Perú

Se enfrentarán en junio, según los resultados extraoficiales

Humala y la hija de Fujimori van al ballottage

Por Adriana M. Riva
Enviada especial a Perú
La Nación, 11/04/11

Lima.– En una de las elecciones más sorprendentes y apasionantes que se recuerden en Perú, el ex militar de izquierda Ollanta Humala ganó ayer –como hace cinco años– la primera vuelta de los comicios, con el 31,1% de los votos (según los resultados extraoficiales), por lo que deberá competir el 5 de junio próximo en ballottage contra la heredera del ex presidente más controvertido de la historia moderna del país: Keiko Fujimori, que alcanzaba el 23,2 por ciento.

"Estamos de fiesta porque hoy Perú eligió iniciar una gran transformación", afirmó, tras la divulgación de los resultados, un exultante pero conciliador Humala, que convocó al diálogo a "todas las fuerzas políticas, sociales y laborales del país".

Keiko, que despierta amor y odio entre la población, agradeció a su padre, Alberto Fujimori, condenado a 25 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad, por acompañarla "en esta campaña maravillosa", y prometió "no mirar al pasado", mientras una marea naranja de fujimoristas coreaba: "¡Chino, querido, el pueblo está contigo!"

Anoche, tanto el conteo rápido de actas de la organización civil Transparencia –habitualmente muy preciso y con gran credibilidad en el país– como los resultados provisorios de las principales encuestadoras peruanas ubicaban a Humala y a Fujimori en primero y segundo lugar, respectivamente, seguidos por el ex ministro de Economía –y gran revelación de la campaña– Pedro Pablo Kuczynski, conocido popularmente acá por sus iniciales PPK.

La medición de Transparencia, a un 74% de las actas escogidas, le daba a Humala, el candidato antisistema que moderó su discurso e imagen para ahuyentar sus fantasmas chavistas del pasado, un 31,1%; a Fujimori, un 23,2%, y a Kuczynski, un 18,7%, mientras que Ipsos Apoyo, al 80% de sus actas predeterminadas, otorgaba a Humala un 31,6%; a Fujimori, un 23%, y a Kuczynski, un 19,1%.

Contrario a estos resultados extraoficiales, el primer informe oficial divulgado anoche por la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) ubicaba –con un 43% de los votos escrutados, en su mayoría de Lima– al economista liberal, apodado "El Gringo", en segundo lugar, lo que sumó cierta confusión en la capital peruana.

Pero los analistas y medios peruanos recordaron que la ONPE, como escrutadora oficial, suma las actas según el orden en el que le llegan, mientras que los conteos rápidos son hechos sobre un sistema de muestreo que incluye a todo el país.

Las encuestadoras ubicaban en un lejano y cuarto lugar al ex presidente Alejandro Toledo, seguido por el ex alcalde de Lima Luis Castañeda.

"No se desmovilicen. No podemos descansar hasta las elecciones de junio", agregó anoche, desde su sede de campaña en el elegante distrito de San Isidro, Humala, que al igual que en 2006 recibió gritos de protesta de "¡Chávez no! ¡Chávez no!" cuando acompañó a su esposa a votar por la mañana.

En su discurso de anoche, se mostró conciliador y moderado, al abogar por un cambio sin sobresaltos. "Debemos trabajar por el consenso y la unidad del país, para que estas elecciones no nos dividan, sino que nos unan", afirmó.

Los peruanos también eligieron ayer a los 130 miembros del Congreso unicameral, en donde si bien la alianza nacionalista Gana Perú –que encabeza Humala– obtuvo la mayor cantidad de escaños (41 según datos preliminares), no contará con una mayoría absoluta y deberá buscar acuerdos para gobernar e impulsar sus medidas más controvertidas, como la reforma de la Constitución y la renegociación de contratos internacionales.

"Con un Congreso tan fraccionado, Humala no podrá realizar cambios muy radicales", dijo a La Nación el analista Alberto Adrianzén.

Después de la bancada nacionalista, el fujimorismo se convirtió en la segunda fuerza parlamentaria, ya que se calculaba anoche que obtendría 35 escaños.

Según los datos extraoficiales, además, Kenji Fujimori, el hijo menor –y según muchos el preferido– del "Chino", fue el candidato más votado al Congreso, tal como ocurrió con Keiko en las elecciones generales de 2006. "Este es el comienzo de la reivindicación del fujimorismo", había señalado un confiado Kenji (30 años) ayer por la mañana.

Se calculaba anoche que los resultados otorgarían al gobernante Partido Aprista Peruano, que no presentó candidato presidencial y a última hora respaldó la candidatura de Kuczynski, apenas un 5% de los votos parlamentarios.

La jornada de los candidatos presidenciales había comenzado ayer temprano, con el tradicional "desayuno electoral" que realizan todos los postulantes junto a familiares y periodistas antes de votar.

En una mesa cusqueña color marrón, la misma con la que Alberto Fujimori instauró esta tradición matutina 21 años atrás, Keiko desayunó en el patio de su casa con su familia, bajo la atenta mirada de unos 100 medios, incluido LA NACION, apostados en unas gradas de su jardín.

Su hermano Kenji y su hermana Sachi fueron los encargados de poner la mesa, mientras su hijita Kaori, de un año y medio, se robaba todos los flashes con sus gracias.

Consultados por La Nación, varios analistas políticos locales coincidieron en destacar que la victoria de los populistas Humala y Keiko polarizará a la sociedad y obligará a los peruanos a optar, una vez más, por el "mal menor". Durante la campaña, Toledo había afirmado que elegir entre Humala y Fujimori sería "elegir entre un pasado oscuro y un salto al vacío".

Si bien anoche fujimoristas y humalistas festejaban el pase a segunda vuelta en sus respectivos búnkeres electorales y en los alrededores, en las calles de Lima gran parte de ciudad, que votó casi en masa por Kuczynski, estaba de luto.

"Vamos rumbo a un suicidio electoral", dijo Norberto Bedoya, un empresario que no tuvo mayores reparos en adelantar su voto de junio: "Será en blanco".


El espacio vacío que dejó la centroderecha

Por Adriana M. Riva
Enviada especial a Perú
La Nación, 11/04/11

Lima.– Divide y reinarás. La máxima de Maquiavelo es infalible. Incapaces de pactar un acuerdo o dar un paso al costado, los candidatos peruanos de centroderecha le regalaron ayer la elección a los populistas de ambos extremos: Ollanta Humala y Keiko Fujimori.

Mientras que en una punta del subibaja se sentaron cuatro de los cinco postulantes, Humala quedó solo en el extremo opuesto y subió rápido en las encuestas. Para quienes buscaban una alternativa del sistema, sólo estaba él. Sobre todo, en el tramo final de una campaña que parecía tranquila –y era más bien aburrida–, el "Comandante" aprovechó el sobrepoblamiento del espacio de centroderecha y creció desde la izquierda, corriéndose al centro. "Salvo Humala, todos los demás candidatos se apiñaron contra un costado y dejaron un espacio vacío, que hoy [por ayer] les pasó factura", resumió a La Nacion el analista Enrique Bernales.

Aunque con un discurso más moderado que el que profesó en 2006, el ex militar de izquierda volvió a encarar en estas elecciones al candidato antisistema. Así, obtuvo el voto de quienes se sienten marginados de un modelo económico exitoso, pero con cuentas pendientes en la inclusión social; el voto de quienes denuncian que en un país cuyo PBI crece a niveles chinos (un promedio del 5% anual en la última década), el nivel de pobreza aún alcanza al 34,8% de la población (10 millones de peruanos).

El voto antisistema, sin embargo, estuvo lejos de ser mayoritario y se situó en poco más el 30%, tal como ocurrió cinco años atrás.

En el caso de Keiko, su triunfo es matemática pura: en unas elecciones fuertemente fragmentadas, los votos restantes se dividieron en cuatro candidatos, incluida la "China". De entre todos ellos, la hija del ex presidente Alberto Fujimori siempre fue la que contó con un respaldo fijo y la que obtuvo, como se esperaba, los sufragios de ese 20% inquebrantable del electorado local que constituye el núcleo duro del fujimorismo.

Así fue como, mientras que el ex presidente Alejandro Toledo, el ex ministro de Economía Pedro Pablo Kuczynski y el ex alcalde de Lima Luis Castañeda se estorbaron entre sí, Humala y luego Keiko lograron colarse a la segunda vuelta electoral.

Nadie duda de que los resultados podrían haber sido muy diferentes si los candidatos hubiesen tomado otras decisiones. Si en pos de la democracia, como tanto clamaron, hubiesen hecho alianzas.

Pero éste también es el resultado de un país que durante cinco años festejó una bonanza que muchos no han visto; el resultado de un país en el que a medida que más se baja en la escala social, más fuerte es la demanda de un Estado para que resuelva los problemas que el mercado no logra: el acceso a una mejor educación, salud, seguridad, agua, infraestructura.

En una búsqueda de candidatos contra una democracia insatisfactoria, las candidaturas que el escritor Mario Vargas Llosa calificó de enfermedad (ver aparte) fueron vistas por otros como un antídoto.

Lo que pueda ocurrir en la segunda vuelta, el 5 de junio próximo, es difícil de predecir. Las semejanzas entre el humalismo y el fujimorismo son muchas. En ambos casos, hay indicios de autoritarismo: Humala fue un militar que protagonizó una rebelión y Keiko es hija de un autócrata, con el que nunca cortó el cordón umbilical.

Ambos despiertan un fuerte rechazo, pero en distintos sectores de la población. A Humala le temen principalmente los inversores, empresarios y la clase alta, que creen que un gobierno suyo cambiará el rumbo de la economía, mientras que Keiko es muy resistida en la clase media por la gestión corrupta y de violación a los derechos humanos del gobierno de su padre (1990–2000).

Muchos podrían creer que es injusto que la candidata cargue con los errores de su progenitor, pero aquí nadie se engaña: el principal activo de Keiko es su apellido, que sus seguidores reivindican por la exitosa lucha del "Chino" contra Sendero Luminoso y contra la hiperinflación. La capacidad de autocrítica de Keiko, además, fue mínima, y ella se encargó durante toda la campaña de recordarle a la población los logros de su padre, condenado apenas dos años atrás a 25 años de prisión por delitos de lesa humanidad.

Estas semejanzas explican –al menos en parte– por qué, según los sondeos, en una segunda vuelta entre los dos candidatos que más rechazo despiertan en el país habría, en principio, un empate técnico. Si esta primera vuelta resultó electrizante, la segunda promete ser infartante.


El crecimiento económico es un beneficio de una minoría

El “milagro” que no se reparte

Por Carlos Noriega
Desde Lima
Página 12, 11/04/11

Poco más de un tercio de los peruanos vive en la pobreza y más del diez por ciento, en la pobreza extrema. Las utilidades de las empresas se multiplicaron, pero los salarios están congelados y el empleo se precarizó.

Con un crecimiento económico por encima del 8 por ciento, el gobierno de Alan García y los sectores empresariales hablan del “milagro peruano”. Pero los beneficios de ese “milagro” no llegan a las mayorías. La economía crece, pero no hay distribución y los beneficios de ese crecimiento se quedan en una minoría. Ese es el principal problema que debe enfrentar el próximo presidente.

Perú está entre los países de la región con las mejores cifras de crecimiento económico –el año 2010 creció 8,9 por ciento–, pero está entre los últimos en desarrollo humano. Poco más de un tercio de los peruanos vive en la pobreza y más del 10 por ciento, en la pobreza extrema. Y en las zonas rurales, la pobreza supera al 50 por ciento de la población. Las utilidades de las empresas se han multiplicado, pero los salarios permanecen congelados hace varios años, el empleo se ha precarizado, los derechos laborales de los trabajadores formales se han reducido y cerca del 80 por de los trabajadores labora en la informalidad sin ningún derecho ni seguro social.

Perú es de los países que más crece en la región, pero es uno de los que menos invierte en temas como educación y salud. El crecimiento tiene su base en la exportación de materias primas y los altos precios internacionales de los minerales, pero no se ha dado un desarrollo importante de la industria nacional. Que la economía siga creciendo, pero con distribución de los beneficios de ese crecimiento, es el reto del próximo gobierno que se instale el 28 de julio.

“Las cifras macroeconómicas están bien. Hay crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI), del bajo déficit fiscal, de las altas reservas internacionales, un incremento de las inversiones, una inflación baja, aunque este año va a subir un poco por factores externos y debe estar en 3 por ciento. El crecimiento económico es importante, pero no es determinante para resolver una serie de indicadores de carácter social, como la reducción de la pobreza y la distribución de ingresos”, le señaló a Página/12 el economista Humberto Campodónico, decano de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional de San Marcos.

“Las utilidades han crecido en promedio cerca al 20 por ciento anual y las transnacionales mineras crecieron entre 35 y 40 por ciento, pero los salarios están estancados al mismo nivel de 1994. Perú está creciendo en buena medida por la exportación de materias primas, pero el aparato productivo no genera el empleo que se necesita”, precisa Campodónico. Y sobre lo que le toca hacer al próximo gobierno agrega: “Uno de los retos principales es la distribución de ingresos. El desafío es cómo conservar la estabilidad macroeconómica y al mismo tiempo orientar al país hacia una diversificación mayor del aparato productivo para no depender tanto de la exportación de materias primas. Perú es uno de los países de América latina donde el péndulo está muy al lado del mercado. Debe haber un mayor equilibrio en las relaciones entre Estado y mercado. Esa es otra tarea del próximo gobierno.”

Sobre lo que podría hacer Ollanta Humala, el candidato ganador de la elección de ayer, aunque todavía debe ir a una segunda vuelta, Campodónico señala que “el mayor problema que él va a tener que enfrentar es político: Humala tiene que hacer un esfuerzo para lograr consensos sin dejar de lado sus planteamientos fundamentales. Sería muy importante que tenga una política parecida a la que tuvo Lula en 2002, cuando inició su gobierno y también era muy resistido por el empresariado, y enfrentó una guerra financiera”. Y sobre las primeras medidas económicas que Humala podría tomar si confirma su triunfo en el ballottage, Humberto Campodónico precisa: “Debería centrarse en dos o tres reformas grandes, como el impuesto a las ganancias extraordinarias de las empresas mineras, que no va a ser fácil sacar adelante, pero es algo que debe salir de todas maneras; aumentar el sueldo mínimo (equivalente a unos 215 dólares) teniendo en cuenta la productividad y la inflación; sacar adelante su propuesta de Pensión 65 para darles pensión a los mayores de 65 años que ahora no la reciben; que el gas que ahora se exporta quede para el consumo interno”.


Dos mundos diferentes dentro de Lima

Por Carlos Noriega
Desde Lima
Página 12, 11/04/11

Fueron cerca de 20 millones los peruanos que concurrieron ayer a las urnas. El retraso en la instalación de algunas mesas de sufragio fue el mayor problema en unas elecciones que se desarrollaron sin incidentes graves. Lima, que concentra un tercio del electorado, fue un caos vehicular. Las calles quedaron desbordadas por la gente que se movilizaba para llegar a las mesas de sufragio. El tránsito colapsó. La crónica deficiencia del transporte público se hizo más evidente. Muchos debieron caminar largas distancias para poder votar.

En los barrios acomodados de la ciudad la preferencia por el economista neoliberal Pedro Pablo Kuczynski y por el ex presidente Alejandro Toledo, en ese orden de preferencia, era notoria, casi excluyente. En el residencial barrio de Miraflores el ambiente era de preocupación por el resultado. Francisco, joven ingeniero de sistemas, espera su turno para votar en un colegio privado muy pulcro y se anticipa a los resultados. “Ojalá que la segunda vuelta no sea entre Humala y Keiko. Eso sería terrible. Yo no sabría qué hacer. Toledo y PPK –como se le conoce a Pedro Pablo Kuczynski– debieron ir juntos.” Laura, que acaba de cumplir 18 años y vota por primera vez, dice que lo hará por Kuczynski porque “sería un presidente de lujo, él sabe mucho”. “Si gana Humala mi familia se va del país”, dice, con gesto de angustia, Jorge, joven que acaba de graduarse de abogado. “Yo también me voy”, interviene al paso una chica mientras camina presurosa hacia su mesa de votación.

“Con Humala nos hundimos. Seguro van a llevar a los pobres a vivir a nuestras casas. Nos van a quitar todo”, señala, en tono dramático Andrés, que dice tener 35 años y un negocio de venta de ropa. “Si gana Humala, el Perú será una colonia de Venezuela, tendremos aquí al dictador de Chávez. Iba a votar por Toledo, pero ahora lo voy a hacer por PPK porque me han dicho que tiene más posibilidades de pasar a la segunda vuelta y no quiero que la segunda vuelta sea entre Humala y Keiko”, comenta Eduardo, empleado de una empresa transnacional. La gran mayoría reparte su apoyo entre Toledo y Kuczynski, son menos los que respaldan a Keiko Fujimori, y hay prácticamente unanimidad en el rechazo a Humala.

En la otra Lima, la de los barrios pobres que forman el cinturón de miseria que rodea la capital, la situación es muy distinta. Son dos mundos muy diferentes dentro de una misma ciudad. En San Juan de Lurigancho, el barrio más poblado de la capital con cerca de un millón de habitantes, hay muchos que apoyan a Humala, también bastantes que están con Keiko Fujimori, menos que respaldan a Toledo y pocos que dicen votar por Kuczysnki. “Yo voto por Humala porque soy pobre y quiero un cambio a favor de los pobres”, dice, tajante, Ezequiel, obrero de construcción, antes de ingresar a su centro de votación en un colegio público despintado y con patio de tierra. Fermina ha llegado en microbús a su centro de votación llevando a sus cuatro hijos, todos menores de diez años, porque no tiene con quién dejarlos. Dice que hace dos años su conviviente se marchó y ella mantiene a sus hijos trabajando en una pequeña fábrica textil. “Yo gano sueldo mínimo (600 soles, unos 215 dólares) y no tengo ningún derecho laboral, seguro, nada. El gobierno dice que el país está muy bien, que la economía crece, pero nosotros los pobres seguimos muy mal. Voto por Ollanta para que las cosas cambien y los pobres ganemos mejor y tengamos más derechos”, dice Fermina. Su vecina, Milagros, que la acompaña con su niña de seis meses en brazos, revela que ella vota por Keiko Fujimori. “Su papá (el ex dictador Alberto Fujimori) nos puso agua y nos ayudó en el comedor popular. Dicen que fue un dictador, pero hay que reconocer que hizo algo por nosotros y eso es lo más importante.”

Varios metros más allá una larga cola avanza lentamente. “Yo soy Toledo. El Cholo no hizo mal gobierno. Tiene experiencia”, dice John, que mantiene a su familia trabajando como taxista informal con un automóvil alquilado, mientras espera su turno para ingresar al cuarto de votación. Mery, que vive en una casita de madera y cartón en uno de los cerros de San Juan de Lurigancho, donde termina la ciudad y viven los más pobres de los pobres, hace fila afuera de la precaria escuelita donde le ha tocado votar. “Queremos un gobierno que se preocupe por los pobres. Yo voto por Ollanta. Ojalá no nos defraude como otros”, dice Mery, que trabaja como empleada doméstica en uno de los barrios ricos de la ciudad, a unas dos horas de viaje en bus desde su casa. Miraflores y San Juan de Lurigancho, dos caras de una misma ciudad. Dos caras de las elecciones.