África

Africom, Recamp y Eufor: Occidente frente a China en África

El reparto de la tarta africana

Por René Naba
renenaba.blog.fr, 02/03/08
Tlaxcala, 07/03/08
Traducido por Caty R.

Al amparo de los grandes principios, la injerencia humanitaria y la guerra contra el terrorismo; bajo el paraguas de siglas ambiguas, a golpes de «Africom» en el Magreb, «Recamp» [1] en el África francófona o «Eufor» en el centro del continente [2], a la chita callando, Occidente organiza las distintas zonas de África frente a las convulsiones geoestratégicas inducidas por la aparición de China en el antiguo coto privado colonial de Occidente y la salvaje batalla que se libra por el control de las reservas estratégicas del otro lado de la frontera meridional de Europa.

Sobre un fondo de exacerbación de la controversia pública sobre los beneficios y los perjuicios de la colonización, su «papel positivo» y sus consecuencias, la «prueba del ADN» y los «chárter de la vergüenza» en Francia, y la «emigración selectiva» en Europa, la penetración china se ha efectuado de manera pacífica, propulsada por el déficit estadounidense, a través de un sólido colchón financiero constituido por varios miles de millones de dólares de bonos del Tesoro de EEUU en un continente con el que China no tienen ninguna deuda colonial.

Por su impacto psicológico y sus consecuencias a largo plazo, dicha penetración es comparable a la conquista árabe de la orilla meridional del Mediterráneo, que rompió el monopolio de la navegación y el comercio en el antiguo «Mare Nostrum» y el sur del Atlántico y, a cambio, desencadenó las Cruzadas y la colonización del continente africano con el fin de restablecer el statu quo anterior.

I) Las grandes estrategias occidentales en África frente a China

Con el pretexto de la «guerra contra el terrorismo», Estados Unidos ha puesto en marcha la creación, especial para el continente negro, de una división del ejército que se llamará «VIII cuerpo del ejército» de EEUU,

con el fin de completar una red militar en todo el planeta con presencia física operativa en todos los continentes. El Africom, cuya creación se decidió en 2007, tendrá competencias sobre los 50 Estados miembros de la Unión Africana, a excepción de Egipto.

Su misión oficial es «desarrollar la cooperación militar con los países africanos, aportar un apoyo a las misiones civiles y llevar a cabo operaciones militares en el continente africano si son decididas por el gobierno estadounidense».

La ofensiva diplomática de EEUU en dirección a África se desplegó in crescendo desde hace dos años, paralelamente a la penetración china, con la implicación creciente de grandes personalidades de la administración neoconservadora. El baile diplomático estadounidense fue inaugurado, en noviembre de 2007 en Addis Abeba, por el general William Cape Ward, comandante en jefe del citado cuerpo del ejército, seguido por John Negroponte, ex procónsul de EEUU en Iraq y principal responsable de la inteligencia estadounidense, al que siguió Robert Gates, nuevo secretario de Defensa, y finalmente, George Bush.

El punto culminante de esta ofensiva, la gira del presidente Bush por el continente negro a mediados de febrero de 2008, a menos de un año del final de su mandato presidencial, no parece que haya reducido la resistencia africana a su proyecto. Cuatro países requeridos -Ghana, Zambia, Nigeria y Argelia- han demostrado la misma oposición a aceptar sus propuestas.

En este contexto, salvo cambios de última hora, la elección recaerá finalmente sobre Marruecos, muy deseoso de albergar la sede del nuevo mando del ejército estadounidense para África y un medio para el reino marroquí de mantener su soberanía sobre el Sahara occidental frente a las pretensiones independentistas de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), apoyada por Argel.

La elección de Marruecos como base del nuevo ejército de intervención estadounidense en África, si se confirmase, sería la prolongación de la cooperación estratégica de Estados Unidos con las petromonarquías del Golfo. Vendría a complementar la presencia en Qatar, en el Golfo Pérsico árabe, del Centcom, el mando central estadounidense que abre una zona que va de Marruecos a Afganistán y de la base naval de Manama (Bahrein), al cuartel general de la V flota estadounidense para el Golfo Pérsico árabe/Océano Índico.

En la misma línea de esta cooperación, el reino marroquí siempre se ha situado en la vanguardia del combate para la defensa de los intereses occidentales en el continente africano, un combate que confunde con la supervivencia del régimen monárquico. Miembro del «Safary club» en el paroxismo de la Guerra Fría soviético-estadounidense (1948-1989), Marruecos aseguró la protección y la supervivencia de los regímenes pro occidentales africanos, especialmente el Zaire de Mobutu y el Togo de Eyadema, con el establecimiento de una alianza secreta, inducida por Estados Unidos, entre Arabia Saudí, que era quien la financiaba; Francia, la estratega; y Marruecos, el ejecutor.

Este papel soterrado, por otra parte, fue ilustrado tanto por las complicidades francesas en la desaparición de Mehdi Ben Barka, jefe de la oposición marroquí, como por el papel de recogedero, asumido por Marruecos, de los tiranos derrocados y señalados ipso facto como indeseables por su antiguo protector, a pesar de los innegables servicios prestados, como en el caso del asilo concedido al presidente de Zaire, Mobutu, negado por Francia de la que, sin embargo, fue un criado diligente durante casi treinta años.

En tal caso, la elección de Marruecos se habría hecho por defecto, tras el rechazo de Argelia y Nigeria, dos protagonistas principales del continente para acoger el cuartel general del Africom. Preocupado por diversificar sus alianzas, Estados Unidos se dirigió, en primer lugar, a estas dos potencias emergentes de África, aunque la primera sea blanco de acciones de tipo terrorista y la segunda de disturbios de los clanes.

Según las informaciones de prensa, todavía no confirmadas oficialmente, el cuartel general del Africom debería establecerse en el extremo sur de Marruecos, en la región de Tan Tan, en el límite de las fronteras del Sahara Occidental, cerca de la localidad de Ras Dari, elegida para albergar este proyecto. Debido a su proximidad a las costas atlánticas marroquíes, el lugar ofrece facilidades para el US Navy. Además de la base de Tan Tan, Estados Unidos dispone en Marruecos de la base aérea de Ben Jarir, a sesenta de kilómetros de Marrakech, así como del repetidor radiofónico de VOA (Voice of America) en Tánger. Marruecos habría dado el visto bueno a la instalación del Africom a cambio de sustanciosos beneficios económicos.

Este acuerdo, en sus aspectos militares y económicos, explicaría los sinsabores de Francia en la venta de los «Rafale» que, primero Jaques Chirac, y después Nicolas Sarkozy, intentaron vanamente vender al reino. Sinsabores ampliados, por otra parte, por la desorganización de las instituciones francesas, que quedaron como aficionadas en esta transacción estratégica para el futuro del nuevo súper avión de guerra, al lanzarse a la aventura si orden ni concierto y de una forma competitiva, el Elíseo queriendo colocar a toda costa el aparato como reclamo para las petromonarquías árabes; y el fabricante, Dassault, como un contable meticuloso de su tesorería preocupado, sobre todo, por mantener el control sobre la determinación de los precios.

Supervivencia de una tradición colonial, el Africom antes ha estado vinculado al mando europeo de Stuttgart con el USEUCOM (United States European Command). Según el Departamento de Estado, la región del África subsahariana, especialmente Malí y Mauritania, constituiría un refugio potencial para los activistas islámicos. Anteriormente, Estados Unidos supervisaba África a través de tres mandos: El CENTCOM (Central Command), cuya zona de responsabilidad se extendía sobre 27 países, siete de ellos africanos; el mando europeo EUCOM, que cubría 91 Estados, de los cuales 42 son africanos; y finalmente la misión de paz PACOM, que tiene autoridad sobre una zona que abarca Madagascar y las islas periféricas del este del continente africano.

Aunque la preocupación que proclama Estados Unidos es la de librar una guerra planetaria contra el terrorismo, la creación de un mando militar específico para África señala también, de una manera subyacente, una marcada implicación de EEUU en la competición entre las grandes potencias para la conquista de los mercados africanos, especialmente el del petróleo, que abastece el 30% del consumo mundial.

A la espera del despliegue del Africom, la administración estadounidense estableció en 2006-2007, en el Golfo de Guinea, una base flotante constituida por buques ultrarrápidos (swift ship), dotados con una tripulación de 300-400 marinos para la vigilancia costera a lo largo de los países ribereños: Angola, Camerún, Gabón, Ghana, Guinea Ecuatorial, Liberia, Santo Tomé y Príncipe, Senegal y Nigeria.

El dispositivo estadounidense en el continente se completa en África oriental con la base francesa de Yibuti, «Le camp Lemonier», así como con la base aeronaval Diego García en el Océano Índico, y por el nuevo papel de policía confiado a Etiopía para la represión de los movimientos islamistas en la zona, especialmente en Somalia.

El posicionamiento estadounidense en Yibuti tiene como misión, especialmente, la de detectar a los grupos terroristas relacionados con Oriente Próximo. El gobierno estadounidense sospecha, en efecto, que la organización Al Qaeda se ha establecido en el este de África, en particular en Somalia que habría acogido, según Washington, al comorano Fazul Abdullah Mohammed y al keniano Saleh Ali Saleh Nabhan, implicados en los atentados a las embajadas estadounidenses de Kenia y Tanzania en 1998, en las que murieron doscientas veinticuatro personas.

Estas sospechas, fundadas o no, explican el golpe de Estado etíope apoyado por EEUU contra Somalia en 2007, que desembocó en la expulsión del poder del régimen de los «Tribunales islámicos» en Mogadiscio.

El posicionamiento estadounidense en Yibuti, frente al Golfo permite, por otra parte, el control estratégico de la ruta marítima que utiliza una cuarta parte de la producción petrolera mundial. La base de Yibuti permite así a Estados Unidos y Francia dominar la extremidad oriental de la extensa franja petrolera que cruza África, actualmente considerada vital para sus intereses estratégicos; una franja que va del oleoducto Higleg-Port Soudan (1.600 Km), en el sureste, al oleoducto Chad-Camerún (100 Km) y al Golfo de Guinea en el oeste. Un centro operativo estadounidense en Uganda da a Estados Unidos la posibilidad de controlar el sur de Sudán, donde se encuentra el grueso de las reservas sudanesas de crudo.

II) Frente a China, el humanismo selectivo de los países occidentales en Darfur

Estados Unidos importa el 15 por ciento del petróleo africano para su consumo doméstico. Pero mantiene una dura competencia con China: Angola ya es el principal proveedor de petróleo de China, por delante de Arabia Saudí, con 456.000 barriles diarios, mientras que Sudán y Nigeria, dos bestias negras de los países occidentales en el continente, han efectuado importantes concesiones petroleras a China, y hay informaciones persistentes, sobre fondo de rumores de prensa en cuanto a una probable desestabilización del presidente Joseph Kabila, que describen un trueque inminente entre China y la República del Congo que prevé la entrega de tres mil toneladas de cobre a cambio de la construcción de 3.000 kilómetros de carreteras e infraestructuras adjuntas (hospitales, escuelas, tendido eléctrico en los pueblos, etcétera).

Una muestra de la desconfianza que suscita en África la política occidental en general, y la estadounidense en particular, la dio el ex presidente nigeriano Olusegun Obasanjo (1976-1979/1999-20O7) que, en su calidad de presidente del país más poblado de África (130 millones de habitantes) y primer productor africano de petróleo, no dudó en infringir los convencionalismos diplomáticos para desear a su homólogo chino en su alocución de bienvenida que «China dirija el mundo».

Según las previsiones de los estrategas occidentales, el África subsahariana corre el riesgo de suplantar a Oriente Próximo como principal proveedor energético de Estados Unidos. África occidental dispone de alrededor 60.000 millones de barriles de reservas petroleras comprobadas. Su petróleo, de escaso contenido en azufre, es un crudo suave, muy apreciado por los petroleros estadounidenses.

Se señalan nuevos yacimientos en Camerún, Gabón, Guinea Ecuatorial y Mauritania, que se convertirá en un país exportador hacia el final de la década.

Paralelamente a sus descubrimientos, Estados Unidos multiplicó las iniciativas diplomáticas y militares con el fin de incrustar a los países africanos en la estrategia global estadounidense. Se han acordado algunos puntos de intervención que favorecen el despliegue rápido de las fuerzas estadounidenses en la zona del África subsahariana de Malí y Senegal, así como en Namibia, en la frontera con Angola.

Las operaciones conjuntas con los países del África subsahariana se lanzaron en 2003-2004 contra el «Grupo Salafista para la predicación y el combate» (GPS) en el marco del «programa contraterrorista en África». Los ataques a los turistas franceses en Mauritania en diciembre de 2007, que implicaron la anulación del rally París-Dakar y su transferencia hacia América Latina, así como el atentado contra la embajada israelí en Nouakchott, demuestran las reticencias locales y regionales ante el despliegue estadounidense en África.

En esta gran partida entre las potencias, África emerge como un campo de batalla estratégico, en el que China ha establecido su línea del frente en su búsqueda de una mayor influencia mundial, triplicando su comercio con el continente, asegurándose sus recursos energéticos y, lo que es más grave para el futuro, garantizando la educación de las futuras elites africanas en las universidades chinas.

Es en este contexto en el que hay que entender el conflicto de Darfur. Las constantes llamadas a intervenciones humanitarias en Sudán, principalmente de Francia, están destinadas en primer lugar a contrarrestar la creciente influencia de China, que ha conseguido introducirse en África soslayando a Europa a la que, por añadidura, inflige una feroz y traumática competencia en su antiguo coto privado.

El nuevo humanitarismo selectivo de las viejas potencias coloniales, que fustigan a Sudán pero al mismo tiempo revisten de mansedumbre a temibles autócratas como el chadiano Idriss Déby, su antecesor Hissiène Habre o incluso al libio Muammar Gadafi, aparece poco consistente frente al peso de una China, sin deudas coloniales con África, que además proporciona un importante chorro de liquidez sin contrapartida política.

La instauración del Eufor, el cuerpo expedicionario europeo encargado de interponerse entre los beligerantes en los confines chadianos-sudaneses, responde tanto a consideraciones humanitarias como a la preocupación de los occidentales por crear una fortaleza estratégica en el centro de África, cerca de la plataforma operativa de China en la zona, un cordón sanitario idéntico al que los países occidentales pretenden construir alrededor de Irán, el otro gran proveedor de energía de China.

El patinazo, en el otoño de 2007, de la turbia supuesta operación humanitaria del asunto del «Arca de Zoé» sobre el traslado de falsos «huérfanos de Darfur», forma parte de la presión, fuertemente cargada de emotividad y con grandes rendimientos mediáticos, para un intervencionismo más marcado de los países occidentales en Sudán por medio de Darfur.

La reconversión militar francesa en África, anunciada en Sudáfrica el 28 de febrero por el Presidente Nicolas Sarkozy, lejos producir una revolución estratégica en las relaciones francoafricanas, forma parte de la misma preocupación de eficacia discreta. El Recamp (refuerzo de las capacidades africanas de mantenimiento de la paz) es una operación de doble filo dirigida a asociar a terceros (África, Europa, ONU) a las operaciones militares francesas en África con el fin de compartir los costes y diluir las responsabilidades calladamente, conservando el control de las operaciones. Una operación de maquillaje de un posicionamiento militar idéntico al dispositivo estadounidense en el Golfo (Arabia Saudí, Bahrein, Qatar, Kuwait e Iraq), frente a Irán.

Toda conciencia se afirma oponiéndose. Constantemente Occidente ha forjado conceptos para garantizar su soberanía sobre el resto del mundo. Fue el caso de las teorías del «Res Nullus» y la «Carga del hombre blanco», que justificaban las conquistas coloniales, la necesidad constante de un enemigo exterior para consolidar su cohesión y perpetuar su supremacía.

Desde el final de la II Guerra Mundial (1939-1945), toda una literatura belicista desarrolló el tema del peligro rojo (contra el comunismo), antes de llegar, posteriormente, tras la implosión del imperio soviético (1989), al peligro verde (el Islam) y, en el ámbito de la estigmatización, «el judío bolchevique» cedió el puesto al «nazi islamismo». Tengamos en cuenta que el «peligro verde» es una etapa intermedia que preludia el nacimiento del «peligro amarillo» (China, India, Japón), que llegará al primer plano de la actualidad cuando esos tres países principales de Asia terminen su fase de expansión, hacia el año 2025.

Para entonces Occidente habrá perdido el monopolio de la fuerza y, por consiguiente, su papel de director. Forzosamente deberá negociar, duro oficio para quien constantemente impuso, arduo aprendizaje de la diversidad. Negociar con los demás componentes del planeta. Este vencimiento explica su frenesí por conseguir garantías territoriales y energéticas (Iraq, Afganistán, Darfur, los Balcanes), con el fin de abordar la próxima etapa en posición de fuerza, con una «estrategia de transformación de la realidad» que se reduce a una búsqueda desesperada destinada a frenar una decadencia previsible por el mantenimiento de «derechos adquiridos» en la cima de la potencia.

En cuanto a Francia, que alberga uno de los más importantes patrimonios inmobiliarios de los dirigentes africanos –por lo menos 47 palacios sólo de Omar Bongo (Gabón) y su suegro Denis Sassou Nguesso (Congo)- se dirige, bajo los efectos de esta competición, a una asociación vinculante con Estados Unidos. Obligada a una cooperación militar con EEUU debido a su inclinación atlantista, se obliga también a sufrir frontalmente la competencia estadounidense en su «pre carré». Una transacción mutuamente fértil… pero en beneficio exclusivo de los estadounidenses.

En resumen, y retomando la jerga política al uso, una oferta «win-win», ganador-ganador para los estadounidenses, y sólo para ellos, en ambos tableros, con la contrapartida para Francia de la ilusión de participar en «el gran juego mundial» en el único continente donde todavía mantiene una cierta influencia.

Con las lejanas reminiscencias de sus sinsabores coloniales, el activismo de Francia en Sudán, más allá del despido de Libia, sustituida por Argelia en el suministro del gas y como mercado seguro para sus exportaciones militares y sus centrales nucleares, podría, de una manera subyacente, responder a su deseo de purgar su «complejo de Fachoda» [3], el desastre militar y diplomático francés sufrido en ese país contra los ingleses en el siglo XIX durante la fase de la conquista colonial, que alejó durante mucho tiempo a Francia de las aguas del Nilo.


(*) Caty R. es miembro de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.

Notas:

1.- Recamp (Refuerzo de las capacidades africanas de mantenimiento de la paz): este concepto encubre el nuevo dispositivo francés en África, establecido paulatinamente desde el verano de 2007, que consiste en asociar países europeos y africanos y, eventualmente, a las organizaciones internacionales, a las operaciones de mantenimiento de la paz con el doble objetivo de compartir los costes, y en consecuencia reducir los gastos de Francia, y diluir las responsabilidades para evitar el sempiterno frente a frente Francia-África. Cuatro polos corresponden a cuatro «subregiones» y trazan lo que podría ser el futuro mapa de las implantaciones francesas: Dakar (Senegal), Libreville (Gabón), Yibuti y Reunión. En cada uno de dichos polos Francia ha creado a un pequeño Estado Mayor y «presituado» el material. Los polos participan en el adiestramiento de los ejércitos de los países de la región y se supone que acogerán oficiales europeos.

2.- EUFOR Chad/RCA: operación militar de transición encargada, especialmente, de la protección de la población apresada en la guerra civil en el este de Chad y en el noreste de la República Centroafricana. La Unión Europea decidió su instauración el 28 de enero de 2008, en el marco de la política europea de seguridad y defensa (PESD), con el fin de hacer frente a la crisis del Darfur en la zona fronteriza chadiana-sudanesa. Es una fuerza de tres miembros en la que el contingente francés constituye el esqueleto (1.700 miembros); el Eufor Chad está dirigido por el general de división del ejército Patrick Nash.

3.- La crisis de Fachoda: En el imaginario colectivo francés, la prueba de fuerza que enfrentó a París y Londres en 1898, permanece como mayor revés militar y diplomático, una profunda humillación infligida por Reino Unido a Francia en el continente africano. Este grave incidente diplomático y sus considerables repercusiones en plena fase de expansión colonial, supuso el final de las ambiciones francesas sobre Egipto y la zona del Nilo (Egipto, Sudán y Uganda), mientras que había sido la encargada de la obra de perforación del Canal de Suez. El lugar de Fachoda (o Kodok) está a 650 Km al sur de Jartum, la capital sudanesa.