Terremoto en Chile

Un debate necesario

¿“Hordas de vándalos” o rebelión social?

La ficción mediática de las “hordas bárbaras” contra
la “civilización capitalista”

Por Nicolás Mestre
Corresponsal en Chile de Socialismo o Barbarie, 13/03/10

“Surgió la impresión del asalto de hordas bárbaras que destruían el mundo civilizado imperante sólo horas antes... De las ruinas se levantaba, para muchos, el temido fantasma del caos y la agresividad desatada por masas descontroladas. Era menester sacar armas de guerra para contener el avance de las fuerzas que amenazaban a ciudadanos indefensos.” (Raúl Sohr, “Sicoseo chileno”, La Nación, Santiago, 12/03/10)

La catástrofe natural del terremoto del 27–F que tuvo repercusiones desiguales en lo social, ampliamente desfavorables para los sectores obreros y populares, generó reacciones en torno a un fenómeno denominado por los medios: saqueos o pillaje. Los autores de tan grave pecado contra la propiedad privada recibieron variados nombres desde “delincuentes”, “vándalos”, “malos”, “lúmpenes”…

Incluso se llegó a construir la siguiente ficción televisiva: tras el sismo “hordas de delincuentes” se habrían organizado para “saquear” y “desbaratar” las casas de las desamparadas “clases medias”. Esta ficción difundida por los medios de confusión masiva produjo que en diversos sectores se organizaran grupos de autodefensa de pobladores.

Al día siguiente la misma prensa tuvo que recular de tal ficción y señalar que hubo una verdadera “psicosis social” que tales “hordas de bárbaros” contra la “moderna civilización capitalista”  no eran sino un rumor que agravó las consecuencias del sismo en lo social.

Raúl Sohr, un reconocido analista de la burguesía progresista del país, tituló una nota sobre tal “psicoseo chileno” en la cual señalaba que las supuestas “bandas armadas que asaltaban a la población e ingresaban a hogares para saquearlos” era un “rumor” que generó una “extraordinaria psicosis de terror”. Para consuelo de muchos, como él mismo señala no hubo “antecedentes de pillajes masivos contra particulares” (La Nación, 12/03/2010).

La rebelión del hambre y la desesperación o los límites de la democracia burguesa

Si el sismo tiene un impacto desigual sobre el conjunto de la sociedad esto es producto de la organización desigual de la sociedad capitalista. Las casas de los sectores obreros y populares fueron, sin duda, las más perjudicadas. Alrededor de dos millones de personas quedaron prácticamente con sus casas en el suelo.

Sin embargo, no fueron los únicos afectados, importantes sectores medios en Santiago y otros centros urbanos sufrieron serios daños en sus viviendas. Casas y departamentos de construcción reciente, como el edificio caído en Concepción, el conjunto habitacional en Maipú (Santiago), y el edificio de Ñuñoa que debió ser desalojado, representan más bien que el interés de los capitalistas de reducir los costos de construcción está por sobre la calidad antisísmica de las edificaciones en un país sísmico, uno de los más sísmico del mundo.

Esta consecuencia social del terremoto agravó dramáticamente las condiciones materiales de vida de millones de personas que se encontraron de la noche a la mañana en la calle. No sólo sin hogar, sino también sin alimentos y lo que es peor sin una respuesta del gobierno.

Pasadas las horas y los días incluso, las masas obreras y populares junto a las capas medias se encontraban en una misma situación: sin casa ni comida, sin luz ni agua. En esa circunstancia se desató un verdadero estallido social en el conurbano de Concepción y la periferia del Gran Santiago: las masas tomaban en sus manos la tarea de alimentarse para lo cual pasaron sobre los límites ideológicos de la propiedad privada de los grandes capitalistas.

“Saqueos, plasmas, mercado negro” o la criminalización de la pobreza

La generalización es un mecanismo por el cual un fenómeno particular y específico se transforma en la ficción de una realidad generalizada. Este mecanismo fue el que utilizaron los medios masivos de (des)información en la jornada posterior al 27–F para criminalizar esta acción popular: a partir de una imagen de una persona que se llevaba un televisor plasma construyeron la ficción de las “turbas de vándalos” que se “aprovechaban de la situación para robar”.

No sólo esto desfiguraba la realidad completamente distorsionando los hechos, sino que ocultaba la inoperancia de un gobierno que no podía pasar por sobre la propiedad privada capitalista, confiscar los supermercados y centros de abastecimiento inmediatamente y ponerlos a disposición de las necesidades básicas de la población hambrienta.

Es así como el gobierno “socialista” de Bachelet decretó estado de catástrofe en la región del Maule y el Bío Bío, estado de excepción y toque de queda en la provincia de Concepción, enviando 10.000 militares que con tanques,  bombas lacrimógenas, disparos al aire y a quemarropa “dispersaron” a los “vándalos” y “delincuentes” dejando un saldo de cientos de detenidos y el asesinato de Luis Díaz Delgado (42) en la localidad de Chiguayante, quien cometía el “grave delito” de caminar por las calles.

Es aquí donde se impone una gran lección para la clase obrera y los sectores populares: en la “democracia” burguesa, administrada por el bloque que sea, la propiedad privada de los capitalistas está por sobre las necesidades sociales de la mayoría, en la circunstancia que sea, al punto de enviar al ejército si es necesario.

El gobierno del color que sea, sus medios de (des)información y el ejército siempre defenderán la perspectiva de los capitalistas y pondrán todos sus recursos e imaginación al servicio de la propiedad privada: construirán ficciones, pequeños relatos, enviarán tropas…

Los burócratas de la CUT y el PC y las réplicas de la caracterización de los medios patronales en la izquierda revolucionaria

El retorno del viejo idealismo…

¿“Consumismo” o millones en la miseria?

El llamado a la “conciencia” que hizo Bachelet para detener “los saqueos y el pillaje”, no sólo se quedó en la esfera de gobierno. También impactó a un sector de intelectuales de “izquierda” que atribuyeron esta acción popular a un problema de la “subjetividad alienada del neoliberalismo”, al “exacerbado individualismo y consumismo de nuestra sociedad” y otras patrañas. ¡Vaya idealismo!

El retorno de esta vieja concepción idealista de la sociedad, que en algunos casos se cubre bajo conceptos marxistas, adolece del pequeño pero grave problema que borra de un plumazo las condiciones materiales de vida de las clases sociales en el neoliberalismo agravadas por el sismo y achaca al individuo, obrero, popular, marginal la responsabilidad de su “conciencia alienado neoliberal” criminalizando la miseria y el atraso al que los somete la opresión y explotación cotidiana del sistema capitalista, neoliberal o no.

Un pequeño instructivo fue publicado por la burocracia sindical de la CUT en el cual no se denunciaba ni la militarización y represión de la zona, ni la inoperancia del gobierno, ni la especulación de precios de los capitalistas, ni tampoco llamaba a un plan de lucha para enfrentar al gobierno anti–obrero de los pinochetistas, sino que llamaba a constituir los locales de la CUT en centros de acopio de víveres… mientras firmaban un acuerdo con la patronal agrupada en la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) para quitarle el piso a cualquier lucha obrera contra los despidos.

Los estalinistas del PC en cambio, sin referirse los “saqueos” populares y a la represión militar posterior, declaraban que “las fuerzas armadas y de orden, subordinadas constitucionalmente a las autoridades civiles, deben continuar y perfeccionar sus tareas en apoyo de la ciudadanía en los marcos legales y preservando los avances democráticos logrados con la lucha del pueblo chileno desde largos años”, mientras “el pueblo tiene que hacer oír su voz y nuestros diputados que asumen el 11 de marzo sabrán representar y expresar los intereses y sentimientos de la mayoría ciudadana en esta lamentable emergencia”. Es decir, quédense en sus casas que para eso está el ejército… y los comunistas.

Pero lo más grave sucedió en la izquierda revolucionaria que de manera desigual se hizo eco de los llamados al “orden” y “seguridad” para parar a los “vándalos” y “delincuentes” no sin contradicciones. Por ejemplo los rodriguistas del MPMR (Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez) señalaban: “mientras unos saquean los negocios para obtener alimentos y se lo llevan todos, otros saquean los negocios del barrio alto, pero con plata, y se lo llevan igualmente todo […] no es aceptable el pánico, azuzado por los personeros de la Alianza por Chile […] generando la sensación de una guerra civil entre pobladores decentes, la buena gente, y los pobladores delincuentes, no realizando ninguna distinción”, (distinción que tampoco clarifican los rodriguistas), “lamentablemente es el propio sistema que ha generado niveles de delincuencia, con o sin terremoto”.

El Comité Central del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) fue más allá aún y señaló que “las llamadas ordas (sic), que se organizaron en Concepción y otras malas personas que se aprovechan de las catástrofes para robar o dañar a sus propios hermanos, son el resultado de la calidad de vida, educación y formación humana de los actuales habitantes de Chile, producto de este modelo económico que nace en dictadura pero que se profundiza con la Concertación, gente despiadada, sin ninguna sensibilidad solidaria y aprovechadora. Esperamos superar esa matriz de los actuales patrones de formación de seres humanos en este país”.

Más contradictoria fue la declaración del MIR de Chile de Danilo Neira que planteaba por una parte que los “pobladores” se habían “dirigido a romper las barreras de acceso a supermercados para obtener los productos necesarios para sobrevivir o para vender o intercambiar por otros” mientras “algunas bandas de delincuentes han acudido organizadamente al saqueo de tiendas para lucrar en forma descarada con la situación desesperada del pueblo”, criticando que “ningún militar será destinado a defender los pocos bienes de los pobres, a merced del lumpen en las poblaciones”. Declarando finalmente que “expropiar a los explotadores es un derecho popular”.

Quizá una de las raras excepciones fue la caracterización del historiador Gabriel Salazar, conocido por sus investigaciones del bajo pueblo, que aunque no se guía por la brújula de clase, caracterizó los hechos como la “rebelión de las masas marginales”.

La Fracción Trotskista de la Cuarta Internacional (orientada por el PTS de Argentina) no se quedó atrás, señalando que la medida del toque de queda se había decretado porque “están aumentando los saqueos y turbas por parte de la población en las regiones antes señaladas [Maule y el Bío Bío] así como en comunas pobres de Santiago, ante la situación desesperada en que se encuentran cientos de miles de damnificados”. Aunque bajándole el perfil a esa caracterización reaccionaria señalando que “los saqueos y las revueltas son una reacción justa y desesperada de la población que se encuentra sin comida, ni abastecimiento”, reconociendo que no será una “salida para terminar con la crisis social que azota a los pobres y trabajadores”.

En definitiva todas estas versiones en mayor o menor medida asumen que la rebelión social espontánea y desorganizada de las masas populares que expropió del mismo modo, de manera espontánea y desorganizada, a los grandes centros de abastecimientos como son los supermercados, fueron “saqueos” de “turbas”, “vándalos”, “bandas organizadas de delincuentes”. Se hacen eco en mayor o menor medida de la caracterización reaccionaria de los medios masivos sobre la cual se monta la política del gobierno y la derecha: bueno si en definitiva son saqueos de turbas y delincuentes por qué no llamamos a las fuerzas represivas del Estado para controlarlas.

Es como diría un Señor profesor de filosofía una contradictio in terminis. Si caracterizamos que son “saqueos” de “delincuentes” y luego llamamos a la “organización obrera y popular” o al “derecho popular” de “expropiar a los explotadores”, no sólo nos colgamos de la caracterización del gobierno, la derecha, la patronal y los medios de comunicación, sino que desarmamos política e ideológicamente a los sectores obreros y populares y las capas medias que participaron de esa rebelión, pues si son “saqueos” de “delincuentes” porque no organizar la “autodefensa popular” contra las “turbas” que no tendrían ya el “derecho popular” de “expropiar” a los mismos “explotadores”.

Asumir la caracterización del gobierno, la derecha, la patronal y sus medios lleva a enormes distorsiones políticas. Con justificada razón podría plantearles un poblador a estas corrientes: bueno, yo he participado de esta rebelión, no tenía ni comida, ni casa, y ya han pasado varias horas, si esto es un “saqueo” me da igual, yo tengo que alimentar a mi familia, allá ellos que se quieren llevar un plasma, la cuestión es que el gobierno no hace nada por nosotros y no podemos seguir así, ahora algunos de ustedes dicen que nos aprovechamos de las circunstancias y otros piensan que es nuestro “derecho popular”, el problema es que mientras ustedes reconocen en mayor o menor medida que esto es un “saqueo” de “turbas” le dan pie al gobierno para que mande diez militares a sacarnos a patadas de acá.

Una política de izquierda para la transformación revolucionaria de la sociedad no para socializar la miseria

La conciencia sindicalista es aquella que desarrolla espontáneamente el obrero en la enajenación de su trabajo cotidiano hacia la opresión y explotación a la que es sometido en el sistema capitalista: es la bronca que le da ser reventado por 10 o 12 horas diarias por un salario miserable. Es la que desarrolla el obrero hacia el patrón.

“El terremoto desnuda la miseria y afila las garras represivas de la patronal”, fue la declaración de CcC publicada en la prensa del PTS en Argentina, sin clarificar que las garras represivas responden al gobierno, que el gobierno es el responsable de la miseria y de la represión militar.

Para avanzar en la conciencia revolucionaria de las masas trabajadoras las corrientes deben clarificar la coyuntura y proponer acciones que vayan más allá de lo que las masas y la vanguardia obrera visualiza. Si estas ya expropiaron espontáneamente los grandes centros de abastecimiento, la tarea es clarificar que lo necesario es expropiar bajo control de los trabajadores, y no hacerles retroceder diciéndoles que son meros “saqueos”, sino proponerles un modo de expropiación organizado, no retrotraer su impulso hacia la “organización de la ayuda obrera y popular” que se propone “demostrar que la clase trabajadora es capaz de resolver todos los problemas nacionales sin necesidad de la clase patronal”, sin ninguna lucha de por medio, mientras llamamos a que tengan confianza en la burocracia podrida de la CUT que no ha hecho ningún llamado a enfrentar al gobierno, ni ninguna denuncia de la militarización de la zona, sino que firma a espaldas de los trabajadores un acuerdo con la patronal de la CPC para no salir a luchar.

La revolución no está a la vuelta de la esquina, ni mucho menos. Tampoco planteamos que la rebelión social espontánea y desorganizada de las masas que expropiaron los grandes centros de abastecimiento tenga un carácter político. La cuestión aquí es cuál es el papel que juegan las corrientes socialistas revolucionarias ante el impacto social de esta catástrofe. ¿Avanzamos o seguimos cediendo terreno y retrocediendo políticamente?