS y su frente político Jana Sangh respaldaron la agitación a favor del “santo” Narayan, quien devolvió el favor elogiándolos. Asistió a una conferencia del Jana Sangh y declaró que “si el Jana Sangh es fascista, entonces soy fascista”. [22]

La agitación de Narayan fue uno de los factores que llevó a Indira Gandhi a imponer el estado de emergencia. En los dos años siguientes, los principales dirigentes del RSS estuvieron en prisión junto con otros dirigentes de la oposición. Cuando la elección de 1977 determinó su liberación, los otros dirigentes no tuvieron el menor inconveniente en formar una alianza y un partido único, el Janata, en el que el RSS fue muy bien recibido a través de su frente político, el Jana Sangh. Tres miembros del RSS –Vajpayee, Advani y Brij Lal Verma– se sumaron al gobierno nacional. The communalist agitators had well and truly come in from the cold. Gracias a fondos de proyectos de bienestar del gobierno el RSS construyó muy rápidamente sus redes sobre el terreno hasta que su creciente influencia alarmó lo suficiente a algunos de sus socios en el gobierno como volverse contra ella. Esta fue en parte la razón de la caída del gobierno del Janata en 1979. Pero el RSS pensó que ya había hecho los suficientes avances políticos como para formar un nuevo partido, el BJP, que incluía a personas que aceptaban su conducción pero que no eran miembros del RSS.

Entonces fue el turno de Indira Gandhi y sus hijos de darle una oportunidad al RSS para abrirse camino. Tras la emergencia, abandonó la Antigua cháchara sobre socialismo y combatir la pobreza y adoptó cada vez más el lenguaje hindi, aceptando la guía de hombres sagrados, haciendo peregrinaciones a ríos, templos y santuarios sagrados y hablando de hegemonía hindú en el corazón del territorio hindú, a la vez que un miembro prominente del Congreso, Karan Singh, participaba en un mitin respaldado por el RSS. [23] Los miembros del RSS respondieron a los pasos de Gandhi en dirección al chauvinismo hindú acercándose a ella y dando su apoyo al Congreso en la elección de 1983. Bajo Rajiv Gandhi y la represión desatada contra los separatistas sikhs, el gobierno siguió apelando al sentimiento comunal hindú.

La ofensiva por la hegemonía

El RSS pudo crecer con este trasfondo, pero también pudo comenzar a extender su influencia mediante la creación de una serie de frentes que apuntaban a influenciar a un gran número de personas más allá de sus propios miembros: un frente estudiantil, un frente sindical, y, sobre todo, un frente religioso, el Vishwa Hindu Parishad (VHP).

Como se señaló más arriba, el hinduismo no ha sido nunca una religión única, sino más bien una masas de sectas que sostienen creencias diferentes y adoran dioses diferentes. El RSS siempre consideró como su misión lograr que estos grupos diferentes se identificaran con una sola cosa, el hinduismo, en oposición a las otras religiones, en particular el Islam. Con este fin difundía continuamente el reclamo de la prohibición legal de la matanza de vacas, vista como un mal promovido por el Islam –aunque algunos hindúes siempre habían comido carne vacuna–, así como la prohibición de la conversión a otras religiones. Hacia 1964 era lo suficientemente fuerte como para convocar a una conferencia de las distintas sectas hindúes y ganarlas para la formación del VHP como organización común que promoviera las creencias y rituales hindúes. Desde entonces los cuadros del RSS han encabezado los esfuerzos para, a través del VHP, unir las distintas ramas del hinduismo tras la cosmovisión del RSS, con el dios guerrero Ram (o Rama) como figura heroica central a la que todos los hindúes debían adorar. Esto incluyó masivas recolecciones de fondos –especialmente de los hindúes ricos en el extranjero) para financiar la construcción de templos en cuantas aldeas y localidades fuera posible, así como la distribución de cuadernillos, imágenes y stickers de Ram y otros dioses. El objetivo que el RSS pone por encima de todos es crear una igualación, en cientos de millones de mentes, entre el hinduismo y el VHP como organización de todos los hindúes, para luego usar al VHP para sus propios fines chauvinistas.

Esto es tanto más importante cuanto que la base social del RSS es en sí bastante restringida. Sus cuadros provienen, en un abrumadora mayoría, de los miembros de las castas superiores de la burguesía educada hindiparlante del norte de India. Las reuniones cotidianas del RSS “en las áreas residenciales de la clase media baja de las ciudades o de los barrios de las ciudades pequeñas” le dan un sentido de pertenencia a “comerciantes, tenderos, empleados y miembros de las profesiones menores cuyas vidas serían caso contrario fuertemente competitivas y separadas, y que se sienten desmoralizados o perdidos en un ámbito social en rápido cambio pero todavía en parte familiar”. [24] Se originó “grupos de clase media con un cierto grado de educación moderna” y “poca o ninguna relación” con los sacerdotes y hombre sagrados que lideran las sectas con masas de seguidores entre los sectores más empobrecidos de la sociedad”. [25] El VHP era el puente hacia todos esos grupos.

El grupo más difícil de llegar para el RSS eran los dalits y los tribales, a los que se veía como irremediablemente contaminados e “intocables” para el hinduismo tradicional de las castas superiores donde el RSS reclutaba sus cuadros. Sin embargo, incluso allí alcanzaron grandes éxitos. Un estudio de los habitantes de más pobres de Madrás (ahora Chennai) revela que “los grupos del RSS en el área concentraron sus esfuerzos en movilizar a los habitantes pobres dalits sobre la base de una reconstitución de la identidad hindú y el odio a los musulmanes (...) Bandas de voluntarios del RSS, formada por entre 10 y 15 jóvenes brahmines, se dedican de manera sistemática a incorporar a los dalits. Visitan los barrios pobres con infalible regularidad y organizan clases nocturnas y Shakhas [asambleas de grupos] para los jóvenes. Sólo en un barrio pobre participaron en los campamentos del RSS 60 ó 70 jóvenes, que luego fueron usados por el RSS para hacer graffitis, pegar carteles, levantar la bandera azafrán y lanzar campañas de odio contra los musulmanes”. [26]

Los habitantes de los barrios pobres sienten que estos activistas les proveen un reconocimiento público que ningún otro les daría. Cuenta un dalit que “estamos muy orgullosos de que un brahmín, con una alta ubicación en la jerarquía social y que antes nos trataba como a intocables, venga con nosotros voluntariamente a impartir conocimiento y a involucrarnos en diversas actividades públicas”. [27] El RSS usa la aceptación por parte de los dalits para agitar la hostilidad a los musulmanes pobres que viven con ellos y provocar disturbios sangrientos”. [28]

En la revista Frontline se ha detallado un trabajo de propaganda similar por parte del VHP entre los pueblo tribales en distintas regiones de la India, en este caso tanto contra los misioneros y conversos al cristianismo como contra los musulmanes. En las últimas elecciones en el segundo mayor estado de la India, Madhya Pradesh, el BJP obtuvo el 38% de los votos dalits y el 36% de los votos tribales, mientras que el partido del Congreso obtuvo, respectivamente, el 29 y el 36%. [29]

Hay algunas similitudes entre los éxitos del RSS-VHP en esta agitación de masas, aparentemente religiosa, y la difusión del fundamentalismo protestante en lugares como América Central [30] y del fundamentalismo islámico en Argelia o Turquía. En cada caso, el proselitismo religioso va de la mano con la creación de una nueva identidad comunitaria entre sectores cuya vida ha sido desgarrada por la emigración desde un entorno rural a las barriadas pobres urbanas, a lo que se suma la provisión de ciertos servicios educativos y sociales. Pero en el caso de la India hay un factor adicional: el fomento deliberado de la violencia comunal como manera de reforzar el sentido de identificación con un proyecto político. Como dijo un joven dalit, “los disturbios eran una excelente ocasión para entender a estos musulmanes y ahora podemos tener bajo control sus nefastas actividades”. [31]

Se solía ver a los dalits y los pueblos tribales como “bancos de votos” para el Congreso, ya que mostraron lealtad a ese partido por casi 50 años. El hecho de que el RSS ahora gane a muchos de ellos es una expresión del desencanto con un partido corrupto que no los apreciaba como era debido. Una victoria electoral no va a cambiar eso.

Ayodhya y después

Cuando la continua desintegración interna del Congreso llevó al colapso al gobierno de Rajiv Gandhi en 1989, el RSS se sintió con fuerza como para pasar a la mayor agitación que hubiera hecho. La ciudad de Ayodhya tenía una mezquita (Babri Masjid) construida por el emperador mogul Babar 500 años atrás. El RSS decidió que se había construido sobre un templo demolido que conmemoraba el lugar de nacimiento del rey-dios hindú Ram y que el sitio debía ser “liberado” de los musulmanes. En 1989 el BJP se sumó a esa prédica en su campaña electoral con un discurso fuertemente antimusulmán. Duplicaron su votación de un 10 a un 20%, y aumentaron sus escaños en el parlamento nacional de dos a 86. La carta antimusulmana daba buenos réditos electorales. Advani, el número dos del BJP, realizó una peregrinación yatra, viajando de ciudad en ciudad a lo largo de una ruta de 10.000 kilómetros de Gujarat a Ayodhya. Se lo saludaba con los siguientes cánticos: “Cuando se levanten los hindúes, los mulás huirán del país” y “los musulmanes tienen dos lugares: Pakistán o la tumba”. [32] Advani dejó a su paso un trazo de violencia comunal. Al BJP le fue todavía mejor, ganando otros 34 escaños en las elecciones nacionales de 1991 y el control del gobierno estatal de Uttar Pradesh. Parecía que con otro empujón podía acceder al poder sobre la base de un programa de chauvinismo hindú y antimusulmán militante.

El empujón culminó el 6 de diciembre de 1992, cuando una multitud de 300.000 personas llegó a Ayodhya, se apiñó fuera de la mezquita, se abrió paso a través de las líneas policiales, demolió la mezquita ladrillo por ladrillo y empezó la construcción de un improvisado templo hindú. El presidente del BJP de Delhi dijo que se había quitado “una mancha en el rostro de India”. Vajpayee, el dirigente nacional del partido, dijo que se había borrado “un símbolo de vergüenza”.

De hecho, la demolición se había planeado en una reunión en la ciudad el día anterior, a la que asistieron dirigentes del RSS y del BJP, incluyendo Advani, y sus aliados, como el Shiv Sena, fuerza chauvinista hindú maharashtra. Lejos de ser “espontánea”, la demolición fue una acción perfectamente organizada por miles de cuadros del RSS, y fue una demostración de la capacidad del RSS y sus afiliados de tomar las calles y aterrorizar a sus oponentes. Posteriormente, hubo otra acción similar en Bombay, la capital comercial del país. La policía atacó a manifestantes musulmanes que protestaban contra la demolición, provocando disturbios comunales que duraron una semana. Un mes después, bandas organizadas por el Shiv Sena desataron un pogrom contra los musulmanes en toda la ciudad, quemando casas, deteniendo a hombres en las calles a los que les bajaban los pantalones y, si estaban circuncidados, los asesinaban. Sólo en la ciudad fueron asesinados más de 550 musulmanes; los tumultos en otras ciudades como Surat y Bhopal dejaron otros cientos de muertos.

El RSS y sus aliados habían calculado bien su capacidad de desatar la violencia en una escala no vista en la India desde la partición. Pero se habían equivocado si creían que con esto alcanzaba para catapultarlos al poder. El resto del establishment político del país, incluyendo a aquellos que habían cooperado con el RSS o el BJP en el pasado reciente, no estaba preparado para ver cómo su futuro dependía de la lucha en las calles. Mediante decretos presidenciales se removieron los gobiernos estaduales del BJP, se prohibió al RSS y al VHP y Advani y otros dirigentes fueron enjuiciados por incitación a la violencia comunal.

La prohibición no duró mucho y se dejaron prescribir las acusaciones legales se dejaron proscribir. Pero el impulso del BJP hacia el gobierno sufrió un parate repentino y quedó aislado en la oposición por un período. En las elecciones siguientes, en el corazón del hinduismo, Uttar Pradesh, el triunfador no fue el BJP sino una coalición de partidos que dependía de los votos de los hindúes de las castas medias, los dalits y los musulmanes.

El camino al gobierno del BJP

Cuando el BJP volvió al centro del espectro electoral a mediados y fines de los 90, no fue solo a través de su agitación callejera. Accedió al gobierno mediante la formación de una “alianza Democrática Nacional” con algunos partidos regionales del sur de India, un partido sikh del Punjab y el dirigente sindical ex socialista George Fernández. A través de esta alianza se propuso demostrar su capacidad para crear un consenso nacional que permitió al capitalismo indio llevar adelante con mínima oposición el programa neoliberal del que el Congreso fuera pionero. Cobijó bajo su ala a empresarios, académicos, editores de diarios, estrellas de Bollywood [nombre que se da a la poderosa industria cinematográfica india. Trad.] que en otro momento se habrían sentido atraídos por el Congreso e incluso algunos miembros de la última generación de la familia Nehru-Gandhi.

Los temas comunales siguieron siendo importantes para el proyecto RSS-BJP. Le permitieron reorientar la bronca popular desde la atención a los temas de casta y clase hacia los enemigos “externos”: los musulmanes, los que intentan convertir a la gente al cristianismo, Pakistán. Fue esto lo que le dio al RSS-BJP los medios para infiltrase en e incorporar a algunos de los sectores más pobres y oprimidos de la sociedad. Pero la dirección Vajpayee mantuvo un perfil bajo en cuanto a los temas comunales, si bien le permitió a los cuadros del RSS mantener la caldera a fuego lento. El instrumento utilizado fue el departamento Bajrang Dal del VHP, que atrae a la juventud sobre la base de propaganda antimusulmana sin tener la disciplina formal de los cuadros del RSS. Podía “ser utilizado para mantener vivo un tema para uso futuro mientras los frentes más importantes están relativamente tranquilos, de modo que el tema no quedara tan destacado como para crear turbación”. [33]

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Notas:


[1].- Citado en Financial Times, 16-2-04.

[2].- Para un desarrollo de sus argumentos, ver M. Desai, Marx's Revenge (Londres, 2002). Estaba lo suficientemente de acuerdo con la política del gobierno del BJP como para estrechar la mano del miembro del RSS Vajpayee en una ceremonia de los indios expatriados en enero.

[3].- Sus argumentos más recientes en favor del neoliberalismo están en su polémica contra las posiciones de International Socialism (ver ISJ 102, primavera 2004).

[4].- dice The Hindu, “Sonia Gandhi improvisó alianzas formidables en estados con resultados mágicos para el Congreso en las elecciones de Lok Sabha, que le dieron 145 escaños a pesar de que su porcentaje bajó un 1,5% desde las elecciones de 1999. El Congreso le infligió una sorprendente derrota a la coalición liderada por el BJP con la ayuda de sus aliados, a pesar de que el partido azafrán [el BJP hindú] y sus aliados obtuvieron un 35,3% de los votos, 0,1% más que la coalición liderada por Gandhi. De manera similar, el BJP, que era individualmente el partido más grande con 182 escaños en el parlamento anterior, sufrió una caída del 1,7% que le costó mucho al partido, dejando su bancada ahora en 138. Esto sucedió porque los dos principales partidos forjaron pactos preelectorales debido a los cuales su porcentaje de votos, en el recuento total, bajan, pero en términos de escaños suben, dado que compiten en los distritos en los que son fuertes, según Naveen Surapaneni del Centre for Media Studies”, The Hindu, 15-5-2004.

[5].- Ver www.hindu.com

[6].- Para un resumen de las tasas de crecimiento y una discusión sobre ellas, ver, por ejemplo, A. Virmani, 'India's Economic Growth', en www.icrier.res.in

[7].- Cifras provistas por T. R. Kumar, 'Industry', en Alternative Survey Group, Alternative Economic Survey 2002-2003 (Delhi, 2003), p. 83.

[8].- K. N. Kabra, en Alternative Survey Group, cit., p. 10.

[9].- Ver Financial Express, 30-4-04, en www.financialexpress.com

[10].- A Sen y Himanshu, “Poverty and Inequality in India: Getting Closer to the Truth”, Ideas, 5-12-03. Ha habido una larga discusión sobre cómo interpretar las cifras oficiales en diversos artículos del Economic and Political Weekly (publicado en Mumbai pero disponible en la web) en los últimos tres años.

[11].- Force, 20-4-2004.

[12].- Cifra para 1992 de la National Association of Software and Service Companies, citado en A Vanaik, 'Rendezvous at Mumbai', New Left Review 26 (marzo-abril 2004), p. 54.

[13].- V. Kozel and others, 'Poverty Measurement, Monitoring and Evaluation in India', Economic and Political Weekly, 25 January 2003, p298.

[14].- A. Vanaik, cit.

[15].- S. Waslekar, The Globalist, 13-5-2004.

[16].- A. Sen, Force, 20-4-2004.

[17].- Ver I. Singh, The Origins of Partition in India, 1936-47 (Delhi, 1990), pp. 179-202. No hay acuerdo en los estudios de este período sobre si Jinnah, el dirigente de la Liga Musulmana, en verdad quería un estado pakistaní separado o si lo usaba prenda de negociación para conseguir una ubicación para su partido en una India unida e independiente a través de la dominación de un Punjab y una Bengala unidas. Los que defienden esta última postura sostienen que la partición no habría tenido lugar si el Congreso le hubiera hecho más concesiones.

[18].- Ver, por ejemplo, los artículos de Nigel Harris en International Socialism 1:52 (julio-setiembre 1972) y 1:53 (octubre-diciembre 1972). Uno se pregunta si el ciego entusiasmo de Nigel por el modelo neoliberal en la India de hoy no es una reacción a su catastrofismo de 30 años atrás. Por entonces sostenía que un desarrollo capitalista “independiente” nunca fue posible en los países del Tercer Mundo. Ahora parece sacar la conclusión de que siempre lo es.

[19].- Versión sumamente condensada de una argumentación mucho más larga. Ver, por ejemplo, mi texto 'Casta y clase', disponible en www.istendency.net

[20].- P. Kanungo, RSS's Tryst with Politics (Delhi, 2002), pp. 192-193.

[21].- Cit., p. 49.

[22].- Cit., p. 183.

[23].- Cit., p. 192.

[24].- T. Basu et al., Khaki Shorts and Saffron Flags (Londres y Hyderabad, 1993), p. 36.

[25].- Cit., p. 50.

[26].- Anandhi S., Contending Identities: Dalits and Secular Politics in Madras Slums (New Delhi, 1995), p. 36.

[27].- Cit., p. 38.

[28].- Cit., p. 39.

[29].- Ver www.hindu.com

[30].- Ver, por ejemplo, L. E. Samandu (ed.), Protestantismos y procesos sociales en Centroamérica (Costa Rica, 1991). Para una discusión interesante sobre el pentecostalismo en el Tercer Mundo, ver M. Davis, ‘Planet of Slums', in New Left Review, 26 (marzo-abril 2004).

[31].- Anandhi S., cit., p. 40.

[32].- P. Kanungo, cit., p. 203.

[33].- T Basu et al., cit., p. 68.

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