México

Balance de cuatro meses de lucha

El golpe al Sindicato de Electricistas

Unidad Socialista (*), febrero de 2010
Enviado por Correspondencia de Prensa

El golpe represivo contra el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) del gobierno de Calderón fue la culminación del enfrentamiento clasista entre uno de los sectores de los trabajadores más combativos contra el estado capitalista. Los trabajadores electricistas del SME tenían más de diez años movilizándose contra la lucrativa estrategia privatizadora de los gobiernos actuales y en defensa de sus conquistas sindicales históricas. Fueron los campeones de la lucha popular contra la entrega de los recursos energéticos, en especial de la industria eléctrica, a los capitalistas nacionales y extranjeros. Desde el gobierno de Zedillo se erigieron en el obstáculo decisivo que se interponía en el curso de uno de los más jugosos proyectos de los poderosos capitalistas que ya se frotan las manos ante las ganancias que vislumbran con la puesta en práctica de la fibra óptica en las redes electrónicas y sus ramificaciones en los medios masivos de comunicación.

En las elecciones presidenciales del 2006 los trabajadores del SME, en su abrumadora mayoría, votaron por López Obrador y seguramente fueron también importantes sus votos en la aplastante derrota que sufrió el PAN en las elecciones intermedias del año pasado.

Su lucha era insoportable para el gobierno de Calderón y el bloque de grandes capitalistas nacionales y extranjeros que constituye su principal apoyo. Para él golpear y destruir al SME se convirtió en una de las metas centrales de su gobierno.

El golpe clasista

Entre los diversos factores que condujeron al gobierno de Calderón a su decisión de liquidar la compañía de Luz y Fuerza del Centro (LFC) el 11 de octubre pasado destacan dos fundamentalmente: en primer lugar, su necesidad urgente de mantener firme el apoyo del bloque del gran capital para neutralizar su contundente derrota electoral de julio y, en segundo lugar, la ocasión propicia que la división sindical en las filas del SME le dio al siniestro secretario del Trabajo (sic) y Previsión Social, Javier Lozano, para aprovecharse del momento y meterse a fondo en la pugna intersindical. ¿Qué mejor muestra de confianza puede darle Calderón a los grandes capitalistas que la liquidación de la LFC y la terrible represión clasista contra el SME? Con este golpe se desgarra la demagogia de la “unidad nacional” y la de un gobierno para “todos los mexicanos”. Las consecuencias serán esta vez más serias que en el pasado. La lucha de clases se vislumbra en el horizonte agotándose rápidamente las posibilidades que los nubarrones demagógicos la cubran y desorienten.

La respuesta de los trabajadores del SME fue inmediata con una de las movilizaciones en la ciudad de México más amplias y poderosas que ha habido. Innumerables organizaciones y movimientos de trabajadores, estudiantes y pueblo en general se unieron a ella. Destacaron en un lugar prominente los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. La solidaridad se desplegó a nivel nacional.

Un primer balance

Cuatro meses después de ese fatídico 11 de octubre de 2009, es posible realizar un primer balance de esta lucha clave para los trabajadores mexicanos. El peso enorme de la acción represiva del Estado y de los medios masivos de comunicación se dejo caer sobre el gremio de los electricistas del SME. Más de 20 mil trabajadores se han visto obligados a la liquidación. Los otros casi 20 mil que permanecen movilizándose y exigiendo su contratación por el “patrón sustituto” (la Comisión Federal de Electricidad) se les ha rehusado incluso la entrega del aguinaldo al que tienen derecho por ley.

En noviembre el amplio frente solidario organizó un paro nacional con resultados prometedores pero todavía insuficientes para contrarrestar la enorme envergadura de la ofensiva gubernamental. Los planes para el presente 2010 son varios. El viernes 29 de enero se realizó una importante manifestación en la ciudad de México pero que también mostró que las grandes masas que se movilizaron en octubre y noviembre ya no participaron.

Una dirección negociadora

La causa de los electricistas del SME es una que atañe al conjunto de los trabajadores, representa un hito mayor en la lucha de clases actual. La militancia y el espíritu de sacrifico que han desplegado miles de trabajadores es un hecho digno de todo nuestro respeto y admiración que justifica y profundiza la solidaridad que les debemos. Es la prueba elocuente de que la combatividad y el deseo de triunfo están vivos y actúan en los combates cotidianos de estos trabajadores.

Sin embargo, una apreciación crítica, sin compromisos, no puede dejar de constatar un obstáculo fundamental para la consecución exitosa de este combate clasista. La dirección de Martín Esparza y los demás líderes del Comité Central del SME han apostado no a la confrontación clasista sino a los canales e instrumentos parlamentarios y constitucionales. Se han restringido tercamente a mantenerse en el campo del “estado de derecho”, comprometiéndose así al respeto de los términos legales en los que la burguesía, su estado, sus partidos y sus abogados dominan incontestablemente. Confiando más en las negociaciones con los funcionarios gubernamentales que en una movilización clasista e independiente hacia una huelga nacional, han llevado al movimiento a un desgaste notorio.

De hecho desde el 2003, cuando Esparza fue electo como secretario general, la política de la dirección del SME experimentó sensibles cambios. Por ejemplo, la táctica de forjar alianzas y promover amplias movilizaciones que culminó con la fundación del Frente Nacional de Resistencia Contra la Privatización de la Industria Eléctrica en 1999 fue sustituida por una estrategia de confiar más en los recursos y los acuerdos parlamentarios, en especial con los sectores del PRD, que en los de las movilizaciones independientes. El Frente prácticamente se desmanteló y se promovieron varios “diálogos nacionales” que no llegaron a conclusiones políticas concretas para ampliar las movilizaciones y preparar la huelga nacional.

La preparación del SME para la gran prueba que se avecinaba ante la negación de la “toma de nota” (el reconocimiento legal del resultado de las elecciones sindicales que significaba la reelección de Esparza) por parte de Lozano fue por completo insuficiente. Dos días antes del golpe del 11 de octubre, en la manifestación organizada del Monumento de la Independencia a Los Pinos, la dirección del SME propagandizó masivamente en declaraciones y volantes una línea política claramente conciliadora que no preparaba, ni mucho menos, a los miles de trabajadores para el golpe que se gestaba en los sótanos de Gobernación con su Policía Federal. La dirección del SME fue literalmente sorprendida por la decisión de Calderón.

Por la construcción de un partido independiente y revolucionario de los trabajadores

Durante los casi cuatro meses transcurridos desde el 11 de octubre de 2009, la estrategia seguida por la dirección de Esparza ha sido privilegiar las negociaciones con el gobierno en detrimento de la organización de un frente amplio de lucha clasista y combativo que prepare, con los demás sectores de trabajadores, el movimiento por una huelga general contra el gobierno de Calderón.

Una de las lecciones principales que se desprenden de estos acontecimientos es que los trabajadores mexicanos seguimos estando políticamente indefensos ante el aparato gubernamental y los partidos del régimen (en especial los tres mayores PRI, PAN y PRD). No existe una alternativa independiente que nos represente en las luchas clasistas como la actual protagonizada por los electricistas.

La tarea urgente del movimiento de los trabajadores es la construcción de ese partido, absolutamente necesario para navegar en el clima tormentoso de la crisis capitalista que atravesamos. Sin él estaremos imposibilitados de emprender la contraofensiva necesaria para frenar a los capitalistas que van por todo: más impuestos, menos salarios, más desempleo, recortes a la seguridad social, a la educación y a todas las conquistas sociales e históricas de los trabajadores.

Se trata, ni más ni menos, de triunfar o fracasar. Las enseñanzas de los acontecimientos a partir del 11 de octubre es que los trabajadores debemos organizarnos de manera democrática, independiente y revolucionaria para construir el México nuevo que merece el historial de lucha de nuestro pueblo y garantizar el bienestar que sus hijos nunca podrán lograr ya en el capitalismo.


(*) Periódico de la Liga de Unidad Socialista (LUS).