Reunión de Cancún

Reunión de Cancún

El bloque latinoamericano y caribeño

Por Raúl Zibechi
La Jornada, 26/02/10

Lanzan una "OEA latinoamericana",
sin socios del Norte

AFP, 23/02/10

Los países de América Latina y el Caribe reunidos aquí aprobaron un nuevo bloque americano sin Estados Unidos ni Canadá, una organización que recién va perfilando su nombre y cuyos estatutos serán definidos en Caracas en 2011. El nuevo grupo, una suerte de "OEA sólo latinoamericana" "deberá prioritariamente impulsar la integración regional con miras a la promoción de nuestro desarrollo sostenible, impulsar la agenda regional en foros globales, y tener un mejor posicionamiento ante acontecimientos relevantes mundiales", dijo el presidente de México, Felipe Calderón, al leer parte de la declaración final.

La creación del nuevo bloque "es de trascendencia histórica. Cuba considera que están dadas las condiciones para avanzar con rapidez hacia la constitución de una organización regional puramente latinoamericana y caribeña", indicó el gobernante cubano Raúl Castro.

Los estatutos, la organización interna y las eventuales cuotas del nuevo mecanismo irán siendo discutidos hasta mediados de 2011, cuando se realizará la próximo reunión del nuevo mecanismo regional en Caracas.

Según Calderón esta organización será conformada por los 33 países de la región –incluyendo a Honduras, no invitada a Cancún pues había sido separada de la OEA tras el golpe de Estado de 2009– y podría llamarse Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. El tema había sido analizado por Nicaragua y Ecuador en 2008 tras el entredicho entre este último y Colombia por el ataque a una base de las FARC y el conflicto diplomático desencadenado.

La creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños forma parte del viraje mundial y continental, caracterizado por el declive de la hegemonía estadunidense y el ascenso de un conjunto de bloques regionales que van dando forma a un nuevo equilibrio global. La creación de este organismo sin la presencia de Canadá y Estados Unidos, se venía gestando desde tiempo atrás, pero comienza a cobrar cuerpo meses después del notable fracaso de la OEA para resolver la crisis provocada por el golpe de Estado en Honduras, país que por el momento no forma parte del organismo en gestación.

La decisión, que se preparó durante los dos años anteriores impulsada por el presidente Lula, completa un largo proceso de autonomización de la región respecto de la superpotencia. Miremos atrás para observar el profundo cambio producido en la región. Desde su creación en 1948, la OEA respondió a los intereses de Washington. Cuando Cuba fue expulsada en 1962, ningún país votó en contra para evitarse problemas con Estados Unidos, aunque seis se abstuvieron, entre ellos Argentina, Brasil y México. En 1983, la creación del Grupo de Contadora (Colombia, México, Panamá y Venezuela) para buscar salidas a las guerras civiles centroamericanas, representa el primer intento por dotar a la región de voces que se aparten del coro impuesto por la Casa Blanca y el Pentágono. Fue la intervención del primer ministro sueco, Olof Palme, la que resultó decisiva para que se formara este grupo que se fue ampliando, pese al rechazo de Washington.

En 1990 el Grupo de Río sustituyó a Contadora (ya convertido en Grupo de los Ocho), con la incorporación de los países sudamericanos que hasta ese momento no lo integraban, más la Comunidad del Caribe y los países de Centroamérica. En 2008 adquirió su actual fisonomía con la incorporación de Guyana, Haití y Cuba, y en 2010 durante la celebración de su 21 reunión, la Cumbre de la Unidad en la Rivera Maya, dio el paso definitivo al generar la nueva Comunidad de Estados. Son dos décadas y media de lenta construcción que culmina un proceso iniciado cuando la ofensiva imperial contra Nicaragua, El Salvador y Guatemala parecía omnipotente, que cuaja cuando se vive una coyuntura nueva.

La Declaración de Cancún, suscrita por los 32 presidentes (con la única ausencia de Honduras), señala que el objetivo del nuevo organismo es "profundizar la integración política, económica, social y cultural de nuestra región", defender el "multilateralismo" y "pronunciarse sobre los grandes temas y acontecimientos de la agenda global".

En el apartado dedicado a crisis económica promueve la creación de una nueva arquitectura financiera regional o subregional, incluyendo la posibilidad de realizar pagos en monedas nacionales y evaluar la creación de una moneda común, así como la cooperación entre bancos nacionales y regionales de fomento. Un claro énfasis en la integración, sin establecer plazos, puede rastrearse en el espíritu del documento. Sin embargo, los dos aspectos centrales y los más concretos que firmaron los presidentes son los apartados dedicados a "energía" y a la "integración física en infraestructura". Se propone enfrentar los desafíos energéticos promoviendo la expansión de fuentes de energía renovables y "promoviendo el intercambio de experiencias y transferencia de tecnología sobre programas nacionales de biocombustibles", entre otros, para permitir a "las economías más pequeñas y los países menos desarrollados alcanzar un acceso justo, equilibrado y constante a las diversas formas de energía".

Respecto de la infraestructura, se propone intensificar las obras para la conectividad y el transporte aéreo, marítimo, fluvial y terrestre, así como el transporte multimodal. Quien dice integración vía obras de infraestructura y biocombustibles, dice Brasil, país que lidera a la región en ambos rubros y es el primer productor mundial de etanol, a la par de Estados Unidos.

Pero el documento dedica un apartado a "desastres naturales", en el que llama a crear mecanismos para "dar una respuesta regional rápida, adecuada y coordinada a los mismos". También aquí puede verse la mano brasileña, escaldada doblemente luego de la anémica reacción de la OEA en Honduras y de la brutal intervención–invasión de la Cuarta Flota en Haití. Aunque la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe es aún una declaración de intenciones, que habrá de dar sus primeros y verdaderos pasos en las cumbres de Caracas (2011) y Chile (2012), cuando deberá dotarse de estatutos, el hecho de que se haya puesto en marcha es lo más significativo. Su creación debe leerse desde tres ángulos.

En el tiempo corto representa un freno al reposicionamiento de Estados Unidos en Colombia y Panamá con 11 bases militares, pero también en Honduras y Haití. Recordemos que cuando se produjo el ataque de Colombia a Ecuador, primero de marzo de 2008, con el bombardeo del campamento de Raúl Reyes, se aceleraron los tiempos que llevaron a la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y del Consejo de Defensa Suramericano.

El segundo tema se relaciona con el tiempo largo: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe completa el largo ciclo de autonomización respecto del centro imperial. No es casual que los dos pasos se dieran en momentos de graves tensiones: guerras centroamericanas, hace 25 años; crisis económica y polarización mundial, ahora.

La tercera cuestión tiene carácter geopolítico. México y Centroamérica ya no estarán tironeados sólo desde el norte. El bloque regional tiene muchos problemas y contradicciones internas que lo harán caminar lentamente. Nada de eso le impidió tomar cuerpo desde comienzos de los años 80 del sIglo pasado, en una situación de mucho mayor peso y presencia de Estados Unidos, luego ampliarse y, ahora, comenzar a consolidarse. El tiempo largo hace su trabajo; lenta, pero inexorablemente, pulveriza el tiempo corto.


El cadáver llamado OEA debe ser enterrado

Por Vicky Peláez
Boletín Entorno Año 8 Nº 16, 26/02/10

El mundo global neoliberal tiene cada vez más fisuras, especialmente visibles en América Latina, la misma que está en proceso de retomar su destino terminando con la hegemonía de los Estados Unidos para enrumbar su camino hacia lo colectivo y solidario como única forma de superar el neoliberalismo y recuperarse con fuerzas propias de la depresión que el modelo engendró. La iniciativa de Evo Morales y Hugo Chávez, presentada a la cumbre del Grupo de Río integrada por presidentes latinoamericanos y del Caribe  en la Rivera Maya en México, de crear una nueva Organización de Estados Americanos (OEA) "sin el norte, sin el imperio, sin Estados Unidos y Canadá", representa un paso indispensable para liberarse de la dependencia norteamericana.

Desde hace tiempo la OEA es cadáver político, admitido no solamente por sectores progresistas, sino por los mismos "halcones neoliberales'" . Uno de sus intelectuales, el novelista Mario Vargas Llosa escribió en el 2000 que "la OEA ha sido una organización perfectamente inútil, incapaz de contribuir en lo más mínimo para preservar y promover la democracia y derechos humanos en el Continente". Lo que calló Vargas, fue que la OEA no fue creada en 1948 para "promover democracia" sino para preservar los intereses geoeconómicos de los EE.UU. en América Latina. Este organismo, a pesar de ser "una comparsa decorativa" en términos de Vargas Llosa, ha ido cumpliendo a cabalidad su rol de brazo jurídico político de su mentor y mantener al Continente como "patio trasero" del Gran Patrón.

La OEA en realidad no comenzó en 1948 sino en 1889 cuando el gobierno norteamericano convocó la primera conferencia de la Asociación Internacional de las Repúblicas Americanas que en 1910 se convirtió en la Unión Panamericana (UP) bajo control de Estados Unidos. Desde 1899 hasta 1946 su Director General había sido siempre un norteamericano. Recién en 1946 y 1947 este cargo desempeñó primero, un mexicano – Pedro de Alva y después un colombiano – Alberto Lleras Camargo, ambos incondicionales de Norteamérica.

Al inicio de la Guerra Fría, Estados Unidos decidió rebautizar la UP y convertirla en OEA para asegurar su dominio y "luchar contra la expansión comunista en el continente". Así la OEA no dijo nada cuando la CIA dio golpe de Estado en Guatemala en 1954 derrocando a Jacobo Arbenz. Siempre apoyó la dictadura de Anastasio Somoza en Nicaragua. En 1962 expulsó a Cuba de su seno. En 1965 avaló la invasión norteamericana a República Dominicana y contempló silenciosamente los golpes de Estado en Brasil, Uruguay, Chile y Argentina . Esta lista puede ser infinita mostrando el verdadero rostro de la OEA durante el golpe de Estado en Venezuela en 2002, intentos de golpe en Bolivia en 2009 y por supuesto, su 'ineficiencia' en el reciente golpe a Manuel Zelaya en Honduras.

Ahora que EE.UU. está aumentando su presencia militar en el continente, urge desarrollar una fuerte política latinoamericana creando no solamente una nueva OEA sin "ajenos" sino un dinámico Consejo Sudamericano de Defensa para proteger sus recursos naturales y su territorio, e impulsar más el Banco del Sur para hacer realidad una moneda regional. Con esto no hay pierde.