Sudáfrica

La liberación traicionada

Por John Pilger (*)
Mail & Guardian, Johannesburgo / Resistir.info
Enviado por Correspondencia de Prensa, 11/10/08
Traducción de Ernesto Herrera

La ruptura política en África del Sur se presenta al mundo exterior como una tragedia personal y la humillación de un hombre, Thabo Mbeki. Esto recuerda la beatificación de Nelson Mandela en el momento de la muerte del apartheid. No se trata de reducir el poder de las personalidades, pero la importancia de las mismas muchas veces sirve para desviar la atención de las fuerzas históricas que ellas sirven y administran. Frantz Fanon tenía esto en mente cuando en Los condenados de la Tierra, describió la "misión histórica" de gran parte de la clase dominante pos–colonial como "la de intermediario [cuya] misión nada tiene que ver con la transformación de la nación: ella consiste, prosaicamente, en ser la línea de transmisión entre la nación y un capitalismo, desenfrenado aunque camuflado".

La caída de Mbeki y el colapso de Wall Street son acontecimientos concurrentes y relacionados, así como previsibles. Remontemos a 1985 cuando el mercado de acciones de Johannesburgo entró en crash, el régimen del apartheid incumplió su deuda creciente y los jefes del capital sudafricano ganaron miedo. En setiembre de aquel año un grupo conducido por Gavin Relly, presidente de Anglo American Corporation, se encontró con Oliver Tambo, el presidente del ANC (Congreso Nacional Africano), y otros responsables de la resistencia, en Zambia. Se mensaje urgente era una posible "transición" del apartheid para una democracia liberal gobernada por negros si el "orden" y la "estabilidad" fuesen garantizadas. Se trataba de eufemismos para un estado de "mercado libre" en que la justicia social no sería prioritaria.

Reuniones secretas entre el ANC  y miembros eminentes de la elite afrikaner seguirían en una mansión, Mells Park House, en Inglaterra. Las motivaciones primarias eran de aquellas que habían apoyado y lucrado con el apartheid, tales como el gigante minero británico Consolidated Goldfields, el cual pagó la cuenta de los vinos finos y del whisky deglutido junto a la chimenea (hogar) del Mells Park House. Su objetivo, el de Pretoria, era dividir al ANC entre los "moderados", en la mayor parte exilados, con quien podían "negociar" (Tambo, Mbeki y Mandela) y la mayoría que consistía en aquellos que resistían en las ciudades, conocidos como los UDF.

El asunto era urgente. Cuando F.W. De Klerk llegó al poder en 1989, el capital estaba en una tal hemorragia que las reservas externas del país no cubrirían cinco semanas de importaciones. Archivos desclasificados que vi en Washington dejaron pocas dudas de que De Klerk estaba en vías de salvar el capitalismo en África del Sur. El no podría conseguir esto sin un ANC acomodaticio.

Nelson Mandela criticó esto. Habiendo apoyado la promesa del ANC de asumir el comando de las minas y otras industrias monopolistas – "un cambio o modificación de nuestras opiniones a este respecto es inconcebible", Mandela habló con una voz diferente en sus primeros viajes triunfales al exterior. "El ANC", dijo él en Nueva York, "reintroducirá el mercado en África del Sur". El acuerdo, en efecto, era que los blancos retuvieran el control económico a cambio del gobierno de la mayoría negra: la "corona del poder político" para el "juego de la economía sudafricana", como dijo Ali Mazrui. Cuando, en 1997, le conté a Mbeki que un hombre de negocios negro se describía como "el fiambre en un sandwich blanco", él se rió en concordancia, llamando a esto el "compromiso histórico", que otros consideraron traición. Con todo, De Klerk es quien fue más directamente al punto. Yo le dije que él y sus amigos blancos habían obtenido lo que querían y que para la mayoría la pobreza no había cambiado. "No será esto la continuación del apartheid por otros medios?", pregunté. Al sonreír a través de una nube de humo del cigarro, él respondió: "Usted debe entender, ya alcanzamos un vasto consenso sobre muchas cosas".

La caída de Thabo Mbeki no es señal de la caída de un sistema económico fracasado que enriqueció a unos pocos y rechazó a los pobres. Los "neoliberales" del ANC muchas veces avergonzados de que África del Sur, ante muchos aspectos, fuese un país del tercer mundo. "Procuramos establecer", dijo Trevor Manuel, "un ambiente en el cual florescan vencedores". Jactándose de un déficit tan bajo que había caído al nivel de las economías europeas, él y sus amigos "moderados" se distanciaron de la economía pública que la mayoría de los sudafricanos quería y necesitaba desesperadamente. Ellos aspiraron aire caliente del discurso corporativo. Oyeron al Banco Mundial y al FMI, y luego estaban invitados a la mesa principal del Foro Económico de Davos y a las reuniones del G–8, donde las "proezas macroeconómicas" eran alabadas como un modelo. En el 2001, George Soros colocó esto un tanto más directamente. "África del Sur", dijo él, "ahora está en las manos del capital internacional".

Servicios públicos cayeron atrás de las privatizaciones, y la baja inflación predominó sobre los bajos salarios y el alto desempleo, conocido como "flexibilidad laboral". Según el ANC, la riqueza generada por una nueva clase negra de negocios "gotearía" para bajo. Sucedió lo contrario. Conocidos sarcásticamente como los wabenzi porque sus vehículos preferidos son Mercedes Benz color plata, los capitalistas negros demostraron que podían ser tan brutales como sus antiguos maestros blancos en las relaciones laborales, en la ostentación y en la búsqueda del lucro. Centenas de millones de empleos fueron perdidos en fusiones y "reestructuraciones" y personas comunes rechazadas hacia la "economía informal". Entre 1995 y 2000, la mayoría de los sudafricanos cayó aún más profundamente en la pobreza. Cuando el foso entre blancos ricos y negros recién enriquecidos comenzó a cerrar, el abismo entre la "clase media" negra y la mayoría se profundizó más que nunca.

En 1996, el gabinete del Programa de Reconstrucción y Desarrollo (RDP) fue tranquilamente cerrado, marcando el fin de los "compromisos solemnes" del ANC y de la "promesa inquebrantable" de colocar a la mayoría en primer lugar. Dos años después, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo describió el sustitutivo, GEAR, básicamente como "no diferente" de la estrategia económica del régimen del apartheid en la década de 1980.

Esto parecía surrealista. ¿Seria África del Sur un país de tecnócratas entrenados en Harvard para abrir los espumantes delante de las más recientes clasificaciones de crédito de Duff & Phelps en Nova York? ¿O era un país de hombres, mujeres y niños profundamente empobrecidos sin agua limpia y saneamiento básico, cuyos recursos infinitos eran reprimidos y desperdiciados, una vez más? Las preguntas constituían un obstáculo cuando el gobierno del ANC endosó el acuerdo del régimen del apartheid para adherir al General Agreement on Tariffs and Trade (GATT), lo cual efectivamente sometió su independencia económica, reembolsó los US$ 25 mil millones de deuda externa heredada de la era del apartheid. Increíblemente, Manuel permitió que las mayores compañías de África del Sur transfiriesen sus finanzas para fuera y se establecieran en Londres.

Thabo Mbeki ciertamente aceleró su muerte política con sus extrañas censuras sobre el HIV/Sida, su famosa indiferencia y aislamiento y los negocios corruptos que parecían no alejarse nunca de él. Fue la premeditada catástrofe económica y social del ANC que él vio incorrectamente. Para más pruebas, se veía a los Estados Unidos de hoy y los humos ruinosos del modelo "neoliberal" tan querido por los líderes del ANC. Y cuidado con aquellos sucesores de Mbeki ahora al afirmar que, al contrario de ellos, ellos tienen los intereses del pueblo en el corazón en cuanto continúan las mismas políticas disgregadoras. África del Sur merece más.


(*) Nota del Traductor: John Pilger periodista australiano que actualmente reside en Londres. Distinguido dos veces como Periodista del Año en Inglaterra, recibió el Premio de la Paz a los Medios de la Asociación de la ONU. Fue corresponsal de guerra en Vietnam, Camboya, Egipto, India, Bangladesh y Biafra. Escribe para diversas publicaciones de Europa y Estados Unidos.