México

Crisis terminal del PRD y necesidad de
un partido auténtico de izquierda

Declaración de la Liga de Unidad Socialista (LUS)
Enviado por Correspondencia de Prensa, 15/12/08

Termina el año en México con nubes sombrías en el horizonte para 2009: las tres plantas de la General Motors cerrarán los próximos días, lo mismo la de la Ford de Sonora, mientras que la violencia contra los "narcos" cosecha muertes todos los días: sicarios, soldados, policías y, como sabes, hasta un ministro de Gobernación. En fin, el país se adentra aceleradamente a una crisis que tal vez ni un "rescate" a la Clinton como el de 1995, pueda evitar.

Con Jesús Ortega como presidente del PRD (Partido de la Revolución Democrática) culmina la completa subordinación de este partido a la política del poder emanada del Zócalo–Los Pinos [residencias del Poder Ejecutivo]. Con ello el gobierno de Felipe Calderón ha logrado que este supuesto "partido opositor" se integre totalmente en el sistema político imperante en tanto tercer partido burgués gobernante al unísono con el PRI y el PAN.

El proceso de transformación completa del PRD en un partido conciliador y negociador con los poderes fácticos, iniciado desde su misma fundación, ha terminado. El PRD es un aparato político que sostiene, promueve y está inserto en la estructura gobernante del México de los grandes banqueros y empresarios, de los líderes charros y de la casta de políticos profesionales corruptos y represivos. Jesús Ortega y la corriente de los chuchos que encabeza, son personajes integrados perfectamente en las redes del poder existente.

La votación de la ley para "reformar" a PEMEX ha sido el más reciente ejemplo del colaboracionismo perredista con la coalición panista–priista. La ley aprobada con el voto de los senadores y diputados del PRD (excepto unos cuantos cuyo número no es mayor que los dedos de la mano) ha dejado el campo libre a la explotación de los yacimientos del golfo de México por parte de las transnacionales y los grandes capitalistas, legitimando y profundizando así la privatización de la industria petrolera que se viene practicando desde hace dos décadas.

Desde 1988 con motivo del fraude electoral de Salinas de Gortari, cientos de miles de trabajadores del campo y la ciudad, activistas, mujeres, estudiantes e intelectuales se identificaron e hicieron suya la causa del PRD y millones de votos fueron sufragados a favor de sus candidatos. Desde entonces, año tras año, experiencia tras experiencia, les han venido demostrando que se trata de un partido que no merece su apoyo y su confianza. Hoy es evidente que el PRD no es el partido que ellos creían que era, que se trataba y se trata de un partido conciliador que negocia con los intereses de los movimientos populares que ha encabezado. Sus metas y quehaceres están concentrados en conseguir votos y más votos para gozar de los recursos multimillonarios que le concede el Instituto Federal Electoral, para tener más diputados, senadores y conquistar espacios de poder e influencia dentro del sistema represivo y explotador que padecemos. El PRD no es, nunca fue y no lo será jamás el partido auténtico de izquierda revolucionaria que se necesita.

Comprendemos muy bien el sentimiento de ira y desengaño que miles de partidarios del PRD experimentan y que hoy renuncian a él. Se encuentran en plena búsqueda de orientación y de nuevas alternativas auténticamente de izquierda.

La situación de la corriente encabezada por Andrés Manuel López Obrador le exigirá definiciones. Ir junto al PRD encabezado por una corriente claramente conciliadora con Calderón y su gobierno, como algunos de sus partidarios han decidido hacer, sería la debacle de su discurso y sus acciones de oposición declarada. Decidirse por una nueva organización pluriclasista, sin abandonar su caudillaje antidemocrático, que ha mostrado hasta ahora ser inoperante y un freno de la autoorganización de las masas que luchan abnegada y lealmente contra el gobierno de Calderón, seria equivalente a fundar otra organización parecida a lo que ha sido ya el PRD.

Su actual solución intermedia del Frente Amplio Progresista –FAP–– (la alianza electoral con el Partido del Trabajo y Convergencia) sólo retrasa su toma de decisión fundamental en la encrucijada actual. Todas estas maniobras no son en absoluto garantía de una auténtica solución de la crisis de dirección del pueblo trabajador y explotado.

Para los socialistas, los revolucionarios, en suma, las fuerzas que se reclaman de la lucha de los trabajadores y de todos los sectores explotados, es el momento oportuno para sacar lecciones políticas centrales en estos días en que la bancarrota total del PRD coincide con la espectacular crisis económica y social que estalló en octubre pasado en EUA, el epicentro más poderoso del sistema capitalista globalizado. Las repercusiones de esta crisis financiera son ya devastadoras para México, uno de los países más vulnerables por su situación geopolítica de vecino sureño directo de aquel y por la integración económica que representa el TLCAN, promovida por los sectores gobernantes de la burguesía y el estado en México. El crecimiento económico ha disminuido a tasas de apenas de 1 o 2 por ciento, se ha devaluado el peso en un 40 por ciento con respecto al dólar, la fuga de capitales se ha iniciado, la inflación se ha disparado, el desempleo crece a pasos agigantados, las remesas de dólares de los emigrantes a sus hogares se han desplomado, el precio del barril petrolero va en descenso y todo ello en medio de un panorama de violencia que arroja diariamente varios muertos y heridos en enfrentamientos entre las bandas con las fuerzas militares y policíacas.

Es el sistema capitalista el que está en crisis, por ello el programa que confronte la catástrofe que se desarrolla ante nuestros ojos debe ser un programa anticapitalista. Un programa que enfoque de frente la situación económica tan difícil por la que atraviesan las masas populares. Tal programa de choque para salir de la situación actual generalizada de pobreza y desempleo deberá contener de entrada demandas como las siguientes: aumento general de salarios, planes de construcción de obras públicas contra el desempleo, expropiación de los bancos y control de sus trabajadores, revertir la privatización de las industrias energéticas y renacionalizarlas, cese del pago de la deuda pública (más que pagada con creces), nacionalización de las grandes empresas para orientarlas a la satisfacción de las necesidades populares y no al lucro capitalista, una política internacionalista de solidaridad con los pueblos de América del norte y del sur y con todos los demás que luchan contra la dictadura del capital, como lo hacen los jóvenes y el pueblo de Grecia en estos días. En síntesis un programa que arme las luchas de las masas y encauce su combatividad hacia objetivos vinculados directamente a sus intereses inmediatos e históricos.

Las semanas y los meses próximos serán decisivos en las luchas que se gestan en el seno de amplísimos sectores populares: maestros, mineros, estudiantes, colonos, indígenas. Las organizaciones populares, muy especialmente los sindicatos de trabajadores, tendrán un papel crucial actuando como articuladores y guías de las luchas de las más amplias masas.

Se avecinan tiempos de profunda reflexión acompañada de acciones audaces. Tiempos adecuados y propicios para que todas los sectores democráticos y revolucionarios nos unamos y forjemos la alternativa independiente y anticapitalista que reivindique el proyecto de nación que va ir exigiendo con cada vez mayor fuerza la situación de urgencia por la que nos adentramos. Un proyecto para un país soberano e independiente, en el cual la juventud tenga un porvenir digno y se respeten los derechos específicos de sus mujeres y en el que se cuide y preserve el medio ambiente, hoy amenazado por el ecoicidio capitalista. Un proyecto, en suma, para la fundación de otro sistema cuyo nombre es el del socialismo democrático.

Una responsabilidad particular corresponde a los grupos de vanguardia socialista. Su unificación, por su conciencia clasista, por su posición ideológica y sus conocimientos teóricos así como su experiencia histórica y su vinculación actual con los sectores de avanzada de los trabajadores, produciría una masa crítica considerable que contribuiría enormemente en la resolución de la crisis actual de dirección política revolucionaria.

La Liga de Unidad Socialista (LUS) se compromete leal y solidariamente a participar y promover las mejores condiciones para que tal reagrupamiento democrático, de una auténtica organización de izquierda sea una realidad en nuestro país en el menor tiempo posible para el beneficio de las justas causas populares.

Los ritmos de la crisis se aceleran, no hay tiempo que perder. Adelante, unámonos en el combate para salir de la crisis actual y para construir el nuevo México y el nuevo mundo del futuro.

México DF, 14 de diciembre de 2008