Argentina

La pelea por una posición independiente ante la crisis nacional

La guerra de las carpas

Editorial de Socialismo o Barbarie, periódico, 03/07/08

“La discusión sobre las retenciones es un mapa casi perfecto de los alineamientos políticos que se trazan hoy en la Argentina” (La Nación, 30-6-08).

Afiche difundido por el nuevo MAS

Al cierre de esta edición, todo parece indicar que la crisis no sólo continúa sino que podría volver a profundizarse. Luego de la catarata de rumores acerca de la posibilidad de un acuerdo, tras el levantamiento de la carpa del campo (30-6), una reunión con intendentes del interior del país vino a poner las cosas en su lugar. La Mesa de Enlace unificó su posición reclamando que el decreto 125 (el de retenciones móviles) sea suspendido (inclusive, los intendentes firmaron un texto donde declaran al decreto lisa y llanamente “inconstitucional”). El argumento: que las temáticas en debate serían tan “amplias” que “no podrían resolverse en pocos días”. Y, por lo tanto, suspensión mediante, luego se podría dar lugar a la negociación sobre las “cuestiones de fondo”.

Para el gobierno está claro que este reclamo es inaceptable: significaría una rendición incondicional de los K. Sin embargo, a estas horas, pareciera que el bloque del PJ se ha unificado detrás de una serie de correcciones al decreto 125 que básicamente incluyen nuevas compensaciones para pequeños y medianos productores. De esta manera, lograrían número propio para votar en Diputados su proyecto de ley ratificatorio de las retenciones móviles.

La reafirmación de cada parte de sus posiciones parece haber vuelto todo a fojas cero, con el campo nuevamente “mostrando los dientes” y el gobierno K convocando a nuevas concentraciones.

Así las cosas, lo irreductible de las posiciones de ambos bandos patronales hacen prever que luego del “veranito parlamentario” la crisis volvería a escalar. Esto exige redoblar esfuerzos para poner en pie un polo de clase e independiente ante la crisis nacional.

Hartazgo y politización

Sin embargo, el elemento novedoso de los últimos días no ha venido de parte de las maniobras y contramaniobras de ruralistas y gobierno K: se trata del debate nacional que se terminó abriendo a raíz de la crisis. Este fenómeno es un desenvolvimiento contradictorio del conflicto en curso. Hasta ahora, la crisis venía polarizando a la población casi absolutamente alrededor de los dos bandos en pugna. El encauzamiento parlamentario suponía –entre otras cosas– mantener atenazada la conciencia de las mayorías alrededor de estas falsas “opciones”.

Sin embargo, el traslado parlamentario ha terminado dando paso –de manera incipiente– un desarrollo “no querido”: entre sectores de la población parece abrirse un clima de mayor politización: hay cierta avidez por entender qué es lo que está en juego, con un sector creciente  repudiando a ambos sectores.

Esto es lo que señala el analista Pasquini Durán: “Entre tanto barullo y confusión, hay un costado alentador para los que creen que la política es un instrumento adecuado para actuar sobre la realidad. Es la presencia creciente de jóvenes en la militancia, hasta no hace mucho tiempo indiferentes a esos ‘vicios públicos’ (...). Hay jóvenes del lado del campo y del Gobierno, los hay ni con unos ni con otros (...); también han aparecido intelectuales, la mayor parte sin partido, que intentan hacerse escuchar con reflexiones propias sobre la realidad” (Página 12, 28-6-08).

El fenómeno que venimos señalando se apreció alrededor de la denominada “guerra de las carpas” en Plaza Congreso. Comenzó con la instalación de las carpas K, siguió con la del campo; y, por increíble que parezca a primera vista, tuvo un desarrollo de cierta importancia el jueves 26 con la instalación de la Carpa Roja, que excedió los sectores meramente de vanguardia.

Esta particular “guerra” propagandística es una expresión del cambiante clima político que se ha venido dando en el conflicto. Si la cosa comenzó con un entusiasta apoyo al “campo”, y luego fue abriéndose paso un creciente hartazgo, hoy por hoy parece haber desembocado en la apertura de un clima de intenso –y, por momentos, apasionado– debate político, tal como lo descubrimos con la instalación de la carpa en la plaza.

Es decir, si los medios destacaron sólo el costado circense de la instalación de las carpas, tendieron a dar mucho menos cuenta del hecho que el sector de la población que se lanzó a visitar la “feria política” del Congreso lo hizo expresando una importante cuota de avidez política.

Joaquín Morales Solá, editorialista de La Nación, cuestiona este costado de la crisis: “Es la primera vez en la historia que el Poder Ejecutivo levantó carpas para presionar al Poder Legislativo. La afirmación fue dicha por un senador del oficialismo y se refería a la rocambolesca quermés en que se convirtió la plaza del Congreso. La mayoría de las carpas pertenecen, en efecto, a grupos políticos, algunos ex piqueteros, que responden directamente a las órdenes de Néstor Kirchner. Una carpa, entre siete u ocho, es de agrupaciones rurales y es, también, otro despropósito” (La Nación, 29-06-08). Morales Solá teme que la instalación de un verdadero debate nacional sea una de las eventuales maneras por la cual la crisis se termine desbordando.

¿Sólo circo?

Es precisamente la tendencia que venimos señalando la que estamos recogiendo desde la Carpa Roja. Esta iniciativa la planteamos como una medida de propaganda política masiva en la búsqueda de dar una respuesta al problema que venimos arrastrando los sectores independientes desde que comenzó esta crisis: la imposibilidad de que se expresara una posición independiente desde el punto de vista de los intereses de la clase trabajadora.

Es que el clima político de cerrada polarización entre bandos patronales sumado a la falta de grandes luchas obreras y a la vergonzosa capitulación de un importante sector de la izquierda (MST y PCR) venía bloqueando esta posibilidad.

Increíblemente, la iniciativa de la Carpa Roja ha aportado a catalizar este creciente sentimiento de repudio tanto al gobierno K como al “campo. Y no sólo entre sectores amplios de la vanguardia (que por abrumadora mayoría saludaron la idea), sino también entre franjas de masas.

Es decir, la carpa termina catalizando el sentimiento de un creciente sector que más o menos conscientemente no se siente representado ni por el gobierno K ni por las entidades ruralistas. Es como si la izquierda obrera y socialista hubiera tenido en el Congreso un diputado revolucionario digno de tal nombre. A falta de esto, en cierto modo la Carpa Roja aparece teniendo un efecto similar, más allá de las obvias limitaciones.

A esto ha colaborado, además, el hecho cada vez más evidente de que ninguno de ambos contendientes levanta una sola reivindicación que tenga que ver con las necesidades de los explotados y oprimidos. Más allá de las palabras, sus medidas efectivas sólo tienen que ver con los egoístas, maniobreros y tramposos intereses que ambos expresan.

Nos parece evidente que la carpa ha sido un acierto político, un instrumento de propaganda política que logró llegar hasta amplios sectores que se vieron –aunque sea por un instante– identificados con una iniciativa que justamente intenta darle una voz a la clase que –en medio de esta crisis– no la tiene: la clase trabajadora.

Hay algo más: desde diversos sectores de la izquierda se ha dicho que lo de las carpas es sólo “circo”. Desde ya que la política burguesa –en lo esencial– es como un “teatro” donde la obra que se representa nunca expresa los intereses que verdaderamente están en juego. Para colmo, la más de las veces, se representan obras donde los diversos actores sólo ejecutan –de manera distinta– un mismo guión y representan un mismo interés. La política burguesa, por su propia naturaleza, tiene un costado de circo.

Pero en determinados casos –como subproducto de la presión de la crisis– las cosas son un poco distintas: es lo que ocurre hoy. La canalización parlamentaria de una crisis abierta por derecha –no por un ascenso obrero y popular– terminó expresando la apertura de un debate con elementos reales, aunque deformados. La pelea entre los de arriba termina derramándose –de manera distorsionada– hacia abajo, generando avidez política entre amplios sectores que buscan entender qué es lo que se discute.

Las carpas en el Congreso no son más que la expresión de esta situación: diversos sectores, con mayor o menor grado de politización, en vez de ir a otro lado el fin de semana, se volcaron a un “tour político” recorriendo una a una las carpas. No por casualidad desde la Carpa Roja vendemos cientos y cientos de periódicos por día.

Cuando los de arriba discuten cómo apropiarse del esfuerzo de los de abajo

Hay un elemento más que desmiente la interpretación unilateral que lo que se está cocinando en el Congreso sería un puro circo: es el hecho de que a nivel de las clases dominantes ha emergido un debate y fractura real. Debate y fractura que en cualquiera de las circunstancias, si se “cierra” sin intervención de la clase trabajadora, tendrá efectos que serán revertidos y pagados por la misma clase obrera.

Estamos en presencia de una monstruosa paradoja: ayudado por el atraso político de nuestra clase y por el rol siniestro de la burocracia sindical, cuando se discute cómo se reparten entre sectores capitalistas la parte del trabajo no pagado de la clase obrera (plusvalía) ¡la única clase social que no interviene en la disputa es la propia clase trabajadora!

Lo que están debatiendo no es otra cosa que eso. Es que tanto la renta agraria como la ganancia industrial tienen un único y mismo origen: se trata del trabajo que no se le paga a los trabajadores, sean industriales o rurales.

Porque en el capitalismo a estos sólo se les paga –y malamente– lo que necesitan para volver a trabajar al otro día y reproducir a su familia: nunca la cantidad de valor y riqueza que han generado a lo largo de toda la jornada laboral!

Para colmo, en el trabajo del campo esto se ve doblemente agravado porque como es sabido, el agro remunera salarios a la mitad del promedio de la industria (salarios ya miserables de por sí).

La implementación de una u otra política económica patronal lo que hace es distribuir este trabajo no pagado en beneficio de una u otra fracción capitalista. Esto se lleva adelante mediante “instrumentos” de política económica como la sobrevaluación o devaluación de la moneda, los impuestos a las exportaciones o a las importaciones, la fijación de precios, etc., etc.

Si con el 1 a 1 de Menem las empresas de servicios privatizadas se podían llevar ganancias millonarias en dólares y existía un boom de importaciones con desempleo masivo, con la devaluación de los K el negocio pasó a ser la exportación, aprovechándose de los bajísimos salarios en dólares y cierta sustitución de importaciones, empleando a más trabajadores pero en condiciones de superexplotación obrera y superganancias empresarias.

Así de simple es la esencia del debate nacional en curso: una gravísima crisis porque entre los capitalistas agrarios fue emergiendo un cuestionamiento a la manera en que los esposos K llevan adelante esta redistribución del trabajo nacional de la clase obrera entre los diversos sectores patronales.

Porque cuando hay impuestos a la exportación y a la par subsidios a determinados sectores patronales, lo que está ocurriendo es una transferencia de un sector patronal a otro de parte del trabajo no pagado de los trabajadores.

Con el lock out agrario actual, las patronales del campo declaran que no aceptan que una parte de sus rentas-ganancias sea capturada por el Estado para operar una distribución distinta de las mismas entre los de arriba. ¿Y la clase obrera? Bien, gracias: está claro que no tiene nada que ganar con esta disputa.

La clase trabajadora debe tomar la palabra

Es por esto que venimos señalando que es imperioso que los trabajadores pongan sobre la mesa su propio programa y sus propias reivindicaciones. A esta tarea pretendemos aportar desde la Carpa Roja.

Es que se hace cada vez más imprescindible que desde los lugares de trabajo y con la movilización, la clase obrera salga a presentar un programa alternativo frente a la crisis nacional: reapertura de las paritarias y aumento general de salarios al básico del 100%; anulación de todas las leyes de esclavitud laboral de los trabajadores urbanos y rurales y reducción de la jornada laboral a seis horas; créditos baratos a verdaderos pequeños productores extra zona núcleo y unidades familiares; monopolio del comercio exterior bajo control obrero; expropiación de los grandes propietarios de tierra, las grandes empresas capitalistas agrícolas, las acopiadoras y proveedoras de insumos, los pooles de siembra y la agro-industria, bajo control y/o administración de los trabajadores; estatización bajo control de los trabajadores de toda empresa que aumente los precios, desabastezca, suspenda y despida trabajadores.

Se trata de puntos que son parte imprescindible de un programa obrero frente a la crisis. Construyamos un bloque de clase para poner sobre la mesa esta salida.