Chile

Bicentenario

A doscientos años no hay nada que celebrar

Por Gerardo Peña
Corresponsal en Chile de Socialismo o Barbarie, 18/09/10

“33 mineros viven…” bajo tierra y
explotados por el capitalismo chileno

En un verdadero show mediático se ha transformado el derrumbe de la mina San José que dejó a 33 mineros atrapados a 700 metros de profundidad y cuyo rescate tardará al menos tres meses. 

Tras la aparición con vida de los mineros los medios de comunicación, la Iglesia y el gobierno, han explicado esto por  “un milagro”. Y, virgen de por medio, las condiciones laborales de los trabajadores chilenos han pasado a un segundo plano.

Días después de haber encontrado con vida a los mineros, en otra mina del norte chileno dos trabajadores murieron por una explosión no intencional. Actualmente, la patronal de la mina San José está utilizando todos los medios a disposición de los capitalistas para evitar hacerse responsable por este hecho, cierre de la mina, despidos sin indemnización.

Sí, los 33 mineros viven, pero bajo tierra, y sin recibir sueldo… explotados por el capitalismo chileno de la concertación y la derecha. Otro motivo más para que los trabajadores hagamos de este “bicentenario” un día de lucha por la independencia política de los trabajadores.

La razón de este escrito no es instar al desánimo. La razón de este escrito es darle una vuelta a una idea muy instalada por estos días: la de que luego de doscientos años de supuesta vida “independiente” habrían sobrados motivos para celebrar.

“Doscientos años no se cumplen todos los días”, dice el político X, “este bicentenario hay que celebrarlo a lo grande”, escribe el periodista Z, y así sucesivamente mediante un bombardeo mediático y cotidiano de masas se instaló la idea de que “la patria cumple doscientos años”, y que por lo tanto, como consecuencia lógica de esa premisa se desprendería que necesariamente habría que “celebrar”, sin olvidar, claro está, el agudo comentario de un reportero de canal 13 que siguiendo el valor de las fondas y ramadas señaló: “pero no se olvide, que aunque sea fiestas patrias, todo se paga”.

El nada célebre origen de la patria y su fiesta

En el contexto del desarrollo industrial, comercial y mercantil europeo de fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, las superestructuras políticas de las colonias entraron rápidamente en una crisis que desembocará en las luchas de la independencia en toda América Latina. Las ideas de la Ilustración que saltaron hacia la historia de la humanidad con la Revolución Francesa constituyeron el horizonte de ideas de las clases dominantes criollas.

Como constata Tulio Halperin Dongui en “Historia Contemporánea de América Latina”, el edificio colonial “entró en rápida disolución a principios del siglo XIX; en 1825 Portugal había perdido todas las tierras americanas, y España sólo conservaba a Cuba y Puerto Rico”. A juicio del autor, “la lucha por la independencia sería en este aspecto la lucha por un nuevo pacto colonial, que –asegurando el contexto directo entre productores hispanoamericanos y la que es cada vez más la nueva metrópolis económica- conceda a esos productores accesos menos limitados al mercado ultramarino y una parte menos reducida del precio allí pagado por sus frutos”.[i]

Sin compartir el punto de vista por el cual la lucha por la “independencia” fue una lucha por un nuevo pacto colonial, es importante destacar que el proceso de crisis del régimen colonial hispanoamericano obedeció principalmente al nuevo orden económico desarrollado en Europa por la revolución industrial y al ciclo de luchas abierto por la revolución francesa, en este sentido si bien las ideas en la construcción de los nuevos estados-nación se forjaron con el ideario ilustrado francés, su sentido histórico fue la de establecer una relación más favorable con el nuevo centro económico mundial: Inglaterra.[ii]

En esta totalidad en proceso de transformación se da en Chile el proceso de “independencia” que comienza en 1810 con una junta de gobierno que mediante un cabildo abierto realizado el 18 de Septiembre toma el poder en lugar de la corona española en ese entonces en conflicto con las invasiones napoleónicas. Desde ese entonces se desarrollará un conflicto político y militar entre realistas y patriotas por asegurar un mejor reparto de las ganancias en el mercado mundial. Sin embargo, ninguno de estos bandos quería liberar al pueblo de la explotación en las zonas agrícolas y los florecientes centros comerciales, como Talcahuano y Valparaíso, esa lucha aún queda por librarse.

Aunque finalmente fueron los patriotas los vencedores, la fiesta de la “independencia” no se gestaría sino a mediados del siglo XIX como un mecanismo de control de la población de los centros urbanos con el objetivo de dar cohesión y unidad a una sociedad plural y heterogénea, dividida en clases antagónicas. La clase dominante criolla instaló así una política de Estado creando una forma ideológica de control: la identidad chilena.[iii]

El sentido de dominación de esta “identidad” queda expresamente manifestado en las formas que adquirió el Estado chileno luego de la Guerra del Pacífico[iv]. Tras la guerra y tomando posesión del territorio el Estado chileno implementó una sangrienta política de “chilenización” mediante la cual las lenguas y culturas de los pueblos originarios del norte (quechuas y aymaras) prácticamente desaparecieron.

Dependencia y sometimiento

Con motivo de la “fiesta ciudadana del Bicentenario” el gobierno de Chile mandó a fabricar una enorme bandera que se izó en el frontis del palacio de La Moneda en la Alameda. La bandera que es del tamaño de una cancha de basquetbol y que pesa 600 kilos fue enviada desde Estados Unidos. Quizá este hecho refleja de mejor forma las actuales relaciones de dependencia del Estado chileno.

A comienzos del siglo XIX Chile profundizó los lazos de dependencia con el mercado mundial cuya hegemonía recaía sobre el imperialismo británico. A comienzos del siglo XXI Chile es uno de los países más dependientes del comercio con el imperialismo norteamericano, uno de los más dependientes de los flujos del mercado mundial, con decenas de tratados de libre comercio entre los que cuenta con países como China, India, EE.UU., Europa, en síntesis Chile nada tiene de independiente.

En Chile, recientemente una encuesta oficial (Casen) reveló un aumento de la pobreza y de la indigencia, incluso con los parámetros burgueses de medida, esto refleja el impacto de la crisis económica mundial sobre los hombros de los trabajadores y sectores populares. Una tendencia que parece ir in crescendo con la tendencia a la recaída de la economía mundial. Pero no es esa la única contradicción del jaguar de América Latina, la belle époque del capitalismo chileno parece estar llegando a su ocaso. Los enormes manifestaciones de los estudiantes por la estatización de la educación, municipalizada (precarizada) bajo la dictadura, las crecientes luchas del pueblo mapuche por su autonomía e independencia, y las emergentes luchas de trabajadores, aún aisladas y fragmentadas, son signos del desgaste de un modelo que fue diseñado para garantizar las ganancias del capital nacional y extranjero.

Con empanadas, chicha y vino tinto los patrones de fundo de mediados del siglo XIX intentaban dar sentido a una sociedad desgarrada por las contradicciones. A comienzos del siglo XXI sigue siendo la fiesta de los patrones, capitalistas del campo, la industria y el comercio, que intentan maquillar un sistema de dominación que nada tiene de independiente y soberano: el capitalismo chileno. Los trabajadores nada tenemos que celebrar, la única independencia que debemos recuperar es la independencia política de los patrones para terminar con este sistema y luchar por uno en el que la producción esté orientada a cubrir las necesidades humanas: el socialismo.


[i] Para un debate extenso sobre este punto remito a la reciente obra de Marcelo Yunes “Revolución o dependencia. Imperialismo y teoría marxista en Latinoamérica.” Editorial Antídoto, 2010. Buenos Aires.

[ii] Es gráfico señalar que por ejemplo para Simón Bolívar una cuestión tan importante como la abolición de la esclavitud era un aspecto secundario ante la primacía de las relaciones comerciales con Inglaterra, lo que queda patente cuando prefirió invitar a Gran Bretaña como anfitriona del Congreso de Panamá antes que a Haití que fue la primera nación independiente de América Latina en 1805 mediante una revolución de esclavos negros que abolió la esclavitud.

[iii] No hay que ser un gran filósofo para darse cuenta que no hay nada así como el “ser-chileno”, ni una supuesta “identidad” platónica chilena, sino una forma de dominación mediante símbolos, ritos y emblemas que dan existencia a “lo chileno”.

[iv]  Guerra desencadenada por el problema del salitre en 1879 con los países vecinos de Bolivia y Perú.