Perú
Humala presidente

El voto popular expresó el profundo descontento y la aspiración a cambios de fondo

Ollanta Humala se impuso en el ballotage

Por Washington Herrera
Para Socialismo o Barbarie, 07/06/11

El candidato caracterizado exageradamente por los medios como “de izquierda”, logró finalmente el triunfo. Si nos guiáramos literalmente por las declaraciones del ganador –que ya antes de asumir ha archivado buena parte de su programa–, muy poco va a cambiar en Perú. Sin embargo, la victoria de Humala se debe al deseo, confuso pero fuerte, de cambiar una situación social cada vez más insoportable. Este voto, que fue contra las preferencias de la mayor parte de los inversores extranjeros y la burguesía nativa, refleja una acumulación de contradicciones sociales a las que el modelo neoliberal salvaje que reina desde hace dos décadas, es incapaz siquiera de moderar. Las tensiones acumuladas pueden, entonces, generar derivaciones imprevisibles. El voto también ha ido en contra del sometimiento perruno a EEUU, que ha caracterizado a todos los presidentes peruanos de las últimas décadas.

Casi un mes de paros y manifestaciones en Puno contra la gran minería  precedieron al ballotage

Perú, junto con Chile, suele ser presentado engañosamente como una muestra del éxito del neoliberalismo rabioso, porque su economía ha venido creciendo a altas tasas. A lo sumo, a eso se agrega que, lamentablemente, hay cierta “demora” en lograr una “distribución más justa” de esa riqueza.

En verdad, Perú, más que nunca, es un país semicolonial atrasado, mero exportador de productos primarios (sobre todo minerales) explotados principalmente por corporaciones extranjeras. Un sociólogo peruano –Jorge Lora Cam– hace esta breve pero exacta pintura del desastre social que en las dos últimas décadas impulsó a huir del país a millones de peruanos.

Perú, dice Lora Cam, es “un mundo de enormes desigualdades, donde las mineras con rentabilidades del 33% –cuando en EEUU es de 14%– apenas pagan impuestos de acuerdo a su voluntad. Un país con un crecimiento del 7% anual, que en realidad sólo es para las trasnacionales y la lumpenburguesía criolla. Con un salario mínimo de 200 dólares y una canasta familiar de 500, con una participación del 20% de los salarios respecto al PBI. Con un 63% del PBI correspondiente a comercio y servicios y más del 75% de la población en la economía informal, y de estos 47% en la pobreza. El país en conjunto tiene un 70% de pobreza y paradójicamente las zonas mas pobres están en los departamentos mineros, petroleros y madereros. El gas, en las áreas aledañas a la Camisea Gas Corporation, llega a costar más de 25 dólares el tanque pequeño que en Bolivia tiene un precio de 3.

“Un país donde sólo un pequeño sector tiene acceso a una educación y salud de calidad y la gran mayoría carece de servicios básicos. Un país que cada vez envía más gente al exterior. Donde los habitantes de las ciudades en la desembocadura de 52 ríos invadidos por las mineras, toman agua envenenada con mercurio, arsénico y cianuro. Un país bajo el dominio de trasnacionales norteamericanas, españolas, chilenas, canadienses, brasileras e israelíes... Un lugar donde la educación, la salud, la vivienda y los servicios básicos dependen del esfuerzo individual, mientras los impuestos son para un Estado represivo y gansteril, con unas enormes fuerzas armadas que protegen esas inversiones a sangre y fuego. Un país donde ahora florecen los agronegocios de exportación cuando la población muere de hambre. Un país donde la clase política está formada por los más inescrupulosos nuevos empresarios formados a la sombra de la economía colonial y las mafias de narcos y representantes de trasnacionales...”[1]

En este marco, han ido creciendo tensiones que se reflejan en un salto en la conflictividad social que Alan García pasará en herencia a Humala, cuando el 28 de julio próximo le entregue el mando.

Cuando Alan García asumió su segundo gobierno en el 2006, recibió un promedio de 84 conflictos sociales a resolver. Cuatro años después, los conflictos que endosará a su sucesor, Humala, se han triplicado: suman 251.[2]

Pero la cuestión no es sólo el número, sino también el “volumen” político–social de muchos de ellos. No se trata simplemente de algunas pequeñas protestas aisladas. Buena parte de estos conflictos tienen que ver con la política de concesiones e inversiones mineras o de proyectos hidroeléctricos que afectan a amplios sectores de la población, algunos a regiones enteras.

Uno de los principales ejemplos de esos conflictos es el que paralizó en mayo la región de Puno, que votó masivamente por Humala. Es que las escandalosas concesiones de Alan García a la gran minería, de llevarse adelante, van literalmente a destruir su economía.

La mayoría de estos conflictos son eminentemente populares. Los obreros y trabajadores, aunque participen en ellos, vienen mucho más atrás en su acción como clase. En esto pesan aún las terribles derrotas de los ’80 y ’90, pero también un factor del presente: la podrida burocracia de la CGTP (Confederación General de Trabajadores del Perú), que en las elecciones se alineó detrás de Humala.

Perdieron los ganadores

Aunque las tensiones sociales no cristalizaron en una opción de clase e independiente en las elecciones, los dos candidatos que llegaron al ballotage –Ollata Humala y Keiko Fujimori– expresaron ese confuso pero profundo descontento y hartazgo.

Inicialmente, pocos pronosticaban que serían ellos los que llegarían al ballotage y menos a la presidencia. Por el contrario, primaban tres candidatos burgueses “serios”: Alejandro Toledo (ex presidente y graduado en Harvard), Luis Castañeda (ex alcalde de Lima, abogado de alto copete y director de numerosas empresas) y Pedro Pablo Kuczynski (economista y lobbysta de corporaciones).

Pero el voto popular los rechazó. La candidatura de derecha fue, entonces, la de Keiko Fujimori, la hija del ex dictador, que representa primordialmente a los sectores lumpenburgueses más marginales, acompañada de un escandaloso séquito de ladrones y represores que actuaron en el gobierno de su padre.[3]

Los problemas que esto suscitó, incluso en los medios burgueses, se reflejó en la actitud del escritor Vargas Llosa, un neoliberal rabioso que comenzó caracterizando a ambos candidatos como “el cáncer y el SIDA”, respectivamente... y que terminó haciendo campaña por el candidato “nacionalista” y de “izquierda” para impedir el triunfo de Keiko.

Sin embargo, la candidatura de Humala fue aun más intranquilizadora para la mayoría de la burguesía y sectores de clase media, especialmente de Lima, satisfechos con el modelo neoliberal. Entonces, optaron por el “cáncer” (es decir, por Keiko). Pero, hasta ahora, el curso del ganador no apunta precisamente a una reedición del chavismo, el espantajo agitado por sus oponentes en la campaña electoral.

Ollanta, cuando se disipan las nubes de humo electorales

Desde el inicio, uno de ejes de campaña de Humala fue el de presentarse como un émulo del social–liberalismo de Lula, rechazando expresamente el modelo de nacionalismo de Chávez. Sin embargo, al mismo tiempo, el voto por Humala expresa una aspiración imprecisa pero relativamente amplia de reclamos y de cambios por parte de las masas populares que lo apoyaron.

Su adscripción a Lula no es meramente ideológica ni menos aun romántica, ni por parte del candidato peruano ni tampoco de los brasileños. Ollanta Humala se ha beneficiado de un apoyo político y financiero directo del PT y las corporaciones brasileñas, que tienen grandes intereses por sus inversiones en el país y sobre todo por mega–proyectos hidroeléctricos en la Amazonia peruana, como el de Inanbari, que abastecería principalmente a Brasil. Además de dinero en abundancia, desde Brasil llegó todo un equipo de expertos en marketing político del PT, que intervino en la orientación de la campaña.[4]

Desde su mismo punto de partida, la campaña de Humala fue moderada, aunque con promesas de cambios y concesiones para ganar apoyo popular, desde el aumento substancial del salario mínimo y la rebaja de los escandalosos precios del gas y los servicios, hasta la convocatoria a una Asamblea Constituyente.

Pero, después de la primera vuelta, a medida que se acercaba al ballotage, Humala fue orientándose cada vez más en sus declaraciones a la conciliación con la derecha, la burguesía y también con las corporaciones extranjeras. Y esto se acentuó luego de ganar la segunda vuelta.

Ya para la segunda vuelta, muchas de esas promesas habían quedado en el camino. Por ejemplo, la de la temida Constituyente. La justificación –un pretexto clásico– es que Humala no tendrá mayoría en el Congreso y deberá entonces negociar todo.

Luego del triunfo final, la tendencia al acuerdo y la conciliación dominó por completo. Humala ya no cuestiona gran cosa, ni el TLC (Tratado de Libre Comercio) con EEUU, ni el modelo socioeconómico vigente, ni la Constitución autoritaria heredada de la dictadura de Fujimori.

Ahora plantea: "Sabemos que gobernar no es un tema de una sola persona, vamos a convocar a los mejores cuadros técnicos independientes e intelectuales para poder hacer un gobierno de concertación, de ancha base, donde nadie se sienta excluido y donde todos estén representados... Vamos a promover más inversiones, vamos a llevar una economía de mercado...”

Humala ha llamado, entonces, a constituir un “gobierno de concertación nacional, representativo de las fuerzas democráticas y abierto a la sociedad civil”; es decir, una vaguedad donde cabe cualquier cosa. Ya el ex presidente Alejandro Toledo salió a apoyarlo y Vargas Llosa certificó que Humala “no es un caballo de Troya de Chávez”, y que por lo tanto seguirá sosteniéndolo. ¡Se curó del SIDA chavista!

Pero, después del 28 de julio, se disiparán las últimas nubes de humo electorero y Ollanta habrá de tomar medidas concretas. Como sucedió con Obama, Humala fue votado por la aspiración popular a un cambio. Habrá que ver si las masas trabajadoras y populares del Perú aceptan tranquilamente ser defraudadas como las de EEUU.

Notas:

1.– Jorge Lora Cam, “Segunda vuelta de las presidenciales: ¿Entre dos modalidades de continuismo?”, www.socialismo–o–barbarie.org, edición del 2 de mayo de 2011.

2.– Nicola Torriti Zolezzi, “La herencia García: los conflictos sociales urgentes que deberá resolver el próximo gobierno”, IPYS Infos, 31/05/11.

3.– Juan Paullier, “El controversial equipo de Keiko Fujimori”, BBC Mundo, 03/06/11.

4.– Rafael Vereau Gutiérrez, “Inambari, una bomba de tiempo para Ollanta Humala”, IPYS Infos, 01/12/10.