América Latina

Oaxaca: fracasa la represión, triunfo de la APPO

México se suma al ciclo de rebeliones latinoamericanas

Por Isidoro Cruz Bernal
Socialismo o Barbarie, periódico, 10/11/06

La lucha del pueblo de Oaxaca ha pasado una muy importante prueba en los últimos días. El fin de semana del 27 al 29 de octubre, el gobierno federal mandó a 5.000 miembros de la Policía Federal Preventiva, un cuerpo policial claramente militarizado, a retomar el control de la ciudad de Oaxaca. De esa forma trataban de hacer tabla rasa con la abierta rebelión popular existente en la zona. La decidida resistencia de la Asamblea Popular logró abortar el intento represivo y le dio nuevo aire a una lucha que ya lleva meses conmoviendo a México y a todo el continente.

Recordemos que esta rebelión se originó a partir de una dura y combativa huelga docente que fue reprimida por el gobernador del PRI Ulises Ruiz Ortiz (llamado el URO por la población). A partir de allí se conformó la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), que logró reunir en torno a los maestros, al principio, a toda la población explotada y oprimida (campesinos, pobres urbanos, indígenas, jóvenes marginados de la vida económica, estudiantes y profesores de la Universidad, etc.). En los últimos meses, estos sectores han llevado a cabo un rápido aprendizaje político y organizativo que los ha hecho avanzar en forma cualitativa. Eso es lo que pretendía cortar de raíz el estado capitalista mexicano al enviar a las fuerzas represivas con el pretexto de restaurar el orden.

Pero como habíamos consignado en nuestra anterior edición, el frente burgués contra la Comuna de Oaxaca presenta ciertas fisuras (el tener que moverse con mucho cuidado a partir de haberle robado las elecciones a López Obrador, los roces y contradicciones de la alianza forzada entre los dos partidos del fraude, el PAN y el PRI, el carácter impresentable de URO, etc.). Este cuadro de situación ha determinado que el tipo de represión llevada adelante tuviera, en cierto sentido, un carácter relativamente “débil”. Quiero decir que la represión no entró “a sangre y fuego” a Oaxaca sin preocuparse en lo más mínimo por las consecuencias de su accionar. Comparándola incluso con otras acciones represivas del estado mexicano en las que el mínimo de víctimas no baja de 500 o 600. El gobierno de Fox ha intentado mantener una careta “democrática” al mismo tiempo que reprime al pueblo. Su cara pública pareciera querer limitar las acciones represivas a un mínimo común necesario. Pero hay que tener claro que es una máscara que oculta su falso rostro represivo y reaccionario. De todas formas, que recurra a esa máscara es indicativo de que su accionar tiene límites marcados por la situación política.

Al mismo tiempo se sigue desarrollando una “guerra sucia” contra la APPO. Las bandas al servicio del gobernador, mezcladas con policías de civil y diversos elementos de la represión y del PRI, siguen llevando a cabo lo mismo que hacían antes de la intervención federal: una campaña de asesinatos selectivos contra los miembros de la APPO combinada con otras tareas de hostigamiento. La mayoría de las víctimas de los últimos días tuvieron su causa en este tipo de accionar.

Este carácter combinado de los ataques contra la Comuna de Oaxaca son fruto de un plan y una estrategia consciente que busca mostrar una cara tolerablemente legalista al mismo tiempo que continúa la pelea para destruir a la APPO.

Sin embargo hay que destacar una muy importante contratendencia en la situación en Oaxaca. La APPO actuó con gran inteligencia y cedió el centro de la ciudad a las fuerzas represivas. En el centro de Oaxaca están los edificios públicos que la APPO mantuvo ocupados durante meses. La Comuna decidió replegarse y hacerse fuerte en los barrios periféricos y en las poblaciones cercanas. Las fuerzas represivas han resultado hasta ahora impotentes para acabar con la APPO en ese terreno. Ésta no tiene poder de fuego pero su masividad, organización y arrojo han permitido poder enfrentar exitosamente las arremetidas del gobierno. Es importante señalar que las armas empleadas en los combates callejeros son piedras, bombas molotov y cohetones. El punto más alto de este tipo de combate se registró el 2/11 cuando mediante este tipo de armamento nada sofisticado y una voluntad de lucha impresionante, la APPO rompió el cerco policial sobre la universidad local, la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Esto constituyó una humillación completa para las fuerzas represivas.

La masiva marcha del 5

La resistencia heroica de los oaxaqueños ha despertado gestos de solidaridad entre los trabajadores de todo el mundo y también entre millones de mexicanos, que pese a sus direcciones han empezado a demostrar su apoyo a la Comuna. La APPO llamó a una movilización nacional en apoyo a la Comuna. La respuesta no se hizo esperar. Según los organizadores, más de un millón de personas marcharon unidos en su común voluntad de detener la represión contra la Comuna de Oaxaca. También hay que tener en cuenta las movilizaciones espontáneas que se dieron en pleno Distrito Federal. Más allá de las dispares versiones sobre la asistencia, un hecho es indiscutible: la lucha de Oaxaca ha calado hondo en la sociedad mexicana, y al generar un amplio movimiento de solidaridad, amenaza de manera más aguda a los personajes e instituciones del régimen.

Estos hechos, sumados a las dificultades hasta ahora insuperables que tiene la represión en el combate con la APPO, constituyen un importantísimo triunfo político para la Comuna y deja a URO al borde del precipicio, al debilitar las políticas que han intentado salvarlo de su caída.

Oaxaca no es una isla

Con todo lo importante que es el proceso en Oaxaca y los intentos hasta ahora fracasados por reprimirlo, no queremos sin embargo dar una mirada excesivamente que peque de ligereza triunfalista.

Existe un problema muy importante. A pesar de que la Comuna de Oaxaca expresa el proceso más alto de la lucha de clases en México, hay que señalar que hay otros procesos y frentes de lucha de importancia: 1) la Comuna de Oaxaca; 2) la lucha contra el fraude, que ha movilizado a más de dos millones de personas; 3) las luchas obreras contra las privatizaciones; 4) el espacio nucleado en torno al zapatismo y a parte de la extrema izquierda mexicana que es conocido como “la Otra Campaña”.

Sin embargo, estos cuatro territorios de la lucha de clases han permanecido como compartimientos estancos, separados uno del otro. Y esto se debe a la puesta en práctica de determinadas líneas políticas.

Tomemos el caso de Oaxaca que es el que requiere solidaridad de modo más urgente. ¿Qué han hecho López Obrador y el subcomandante Marcos? El primero se limitó a un repudio verbal y a ignorar cualquier compromiso práctico en la lucha contra la represión. El trotskista argentino-mexicano Adolfo Gilly escribió lo siguiente en torno a esto: “La carta de Andrés Manuel López Obrador, publicada el domingo 29 de octubre, no es aceptable. Se limita a denunciar la acción policial, el pacto entre el PAN y el PRI y el gobierno ‘siniestro y represor’ de Ulises Ruiz. Declara que la renuncia de éste es la única solución posible y recuerda que en la elección de julio pasado la mayoría de los oaxaqueños votó por su candidatura. Es todo. La secuela de estas constataciones puede suponerse que sería llamar a una gran movilización en el Distrito Federal y en otros lugares de la República en defensa del movimiento oaxaqueño, contra los asesinatos de los paramilitares de Ulises Ruiz y contra la represión del gobierno federal. Un llamado así viniendo de quien tuvo 15 millones de votos, llevaría a desbordar el Zócalo y otras muchas plazas de la República. Una mera denuncia tardía y nada más, como es el contenido de aquella carta, no sirve para nada” (La Jornada, 30-10-06). Nada tenemos que agregar a este análisis.

Marcos, principal referente de La Otra Campaña decía hace un mes lo siguiente en torno a la situación en Oaxaca. Afirmaba que los zapatistas se limitarían a “ver y aprender”, que era un “movimiento de por sí complejo” y que la aparición zapatista en el terreno de los hechos despertaría “confusión y recelos”. Decía además que “el movimiento del pueblo oaxaqueño ha sido acusado de tener ligas con grupos armados, nuestra presencia directa haría crecer la campaña mediática que ya tienen en contra” (La Jornada, 28-9-06). Es decir, Marcos afirmó una posición completamente abstencionista de “apoyo moral” desde lejos y nula actividad práctica para sostener a Oaxaca.

Es necesario reconocer que en los últimos días el EZLN ha procedido a cortar y bloquear una serie de caminos en defensa de Oaxaca. Pero dudamos que cambie su posición de fondo que es abstencionista con respecto a cualquiera de los otros movimientos y procesos que se dan paralelamente. En el mismo reportaje citado Marcos tampoco apoya las movilizaciones contra el fraude electoral en nombre de la diferencia en cuanto a los objetivos finales. Marcos dijo que no apoyarán las movilizaciones convocadas por López Obrador “porque no compartimos con ellos ni el camino ni el destino”. Como se ve, el pensamiento del dirigente zapatista está completamente imbuido de abstencionismo porque mezcla dos cosas bien diferentes. No es necesario compartir el programa burgués de López Obrador; es más, estamos en contra de votarlo, pero otra cuestión muy diferente es que avalemos con nuestra inacción el fraude a la voluntad popular.

También existe una tendencia abstencionista en la APPO (que valoramos en forma cualitativamente distinta ya que una cosa son los errores de una corriente política y otra muy distinta los que comete un organismo de doble poder, aún a escala embrionaria), cuando ésta se ha conducido como si el problema del fraude no existiera.

Una nueva situación política

La nación mexicana vive una coyuntura en que aparece con firmeza la lucha de masas en varios escenarios, por ahora separados. Esto se combina con un régimen político que entró en grave crisis, que ha recurrido al fraude electoral y que aun en estas deterioradas condiciones pretende seguir avanzando en una orientación neoliberal. Podemos permitirnos dudar de la suerte de este curso político. Es que se está abriendo una nueva situación política en la que aparecen posibilidades ciertas de avance para los trabajadores y las clases populares, a condición de que puedan confluir en una lucha común contra el régimen del PRI-PAN, superestructura podrida, aunque feroz y agresiva, del capitalismo mexicano. México parece entrar así, de pleno derecho, en el ciclo de rebeliones populares que viene barriendo todo el continente.