América Latina

La "nacionalización" de los hidrocarburos en Bolivia, la crisis del Mercosur,
los TLCs, y el ALBA

¿Regateo o perspectiva independiente?

Socialismo o Barbarie, periódico, 04/05/06

En los últimos días, una serie de conflictos han puesto en el centro de la escena regional las relaciones entre los distintos gobiernos latinoamericanos. La noticia más espectacular ha sido la "nacionalización" del gas en Bolivia.

La "nacionalización" del gas de Morales, nos tomó sobre el cierre de esta edición. Por lo delicado e importante del problema, lo cubriremos en extenso en la próxima edición. Sin embargo, podemos adelantar que por más contradicciones que efectivamente genera con las empresas concesionarias, de ninguna manera se trata de una verdadera nacionalización lisa y llana de las empresas imperialistas. Es decir, es completamente distinta del caso de los dos antecedentes de la propia Bolivia: la Gulf Oil y la Standard Oil (en 1937 y 1969), y que es lo que reclamó el pueblo boliviano en las calles en octubre de 2003 y junio de 2005. Por el contrario, tiene más el contenido de forzar una renegociación de los contratos que, efectivamente, logre aumentar de manera importante los ingresos del Estado por el concepto de la explotación del gas. Aprovechando un momento particular: cuando se da una excepcional renta petrolera (el precio del barril supera los 70 dólares). En el fondo, lo esencial que se pretende lograr es un reparto más equitativo de esta renta entre el Estado boliviano y las empresas multinacionales, al tiempo que el Estado logra una mayor participación y regulación del negocio del gas, pero no en las manos directas de los trabajadores, sino del gobierno burgués de Morales.

Esto abrió un frente de contradicciones con Lula (representante de Petrobras, y considerado por el propio Evo como su "hermano mayor"). Y más indirectamente con Kirchner (agente político de la Repsol en la región y preocupado por el precio del gas importado del altiplano).

Ahí nomás viene otra gran crisis: la desatada en el seno del Mercosur por el deterioro de las relaciones entre Uruguay y Argentina por el conflicto de las papeleras. En realidad, esa crisis tiene como telón de fondo algo mucho más importante: la búsqueda del gobierno uruguayo de cerrar un Tratado de Libre Comercio con el gobierno de Bush. Pero los conflictos no se agotan aquí: Chávez parece jugar de "líbero", teniendo relaciones de privilegio con Kirchner y Lula, pero también con Evo Morales, Uruguay y Paraguay. Por su parte, el presidente paraguayo, Nicanor Duarte Frutos, también se inclina hacia la firma de un TLC con EEUU.

Para colmo, Chávez anunció la salida de Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) al plantear que éste "no existe más" precisamente por la firma de Colombia, Perú (aún no ratificada parlamentariamente) y eventualmente Ecuador de sendos tratados de libre comercio con Estados Unidos. Esta salida se combinó con un durísimo cruce de acusaciones entre el propio presidente bolivariano y Alan García, que va al ballotage con Humala. Entre tanto, se realizaba una cumbre en La Habana con la participación de Castro, Morales y el propio Chávez, para dar recepción a Bolivia dentro del ALBA.

¿Qué hay detrás de todos estos choques, conflictos y contradicciones? ¿Es ésta la manera en la que se impondrá la tan mentada "unidad latinoamericana", o se trata más bien de la expresión de una contradicción de intereses, regateos y disputas acerca de las formas de inserción en el mercado mundial de las distintas burguesías "nacionales" y regionales?

Tablero de contradicciones

Tres tipos de contradicciones están actuando detrás de estos enfrentamientos, y hay que comprenderlas bien para ver el cuadro de conjunto.

En primer lugar, la orientación de colonización directa de la región por parte del imperialismo yanqui y el choque de intereses que significa esto, dada la conformación de sectores de las burguesías regionales y subregionales que tienen los suyos propios, específicos y particulares, que no siempre coinciden directamente con el amo del norte.

En segundo lugar, las contradicciones al interior de las relaciones entre los propios gobiernos patronales, estados y burguesías dominantes de cada país y/o región del continente, que también poseen sus intereses y necesidades específicas. Por último, pero no menos importante, las diversas contradicciones de todos ellos (imperialismo y arco iris de gobiernos regionales) con el ciclo de rebeliones populares que está significando un cuestionamiento de hecho al capitalismo latinoamericano como tal, y que para su reabsorción, requiere –en diversos grados– de un cierto replanteo de las relaciones de lisa y llana colonización que se impusieron en la década del 90 en toda la región.

Los TLCs como instrumentos de colonización directa

Como venimos señalando, hay un conflicto de intereses con los Estados Unidos. Es decir, el gobierno norteamericano sigue buscando las vías para lograr un total sometimiento y colonización de la región a los intereses directos de su país. Es que necesita desesperadamente la transformación de América del Sur en un área de "libre comercio" –es decir, bajo su libre arbitrio– para hacer jugar esta ubicación en la competencia económica internacional con los imperialismos europeos, japonés y con China.

Empantanado el ALCA como tal, luego del bochorno de Bush en Mar del Plata, ha lanzado una contraofensiva alrededor de la firma de los TLCs. Estos son tratados donde al igualarse las condiciones de economías totalmente desiguales, los intereses económicos más directamente imperialistas se imponen sin atenuantes en los países que los firman. Allí está la experiencia de México con el NAFTA, donde la liquidación de la producción agraria y la puesta en pie de maquilas ha generado la emigración de masas a Estados Unidos, ahora transformada en apasionante movilización latina por sus derechos civiles y laborales. Ahí está la firma del TLC con seis naciones centroamericanas el año pasado, lo mismo que los convenios ya firmados con Chile, Colombia y que ahora pretende ser expandido al Perú, Ecuador y el propio gobierno del Frente Amplio uruguayo.

Los gobiernos de mediación centroizquierdistas y sus motivaciones

Pero esta orientación choca con contradicciones económicas y políticas. Económicas, porque aun en medio del profundo proceso de "mundialización" del capital que se ha venido viviendo en las últimas dos décadas, las distintas burguesías regionales tienen intereses propios y los quieren hacer valer frente a sus competidores más poderosos. Por otra parte, siguen existiendo elementos de diferenciación al interior de los distintos sectores patronales por ramas, por país, por región, etc. Esto es propio de la competencia de múltiples capitales, inherente al capitalismo como tal, aún a pesar de las tendencias a la formación de monopolios.

Es el caso del Mercosur, espacio privilegiado de una serie de multinacionales automotrices, de la alimentación, siderúrgicas y agroindustriales que, obviamente, no quieren verse desplazadas por determinados capitales con base en el país del norte.

Y políticas, porque los distintos gobiernos que han llegado al poder en el último período (de manera preventiva para evitar el estallido de una gran crisis o a caballo del desvío de una rebelión popular), se ven necesitados de instrumentar una serie de medidas gatopardistas, concesiones y cambios en la regulación de las economías, que les permita aplacar las furias populares y paliar –aunque sea superficialmente– las crisis económicas y sociales. Obviamente, cuanto menor haya sido la crisis, más conservadores y continuistas neoliberales son los gobiernos, como lo ejemplifican Lula y Tabaré. Cuanto mayor haya sido la crisis, se verifica un determinado grado de "radicalización": es el caso de Kirchner, Morales y Chávez, que expresan desde la búsqueda de una relegitimación de las medidas de los 90 (aunque con claras mediaciones, correctivos y/o concesiones) en el caso de Kirchner, hasta determinados grados de "reformas" reales o supuestas (nunca sacando los pies del plato del capitalismo) en los casos de Morales y Chávez.

Aún con los reales matices entre ellos, los gobiernos de Lula y Kirchner expresan, en el fondo, una incuestionada subordinación económica y política al imperialismo, pero no precisamente en los términos incondicionales (sobre todo en el terreno económico) que pretende el debilitado gobierno de Bush. De ahí que sea evidente que –a nivel del Mercosur– el conflicto por las papeleras esté sirviendo de coartada para el "progresista" gobierno de Tabaré para un escandaloso acuerdo de colonización. Es decir, una inesperada cuña del gobierno yanqui, que buscará hacer valer para la total e incondicional colonización de la región que pretenden imponer.

Pero esta realidad no hace del Mercosur un acuerdo "progresista" y "popular". Nada de esto. Expresa más bien lo que venimos señalando: cierta resistencia de las burguesías regionales y subregionales (muchas veces asociadas a sectores del propio capital norteamericano y a capitales europeos) de su propio "coto de caza". Es decir, la defensa de su espacio de superexplotación de los trabajadores.

Es decir, la región juega en la competencia internacional de capitales que caracteriza al capitalismo y que hace de la misma, el espacio privilegiado para grupos capitalistas que –en las últimas décadas– han aprovechado el acuerdo como un espacio económico de mayor escala del que podría ser el de Brasil o la Argentina de manera individual, y que no quieren verse desplazados en este ámbito.

Pero al mismo tiempo, como el Mercosur se trata de un acuerdo sobre la base de los criterios de la pura ganancia y no de "solidaridad", está claro que los países chicos (Paraguay y Uruguay) han tenido todas las de perder. Y son hoy, lo reiteramos, la cuña de Bush para forzar una relación de lisa y llana colonización.

¿Regateos o camino independiente?

Este espectáculo de tironeos, pujas y peleas de intereses muestran cuán grotescos son los cantos de sirena de la "unidad latinoamericana" de la mano de los gobiernos patronales "progresistas", que en última instancia expresan en el terreno político la competencia de capitales, que es el alma íntima del capitalismo. De esa competencia de capitales entre capitalistas –más entrelazados que nunca con el imperialismo, más allá de las contradicciones especificas o particulares– es evidente que no puede venir esa "unidad".

En el fondo, no hay otro patrón en los comportamientos que no sea el que viene de los intereses de Estado y de "sus" capitalistas. El hermano mayor se pelea con el menor por los intereses de Petrobras en Bolivia. Kirchner se pelea con su "socio estratégico" Lula por las desigualdades del Mercosur, Evo con K por el precio de venta del gas a la Argentina; Tabaré resulta ser una de las avanzadas de Bush en la región.

Entonces, ¿qué hay detrás de la actuación de todos estos gobiernos que se llenan la boca de la "unidad latinoamericana"? Lo resumió muy bien Evo Morales meses atrás: "un gobierno debe saber hacer negocios". Es decir: debe saber regatear, no "rendirse incondicionalmente" como fue la tónica de los 90. Por esto también ha hablado de que con las empresas petroleras de su país "hay que ser socios, no aceptarlas como patrones". Parte importantísima de la lógica que está por detrás de los gobiernos "progresistas" es aprender a hacer negocios (capitalistas) en mejores condiciones. En esto consiste lo esencial de su "antiimperialismo". Es decir, dotarse de instrumentos y recursos que permitan la gobernabilidad de una región que quedó devastada por la fase de neoliberalismo puro y duro de los 90 y que terminó en el actual ciclo de rebeliones populares.

No sería la primera vez que en nombre de los intereses generales de los capitalistas se deban sacrificar intereses particulares, aunque entre estos intereses "particulares" estén incluso los de grandes multinacionales o determinados proyectos del imperialismo yanqui. Porque como ya lo ha mostrado la historia, los intereses generales de la clase capitalista expresados –en circunstancias de crisis– por gobiernos nacionalistas burgueses o de frente popular, siguen siendo antagónicos a los intereses de los trabajadores y las clases populares.

No hay ni puede haber una verdadera integración latinoamericana por la vía de acuerdos de estados, sin expropiación de los capitalistas: ahí es donde mueren las palabras de Chávez, Evo o, incluso, Fidel Castro.

Aquí entra a jugar la cuestión del ALBA, propiciado por Chávez como eventual ejemplo de una integración "antiimperialista" y "solidaria". Sin embargo, esto es más complejo de lo que podría parecer a primera vista, como tratamos en estas páginas más adelante. Al respecto, dice el economista marxista Claudio Katz: "¿Puede erigirse esta asociación junto a las clases dominantes de Latinoamérica? O el sujeto del nuevo proyecto son los oprimidos o el proyecto pierde significación transformadora. Los regionalismos de corte popular y perfil capitalista son antagónicos, ya que favorecen intereses sociales completamente opuestos. Para las clases dominantes la integración es un campo de negocios y un instrumento de reforzamiento de su poder. En cambio, para los trabajadores, campesinos, desempleados y pequeños comerciantes o productores, la unidad regional constituiría un eslabón hacia la emancipación social. Si el ALBA intenta converger con los capitalistas, deberá facilitar los acuerdos entre gobiernos y los negocios entre empresarios que perpetúan el statu quo".

El actual curso "institucional" de Chávez en la propia Venezuela o el enfrentamiento a la huelgas obreras de Evo, a pesar de la "nacionalización" del gas, muestran su real carácter de gobiernos burgueses, y no auguran ningún curso emancipador real, por más contradicciones parciales que efectivamente tengan con el imperialismo. Ese curso sólo puede venir de la lucha independiente de los trabajadores y de no depositar ninguna confianza en estos gobiernos de conciliación de clases.