Cuba-EEUU

Cuba-Estados Unidos:

Las esencias de una confrontación histórica

Por Esteban Morales Domínguez (*)
Revista Laberinto, Número 21, segundo cuatrimestre 2006

Al tratar un fenómeno bastante conocido, persigo sólo presentar algunas reflexiones esenciales que me permitan brindar una proyección más amplia de la confrontación entre Cuba y Estados Unidos.

Las relaciones entre Cuba y Estados Unidos datan de casi dos siglos. En términos de las aspiraciones y objetivos fundamentales, tanto de las diferentes clases y grupos que han integrado la realidad política interna cubana y norteamericana, como de los objetivos esenciales que han precedido el comportamiento de Estados Unidos hacia la Isla, las esencias de la confrontación entre ambos países parecen haber resistido la prueba del tiempo.

Desde épocas muy tempranas, finales del siglo XVIII, los padres fundadores de la nación norteamericana miraron hacia Cuba con la codicia propia de quienes admiran una bella fruta prohibida. Tal vez del mismo modo en que Adán miró la manzana de Eva. Por eso se puede decir que esa codicia ha tenido siempre la forma de novia deseada, conquistada y después perdida, pero nunca menospreciada. Lo cual es posible considerarlo como el componente emocional de la relación, factor que no se puede dejar de tomar en consideración, y que resulta ser la explicación de no pocas cosas de las que ocurren entre ambos países aun hoy [1].

Lamentablemente, cuando los Padres Fundadores forjaron a la nación norteamericana, Cuba estaba incluida, era parte de ese proyecto. Creemos que no lograban los Padres Fundadores entonces, pensar en la emergente nación norteamericana excluyendo del proyecto a la Isla grande situada al sur, a pocos pasos, y que como se dijo, geopolíticamente hablando, era supuestamente el resultado de la sedimentación de las arenas del rió Missisippi.

Por eso, a la par con la realización del proyecto fundacional de la nación norteamericana [2], fue emergiendo también esa parte de la cultura política estadounidense que ha visto siempre a Cuba como una extensión natural del territorio continental de los Estados Unidos. Así la vieron los Padres Fundadores, entre ellos Thomas Jefferson y John Quincy Adams, este último con su teoría de la “Gravitación Política” o más conocida como “Doctrina de la Fruta Madura”. Con posterioridad, hasta hoy, prácticamente ninguna administración norteamericana ha logrado desembarazarse de esa realidad, lo cual no es de ningún modo una simple imagen, sino más que ello una concepción geopolítica. Ello podría reconocerse, como uno de los ejes de la proyección externa de Estados Unidos en este hemisferio. De modo que, hacia finales del primer cuarto del siglo XIX, ya el destino de Cuba había sido diseñado, sobre la base de un teorema político, con su corolario, el cual debía cumplirse con precisión matemática: la Isla tenia que ser de Estados Unidos y mientras ello no pudiese ocurrir, debía permanecer en las manos de España; potencia colonial considerada como débil por los políticos norteamericanos de la época, a la cual entonces Estados Unidos podría arrebatarle a Cuba en cualquier momento [3].

Por eso la insistencia en el robo de la Isla, la compra, la exigencia de su autonomía a España, la anexión, la sujeción colonial, y los intentos siempre por destruir cualquier proyecto que amenazara con variar el status político de la Isla, antes de que Estados Unidos pudiera hacer realidad sus aspiraciones [4].

Estados Unidos recorrió un largo camino en sus aspiraciones por apoderarse de Cuba: formular su destino político, mantenerla en manos del original dueño hasta que pudieran quitársela, reclamar para ella la autonomía y tratar de comprarla. Reclamar su independencia a partir de una denominada Resolución Conjunta del Congreso Norteamericano que resulto ser un engaño comprado [5]. Finalmente intervenirla y aplicar en ella un modelo de república neocolonial (según algunos historiadores con etapa de protectorado), que no sobrevivió mucho tiempo a los embates de la combinación dialéctica entre la conciencia política heredada de la larga lucha que Cuba ya había librado por lograr su independencia y el definitivo impulso revolucionario que le siguió al Golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 [6].

Muchas veces Estados Unidos contribuyó a frustrar o frustró él mismo las aspiraciones de Cuba por ser independiente. Se alió con España para perseguir a los independentistas en el territorio norteamericano, apresó expediciones hacia Cuba, desconoció a las fuerzas políticas beligerantes de la Republica en Armas, engañó y manipuló a los representantes cubanos en Washington, hizo promesas falsas, finalmente, utilizando el apoyo de las propias fuerzas del Ejercito Libertador cubano conquistó y sometió a la Isla a un modelo neocolonial por más de cincuenta años, hasta que finalmente Cuba logra liberarse y Estados Unidos despliega una agresiva y criminal política, con todos los métodos e instrumentos a su alcance, para recuperarla. Esta larga lucha por la conformación de una nación independiente forja en Cuba una cultura política que hoy con el socialismo es dominante, aunque continua enfrentando la cultura política de los que siempre han atacado al proyecto liberador cubano.

No hay ya conflicto internacional de tan larga data como la confrontación entre Cuba y el gobierno norteamericano. Ello tiene una relación directa con que casi todas las colonias que se han liberado en el Hemisferio Occidental, o han vuelto a caer en manos de sus antiguas metrópolis, o se han visto obligadas a establecer con estas una relación neocolonial de nuevo tipo, como es el caso, por ejemplo, de las antiguas Colonias Inglesas en el Caribe. Mientras que Cuba, durante los últimos 44 años, ha sobrevivido con su proyecto revolucionario, desarrollándose como una nación verdaderamente independiente.

Estados Unidos emergió como un imperio entre finales del siglo XIX y principios del XX. Lo hizo ya como una nación industrialmente desarrollada. Los imperios se han caracterizado siempre, porque ven el mundo en derredor como una extensión natural de sus capacidades internas. Es decir, son expansionistas por su propia naturaleza.

La política imperial se formula con proyecciones a partir de una concepción geopolítica de subconjuntos concéntricos y piramidales de poder. Concepción que no es válida solo para su comportamiento en el ámbito internacional, sino también en lo interno, para controlar a los países que logra conquistar. Creando alianzas con fuerzas que funcionan desde el nivel de las oligarquías nativas, hasta el de las clases y grupos subalternos que apoyan a las políticas imperiales en las naciones conquistadas. Participando los actores políticos internos como grupos subalternos de poder, de manera que los mismos directa e indirectamente, participan y se enriquecen con la explotación y el sojuzgamiento de sus propias naciones de origen [7].

En Cuba no fue sustancialmente diferente, pues la burguesía criolla como clase, y los propios negociantes peninsulares, pasaron del reformismo de principios del siglo XIX, cuando le exigían a España mayores oportunidades para desplegar sus intereses económicos y políticos en la Isla, a la plena identificación con los objetivos de Estados Unidos. Emergiendo así el sistema de intereses que los identificó como clases subalternas de la oligarquía financiera norteamericana. A lo anterior contribuyó mucho la situación de España, la cual hacia finales del siglo XIX, ya no era capaz de sostener su régimen en Cuba. Formándose de ese modo el conjunto de fuerzas políticas anexionistas con que tendría que vérselas el movimiento revolucionario cubano, en la última etapa de su lucha por la independencia. Estas mismas fuerzas políticas mencionadas, fueron la que lideraron el proceso político en Cuba durante la república.

Entonces, una particularidad distintiva de la confrontación histórica entre Cuba y Estados Unidos, ha venido dada también por lo complejo y duradero del componente que ha representado para el conflicto, ese enfrentamiento de las ideas revolucionarias con las de las clases y grupos subalternos que siempre han apoyado en Cuba una alternativa imperial norteamericana. En el trasfondo de esa confrontación, que ha parecido ser entre países, o entre cubanos más recientemente, lo que ha estado siempre subyacente es una confrontación de clases. Dentro de la cual, el gobierno norteamericano, continua hoy utilizando a sus subalternos políticos, como ya lo hizo hacia finales del siglo XIX y continuó haciéndolo durante la república.

Una burguesía criolla que tenía su mirada siempre puesta en los Estados Unidos (se ha dicho con razón que no era una burguesía nacional) y ciertos grupos, provenientes incluso del mambizado, pero que tampoco nunca imaginaron una república cubana sin la tutela de Estados Unidos, constituían el núcleo básico de las clases y grupos que detentaron siempre el poder en Cuba, bajo la tutela de Estados Unidos hasta 1958.

Es decir, dos culturas políticas enfrentadas, resultantes de diferentes intereses clasistas, a partir de posiciones opuestas dentro del sistema económico creado por la colonia y seguido, con sus modernizaciones, dentro de la república. Lo que a su vez engendró dos éticas, dos formas de comportamiento social y político y un sistema de poder, que sólo representaba y defendía los intereses de los que siempre ostentaron el poder y que ahora, una vez que lo han perdido, hacen todo lo posible e imposible por recuperarlo. Solo que esa lucha, para los que han perdido el poder en Cuba, tiene un carácter totalmente ilegitimo, como veremos más adelante.

En esta nueva etapa histórica de la confrontación, nos los encontramos representados por los grupos de extrema derecha dentro de la llamada comunidad cubano-americana, son los herederos, y aunque algunos no lo sean como tales, por lo general asumen la ideología de esa extrema derecha por prostituida conveniencia.

La inmensa mayoría de los que comenzaron a marcharse de Cuba, con posterioridad a 1959, asumen esa ideología, públicamente, por convicción, o por simple conveniencia, como modo de sobrevivir dentro del escenario que le impone el ambiente político dominante dentro de la metrópoli norteamericana, particularmente en la ciudad de Miami. Espacio donde se creó un estado de intolerancia política, social y cultural, que nada tiene que envidiar a los peores momentos del Machartismo y de la cacería de brujas durante la Edad Media.

Esa cultura política del Plattismo, antes hegemónica en Cuba, después de 1959 se trasladó, en especial hacia Miami, juntándose allí con su homóloga: esa parte de la cultura política norteamericana, para la cual Cuba no es más que una extensión del territorio continental de la nación estadounidense, la cultura política del anexionismo.

Los cubanos que logran escapar de esa dinámica político-ideológica, forman grupos y pequeñas coaliciones que luchan, buscando alianzas con otras fuerzas políticas internas que le permitan cambiar la situación existente dentro de la política hacia Cuba.

Lo anterior es el resultado de que en los últimos años, ha tendido a variar paulatinamente la situación, creándose algunos espacios que tienden a romper el monolitismo reaccionario que hasta hace poco caracterizó a la llamada comunidad cubana en los Estados Unidos [8].

Entonces, también dentro de la realidad interna de Estados Unidos se enfrentan las dos culturas políticas; una, la que aun fuera de la Isla continúa luchando por la independencia de Cuba y por el derecho de esta a tener un camino propio; y la otra, la que desplazada del poder en la Isla, habiéndose refugiado en su “alma mater”, trabaja por hacer retornar a la Isla a los marcos de la influencia norteamericana.

Tal situación ha sobrevivido hasta hoy y continuará existiendo, porque ello es parte de la lucha entre dos culturas políticas, dos modos de ver al mundo y de comportarse ante él. La de aquellos que nunca vieron en España su proyecto de modernidad para Cuba, sino en los Estados Unidos principalmente o en los países más desarrollados de Europa; pero que tampoco tuvieron como alternativa política insertar esa modernidad en el tronco de una república cubana soberana e independiente. Y la cultura política de aquellos, que habiendo luchado por una Cuba republicana e independiente de Estados Unidos, después del fracaso y las frustraciones de 1898, han logrado, a partir de 1959, conquistar el poder y no están dispuestos a dejárselo arrebatar [9].

Por eso, la esencia más íntima del conflicto entre Cuba y Estados Unidos no está en la confrontación surgida a partir de 1959, sino en la que maduró desde 1898, cuando Cuba, habiendo luchado ya durante más de 30 años, sin embargo, no logró materializar las aspiraciones mayoritarias de lograr una independencia verdadera. Pues entonces, la política norteamericana logró aprovechar todas las grietas existentes dentro de las fuerzas revolucionarias independentistas, profundizando las divisiones entre los que deseaban la total independencia de la Isla y los que querían la independencia (de España), pero bajo la tutela de Estados Unidos.

Estas últimas fuerzas políticas podemos reconocerlas en la llamada Burguesía Criolla, la mayoría de los Autonomistas, los Negociantes Peninsulares, los Burócratas de la Administración Colonial y otros, que incluso habiendo combatido contra España dentro del Ejército Libertador, sin embargo no creían, o no les convenía que Cuba pudiese darse una república propia e independiente, al margen de las aspiraciones e intereses de Estados Unidos. En fin, las fuerzas políticas formadas por los que siempre, desde finales de siglo, defendieron el anexionismo, ya fuera por conveniencia, ignorancia, o sincera, pero “dañina buena fe” [10].

Dentro de tales fuerzas se coaligaron, consciente o inconscientemente, desde un Tomás Estrada Palma [11], que habiendo sido un luchador independentista, sin embargo, utilizó la figura de Marti como pedestal para hacer avanzar sus ansias de poder; hasta un no pequeño grupo de patriotas, a quienes les faltó visión política para actuar en el momento preciso, dejándose envolver por la trampa del “divisionismo calculado” que les tendió la administración norteamericana. Estrada Palma, siempre sospechoso de “anexionismo oculto”; pero objetivamente egocéntrico, taimado, oportunista; los segundos, muchos de ellos luchadores consecuentes, patriotas incorruptibles, pero que no entendieron su papel en los momentos finales y decisivos de la contienda por la independencia [12].

Entre esos hombres tan distintos, está toda la gama de actores políticos de la parte cubana, que va, desde la entreguista burguesía criolla, hasta los que conscientes del peligro, sin embargo, no estaban en condiciones de hacer nada para evitarlo.

No pocos fueron los traidores, otros tantos los confundidos y otros más, los que habiendo percibido la amenaza que se cernía sobre la independencia cubana, no pudieron hacer nada para evitar la ocupación norteamericana [13].

Lo que finalmente ocurrió, fue el resultado también de una mezcla de aspiraciones personales mal encaminadas, el miedo a las masas populares, la corrupción, el racismo, las ansias de poder, y ¿por qué no?, el resultado también de lo poco democrático que resultaron en su funcionamiento los mecanismos que habían sido creados por el cambizado para defender a la revolución, subyacentes dentro de la lucha por la independencia de España en su última etapa [14].

Luego, no se trata entonces sólo de que las administraciones norteamericanas de entre 1898 y 1902, hayan logrado conducir de modo eficiente el proceso por medio del cual se apoderaron de Cuba, que lo hicieron, sino también de ¿en qué medida los propios revolucionarios cubanos le facilitaron el camino? Todo lo cual nos confirma una vez más, la tesis tantas veces planteada por este autor, de que la posibilidad, incluso actual, de un triunfo contra la política de Estados Unidos hacia Cuba, no hay que buscarlo tanto en los mecanismos de la política norteamericana misma, sino más que ello, en las capacidades, sobre todo internas, de Cuba para hacer retroceder y cambiar la actual política de Estados Unidos.

Por eso, lo que tiene lugar hoy en la política del gobierno de Estados Unidos hacia Cuba, a más de cien años de las frustraciones del 98, no puede ser valorado sino a partir de la comprensión de que el proyecto actual de esa política es arrebatarle de nuevo al liderazgo político revolucionario en Cuba, las riendas del proceso de cambios internos. Pues, ¿qué se hace por Estados Unidos hoy, sino tratar de rediseñar una coalición de fuerzas políticas, del tipo de la que le permitió frustrar la independencia cubana en 1898?

Debemos entender entonces, que cuando muchos cubanos de Miami o en otras ciudades de los Estados Unidos, celebran el 20 de mayo y el presidente les dedica un discurso que todos aplauden entusiasmados, no es que se trate de simples marionetas de la política norteamericana, sino de que en verdad se creen el discurso, junto a otros que por conveniencia aparentan también creerlo. Es que la “historieta” que les cuenta George Bush, es la versión de estos grupos sobre la historia cubana. La “República del 20 de mayo de 1902”, es el ideal de esos grupos de derecha y de sus lideres. Esa es su concepción política de lo que debe ser la nación cubana. Y desde tal perspectiva se consideran tan patriotas como los cubanos de la Isla. No vale la pena tratar de convencerlos de que están equivocados. Los equivocados, según ellos, son los de esta orilla del estrecho de la Florida, que no entienden (no es simple aceptación), que bajo la tutela de los Estados Unidos se puede vivir mejor y a plenitud. Por lo que se trata entonces de un enfrentamiento que va mucho mas allá de quienes son las personas. Es la confrontación entre dos ideologías históricas: la de la independencia y la del Plattismo.

Entonces, la lucha que Cuba tiene que librar aun con los Estados Unidos, no es solo ni simplemente un combate contra las intenciones de ciertos grupos de extrema derecha cubano-americanos, o de sectores políticos norteamericanos, que no aceptan el régimen socialista existente en Cuba y que desean devolver la Isla a su status neocolonial. Si no más que ello, es la lucha entre la síntesis formada por esa parte de la cultura política norteamericana que vio siempre a Cuba como una extensión del territorio continental de la nación estadounidense, unida a ella, la parte de la cultura política cubana que siempre aceptó el Plattismo como variante política para Cuba; ambas enfrentadas a la cultura política que siempre ha visto y deseado una Cuba realmente libre e independiente.

Por lo cual, aun y cuando las relaciones entre Cuba y Estados Unidos llegasen a “normalizarse”, sobreviviría este subsistema de contradicciones entre las dos ideologías contrapuestas. Lo que siempre llevaría implícito el peligro de una vuelta atrás. Hasta que esa síntesis de culturas políticas, contraria a un proyecto propio e independiente en Cuba, que no es más que un engendro del colonialismo y colonialista ella misma, desapareciese del escenario de la política norteamericana, al desaparecer las condiciones [15] que la engendraron y alimentan [16]. Es decir, sería indispensable que las administraciones norteamericanas dejaran de apoyar una política agresiva del corte de la actual contra Cuba y por tanto que dejaran de utilizar a los sectores cubano-americanos para tales propósitos. Desprovistos estos últimos grupos de ese apoyo, no les quedaría más remedio que buscar un modo de convivir con la Cuba Socialista, a lo cual se sumarían no pocos que ya están dispuestos, y muchos otros a los que ni siquiera les interesa el tema, más allá de lo que les pueda afectar para mantener el contacto con sus familiares en Cuba.

El factor interno en la política de estados unidos hacia Cuba

Durante la etapa colonial, el principal objetivo de Estados Unidos fue siempre apoderarse de Cuba. Dentro de esa lógica estuvieron sus relaciones con España, a la que trató de comprar la Isla en varias ocasiones, así como sus relaciones con los cubanos que luchaban por la independencia [17].

Para cumplir con tal objetivo, Estados Unidos diseñó una política por medio de la cual defendía a ultranza que se mantuviese el status de la Isla bajo España, hasta tanto pudiese realizar sus propósitos. Por lo que desplegó entre 1825 y 1898, un conjunto de acciones internas en Cuba, con el propósito de ir preparando su presencia dentro de la realidad cubana.

La acción fundamental Estados Unidos la desplegó en el campo de la economía, por medio del establecimiento y desarrollo de relaciones comerciales y económicas, que hacia mediados del siglo XIX provocaron una situación en la que Cuba se mantenía políticamente como colonia de España, pero sus relaciones comerciales eran predominantemente con los Estados Unidos.

La hegemonía norteamericana sobre las relaciones económicas con Cuba, trajo nefastas consecuencias para la situación político- revolucionaria en la Isla. La llamada burguesía criolla, y los hombres de negocios en general, incluso peninsulares, terminaron por identificar sus intereses con los de la oligarquía financiera norteamericana. Deviniendo todos paulatinamente en clases y grupos subalternos defensores de los intereses norteamericanos dentro de la Isla.

Por eso, cuando Estados Unidos intervino en la Guerra Cubano- Española en 1898, ya contaba dentro de Cuba con aliados que le facilitaron controlar la situación de la Isla.

Durante esta primera etapa, las fuerzas derechistas dentro del propio independentismo, algunos autonomistas, los sectores burgueses peninsulares, el personal de la antigua administración colonial, la burguesía criolla y demás grupos acomodados, actuaron todos bajo el liderazgo del ejército de ocupación norteamericano, que liderado a su vez por el presidente de los Estados Unidos tomaron el control de la Isla.

Una vez establecido el dominio sobre Cuba, se produjeron los correspondientes recambios internos, mediaciones y ajustes políticos y las administraciones norteamericanas continuaron prestando una atención primordial al control de la situación interna de Cuba. Hasta que entrado el año de 1958, finalizando la Dictadura Batistiana, ese control entró en una crisis irreversible, como resultado de los avances del movimiento revolucionario.

La reacción de Esienhower (1953-1961), a la sazón presidente de los Estados Unidos, no se hizo esperar. Aunque se puso de manifiesto que se había perdido mucho tiempo, como resultado de que no había sido imaginable, por los políticos norteamericanos, que con el apoyo dado a Batista este no pudiera sostenerse en el poder y detener los avances del movimiento revolucionario. Además, porque al igual que España, Estados Unidos había confiado en su “fiel Isla de Cuba” y menospreció el empuje de las fuerzas revolucionarias que pugnaban por derrocar a la dictadura batistiana.

Las administraciones norteamericanas se habían habituado también a que las situaciones políticas explosivas en Cuba, de las cuales ya habían tenido lugar varias, podían ser siempre controladas y subsumidas en el “saco sin fondo” de la politiquería republicana.

Por ello, llegado el año de 1958, todos los intentos de hallar una alternativa política “plausible”, que permitiera a la Administración de Eisenhower mantener un batistato sin Batista fracasaron y la Revolución liderada por Fidel Castro tomó el poder en Cuba.

Resultaba entonces imposible, que la misma administración norteamericana que había tratado de impedir el triunfo de la Revolución Cubana, no pudiese entenderse con la Cuba que emergía en 1959.Por lo cual, la situación interna de la Isla se mantuvo en la mira de la política norteamericana, dentro de un diseño político de continuidad, que no se diferenciaba esencialmente de los objetivo de la política norteamericana hacia Cuba hasta 1958.

Solo que ahora, los recursos destructivos que antes se le suministraban al batistato, se utilizaban directamente contra la naciente revolución cubana.

A partir de entonces, las acciones de Estados Unidos estuvieron dirigidas a impedir a toda costa que las fuerzas revolucionarias consolidaran la toma del poder político en Cuba. Por lo que el núcleo rector de la política de Estados Unidos hacia Cuba era entonces: “si no impedimos que tomaran el poder, al menos podemos evitar que lo consoliden”.

Por ello, la situación interna de Cuba continuó teniendo prioridad dentro de la política norteamericana hacia la Isla, “... por lo que el periodo 1959-1961, se caracterizó por el diseño y puesta en práctica de un conjunto de acciones terroristas y subversivas dirigidas a evitar a toda costa la consolidación del poder político por parte de las fuerzas revolucionarias en Cuba. Tales acciones abarcaron el más amplio espectro. De tal modo que, más de cuarenta años después, casi no hay nada nuevo que intentar para agredir a la Revolución Cubana, que ya no haya sido tomado en consideración por la administración de Eisenhower en esos años [18]”.

Así reaccionaba la administración norteamericana de entonces, ante la realidad de que por primera vez Estados Unidos estaba siendo expulsado de Cuba y sus clases y grupos subalternos abandonaban la Isla, para entonces, con la idea de retornar pronto, una vez que el Ejército norteamericano les devolviese el poder en Cuba.

Lo primero que hizo la administración norteamericana de Eisenhower, fue dar refugio en los Estados Unidos a los esbirros, criminales de guerra y políticos venales, que habían huido de Cuba, desde el primero de enero de 1959, para escapar a la justicia revolucionaria.

Además, se comenzaron a desplegar un conjunto de acciones desestabilizadoras del tipo siguiente.

1. Un grupo numeroso de individuos, que al principio formaron parte del Gobierno Revolucionario, fue utilizado en el contexto de una feroz campaña anticomunista, primero desde dentro como una quinta columna, y después, varios de ellos, como dirigentes de las primeras organizaciones contrarrevolucionarias, díganse, entre otros, Manuel Díaz Lans, Manuel Artime, Tony Varona, Miro Cardona y otros muchos.

2. Una febril actividad de organización de la contrarrevolución caracterizaba el trabajo de la CIA y del Gobierno de Estados Unidos dentro y fuera de Cuba, tratando de reunir en la actividad contrarrevolucionaria a todo individuo que estuviese dispuesto a combatir al Gobierno Revolucionario. El dinero para tales acciones no tenía límites.

3. Desde muy temprano, aparecieron las acciones de sabotaje, terrorismo, destrucción de bienes económicos, infiltraciones, ataques piratas, asesinatos, bombardeos a la ciudad de La Habana, y de objetivos económicos y sociales en general.

4. Resulta en extremo interesante observar, como la agresión económica se llevaba a cabo por medio de una sistemática combinación de instrumentos. Es decir, mientras se cortaba o eliminaba la cuota azucarera a Cuba en el mercado norteamericano, al mismo tiempo se bombardeaban y quemaban los cañaverales, ingenios y almacenes de azúcar, entre otros [19]. Teniendo aquí sus antecedentes la guerra económica que Estados Unidos ha librado contra Cuba durante todos estos años.

5. En particular, muy pronto la CIA y el Presidente, llegaron a la conclusión de que el único modo de “solucionar” el asunto de Cuba era sobre la base de asesinar a Fidel Castro, y a los demás líderes, e invadir la Isla [20].

6. En realidad, las acciones seguidas por la Administración de Eisenhower dejaron como herencia un diseño de política hacia Cuba que no ha podido aun ser superado. A partir de entonces se puso claramente de manifiesto que no se trataba de un enfrentamiento entre cubanos, sino en esencia entre el gobierno de los Estados Unidos y la nación cubana.

Paralelamente, aun después de Eisenhower, se continuaron diseñando y ejecutando acciones terroristas y políticas, que seguían teniendo como foco fundamental de sus objetivos derrocar a la Revolución Cubana apoyándose en acciones internas. Entre ellas se destacan:

1. La puesta en práctica de decenas de acciones terroristas durante los años 1959 y 1960, hasta llegar a la invasión mercenaria por Playa Girón en 1961.

2. El diseño y ejecución de la llamada Operación Mangosta a partir de septiembre de 1961.

3. El fortalecimiento y desarrollo del bandidismo antes y después de Girón y de la Crisis de Octubre.

4. El cese del comercio con Cuba y la promulgación del Bloqueo.

5. El liderazgo interno de la CIA de toda la actividad terrorista y contrarrevolucionaria en Cuba, apoyada, asesorada y financiada por Estados Unidos.

6. Las múltiples y continuas provocaciones y asesinatos desde la Base Naval de Guantánamo, junto a las infiltraciones y ataques terroristas de todo tipo.

7. La continua búsqueda de interlocutores internos de la contrarrevolución, dentro de diferentes instituciones, entre ellas la Iglesia Católica, y otros grupos formales e informales de la Sociedad Civil cubana.

8. Los planes sistemáticos para Invadir a Cuba en gran escala, después de la derrota sufrida por Estados Unidos en Girón.

9. Las tareas continuas de desestabilización interna, por medio de operaciones como la llamada “Operación Peter Pan”, “ Éxodo de profesionales “ etc.

10. La creación de emisoras radiales subversivas como Radio Swan, La Voz del CID, y otras, dirigidas a desplegar una agresiva campaña de ataques contra la Revolución Cubana.

Todas las acciones anteriormente explicadas, eran sistemáticamente combinadas con actividades internacionales, dirigidas a producir el aislamiento de Cuba. Ejemplo de las cuales fueron las realizadas para expulsar a Cuba de la OEA en 1962.

Fue el presidente J.F. Kennedy, quien primero comenzó a enfocar de manera más sistemática la actividad contrarrevolucionaria hacia Cuba, dándole a esta además una perspectiva hemisférica e Internacional, dirigida a tratar de tirar un cordón sanitario alrededor de Cuba, que aislara a la América Latina y el Caribe de los “efectos contaminantes” que el ejemplo de Cuba podía irradiar dentro del hemisferio. Tales fueron también las acciones de la denominada “Alianza para el Progreso” y los llamados “Libros Blancos”. Estos últimos pretendían poner a Cuba como país incompatible con el régimen de convivencia hemisférica y “Satélite de la URSS”.

El periodo que comenzó en 1965, año que marca la derrota de la contrarrevolución interna, hasta 1986, en que se inicio en Cuba el llamado “ Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas”, estuvo matizado por un cierto abandono del escenario interno cubano como campo fundamental de la desestabilización de la Revolución Cubana, por una priorización de los ataques a Cuba, a partir del plano internacional [21]. Las razones fundamentales que a nuestro juicio explican este fenómeno son las siguientes.

1. Hacia 1965, habiendo sido derrotadas las bandas contrarrevolucionarias en el Escambray, la contrarrevolución interna se quedaba sin la cierta retaguardia que tal movimiento significaba. Además, con las bandas, desaparecían también los dispositivos internos que habían permitido hasta entonces presentar a la contrarrevolución como fermento de una guerra civil permanente, pretendiendo con ello dotar de legitimidad y personalidad propia a la contrarrevolución interna. Pues si el gobierno de Estados Unidos demostraba que en Cuba lo que había era una guerra civil, las fuerzas contrarrevolucionarias podían adoptar un cierto matiz de legalidad internacional y de legitimidad, cuando de lo que se trataba en realidad eran de terroristas y bandidos a sueldo, mercenarios del imperialismo norteamericano.

Con posterioridad a Girón, pero sobre todo después de la Crisis de Octubre, la Revolución Cubana y sobre todo su liderazgo, habían adquirido experiencia política, técnica militar, nivel de organización y capacidad movilizadora, que hacían imposible enfrentarla militar y políticamente, a partir de grupos paramilitares o irregulares, sin una base de sustentación militar y política interna.

2. La llamada burguesía cubana como clase se desmembró. Al marcharse hacia los Estados Unidos casi todos sus miembros, junto con sus aliados más cercanos, (con la esperanza de regresar rápidamente) lo cual había dejado prácticamente sin base de sustentación interna a cualquier movimiento político con pretensiones de derrocar a la Revolución. La burguesía cubana, altamente comprometida con la dictadura y derrotada, abandono el terreno principal de la confrontación con la Revolución que le había quitado el poder, y a partir de aquí se suicidó como clase, tanto ante sus potenciales aliados internos, como ante las administraciones norteamericanas que siempre habían estado dispuestas a apoyarla [22].

3. Junto a todo ello, paulatinamente, pero con bastante rapidez, fueron abandonando el país todos aquellos elementos potencialmente aliados de la contrarrevolución, como los casatenientes, garroteros, exoficiales del ejército de la dictadura, medianos comerciantes, empresarios etc. Representantes de los viejos partidos, terratenientes, dueños de grandes fincas, otras gentes que se marchaban influidos por la propaganda anticomunista, representantes del viejo clero y otros. Todo lo cual generó un proceso de limpieza del ambiente político, que contribuyó mucho a que los esfuerzos contrarrevolucionarios desplegados desde dentro de Cuba, no tuviesen caldo de cultivo ni base de sustentación interna. Además, tales intentos contrarrevolucionarios resultaron siempre muy penetrados por las fuerzas de la Seguridad Cubana y a partir sobre todo de 1960, muy hostigados por la vigilancia popular que desplegaron los Comités de Defensa de la Revolución.

4. Al mismo tiempo, las medidas sociales y económicas, tomadas por el Gobierno Revolucionario, dirigidas a beneficiar al pueblo, en particular a la clase obrera y sectores más humildes, produjeron desde el principio una acelerada y creciente identificación de las masas del pueblo con la revolución y sus dirigentes. Proceso que el enfrentamiento armado a la contrarrevolución se encargó de solidificar. De modo que ya después de Girón, existía una unidad indestructible dentro de la Revolución, contra la cual se han estrellado desde entonces todos los intentos por derrotarla. La propia política norteamericana contribuyó fuertemente desde entonces a la radicalización del proceso revolucionario que vivía el país.

5. Se habían iniciado también un conjunto de cambios económicos, precedidos por la recuperación de bienes malversados, la Reforma Agraria, las nacionalizaciones y otros pasos organizativos, que comenzaron aceleradamente a trasformar a la economía cubana, poniéndola en función de las necesidades del pueblo [23].

Según se avanzaba hacia la década de los años setenta, a los políticos norteamericanos no les quedó más remedio que aceptar que la Revolución Cubana se presentaba y percibía como un proceso irreversible en el plano interno. Al mismo tiempo que esta última, comenzaba a ganar fuerzas en el orden de su presencia internacional.

La ayuda a los movimientos revolucionarios en el tercer mundo, particularmente en América Latina, la alianza con la URSS y demás países socialistas, la activa presencia dentro del Movimiento de los Países No Alineados, el activismo político y militar en África, junto a los avances económicos, políticos y sociales en el orden interno y el incremento del prestigio internacional, eran más que suficientes para producir un contexto favorable a la Revolución Cubana, que se veía enriquecido también por los avances de los movimientos revolucionarios en otras partes del mundo subdesarrollado (Nicaragua, Granada, Vietnam, Irán, Angola, Mozambique etc.). Junto a ello, las relacione económicas con el Campo Socialistas se presentaban como una retaguardia segura.

Tal situación producía una política norteamericana hacia la Isla que priorizaba los factores externos de la confrontación. Todo ello bajo la forma de un seguimiento agresivo a la presencia internacional de la Revolución Cubana. Al mismo tiempo, la política norteamericana, supeditaba una mejoría de las relaciones entre ambos países al abandono del activismo internacional de Cuba, en especial a la ruptura de la llamada conexión con la URSS.

Una década difícil: 1986-1996

Durante este periodo se produjeron cambios sustanciales, tanto internos como en el entorno inmediato de supervivencia de la Revolución Cubana.

Surgieron y se desarrollaron fenómenos a nivel internacional y en la Isla, que terminaron por afectar la capacidad de la Revolución Cubana para seguir adelante con su proyecto socialista.

El bloqueo de Estados Unidos, junto al hecho de pertenecer a un sistema de relaciones económicas que se derrumbó, han sido las dos causas básicas que durante años han dejado su impronta en el proceso de construcción socialista en Cuba y en la política norteamericana hacia la Isla. La primera, obstaculizando el proceso de construcción económica, aunque en cierto modo protegiendo a la Isla de los clásicos problemas del entorno capitalista; la segunda permitiéndole sortear y contrapesar las ausencias de plataformas económicas externas que le posibilitaran llevar adelante su proyecto socialista.

En medio de tales condiciones, que comenzaban a caracterizar a la segunda mitad de los años ochenta, se desplegaba el llamado “Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas”, que había emergido principalmente de las críticas realizadas en el Tercer Congreso del Partido Comunista de Cuba en 1985 [24].

Pero la situación, según avanzaba la segunda mitad de la década de los ochenta, se complicaba aun más.

La paulatina desaparición, a partir de la segunda mitad de los años ochenta, de las relaciones económicas con los Países Socialistas de Europa del Este y el derrumbe de la URSS como estado multinacional en 1991, provocaron que, hacia el año de 1992, Cuba fuese privada de mas del 70% de sus mercados exteriores. En poco menos de tres años la Isla perdió lo que había constituido su retaguardia económica por espacio de más de 25 años. El impacto sobre la economía interna cubana se hizo sentir casi inmediatamente, y de un crecimiento promedio del PIB de más del 4% en la década de los años setenta hasta 1985, la economía cubana a partir de 1989, comenzó a decrecer, hasta acumular un 34,8 % de caída del PIB entre 1989 y 1993 [25].

En medio del contexto económico descrito, la situación interna de Cuba se tornaba en extremo difícil. El deterioro de las condiciones de vida de la población llegaba a niveles insospechados y alarmantes: falta de alimentos, combustible, transporte, prolongados cortes de electricidad, paro laboral subsidiado, inflación como resultado de la falta de oferta mercantil y de un exceso monetario en la circulación que se hacia incontrolable, caída de todos los niveles de producción, disminución de todos los abastecimientos, serias afectaciones al nivel de todos los servicios básicos, etc. Consecuentemente se producía también una contracción de la presencia internacional de Cuba.

Como resultado de todo ello, la dinámica de las condiciones internas en que la Isla se desenvolvía, comenzaron a ocupar un lugar preferente dentro de las percepciones políticas norteamericanas sobre Cuba, generando un “cambio de foco” de la política de Estados Unidos hacia Cuba como resultado de que emergían oportunidades, que las fuerzas de extrema derecha norteamericanas consideraban como propicias para derrocar al poder revolucionario en Cuba.

En el orden internacional, también las cosas comenzaban a ser más complicadas para Cuba. Por cuanto la pérdida de los mercados socialistas le daba el doble carácter a la situación económica tan difícil comenzada en 1989, de ser también una crisis de reinserción económica externa. Para Cuba, economía abierta y despojada de sus mercados externos, hallar nuevos socios comerciales y económicos, que contribuyesen a suplir las pérdidas, devenía en una cuestión de vida o muerte.

Lo cual explica, que en la percepción de la extrema derecha de la política norteamericana hacia la Isla, se considerase, como nunca antes, que se debía contar con instrumentos que permitiesen afianzar el componente transnacional del bloqueo. Instrumentos tales como la Ley Torricelli, aprobada en 1992, por George Bush (padre) en medio de la campaña presidencial contra W. Clinton; y la Ley Helms-Burton, aprobada en marzo de 1996 por W. Clinton, en medio también de la batalla por su reelección, pasaron a ocupar un lugar determinante en la política norteamericana hacia Cuba. Por lo cual, fue en medio de dos procesos electorales por la Presidencia que resultaron afianzados los componentes transnacionales de la política de bloqueo. En ambas ocasiones, tales medidas se debieron a las acciones realizadas por el presidente William Clinton. Primero, para arrebatarle la presidencia a Bush (padre) en 1992; segundo, para lograr la reelección en 1996.

A partir de entonces, quedaron completadas las variables que permiten explicar la política de Estados Unidos hacia Cuba en su estado actual. Pues, aunque la política hacia Cuba esencialmente no ha cambiado, las variables y escenarios para su comprensión sí [26].

Cuba entró en un proceso de recuperación económica a partir de 1995, pero la agresividad de la política norteamericana continúa su curso, agravándose a partir del 2000, con el ascenso a la presidencia de George Bush (hijo), el que sin dudas pretende utilizar el poderío militar de Estados Unidos, para apoyándose en una supuesta lucha contra el terrorismo, reestructurar el poder económico global a su favor, llevando la hegemonía norteamericana hasta planos insospechados.

Algunas consideraciones finales

Un análisis como el hasta aquí realizado, permite comprender cuan importante ha sido en cada momento histórico de la confrontación entre Cuba y Estados Unidos, la fortaleza interna de las fuerzas revolucionarias, para enfrentar los diferentes intentos de la política norteamericana por derrocar a la Revolución Cubana.

Hoy más que nunca, las experiencias acumuladas en términos de la unidad interna de las fuerzas revolucionarias y el tratamiento crítico y a fondo de todos los problemas que puedan afectar esa unidad, tienen un lugar preponderante en el enfrentamiento con Estados Unidos.

De todas las variables tanto políticas como económicas, que conforman hoy el entorno y contenido de la confrontación con Estados Unidos, el desenvolvimiento interno de la sociedad cubana ocupa el primer lugar. Todo lo que afecte ese desenvolvimiento interno de Cuba, impactará negativamente sobre la fortaleza de la Revolución Cubana para salir airosos de los escenarios de confrontación con Estados Unidos, que son hoy más complejos y peligrosos que nunca.

Por lo que ciertamente, no será en Cuba donde la política norteamericana tiene que cambiar, pero es sumamente importante lo que Cuba haga en función de que esa política cambie [27].


Notas:

(*) CESEU, Universidad de la Habana.

[1] No hay duda de que el factor emocional tiene su lugar importante dentro de la política de Estados Unidos hacia Cuba. Pero ello proviene de una razón histórica básica. Cuba siempre fue más importante en los planes de Estados Unidos, que cualquier otra nación latinoamericana o caribeña. Por razones geopolíticas, entendidas estas en el plano militar, al ser la Isla el territorio más grande y próximo en su mar del sur, a la vez que un puente entre Estados Unidos, el resto de las Américas y el Caribe, casi unida a la plataforma continental del triangulo norte. Por razones económicas, porque las riquezas maderables cubana, mineras, climáticas, pesqueras etc., ahora sabemos petroleras, de biodiversidad y de potencialidades turísticas, la convertían en una reserva estratégica para planes futuros de seguridad nacional y de expansión económica. Había sido además el primer experimento neocolonial norteamericano y al perderla se marchaban junto a ella muchas futuras esperanzas, entre otras, los planes de la mafia, secundados por el dictador Fulgencio Batista, de convertir a La Habana en una especie de capital caribeña del juego y el placer, en una extensión del Las Vegas californiano.

[2] Compartimos la definición de cultura política que da la Dra. Carmen Gómez cuando dice, “... Cultura política es un sistema de normas, valores, criterios, opiniones, creencias, sentimientos, acerca de cuestiones tales como la libertad, la igualdad, la democracia, la gobernabilidad, la participación, el proceso electoral y otras inherentes al sistema político de un país, la cual se va formando a lo largo del desarrollo histórico de un pueblo, fundamentado en su propia experiencia política y que le sirve para orientar sus acciones en esta esfera de la actividad humana”. Ver: “Una Visión Diacrónica de la Cultura Política Cubana”, en los Desafíos de la Ciencia Política en el Siglo XXI de Thalia Fung y Juan de Dios Pineda, Méjico, 2002.p. 140.

[3] El diseño de política hacia Cuba tenia su teorema, ”Cuba debía caer en las manos de Estados Unidos cuando se desprendiera del árbol de España”; así como también su corolario“, Cuba debía continuar en las manos de España, mientras no pudiera ser de Estados Unidos”. Ello desde la segunda mitad del siglo XVIII crea un triángulo conflictual, que se fortalece desde principios del siglo XIX y cuyos tres vértices eran España y Estados Unidos por un lado, Inglaterra y Cuba como el vértice ambicionado. Las tres potencias se vigilaron mutuamente durante muchos años en sus persistentes aspiraciones por apoderarse de Cuba. Pero Estados Unidos era entonces la más débil, se estaba formando, no tenía marina de guerra, durante mucho tiempo no podía competir económicamente, debía completar la expansión hacia el oeste, hacia el sur por Méjico, y esperar activa y pacientemente el debilitamiento de España como imperio colonial. A finales del siglo XIX, ya se daban las condiciones para que Estados Unidos interviniese en Cuba. Inglaterra había prácticamente desaparecido del escenario de la competencia por conquistarla (lo había intentado, ocupándola por un año entre 1762 y 1763).Hacia finales del siglo XIX, España ya no podía sostener su régimen en la Isla; Estados Unidos prácticamente la había sustituido en el comercio con Cuba y también, hacia finales del siglo XIX, ya Norteamérica era una nación industrializada, que poseía la capacidad militar y marítima para expandirse por el mar hacia el sur; Cuba estaba en su camino.

[4] En 1826 hubo intentos por parte del libertador Simón Bolívar de incluir a Cuba dentro de los procesos de la lucha independentista latinoamericana, pero los Estados Unidos, siendo presidente John Quincy Adams, se negaron rotundamente.

[5] La Llamada Resolución Conjunta, que autorizaba al presidente Mckinley a intervenir en la Guerra Cubano-Española, en si no tenía malas intenciones, pero aunque decía claramente cuándo entraría el Ejército Norteamericano en Cuba, sin embargo, no fijaba un plazo determinado para su salida después de expulsar al ejército de España. Por tanto, la salida de las tropas de ocupación no se produjo hasta que el gobierno norteamericano finalmente impuso como quería que fueran las relaciones entre ambos países, fijando las condiciones de la Enmienda Platt a la Constitución de 1901 y creando las condiciones para el regreso de las tropas norteamericanas, cada vez que ello fuese considerado como necesario. Como ya sabemos, de no ser por el apoyo brindado por las tropas al mando del General Calixto García, el ejército norteamericano no habría podido desembarcar en Cuba.

[6] Sobre la polémica de sí en Cuba hubo o no protectorado, consultar el interesante articulo de Oscar Pinos Santos y Paúl Estrade, “Lo que era aquella república: protectorado y neocolonia 1902-1934 y 1934-1958”. Revista Contracorriente, No. 19, Nueva Época, 2002. pp.67-89. Personalmente me adhiero a la opinión de los autores.

[7] El imperialismo moderno necesita aliados internos en los países que sojuzga, del mismo modo en que necesita naciones aliadas. Las antiguas potencias coloniales traían a sus administradores, gobernadores y a la burocracia colonial. Todos conformaban un sistema de gobierno dentro de un sistema político, que no era sino un apéndice del sistema de la metrópoli. El imperialismo moderno, por su parte, se apoya en las clases y grupos subalternos nativos, incluso que controlan no solo a la economía, sino también la cultura más que el viejo colonialismo. Su control sobre el comercio, la banca, la tecnología, la formación de cuadros económicos y políticos y sobre las elites militares internas, los canales de información, así como las instituciones y organismo internacionales, le permiten ejercer un poder sobre la economía y la política interna, dentro de lo cual solo les basta que sus aliados nacionales funcionen para preservar tales mecanismos. No necesitan gobernadores traídos de afuera, lo cual les permite además crear una cierta imagen de democracia e independencia: no es otro que el sistema de Democracia Representativa.

[8] Se trata de un fenómeno complejo, multicausal, multifactorial y difícil de explicar, que no podemos abordar en el breve espacio de este trabajo. Aunque de lo que no tenemos la menor duda, es de que la supervivencia de la revolución cubana y su paulatino proceso de superación de la crisis económica de los años noventa, junto a la muerte de Jorge Mascanosa y al reciente caso del niño Elian González y los múltiples escándalos de corrupción, han producido un impacto de debilitamiento de las fuerzas de extrema derecha, dentro de la llamada comunidad cubana en los Estados Unidos.

[9] En realidad ninguno de los bandos de la confrontación política veían en España el proyecto de modernidad para Cuba. La diferencia consiste en que unos consideraban que la modernidad para Cuba se solucionaba con anexarla a Estados Unidos y otros, insertando esa modernidad en una república cubana independiente.

[10] No es conveniente pensar que todos eran malos y corruptos, algunos, aunque no pocos, creían sinceramente que la Isla estaría más segura y que su futuro seria más prominente, si Cuba se hacia acompañar de la tutela norteamericana.

[11] El señor Don Tomás Estrada Palma siempre ha sido una figura muy polémica dentro de la historia cubana. Pero después de leer el libro de Ibrahim Hidalgo Paz, Cuba 1895-1898 Contradicciones y Disoluciones, editado por el Centro de Estudios martianos en 1999, no nos puede quedar la menor duda de que el señor Estrada Palma se las arregló muy bien con la contradicción existente entre el independentismo propugnado por el proyecto martiano y su” independentismo” personal. Tal vez no se puede decir que haya sido un traidor, porque no parece haber traicionado sus más recónditas ideas, fue simplemente un aliado de la burguesía criolla y de las ideas anexionistas, subyacentes dentro de las propias fuerzas independentistas. Estrada Palma fue un individuo que ocultó muy bien sus ansias de poder, su egocentrismo y su convicción política de que había que contar con los Estados Unidos para lograr la independencia de Cuba. Trabajo que al parecer le fue muy bien retribuido, al obtener la presidencia de Cuba en 1902, a pesar de ser ciudadano norteamericano. El mismo llamaría de nuevo a la intervención de estados Unidos en 1906.

[12] Muchos ahora no imaginamos muy bien como pudo ser posible aquello que ocurrió, si las ideas de José Marti eran tan lógicas, justas, claras y revolucionarias. Pero se facilita entenderlo mejor, si tomamos en consideración la temprana muerte del Apóstol y los pocos medios con que contó para diseminar sus ideas dentro de la Cuba de entonces.

[13] Como expresa Ibrahim Hidalgo en su libro “... La administración yanqui había logrado, en pocas semanas, el dominio de todos los hilos de la trama político-militar...”. Ver: Cuba 1895-1898, Op. cit., p. 239.

[14] Las administraciones norteamericanas de Mackinley y Roosevelt, entre 1897 y 1909, supieron aprovechar muy bien estas debilidades del Independentismo cubano en su última etapa.

[15] La normalización la entendemos como un proceso de mejoramiento de las relaciones, dentro del que se produzca la desaparición de la agresividad política que impide mantener relaciones normales entre naciones con intereses diversos.

[16] Sin duda, la idea de que Cuba debía ser una extensión natural del territorio de los Estados Unidos, surge del proyecto de expansión de las Trece Colonias. El mismo que expulsó a sangre y fuego a la población indígena de sus territorios originales; el que arrebató a Méjico una parte importante de su territorio y el que convirtió a Puerto Rico en una colonia de Estados Unidos. El proyecto respecto a Cuba no era diferente en su versión original, pero entre el que España siempre se negó a vender la Isla a Estados Unidos y la larga lucha independentista librada por los cubanos, se logró frustrar la posibilidad de la anexión.

[17] Para no pocos españoles, la Cuba de hoy, es el espejo en que se reflejan sus frustraciones históricas. No pudieron sostener a Cuba; le dieron la autonomía cuando ya no había remedio, ni representaba una solución; en lugar de entregarle Cuba a los patriotas, prefirieron canjeársela a Estados Unidos, que finalmente se la arrebató. Nunca fueron paradigma de modernidad para Cuba, por ser muy atrasados. Aguantaron a Franco por más de 40 años, teniendo que esperar incluso que muriera para hacer su cacareada “transición a la democracia”. Ahora, pretenden entregar de nuevo a Cuba a los Estados Unidos, la misma potencia que se la quitó. Lo único que hicieron bien, fue negarse varias veces a vender la Isla. Muchas Gracias. Por eso, para los sectores españoles, que piden la transición democrática a la Isla, Cuba es un dolor de...

[18] Ver del Autor, “La política de Estados Unidos contra Cuba y la Crisis de Octubre”, Revista Cuba Socialista, No. 25, La Habana, Cuba, p.3.

[19] Esta sistematicidad combinatoria, de la agresividad norteamericana, es posible de observar muy claramente, siguiendo el curso de las agresiones de Estados Unidos contra Cuba durante los años 1959 y 1960. Ver: Jane Franklin, Cuba and The United States, a Cronological History, Ocean Press, New York, USA, 1997.

[20] Tales hechos no hacen sino mostrar que la denominada contrarrevolución cubana no existe ni nunca existió y que se trata de una contrarrevolución de Estados Unidos en Cuba, utilizando a los cubanos. Por eso los individuos de origen cubano que desempeñan su actividad contra la Revolución Cubana, no son sólo contrarrevolucionarios, sino además mercenarios, pues trabajan bajo las ordenes, protección y financiamiento de una potencia extranjera.

[21] Ello no significa que la contrarrevolución haya dejado de operar internamente, cada vez que se le presentaba una oportunidad, pero el ambiente de esos años no era propicio para realizar en el plano interno esfuerzos de la magnitud y costo de los que Estados Unidos había desplegado a principios de los años sesenta, con la esperanza de derrocar al Gobierno Revolucionario en su propio terreno.

[22] No era la primera vez que la llamada burguesía cubana se suicidaba, ya lo había hecho durante el siglo XIX, cuando como clase no secundó la lucha independentista en ninguna de sus dos etapas. Por segunda vez, cuando había aceptado el papel subalterno de la oligarquía financiera norteamericana, poniéndose del lado, para defender sus privilegios, de los que avasallaban y esquilmaba a la nación. Finalmente en 1959, habiendo entregado a la dictadura batistiana todo su apoyo, se marchaba del país junto a ella, abandonando el terreno de la lucha política. Cuando Estados Unidos organiza la contrarrevolución, solo individuos aislados y grupos más o menos heterogéneos de miembros de los cuerpos represivos de la dictadura, entraron, simplemente a servir de mercenarios.

[23] El propio ritmo de las nacionalizaciones respondió también a que no pocas propiedades pasaban bajo el control del Estado, como resultado de que sus dueños abandonaban el país.

[24] Ver: Fidel Castro Ruz, “En la Trinchera de la Revolución “, Selección de Discursos, Colección Verde Olivo, Editora Política, La habana, 1990, pp.94-96 y pp. 97-104.

[25] Ver: Economic Press Service No. 21, 1994. Ampliar por medio de Esteban Morales “ Notas para una Reflexión Sobre Estrategia y Táctica Económica Cubana en los 90”, Temas de Estudio No. 13, CESEU, Universidad de la Habana, 1995.

[26] Para ampliar sobre estas variables ver: Esteban Morales, Teoría Sociopolítica, tomo II , Editorial Félix Varela, La Habana, 2000. Capitulo en el que desarrollamos el modelo que permite explicar la política de Estados Unidos hacia Cuba en la actualidad.

[27] Pienso que no es casual, que el Comandante en Jefe, Fidel Castro, haya dedicado su reciente discurso en conmemoración del 26 de Julio, a tratar dos asuntos vitales de la vida interna cubana: el comportamiento de la economía y los intentos de la “disidencia contrarrevolucionaria “ por levantar cabeza, bajo la orientación y financiación del gobierno de Bush.