Argentina

Los “roces” entre Cristina y los yanquis

Las valijas bajan turbias

Socialismo o Barbarie, periódico, 27/12/07

El sonado episodio de la valija con 800.000 dólares de Guido Antonini Wilson, el diplomático/espía/hombre de confianza del gobierno venezolano/agente de la CIA/agente doble/arrepentido (tachar lo que no corresponde es tarea verdaderamente difícil), no fue, sin duda, un incidente buscado por el gobierno. El resultado, por ahora, ha sido enrarecer un poco la relación con EE.UU., pero tampoco hay que caer en exageraciones.

La cuestión de para quién eran los dólares –Antonini, el “soldado” al que nadie le iba a sacar información, lo primero que hizo al ser interrogado fue meter a la campaña de Cristina en el medio– no ofrece muchas dudas. Pero hay demasiados puntos turbios: por qué, si el gobierno venezolano quería aportar para la campaña de Cristina, no usó valijas diplomáticas inviolables; si hubo alguna “cama” de algún sector del gobierno contra otro (gente del ministro De Vido quedó en el ojo de la tormenta); si más que un aporte a la campaña era un pago o un vuelto para determinado funcionario, etc. Al respecto, un hombre de la diplomacia norteamericana contaba que difícilmente la cosa pase a mayores en la causa que hay en Florida, porque, al fin de cuentas, el dinero no se utilizó. Podrá caer algún corrupto de la segunda línea de algún ministerio, pero los cañones de la Justicia yanqui apuntan menos contra Cristina que contra el gobierno de Chávez.

Reacciones sobreactuadas

Una vez desatado el escándalo, la oposición burguesa, encabezada por Elisa Carrió, quiso armar una cuestión de Estado. El nivel de felpudismo al amo del norte de esta mujer que se autodenominaba de “centroizquierda” no tiene límites, ya que intentar presentar al gobierno K como cueva de corruptos, vaya y pase, pero cantar loas a la transparencia de la Justicia yanqui y al carácter democrático y republicano de sus instituciones, a las que habría que tomar como modelo, ya repugna un poco. Encima, se despachó contra la “intervención de Chávez en los asuntos internos de Argentina”. ¡Como si los yanquis no intervinieran en los “asuntos internos” de cualquier país del mundo, especialmente si es latinoamericano o de Medio Oriente, de la manera más desembozada! ¡Bonita autoridad es EE.UU. para juzgar respecto de “intromisiones intolerables”! Para tomar sólo nuestro continente y sólo los últimos cinco años, el embajador yanqui en Venezuela fue organizador principalísimo del efímero golpe de Estado contra Chávez en 2002, y el embajador yanqui en Bolivia se metió descaradamente –y estúpidamente, además– en la campaña electoral presidencial de 2005 para intentar impedir el triunfo de Evo Morales. Y ésos son apenas los casos más flagrantes. Comparado con esto, que un gobierno “progresista” quiera aportar unos pesitos para la campaña de otro es apenas un  pecadillo...

La reacción del gobierno K también tuvo su desmesura, pero sólo en los discursos. En la sesión parlamentaria donde se votó un repudio al “imperialismo” y a la “operación de inteligencia” contra la flamante presidenta, algunos diputados oficialistas como José Díaz Bancalari llegaron a hablar de la  reedición de la consigna “Braden o Perón” de 1945.

Tamaño despropósito sólo puede entenderse como una indigestión oficialista con jarabe de pico. Por supuesto, todos los embajadores yanquis, incluido el actual, Earl Anthony Wayne, y los arriba mencionados, tratan de cumplir siempre el rol de Spruille Braden en 1945. Esto es, entrometerse sin ningún escrúpulo en la política local para defender los intereses de EE.UU. y la sujeción semicolonial de los países atrasados al imperio yanqui. Pero allí terminan las coincidencias: si Braden y Wayne son parecidos, no hay comparación entre los Kirchner y el Perón de 1945 en el punto que interesa aquí: los roces y conflictos reales, no inventados, con el imperialismo. Perón, un nacionalista burgués típico del período, tomó algunas limitadas medidas nacionalistas que al imperialismo –en particular al yanqui– le molestaban. Nada de eso hizo Néstor Kirchner y nada de eso hará Cristina Kirchner, como enseguida veremos. Y creer, como argumenta el gobierno, que EE.UU. armó todo el asunto para torpedear el proyecto del Banco del Sur, que traerá más “independencia y soberanía regionales” en lo financiero, es francamente el colmo de la ingenuidad o una explicación conspirativa poco seria al estilo de las que suele dar Luis D’Elía.

La relación con EE.UU. y el Mercosur

Quedan pocas dudas de que el blanco principal de toda la operación es el gobierno venezolano, no el argentino. No es imposible que algún ala del Departamento de Estado yanqui quiera aprovechar el caso para, de paso, mandar un mensaje de “disciplinamiento” al gobierno de Cristina. Pero eso es una torpeza: los Kirchner ya han dado sobradas muestras de que en todos los puntos importantes de la política internacional se alinearán con EE.UU. Sin embargo, esto no niega que en los tiempos que corren en Latinoamérica y luego de la rebelión popular de diciembre del 2001, el gobierno K no haya ha buscado algún mayor margen de maniobra para lidiar con la crisis y esto viene implicando también la búsqueda de que las decisiones en materia política o económica aparezcan como propias y no impuestas por un embajador colonial ni por presiones groseras. La respuesta oficialista muestra que las presiones con malos modales sólo conseguirán “repudios al imperialismo y al gobierno norteamericano”... aunque sean puro papel.

De hecho, una de las prioridades de política exterior –y de economía doméstica– de Cristina Kirchner era, y sigue siendo, recomponer la relación con los acreedores internacionales. La presencia del presidente del FMI y las declaraciones a favor de un acuerdo con el Club de París iban en ese sentido. De esa manera, el gobierno argentino lograría reingresar al mercado de crédito internacional, que hoy no está totalmente cerrado pero que muestra un peso desmedido de las compras venezolanas en la emisión oficial de bonos de deuda. El propio gobierno brasileño está interesado en atenuar un poco la “dependencia” de Chávez que exhibe el perfil financiero argentino.

El “valija-Gate” complicó el panorama y postergó algunas definiciones. Pero, ¿alguien puede creer seriamente que ahora Cristina va a hacer una “patriada”, que mandará a los yanquis a freír churros y que resolverá sus necesidades financieras con el Banco del Sur y los petrodólares de Chávez? Si los “guerrilleros kirchneristas” quieren soñar con eso, allá ellos.

La realidad es que nadie quiere que la sangre llegue al río (y tampoco hubo mucha sangre hasta hora). Ninguno de los actores implicados quiere llevar las cosas más lejos de lo que ya llegaron. Tanto el gobierno yanqui como el argentino, más allá de las declaraciones para la tribuna, dieron señales de “desescalar” el conflicto y de que buscarán salir de este atolladero con un arreglo que deje a ambas partes lo menos mal posible.

Y esas señales no son meros trascendidos diplomáticos, sino acciones bien concretas. La última cumbre del Mercosur en Montevideo, llena de rumores y desconfianzas entre los jefes de Estado allí presentes, duró lo que un suspiro. Pero todos los presidentes tuvieron tiempo para rubricar un Tratado de Libre Comercio con Israel, en un gesto que dice mucho en lo económico pero aún más en lo político. Israel es, probablemente, el mejor amigo que tiene el gobierno de Bush en todo el mundo; el único país que acompañó siempre toda propuesta de EE.UU. en la ONU y otros foros, y pieza clave para la acción del imperialismo yanqui contra los pueblos árabes en Medio Oriente. Si existiera el más mínimo atisbo de una movida real del gobierno argentino contra la influencia de EE.UU., lo primero que habría correspondido es bloquear ese acuerdo miserable contra el estado sionista gendarme de los yanquis. Cabe recordar además el interés personal de Cristina, cuando aún era senadora, por ganarse los favores del lobby sionista estadounidense y el embate de los Kirchner contra el gobierno iraní.

A no engañarse, entonces: el episodio de la valija encrespó las aguas cuando el gobierno no lo esperaba, pero el timón de las relaciones internacionales sigue claramente orientado: no hacia una mítica isla de “unión sudamericana”, sino hacia la tierra firme de los países poderosos. Y eso incluye, por supuesto, a Estados Unidos y el gobierno de Bush, con el cual la relación es ahora seguramente menos cordial, pero de ninguna manera se puede decir que esté comprometida en los rasgos esenciales.

Una verdadera posición soberana solo puede venir de la mano de la clase obrera

Todos los gobiernos capitalistas en general y el de los esposos K en particular, inevitablemente están cruzados por grandes y pequeños “negocios” hechos a espaldas de las masas y con los cuales habrá que ajustar cuentas desde la propia lucha popular. Sin embargo, desde la izquierda, no cabe más que repudiar estos escándalos groseramente armados por el explotador y expoliador número uno a nivel mundial que es el imperialismo yanqui. Claro que este repudio al accionar y las presiones del imperialismo -incluso sobre gobiernos más o menos vasallos y semicoloniales con los de K- lo hacemos sin tomar responsabilidad alguna sobre el comportamiento del mismo, al cual le caben multiplicidad de hechos mucho más graves que este de la valija.

Al mismo tiempo, y con igual o más fuerza, lo que hay que subrayar es que más allá de gestos y palabras, de la mano del gobierno de los esposos K es imposible que provenga ninguna acción realmente soberana. Ahí está el ejemplo -que acabamos de mencionar- de la firma del MERCOSUR del TLC con el Estado de Israel. Porque la afirmación realmente independiente del Imperialismo, la ruptura de todos los vínculos y pactos que atan al país a él y con las organizaciones que le responden (sea la OEA, el FMI o Banco Mundial) solo podrá provenir de la mano de la clase obrera y sus luchas.