África

La Unión Europea y Somalia:

¿Retrospectiva o perspectiva?

Por Leyla Carrillo (*)
Entorno, Año 5 Número 25, Boletín de Cubarte

La retrospectiva representa un recuento de realizaciones y frustraciones de obras o artistas, de las vivencias personales o históricas. La historia responde a una época concreta y resulta conveniente compararla, precisamente en esta etapa, caracterizada por la mayor agresividad imperialista conocida en nuestro planeta.

Retroceder al siglo XX, cuando Somalia fue invadida por la Italia fascista, acaudillada por Benito Mussolini, encarna una retrospectiva que no debiera reeditarse. Los británicos aprovecharon la derrota italiana para posesionarse del sur somalí y establecer una administración militar, asentando una división entre Somalia británica, italiana y etíope (Somaliland). En 1949 la Asamblea General de la ONU votó por el establecimiento de un sur somalí, en apariencia más seguro, bajo el control italiano que se extendió por dos lustros. Decenios más tarde, Somalia ejerció un papel subversivo contra Etiopía liberada, auspiciada por el gobierno estadounidense y varios aliados, con un elevado saldo de vidas civiles y militares.

La muerte no anda sola, las luchas interétnicas y religiosas (alentadas frecuentemente desde el extranjero), la degradación del suelo, la escasez de recursos para su propio desarrollo y las hambrunas prolongadas, convierten a gran parte de África, incluida Somalia, en foco de tensiones y en un acápite conflictivo de la copiosa agenda de problemas insolubles para la ONU, Estados Unidos y la Unión Europea.

Los grandes consumidores de hidrocarburos, perfumes sofisticados, autos supersónicos y teléfonos celulares, contemplan en las pantallas del espectro audiovisual, los litigios por el agua, los conflictos étnicos y religiosos, las luchas tribales, los niños famélicos, los campos desolados y las sequías interminables, cual si fueran imágenes de ciencia-ficción. Sus estereotipos como Estados desarrollados les impiden adentrarse en las raíces de los problemas tercermundistas y confunden su papel invasor con el de redentor, tanto en Somalia, como en el Congo, Uganda o Sudán, por citar los más acuciantes.

En definitiva, a los gobiernos todopoderosos del orbe se les estrecha el bolsillo para aportar el minúsculo 0,7% de su Producto Interno Bruto, comprometido con la ONU para tan sólo mitigar una ínfima parte de los problemas del Tercer Mundo, “tan lejano e incomprensible para ellos”. Los sucesivos programas especiales y el tratamiento para los denominados países ACP (relaciones de la Unión Europea con África, Caribe y Pacífico) no fructifican ni evitan la debacle existencial africana.

¿Por qué mencionar la retrospectiva? Muy simple: cíclicamente los europeos se acuerdan de África para añorar las riquezas extraídas de sus excolonias, para “auxiliar” en sus asuntos internos cuando estallan los conflictos o para prodigar sus contingentes de paz -que no por casualidad- se ubican en “Estados fallidos” o “democracias en peligro”, casi siempre donde hay recursos minerales o colindan con senderos conducentes a zonas estratégicas económicas o militares. Hay vínculos más poderosos que las grandilocuentes declaraciones de ayuda. La Unión Europea es el principal socio de la región del Cuerno de África en materia de desarrollo. Somalia posee madera y carbón, sal, depósitos de sepiolita, yeso-anhidrita, cuarzo, y el codiciado uranio. También da señales sobre yacimientos de gas natural y oro, sólo difundidos en 1991. ¿Son motivos suficientes?

Un viejo refranero señala que “quien da primero da dos veces”. Y la Unión Europea no desea rezagarse en la zona, sino participar en cuanta coyuntura se presente y empeño se acometa para “apaciguar o controlar” al África, retornar a ella, hacerse omnipresente, como ya sucede con la multitud de soldados alemanes en el Congo, que permanecen aún después de las elecciones, motivados para su arribo en avalancha, a nombre de Europa.

Mientras, conviene resaltar que la nueva estrategia americana mantiene en sus reservas al continente “olvidado”. George Bush padre acometió en 1992 la intervención militar contra Somalia denominada “Restore Hope”. En 1993, durante el gobierno de William Clinton, Estados Unidos intervino nuevamente, con una “misión humanitaria”, para abandonarla en el caos. A pesar del cese al fuego decidido por los africanos en 2006, en enero de 2007 los bombardeos estadounidenses contra el sur de Somalia -con el pretexto de perseguir a una red de Al Quaida- dejaron un saldo de numerosos civiles muertos.

Y para ser fieles a la retrospectiva, si de África o Somalia se trata, brotan las Resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, cual de una alforja mágica que pretende injertar la solución de los problemas. La 341 de 1973 estrenó el establecimiento de una fuerza de emergencia formal para “resolver” los problemas que acucian a los pobres. A partir de la fecha, pululan las resoluciones sobre el citado país africano: entre otras, la 174 de 1992, 1356 de 2001, 1630 de 2005 y 1676 de 2006.

Las misiones ONUSOM I, de 1992 y ONUSOM II –que finalizó en 1995- no lograron el establecimiento de la autoridad nacional ni la paz, y mucho menos, la extinción del hambre. En diciembre de 2006 el Consejo de Seguridad levantó el embargo de armas a Somalia y aprobó el establecimiento de una misión de protección y capacitación de 8 mil soldados. Y en febrero de 2007 legitima su presencia, mediante la Resolución 1725 que ya inició el envío de una Misión de Paz a Somalia.

La UE no se ha rezagado en su “solidaridad” hacia los países africanos. Conviene recordar que en marzo de 1993 envió una misión paralela a Somalia, denominada Folgore, con escasos resultados. Valdría la pena un recuento de la actividad comunitaria en el Continente: En 1997, el Consejo celebrado en Amsterdam sustentó el apoyo a la actividad pesquera, la formación y la asistencia técnica y subvenciones a la industria transformadora. Además presentó una cláusula en el Convenio de Cotonú para prever los conflictos, un código de conducta obligatorio para impedir el suministro de armas a las zonas en conflicto y el establecimiento de una cooperación más estrecha entre las organizaciones no gubernamentales y los poderes públicos para intercambiar información. En ese debate el entonces comisario Pinheiro se mostró partidario de integrar las medidas de prevención de los conflictos armados en la política de cooperación al desarrollo. Esto representa que hace depender la cooperación del comportamiento gubernamental de los países.

En octubre de 2006, el documento 1307 de la Comisión Europea lanzó una Estrategia para África donde enfatizaba la interrelación entre seguridad y desarrollo, paz y erradicación de la pobreza en la región. En este marco proponía la adopción de una Asociación Política Regional. No por casualidad aludía a “la prolongada disputa fronteriza entre Eritrea y Etiopía, la crisis de Somalia y los conflictos de Sudán y del norte de Uganda”…

Un desbroce del extenso documento lleva a lo más significativo: “la estabilidad en el Cuerno de África es crucial para la seguridad estratégica de la Unión Europea, los movimientos transfronterizos (migración ilegal, tráfico de armas y drogas y flujos de refugiados), son factores que contribuyen a la inestabilidad y a las tensiones y pueden alcanzar a la UE”…. Pero además subrayaba que la Unión Europea era el principal socio internacional de la región y sus intereses económicos pueden crecer si los suministros energéticos y el crecimiento de la región se mantienen en alza y se gestionan de forma adecuada. Como diría el cantautor ¿A qué más?

No por gusto, las conclusiones de la Comunicación establecían: potenciar el diálogo y la coordinación sobre el Cuerno de África con Estados Unidos, Noruega, Japón, Rusia y China, así como mantener un diálogo estructurado con las Naciones Unidas y las agencias pertinentes. El plazo para nuevas estrategias regirá del 2008 al año 2013. Desde 2000 el gobierno de transición somalí, instalado en Mogadiscio, cuenta con el “respaldo” de Naciones Unidas, la Unión Europea y la Liga Árabe.

África es el continente más expoliado en un lapso más prolongado. Muchos países, hoy víctimas de intervenciones –con el pretexto de apaciguarlos o desarrollarlos- pueden cuestionar la presencia foránea. Europa desembarca de nuevo, sin carabelas ni navíos, pero con escuadrones y aviones sofisticados. En unos casos, para impedir la inmigración desesperada hacia sus Estados; en otros, para contribuir a las misiones pacificadoras, que ahora se extienden a los sitios donde puedan hallarse los “terroristas del presente”.

La retrospectiva somalí es sombría. Pero la perspectiva tampoco es favorable. Todos juntos: la ONU, la UE, Estados Unidos y la OTAN, lejos de ayudarla, pueden acrecentar el caos que la aqueja desde que los europeos hollaron su suelo por primera vez. La Unión Europea se interesa demasiado en Somalia. Las comparaciones históricas pueden equivocarse, pero valdría la pena recordar una frase atribuida a la antigüedad: ¡llegaron los bárbaros¡ ¿Serán éstos los que realmente desean restablecer la unidad y la paz en Somalia?


(*) Leyla Carrillo Ramírez es Investigadora del Centro de Estudios Europeos.