México

El asesinato de un sindicato y
el renacimiento de la lucha de clases
(I)

Por Richard Roman y Edur Velasco Arregui (*)
CEPRID, 10/01/10

"Hermanos, compañeros, compañeras: hay que convertir la rabia, la ira y la impotencia en la organización superior, en proyectos unificados y convergentes, en el cultivo de la unidad sin distinciones de ningún tipo para hacer frente a nuestros enemigos de clase porque, tarde o temprano, les vamos a superar . Las próximas acciones están aún por venir y nos encontrarán allí de nuevo, como siempre lo hacemos, con orgullo proletario y con nuestra convicción clasista y combativa”. Comité Central del SME , 13 de noviembre de 2009.

"Estamos en el umbral del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana, y tenemos que derrotar, como antes, las transnacionales, la dictadura, la tiranía y las violaciones de la Constitución. Es hora de que el pueblo se organice. "Martín Esparza Flores, Secretario General del SME, citado en La Jornada, 12 de noviembre de 2009.

Lucha de clases aumenta en México

La guerra neoliberal sobre los trabajadores de México alcanzó una nueva intensidad con el asalto relámpago, por parte del gobierno, del Sindicato Mexicano de Electricistas y sobre los recursos energéticos de México el 10 de octubre. La toma militar de la Luz y Fuerza del Centro y posterior liquidación extraconstitucional de la empresa, el despido de los 44.000 trabajadores, y el abandono de la negociación colectiva no ha dado lugar a un colapso de la resistencia según lo previsto por el gobierno. Por el contrario, ha dado lugar a una resistencia más amplia y una expansión de la lucha a sectores más amplios de la clase obrera y la población en general. El gobierno ha forjado una unidad sin precedentes de la resistencia que ha faltado en México y que coloca la clase obrera y demandas de los trabajadores en el centro de la resistencia popular al régimen neoliberal autoritario.

A diferencia de los años 1968 y 2006, cuando se hablaba de las cuestiones generales como los derechos democráticos, el eje del creciente movimiento de resistencia son las demandas sindicales y de los trabajadores. En 1958 los estudiantes encabezaron las protestas contra el régimen autoritario del PRI. En 2006 las movilizaciones de masas en Ciudad de México y otros lugares protestaron contra el fraude en la elección presidencial. En estas dos fechas señaladas del movimiento popular en México, los sindicatos sólo jugaron un papel complementario o marginal, no protagónico.

La ausencia de sindicatos auténticos y de un movimiento de trabajadores de carácter nacional es una consecuencia, en sí misma, de México con unas instituciones de trabajo corporativas y el hecho de que se convirtiesen en un factor clave en el sostenimiento de las instituciones. Los gobiernos neoliberales han sostenido deliberadamente a los más antidemocráticos y corruptos sindicatos para mantener a los trabajadores fragmentados y bajo control. La adhesión a la Unión es, de hecho, muy baja en México.

Especialmente si se tiene en cuenta el “charrazo” (1). De los aproximadamente 5 millones de trabajadores sindicados se estima que el 85% tienen contratos de protección, contratos falsos firmados por los dirigentes sindicales corruptos para dificultar el trabajo de los sindicatos auténticos. El 15% restante es miembro de los sindicatos de charro, corruptos, autoritarios, cuasi–corporativos y vinculados a la administración. Así, la mayoría de la clase trabajadora ha seguido vinculada a organizaciones que no tienen ningún interés en luchar contra el asalto neoliberal que ha devastado el nivel de vida, salud y seguridad laboral y derechos de los trabajadores en general. Dos de los más importantes sindicatos charros con la Unión de Trabajadores Petroleros y el Sindicato Nacional de Profesores. Ambos con corruptos y colaboran con el gobierno en la aplicación de la política neoliberal. Pero ambos, así como los sindicatos charros en el sector industrial, se han mantenido curiosamente en silencio en la situación actual. Sin embargo, no han atacado la lucha del SME. Esto está muy lejos del papel de los sindicatos charros durante las insurrecciones de los trabajadores en ocasiones anteriores, cuando participaron activamente en la denuncia y represión de los insurgentes. Su silencio actual puede significar prudencia, capacidad de negociación con el gobierno o temor a ser los siguientes si no siguen con su política [de apoyo al neoliberalismo].

La rebelión en Oaxaca en 2006 fue diferente de la de 1968 o la que ese mismo año se realizó contra el fraude en la elección presidencial y podría ser el precursor de los movimientos emergentes en Ciudad de México y de todo el país. La Sección 22 del Sindicato de Profesores de Oaxaca, disidente del Sindicato Nacional de Profesores, desempeña un papel central en una de las principales, aunque localizada, insurgencia civil. Y fue la lucha sindical el desencadenante y columna vertebral de lo que se convirtió en una rebelión profunda y amplia. La feroz represión por el gobierno de Oaxaca provocó un levantamiento en masa por parte de varios sectores de la población. Hoy, como en Oaxaca de 2006, el malestar latente de los diferentes sectores se ha encendido de ira por el ataque a los trabajadores y su sindicato.

Pero la unidad actual de vastos sectores de la clase obrera, estudiantes y otros no se basa simplemente en un popurrí de demandas por separado, sino por la creencia generalizada de que estas quejas tienen sus raíces en el carácter del régimen neoliberal autoritario y su presidente actual, Calderón, aunque hay diferencias en cuanto al carácter neoliberal sobre si es simplemente político (autoritario) o vinculado inextricablemente al capitalismo.

La acción del gobierno ha sido vista como una declaración de guerra abierta en el sindicalismo y un intento aún mayor de abrir el cofre del tesoro de los recursos energéticos de México para su entrega a los intereses capitalistas nacionales y extranjeros. El gobierno ha eliminado el estrecho margen para la negociación con los sindicatos y las soluciones sectoriales que había.

Se ha obligado a que las demandas de los trabajadores sean tramitadas por los políticos. Incluso algunos sindicatos importantes que han tratado de hacerse un lugar junto a ellos en el proyecto neoliberal se han dado cuenta que si el gobierno tiene éxito en la destrucción del SME, ellos podrían ser los siguientes.

La lucha del SME ha calado sobre vastos sectores de la clase obrera y de la población en general –obreros, campesinos, estudiantes, intelectuales, pequeños comerciantes– por una variedad de razones: 1) es visto como un ataque a la Constitución y la demostración de un desprecio por la legalidad , 2) es visto como el fin de la esperanza de una transición democrática, 3) la mayoría de la población mexicana ha sido empobrecida por décadas de neoliberalismo, se ha empobrecido aún más por la intensificación de la crisis económica mundial y se ha profundizado mucho más por la política regresiva promulgada por el gobierno del PAN con el apoyo del PRI.

La caída del sistema de partido único en las elecciones presidenciales de 2000 generó grandes esperanzas de que con fines pacíficos se podía producir un cambio electoral que preparase el camino para una mejoría en la vida de las personas una disminución de la represión y mayores oportunidades. Por el contrario, las cosas no han hecho más que empeorar económicamente y el régimen se ha vuelto más militarizado y represivo. La competencia electoral en el marco de un autoritario estado neoliberal ha cambiado poco. El fraude electoral presidencial de 2006 atenuó considerablemente la esperanza de que a la izquierda se le permitiera alcanzar la presidencia.

Y si había alguna esperanza de que ello fuese posible se han visto definitivamente destrozadas por el uso flagrante de medios extra–legales para llevar a cabo la política neoliberal y servir a la codicia capitalista. La militarización en curso que vive México afecta a los lugares de trabajo, sobre todo de la capital. El Ejército y la policía paramilitar nacionales ocupan en la actualidad todos los lugares de trabajo de la LyFC, en la Ciudad de México y estados circundantes. México está en una encrucijada. O la clase obrera y los movimientos populares derrotan al gobierno o el gobierno les derrota a ellos.

El asalto de LyF

El dramático asalto por miles de soldados y de la militarizada Policía Federal Preventiva de México sobre un sindicato fue un ataque a la Constitución ya la legalidad, así como un asalto atroz a los intereses públicos y los derechos de los trabajadores. El Presidente, en la noche del 10 de octubre, sin la necesaria aprobación del Congreso, ordenó la ocupación militar de todos los lugares de trabajo de la Luz y Fuerza del Centro Compañía de México y los trabajadores fueron expulsados violentamente. A continuación el Presidente emitió un decreto anunciando la liquidación de la empresa, el despido de todos sus trabajadores, y el final del contrato sindical. Estas acciones se llevaron a cabo con poca consideración a los procesos formales requeridos por la Constitución y las leyes mexicanas. Y, cuando un juez emitió un requerimiento (amparo) para detener el proceso de liquidación el 6 de noviembre, el Secretario de Trabajo dijo, con desprecio, que la decisión del tribunal no importaba porque la acción era un hecho consumado. Como un asesino sueños y derechos, usó la metáfora de la muerte diciendo acerca de la acción y el edicto de la corte: "Cuando una persona muere, aunque el certificado oficial de defunción no se haya expedido, la persona ya está muerta." Ese es el respeto del gobierno por los procesos legales.

El gobierno decidió no acudir a los procesos desordenados como ir al Congreso, como exige la Constitución, porque el Congreso ha sido objeto de presiones populares que, en los últimos años, han estancado la ofensiva neoliberal especialmente en lo que respecta a la privatización de la energía. Una acción audaz del gobierno tiene un mensaje y una serie de apuestas. El mensaje es que usará la fuerza militar cuando lo estime necesario para romper la resistencia de los trabajadores y del pueblo sin guardar el mínimo proceso legal. La apuesta es que la mayoría en el Congreso – con el antiguo partido gobernante, el PRI (Partido Revolucionario Institucional), en cooperación con el partido del Presidente, el PAN (Partido Acción Nacional) – no impugne una acción que cuenta con el apoyo entusiasta de las grandes empresas y el capital extranjero y que la resistencia de los trabajadores rápidamente se diluye ante una fuerza abrumadora, la indemnización por despido razonable y vagas promesas de puestos de trabajo en la nueva empresa. El gobierno está dejando en claro que las formalidades legales no se interpondrán en el camino de la política de Estado y de los intereses capitalistas. Pero también, sin querer, está dejando en claro que la vía electoral e institucional para el cambio social puede no tener viabilidad en México. Sin embargo, el SME está aplicando una política de dos vías de lucha contra la medida: una variedad de desafíos legales y la escalada de protestas extra–parlamentarias. Se ha ganado un desafío legal, la Ley de amparo, para poner fin a los procedimientos de la liquidación del contrato con el sindicato y el despido formal de todos los trabajadores. Recientemente ha perdido un segundo desafío: la negativa de la Corte Suprema de Justicia para conocer el derecho de la Asamblea de la Ciudad de México para vetar por inconstitucional la decisión del presidente de liquidar la compañía.

El ataque relámpago había sido precedido por una larga guerra de propaganda emprendida por el gobierno y los medios de comunicación capitalistas para retratar la LyFC como ineficiente y corrupta y, por supuesto, culpar a la unión de estos problemas. La empresa, de hecho, tenía graves problemas de déficit y deterioro de los servicios. Pero estos problemas no se debían a que los trabajadores fueran ineficientes o al poder de la Unión. El LyFC es sólo un distribuidor de energía con una pequeña producción simbólica de energía. Se compraron casi todo el poder que se distribuye desde la La Comisión Federal de Electricidad (CFE), el otro estado de propiedad de la compañía eléctrica, y la política del gobierno era que la CFE cobrase más caro de lo que permitió a la LyFC a cobrar a los consumidores. Al mantener los costos de energía por debajo de sus costes reales, el gobierno subsidiaba a los consumidores, que sólo tenían que pagar un tercio de los costes reales. Y hay subvenciones mayores para las grandes empresas ubicadas en el centro de México, lo que les permite ignorar por completo el pago de sus facturas de energía. Estas políticas, junto con la disminución del presupuesto de inversión para el LyFC creó un gran déficit en la LyFC. El sindicato no ha creado el déficit y deterioro de la infraestructura. No tenía poder sobre estas políticas. Sin embargo, los medios de comunicación y el gobierno culparon a los trabajadores, hablando de sus privilegios, y al sindicato de todos los problemas haciendo caso omiso de la verdad. Todo esto fue parte de la larga guerra "de posición" de la clase capitalista para socavar la simpatía hacia los trabajadores y los sindicatos, búsqueda de chivos expiatorios a los problemas, que eran reales, pero cuyas raíces estaban en otra parte.

En su momento, mantener bajas las tasas por los costes de energía eléctrica era parte del salario social (junto con los precios de los alimentos subsidiados), una política para mantener el apoyo entre la población, manteniendo las demandas salariales bajas, así como una forma de fomentar el desarrollo capitalista a través de bajos costes de los insumos. Pero con el paso al neoliberalismo y una economía orientada a la exportación, el gobierno ha eliminado todos los subsidios a los trabajadores mientras que ha multiplicado las ayudas subsidiadas para las grandes empresas. Esta guerra de propaganda larga y continua contra los sindicatos y la propiedad pública ha creado hostilidad a la LyFC y el SME en algunos segmentos de la población. Se trata de una batalla ideológica contra la que el sindicato está luchando exponiendo las políticas ocultas de los subsidios al sector privado. El hecho de que la CFE, la empresa estatal de energía que controla la producción y distribución de energía eléctrica para las áreas fuera de la jurisdicción de la LyFC, se está apoderando de la LyFC (sin pasar por los procesos legales necesarios), puede parecer desconcertante. Pero el misterio desaparece cuando nos enteramos de que la CFE ya ha contratado en silencio cantidades significativas de la producción de energía a empresas privadas y cuenta con un sindicato charro no democrático, corrupto, el SUTERM (Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana), un sindicato que no impugnará los planes del gobierno con la privatización y apretará a los trabajadores más. Además de los cargos, existen graves casos de corrupción en relación con los procesos de contratación como se señaló en una reciente acusación presentada por el Departamento de Justicia de EEUU.

Este ataque al SME y LyFC tiene tres propósitos fundamentales: reactivar la estancada campaña para privatizar todos los recursos públicos, con el gran premio del petróleo; que el sistema masivo de cable de fibra óptica de LyFC quede a disposición del capital privado para uso en la tercera generación de telecomunicaciones, y para destruir a los trabajadores mexicanos de la Unión Eléctrica (SME), que ha desempeñado un papel central en la organización de amplias coaliciones de oposición al neoliberalismo y la privatización. El SME es un sindicato independiente y democrático con una larga historia de resistencia a la privatización, en la solidaridad con los movimientos sociales y el apoyo a los pueblos indígenas de México. Tiene una historia de 95 años de elecciones democráticas y voto secreto. El ataque al SME no es sólo un ataque a los trabajadores de la electricidad, sino un intento de romper la retaguardia de cualquier resistencia al neoliberalismo y la privatización. Es un ataque a todos los trabajadores.

México ha estado pasando por una transformación fundamental en las últimas décadas, cuyos ingredientes principales son:

1. la integración profunda de la economía mexicana y la fuerza de trabajo en la economía de EE.UU. y el mercado de trabajo;

2. la creciente importancia del capital multinacional, especialmente de los EE.UU. y España, en México;

3. la sustitución del bonapartismo por el papel más directo de la capital en la configuración de la política gubernamental;

4. la liberalización electoral hacia una forma de competencia limitada que sigue excluyendo una victoria de la izquierda a nivel presidencial;

5. el asalto neoliberal en el contrato social que implica la ruptura del equilibrio de clases, que era parte de la base de la estabilidad del Estado bonapartista;

6. disminución de la legitimidad del Estado como resultado del asalto neoliberal y la continuación del uso sistémico de fraude electoral;

7. disminución de la legitimidad y la eficacia del Estado como consecuencia del aumento de la violencia de los cárteles de la droga – este es el crecimiento de una forma de caudillismo que mejor puede entenderse como una lucha dentro del Estado y entre los cárteles en lugar de una lucha entre el Estado y los cárteles;

8. el consiguiente aumento de la dependencia de la militarización, la criminalización, represión y terrorismo de Estado como los métodos de control social.

La intensificación de la represión y la exclusión ha crecido al mismo tiempo que el Congreso multipartidario y la competencia electoral. En el antiguo régimen, las batallas tuvieron lugar dentro y alrededor del partido de gobierno, a menudo ocultas a la vista del público. Ahora las batallas tienen lugar en amplios espacios – tanto dentro, entre y alrededor de los partidos– pero los límites están marcados por el proyecto impulsado por el gran capital, nacional y extranjero. Y estos límites se aplican con una represión brutal (de testigos del terrorismo de Estado contra el pueblo de Atenco, la represión del sindicato de trabajadores del acero, la masacre de Acteal en Chiapas y ahora la liquidación del SME).

Ahogar al trabajador y eximir de impuestos a las grandes empresas La participación del Ejército en tareas policiales dentro del nuevo régimen son aún más pronunciadas que en el antiguo régimen, un régimen que construyó un bloque de poder que se basaba en una combinación de la represión, la cooptación, y las concesiones. La negación del derecho de asociación por parte del Estado se mantiene intacta, no ha habido una transición democrática en los sindicatos o las relaciones Estado–sindicato. El Estado desarrollista autoritario antiguo dio algunos derechos de ciudadanía social y económica a los sectores estratégicamente importantes de la población como forma de controlar y desarrollar el mercado interior de la capital mexicana. El nuevo Estado neoliberal ha quitado la mayoría de estos derechos sociales y económicos. Su estrategia de exportación ha hecho que el poder adquisitivo interno sea de importancia menor. Lo importante en esta estrategia de bajos salarios es el trabajo disciplinado y flexible, no la resistencia de los trabajadores. El nuevo estado neoliberal autoritario no está dispuesto a dar concesiones, por el contrario ha impuesto recortes. El asalto neoliberal sobre los derechos populares, medios de subsistencia y oportunidades ha destruido las esperanzas de un futuro mejor dentro de México. Concesiones y esperanza fueron la base de una aceptación parcial, aunque fatalista, del régimen autoritario, sobre una vida mejor mediante la educación y el trabajo duro. La perspectiva de una "transición democrática" que daría lugar a oportunidades de vida mejor y menos represión ha sido frustrada por la política neoliberal y las prácticas políticas autoritarias.

El asalto al SME es parte de un esfuerzo más amplio para pasar la carga de la crisis económica sobre las espaldas de una población ya desempleada, subempleada y hambrienta. Además del ataque al SME, el Gobierno ha establecido un presupuesto de austeridad con grandes recortes a todo el gasto social, especialmente el de las universidades públicas, así como un aumento de los impuestos sobre los trabajadores mientras les sigue reduciendo, y eximiendo, a las grandes corporaciones. El impuesto sobre ventas se elevó del 15% a 16% y los impuestos sobre sueldos y salarios también se incrementaron, mientras que a las empresas más grandes de México se les continúa permitiendo las exenciones fiscales y la evasión legal de impuestos. Como le propio el Departamento de Hacienda de México ha señalado, las 400 corporaciones más grandes en México apenas pagan impuestos, con un promedio del 1,5%. Cuando esta cuestión fue planteada por la oposición de izquierda en el Congreso, incluso el Presidente se quejó públicamente de este hecho, lo que levantó la ira de las grandes corporaciones y provocando que, dos días después, el presidente Calderón se retractase de sus declaraciones.

Estas políticas fiscales regresivas, sin embargo, han recibido el fuerte respaldo de Juan José Daboub, Director Gerente del Banco Mundial, en la Cumbre Empresarial Mexicana que tuvo lugar en Monterrey el 8 de noviembre de 2009 (2). Daboub elogió al gobierno y describió el aumento de los impuestos regresivos como prueba de “madurez política de México." No satisfecho con el aumento de impuestos regresivos, llamó al gobierno a avanzar en los cambios en la legislación laboral y a mejorar el sistema energético, palabras en clave para debilitar los derechos de los trabajadores y acelerar la privatización del sector energético.


(*) Edur Velasco Arregui es miembro del comité asesor del Comité Central del SME, representante electo de los trabajadores universitarios en la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (JFCA), ex Secretario General del SITUAM (Sindicato Independiente de Trabajadores de la Universidad Autónoma Metropolitana) y Profesor de Derecho del Trabajo y Economía de la Universidad Autónoma Metropolitana en la Ciudad de México. Richard Roman es miembro del Proyecto Socialista y profesor emérito de Sociología en la Universidad de Toronto. También es miembro asociado del Centro de Investigación sobre América Latina y el Caribe, Universidad de York, Toronto y miembro fundador del Colegio Superior de la Universidad de Toronto.

Notas:

(1) El charrazo es un término que se utiliza para describir un golpe de estado, por parte del Estado, y algunos líderes oportunistas en el Sindicato de Trabajadores de Ferrocarril en contra de los dirigentes elegidos de la Unión en 1948. Se ha convertido en un término general en México para describir a los dirigentes sindicales corruptos y las prácticas antidemocráticas de las dirigencias sindicales. El charro se refiere a un líder y charrismo a la práctica de estado ligada a estos dirigentes sindicales corruptos. Este término se coreaba en las manifestaciones de trabajadores. Hay una serie de sindicatos charros y prácticas charristas que en apariencia dicen defender a los trabajadores y sus convenios colectivos y en la práctica les venden. Si antes, durante el PRI, eran parte del poder ahora, en este régimen de alternancia, trabajan con cualquiera que esté en el poder neoliberal, a nivel nacional y de los Estados, para aprovechar mejor su poder de negociación y preservar su control de los sindicatos. (2) La Jornada, 9 de noviembre de 2009.


El asesinato de un sindicato y
el renacimiento de la lucha de clases
(II)

Por Richard Roman y Edur Velasco Arregui
CEPRID, 23/01/10

La remontada: ¿de la protesta a la rebelión?

El ataque relámpago del gobierno al SME no ha podido destruir la resistencia. Más bien, el régimen mexicano se enfrenta al más amplio, profundo y unificado de movimiento de resistencia en las últimas décadas. Y, más importante, es un movimiento de resistencia nacional centrado en la clase obrera. El gobierno no ha sido capaz de destruir al SME o la resistencia popular. Si bien la lucha ha ido creciendo de nuevo, aún no tiene la fuerza para obligar a un rápido cambio de las acciones del gobierno. Si pierde el SME, con este sindicato democrático 95 años de edad habrán "desaparecido" junto con todos los puestos de trabajo los beneficios y derechos en poder de sus miembros y los jubilados. Y cada otro sindicato o movimiento popular tendrá que saber con más claridad que su existencia está supeditada a los caprichos y las políticas de las élites y las grandes empresas. Hay un "equilibrio catastrófico", un punto muerto sin ninguna vía clara de compromiso o de una salida negociada.

La ira y la desesperación por décadas de recortes masivos en los salarios, así como en la red social muy limitada existente en algunos sectores, se ha intensificado por la profunda crisis económica de México. La válvula de seguridad de los puestos de trabajo en los EE.UU. para los millones de trabajadores “excedentes” mexicanos se ha reducido significativamente debido a la crisis económica de los EEUU. Las remesas que han apoyado a muchas familias y comunidades en México han disminuido drásticamente.. Además, la crisis económica mundial y la gripe porcina han llevado a una gran disminución en el empleo y los ingresos por el turismo y petróleo mexicano, que proporciona el 40% del presupuesto federal. Y la dependencia de México respecto a las exportaciones a los EE.UU. – 80% de las exportaciones de México van a los EE.UU., la mayoría como parte de un proceso integrado de producción de las grandes empresas – ha causado una fuerte disminución del empleo en el sector de la maquila. Décadas de reestructuración neoliberal y destrucción deliberada de los salarios y las condiciones de trabajo se han visto agravadas por la crisis súbita y profunda de la economía mundial. La depresión ha reestructurado el mercado laboral a la baja en México y los mexicanos que trabajan en el extranjero también se resienten. Sin embargo, la gran burguesía en México, como en todo el mundo, está tratando de utilizar la crisis como justificación para la reestructuración del mercado de trabajo y un nuevo descenso en las conquistas laborales. El nuevo presupuesto del gobierno mexicano es un presupuesto de austeridad, con recortes masivos del gasto público y aumento de los impuestos regresivos contra los trabajadores y las clases populares. La guerra de clases fiscal se hizo más notoria cuando López Obrador y los perredistas del Congreso señalaron que las grandes empresas en México no pagan impuestos mientras que el gobierno pretende imponer aún más presión fiscal sobre los trabajadores.

También ha sido creciente cólera en las comunidades por los apagones frecuentes, que duran algunos días, como consecuencia de la incapacidad del gobierno para mantener a la compañía eléctrica intentando funcionar sin la experiencia de los trabajadores que durante mucho tiempo han conseguido mantener fondos públicos suficientes para que fuese útil. Ahora, tras el asalto, la gestión no ha sido capaz de mantener el suministro de energía y se han producido protestas espontáneas de las diversas comunidades por los frecuentes apagones. El gobierno ha tratado de culpar al sabotaje por estos problemas, pero todos los lugares de trabajo están bajo control militar y policial.

La ira de la comunidad también es probable que aumente considerablemente cuando las personas comiencen a experimentar mayores costos de energía junto a un peor y menos fiable servicio eléctrico. El presupuesto federal actual no tiene dinero para la LyFC ni incluye dinero adicional para la CFE, (la otra compañía eléctrica pública), la compañía que está programada para hacerse cargo de la jurisdicción de la LyFC (probablemente como un preludio a la privatización a escondidas o la privatización directa). La mayor parte del presupuesto de la LyFC se fue a subsidiar energía barata para los consumidores y las empresas, los consumidores pagando sólo un tercio de los costes reales de producción y distribución de energía. Esta subvención ha sido eliminada.

Todos estos factores – los efectos del deterioro de la economía, la ira por los impuestos regresivos, la frustración con los apagones frecuentes en el centro de México, la inflación general de los productos básicos y la poca legitimidad del Presidente están generando las condiciones propicias para un avance en la militancia de los trabajadores. El desafío para la PYME y para el movimiento de resistencia popular es crear una estrategia viable y un programa que proporcione comprensión, esperanza y dirección de esa ira y desesperación cada vez mayor que pueda compensar los intentos sistemáticos de los medios de comunicación y el estado capitalista de promover el fatalismo y el individualismo.

El propio SME ya no puede actuar simplemente como un sindicato. No hay un camino para recuperar sus derechos colectivos sin un cambio en la correlación de fuerzas en el plano nacional. Mientras que el SME está llevando a cabo todas los aspectos legales para recurrir el asalto, hay poco optimismo sobre las decisiones judiciales. El SME se ha visto obligado a convertirse en un movimiento político que, además de desarrollar su estrategia y táctica con sus aliados, tiene que redefinir su propia identidad como una organización / movimiento. El intento del gobierno y la clase capitalista para romper la solidaridad y la combatividad del SME ha fracasado hasta ahora. La campaña de propaganda mal intencionada y deshonesta contra los trabajadores, llevada a cabo por el gobierno y los medios corporativos, la insistencia en el carácter irreversible de la liquidación, el intento de jugar y sembrar nuevas divisiones en el sindicato, la oferta de bonos especiales para la aceptación de los ceses, el corte de la atención médica, la promesa a los pensionistas del SME de que sus pensiones y prestaciones no cambiaría han estado al servicio de dividir y desmoralizar al SME. Sin embargo, la Unión cuenta ahora con más solidaridad que nunca.

Los jubilados han denunciado la oferta del gobierno y siguen a la batalla junto a sus hermanos y hermanas del SME. El 23 de noviembre, once electricistas mujeres, algunas de ellas madres, iniciaron una huelga de hambre indefinida en las puertas de la sede de la CFE en la Ciudad de México y los miembros del SME también han iniciado otra huelga de hambre en Pachuca, Hidalgo. Dos tercios de los miembros empleados en el momento de la liquidación han presentado una o más acciones legales contra el gobierno. Aunque alrededor del 50% de los trabajadores aceptó el dinero por despido, muchos han dicho que lo hicieron bajo la coerción de las dificultades económicas, así como amenazas y han cuestionado la legalidad de todo el proceso. El sindicato ha adoptado una posición compasiva con los que tomaron las indemnizaciones y muchos, si no la mayoría de ellos, siguen siendo miembros de la Unión para luchar contra todo el proceso. Los pequeños agricultores ya han enviado toneladas de maíz, arroz y frijoles a la SME. El PRD (Partido de la Revolución Democrática) y miembros de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (parte central de la Ciudad de México) han donado fondos para el SME. Después de seis semanas de resistencia – sin fondo de huelga y con el gobierno cortando todos los accesos a los fondos propios de la Unión – la cohesión se mantiene sólida con un apoyo creciente de otros sectores. La unión del SME / movimiento ha sobrevivido a los ataques relámpago y se prepara para una batalla larga.

El SME a menudo ha sido el organizador y punto de apoyo de amplios frentes de resistencia clasista, como en el Diálogo Nacional iniciado en 2004. El Diálogo Nacional ha sido un espacio para reunir a las distintas fuerzas de la oposición al neoliberalismo – el movimiento sindical democrático, las organizaciones populares y la izquierda – para discutir una visión alternativa a la del neoliberalismo. No ha sido una estructura de organización, sino el espacio para discutir y articular una visión y las ideas de lucha. Fue un espacio con fiebre de ideas y programas pero con escasez de organización y acción común. Pero la nueva situación exige más que nunca que el movimiento nacional de resistencia popular se transforme en una organización eficaz de la lucha.

El espacio para hablar y protestas simbólicas ha desaparecido. El SME y el Frente Nacional de Resistencia Popular deben profundizar y extender la militancia y conciencia de clase a círculos más amplios de los trabajadores y de varias regiones o será derrotado. Estos procesos de agitación y organización necesariamente se desarrollarán de manera desigual y su resultado es incierto. Pero es esencial para cualquier desafío eficaz contra el régimen. Porque mientras la ciudad de México y los bastiones tradicionales de la izquierda tienen una base para una "guerra de maniobra" para una lucha rápida e intensa, el movimiento de resistencia no tiene ese potencial inmediato en otras zonas del país. La más importante zona industrial del Estado de México y otras zonas industriales aún siguen bajo el control conjunto de los gobiernos del PAN o del PRI estatal y los sindicatos charros. El intento sistemático por parte de las principales cadenas de televisión, los periódicos y el gobierno por representar a los trabajadores del SME como privilegiados, ineficientes, egoístas y a los de la Unión como corruptos, se ha de superar. Estos intentos deliberados de dividir y confundir a la clase obrera se tienen que combatir ideológicamente y construir la solidaridad de clase de los trabajadores. Hasta ahora ha habido dos asambleas nacionales de la resistencia popular, así como una escalada de movilizaciones de masas en las que han participado amplios sectores de la población. Si bien la participación de los trabajadores son el núcleo de la resistencia ya sea a través de sus sindicatos o por medio de corrientes dentro de los sindicatos charros, es amplia y activa de otras organizaciones y sectores – organizaciones campesinas, de la APPO (Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca), estudiantes, intelectuales, los movimientos populares, los segmentos de "La Otra Campaña", y partidos de izquierda y agrupaciones–. Un total de 700 organizaciones de apoyaron el paro cívico nacional del 11 de noviembre.

Este paro vio acciones significativas en al menos 22 de los 31 estados de México. Las acciones fueron más fuertes en la Ciudad de México y en los estados vecinos, donde la compañía eléctrica y la liquidación del SME tienen una presencia. Además de las protestas, fueron fuertes en los bastiones tradicionales de la izquierda, donde el SME no tiene presencia, por ejemplo, Oaxaca, Michoacán y Chiapas. Los maestros en los estados de Oaxaca y Michoacán cerraron casi todas las escuelas en ambos estados. Estas secciones del sindicato nacional de docentes forman parte de la CNTE (Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación), una alianza nacional de grupos organizados de maestros disidentes en el SNTE (Sindicato Nacional de Maestros), un gángster sindical charro, con cerca de 1,5 millones miembros. En Oaxaca, la Sección 22 del sindicato de maestros y la APPO cerró todas las instalaciones de la CFE, la empresa nacional de energía que tiene un sindicato charro y está sustituyendo la LyF. Muchas secciones del SNTMM (Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana), los mineros y trabajadores siderúrgicos de la Unión, cerraron los lugares de trabajo por períodos breves. (El SNTMM se ha visto severamente perseguido por el gobierno y su presidente está en el exilio en Canadá.) La extensión y variedad de las acciones hacen que sea difícil calcular el número de personas que participaron. Las estimaciones del SME son que 5 millones de personas participaron a nivel nacional, una estimación más prudente podría ser de 3 millones de personas. Sin embargo, el 11 de noviembre indica una extensión nacional del movimiento de protesta.

El SME, junto con el PRD y el movimiento de López Obrador están promoviendo una campaña de consumo masivo de rechazar el pago de facturas de los servicios públicos eléctricos. Ellos argumentan que los consumidores no tienen contrato con la empresa de reemplazo, la CFE, aunque el gobierno ha anunciado que las facturas ahora vendrán de la CFE. Esta campaña para potenciar la solidaridad de los consumidores con los trabajadores podría obtener una gran tracción, ya que encaja con la ira creciente por los apagones. Esta campaña se une a las preocupaciones de los trabajadores por sus puestos de trabajo y a las preocupaciones de los consumidores, la mayoría de ellos los propios trabajadores, para que haya un servicio público adecuado y asequible. Así reúne a la lucha por los derechos de la Unión con el movimiento de López Obrador contra el fraude electoral y para la preservación de la propiedad pública de la energía.

La resistencia ha descrito las acciones de 11 de noviembre como un preludio hacia una huelga general. Una huelga general eficaz tendrá que extenderse a otras zonas fuera de los bastiones tradicionales de la izquierda para incluir localizaciones industriales claves. La mayoría de estas zonas industriales son controladas por el régimen y sus sindicatos gángster, a menudo con contratos de protección.

La expansión del movimiento a los sectores industriales de la clase obrera y de otras regiones es tan difícil como necesario. Hará falta una estrategia política, audacia y valentía para superar los enormes obstáculos que han llevado a los fracasos en el pasado. El movimiento obrero y la izquierda han tenido breves momentos de grandes frentes nacionales de lucha que han sido derrotados por la represión y las divisiones internas. En algunos de estos intentos, como lo señaló Luis Hernández Navarro, "la lógica de la lucha inmediata del sector con la mayor fuerza política ha terminado por dominar y absorber las demandas de sus aliados. Y la preocupación de ser utilizados como masa de maniobra de otros actores políticos y su programa electoral y parlamentario continúa pesando sobre los diversos actores sociales” (1). El desafío para la izquierda es desarrollar un programa y un proceso que ayude a proteger el movimiento de este peligro.

Los movimientos que componen el frente nacional de resistencia son políticamente heterogéneos. Si bien algunos tienen puntos de vista revolucionarios, la mayoría tienen puntos de vista reformistas, a menudo con la esperanza o la nostalgia de los real o imaginados buenos viejos tiempos del nacionalismo revolucionario. Pero hay un amplio consenso respecto a que un cambio de dirección no es posible sin un cambio en la correlación de fuerzas en el plano nacional. Esto significa vencer al PAN / PRI, la coalición que actúa en interés del gran capital. Como el gobierno ha cerrado la puerta cada vez más a la reforma del sistema, los movimientos revolucionarios están siendo impulsados hacia la acción directa como la única forma de revertir las recientes acciones y cambiar la dirección. ISe ha vuelto más claro para muchos que sólo la remoción del gobierno podría dar lugar a elecciones libres, honestas y democráticas. Algunos consideran que una convención constitucional también sería necesaria.

La eficacia de una huelga general depende de su fuerza, tanto en su ejecución inmediata como en su capacidad para lograr los objetivos. Una huelga general mal preparada o débil es un desastre potencial para el movimiento obrero y la izquierda y permite al gobierno responder con ferocidad. El SME y el movimiento de resistencia están organizando brigadas de trabajadores para conseguir apoyo a una huelga general a nivel nacional. Los desafíos son enormes pero no hay alternativa a una lucha nacional para cambiar el equilibrio de poder dentro de México. El hecho de que una organización de trabajadores esté en el centro de organización y sea el referente de un creciente movimiento de resistencia popular es un cambio radical con implicaciones enormes.

La revuelta estudiantil de 1968 y su derrota tuvo gran repercusión para México, lo que lleva por una parte a los movimientos guerrilleros y por otra a una liberalización del sistema político. En 1987 y 1988 una masa neocardenista luchó contra el fraude electoral. En 1994 la insurrección zapatista creó grandes esperanzas y a pesar de su aislamiento político posterior su inspiración sigue influyendo en muchas comunidades indígenas y pobres, con la creencia de que otro mundo es posible. El fraude electoral de 2006 y las movilizaciones postelectorales profundizaron los desafíos a la legitimidad del régimen. Y ahora la devastación neoliberal, la crisis económica y el asalto relámpago al SME (y a los recursos energéticos de México) han movilizado a grandes capas de la población. México podría seguir los caminos de Bolivia y Ecuador, donde las revueltas derrocaron gobiernos y allanaron el camino para unas elecciones honestas y el triunfo de la izquierda. O podría seguir el camino de Colombia, un narco Estado cada vez más represivo y autoritario. Con su vasta frontera con los EEUU y con uno de cada cinco trabajadores mexicanos viviendo y trabajando en EEUU, las consecuencias son enormes no sólo para México, sino también para EEUU.


Nota:

(1) La Jornada, 27 de noviembre de 2009.