Argentina

El caso testigo de la actual coyuntura

¡Los obreros del neumático tienen que ganar!

Editorial del Socialismo o Barbarie, periódico, 14/08/08

“El inicio de la producción del nuevo Focus le sirvió ayer al presidente de Ford Argentina, Enrique Alimañy, para plantear delante de la presidenta Cristina Kirchner la necesidad de mantener los costos competitivos en dólares para que la industria siga anunciando nuevas inversiones”
(La Nación, 12-08).

Luego de la crisis con el campo se está viviendo una durísima ofensiva para que los trabajadores paguemos los platos rotos de esa “fiesta”. Esto es lo que esta tiñendo la coyuntura nacional: una creciente presión patronal para descargar todo el peso de la crisis sobre las espaldas obreras.

La clave para esto: que Cristina K garantice a los empresarios –tanto de la industria como del agro– condiciones de trabajo y salario (léase, de explotación) que sigan siendo competitivas en el contexto de la economía mundial. Es, ni más ni menos, lo que le acaba de pedir el presidente de Ford Argentina al gobierno, que para esta tarea vuelve a requerir de la inestimable colaboración de las direcciones de la CGT y la CTA, que están hablando de cualquier cosa menos de la necesidad de reabrir inmediatamente las paritarias.

Es en este contexto que se inserta la heroica lucha en curso en el Neumático: una pelea emblemática que contra todos los agoreros (tanto de derecha como de “izquierda”) está creciendo en profundidad y radicalidad.

Se trata de una pelea que apunta a ser histórica, y que está poniendo en cuestión tres pilares interrelacionados del funcionamiento del capitalismo argentino: la miseria salarial, la esclavitud laboral y el control burocrático de la base obrera. Lo propio en un gremio clave como el neumático, por su estrecha vinculación con la principal rama industrial del país: la automotriz.

Estos pilares decisivos son los que están cuestionados por la base obrera del neumático, una pelea que se apresta a escribir de puño y letra nuevas páginas heroicas en las próximas horas.

El ajuste ya comenzó

Como venimos señalando, Cristina ha comenzado a hacer sus “deberes”. Ha dejado aumentar el peso (con relación al dólar) de manera de ayudar a “planchar” la inflación; a partir de ahora, las mejoras en la “competitividad” se deben lograr por la vía de la ya señalada “reducción de costos” (salarios y condiciones de explotación obrera). En esta línea, está juramentada –junto a empresarios, CGT y CTA– a que no se reabran las paritarias, al menos en lo inmediato, de manera tal de hacerles “comer” a los trabajadores una reducción del salario real en este año.

Por otra parte, ya están comenzando los aumentos de tarifas (luz, gas, etc.) y se viene el del transporte (colectivos, trenes y subtes). Por si esto fuera poco, empezó el ajuste en las provincias: desde la reducción de las jubilaciones de Schiaretti en Córdoba, hasta la negativa de Scioli en la provincia de Buenos Aires a dar un aumento como corresponde a los maestros.

Esto no quita que el gobierno siga cruzado por tensiones contradictorias, producto de su interés por mantener algo de su careta “progresista”. La intención del gobierno parece ser la de “administrar” el ajuste aplicándolo en “cuotas”, de manera de evitar pagar todo el costo político de un saque.

Sin embargo, esto parece no alcanzarle a las patronales. La mayor parte de ellas está exigiendo que se haga el “trabajo sucio” de “sincerar” las variables de la economía mediante la aplicación de un ajuste económico en regla que meta el cuchillo hasta el final. Al servicio de este objetivo está la campaña a coro de la oposición política patronal (los amigos de la izquierda campestre) por los índices truchos del INDEK. Campaña que hacen no, claro está, desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores (tener índices saneados para poder reclamar lo que corresponde), sino desde los de la burguesía, haciendo del ajuste económico una necesidad “natural”.

Sin embargo, no hay que confundirse: como siempre en el caso de los K, lo suyo es quedarse en la superficie de los gestos, y eso no implica en absoluto negarse a llevar a cabo el ajuste antiobrero.

Ya se están imponiendo cambios “con o sin anuncios”: “En la Argentina el dólar sigue siendo una moneda transaccional y de ahorro, por lo cual la referencia con los costos internos y con la inflación verdadera resulta inevitable (...) ¿Cuánto equivale hoy el tipo de cambio real a valores de diciembre del 2001? 1,37 pesos. Este colchón cambiario más delgado de 37% (cuando en junio de 2007 era de 71%) contrasta con aumentos acumulados de 155% en salarios nominales; 267% en precios mayoristas; 172% en el IPC y de 226% en el costo de la construcción para el mismo periodo. Para 2009, los economistas pronostican que se profundizará el deterioro cambiario. Sin anuncio explícito, entonces, la política cambiaria se está convirtiendo en una de las pocas e insuficientes anclas inflacionarias de la economía. Y esto explicaría por qué desde la Unión Industrial Argentina comienzan a surgir tardías voces de alerta ante la magnitud de la inflación real camuflada por el INDEC (...). Para muchos industriales, si no sube el dólar, debería bajar la inflación” (Néstor Scibona en La Nación, 10-8).

En los hechos, entonces –como ya lo estamos viviendo en el gremio del Neumático– se ha rearmado la Santa Alianza gobierno-empresarios-burocracia sindical, que se vuelve a mostrar durísima frente a las luchas obreras y que –desde el ángulo del oficialismo– tiene que ver con el objetivo político de que el gobierno recupere la confianza de la patronal industrial, muy deteriorada luego de la crisis con el campo.

Las dos caras de la explotación obrera

Profundicemos un poco lo que venimos señalando. Por una suma de factores, el “modelo” económico puesto en marcha por los esposos K está haciendo agua por los cuatro costados. Se suman aquí los cambios de contexto económico internacional producto de una crisis que se está trasladando al país por la vía de una creciente presión inflacionaria, retroceso del dólar y aumento de los precios del petróleo y materias primas agrícolas mediante.

Pero a esto se le suman elementos de deterioro económico de índole local, que se pueden sintetizar en el aumento de los precios internos y “cuellos de botella” en el terreno de la inversión. Esta combinación está afectando la competitividad de la economía como un todo, y de ahí que pusiera el grito en el cielo el presidente de Ford Argentina en el acto con Cristina.

Es la suma de estos elementos lo que empuja el enfriamiento y el ajuste económico de hecho. En realidad, no es sobre la pertinencia de estas medidas que se discute en las alturas del gobierno, oposición y distintas fracciones de la clase dominante. ¡En que hay que llevar adelante un ajuste, todos están férreamente de acuerdo!

Lo que se discute es la magnitud de la “cirugía” a aplicar: si se va a un ajuste puro y duro en clave “ortodoxa” o si todavía hay margen para uno con elementos “heterodoxos” (más o menos “mediado”, como todavía pretenden defender los esposos K). No casualmente, Joaquín Morales Solá, editorialista de La Nación, acicatea a los esposos K diciéndoles que en el momento actual “no puede haber soluciones populares, todo es doloroso”.

¿Cuál es la razón por la que se impone el ajuste? La explicación es sencilla. Cuando la crisis del 2001, lo que estalló es una determinada manera capitalista de organizar y “racionalizar” la economía del país, como la que se vivió en los ’90 vía la paridad 1 a 1 del peso con el dólar. Esta paridad, si bien permitía realizar importaciones de bienes de capital “baratas”, en el contexto de una economía dependiente y atrasada de baja productividad como la del país, le quitaba competitividad respecto de la producción mundial.

Por lo tanto, ramas y sectores enteros no pudieron ni competir en el mercado interno con las importaciones, ni mucho menos volcarse a la exportación. La debilidad de estos capitales era también la de la creación de fuente de trabajo, habiéndose creado una desocupación y subocupación de masas que alcanzó al 40% de la población económicamente activa.

El resultado de lo anterior es conocido por todos: el país estalla. Precisamente, a partir de este estallido, y ante la carencia de una salida por el lado de la clase obrera, se impuso la otra manera capitalista –e igualmente antiobrera– de organizar y racionalizar la producción: la devaluación monetaria. Una simple medida que, acompañada de otras (como el mantener a rajatabla la flexibilización laboral heredada de los mismos ‘90) y en un contexto marcado por una catástrofe recesiva, permitió recuperar “competitividad” económica produciendo una “hiperdevaluación” que no se trasladó de manera inmediata ni mecánica a los precios ni a los salarios.

Medido en dólares, el salario recibió un saque brutal del cual a duras penas se alcanzó a recuperar en el 2006... sólo para comenzar nuevamente a caer a partir de ese año. Al mismo tiempo, lo que ocurrió es que se reconstruyeron y crearon nuevos puestos de trabajo llevando para abajo el índice de desocupación, como bastardo tributo burgués a una rebelión popular que puso como primera demanda nacional la del trabajo.

Sea mediante la devaluación o la “recuperación” de la moneda, estas son sólo las dos caras de una moneda cuyo objetivo es garantizar la explotación de la clase obrera. Porque como decía el gran revolucionario ruso León Trotsky, la inflación o la deflación no son más que dos formas burguesas de estrujar el trabajo de los obreros: “[Estamos] en una época de descomposición del capitalismo, cuando, en términos generales, no puede ni hablarse de reformas sociales sistemáticas ni de elevación de los niveles de vida de las masas; cuando la burguesía retoma cada vez con la mano derecha el doble de lo que ha dado con la izquierda (impuestos, derechos aduaneros, inflación, ‘deflación’, carestía de la vida, despidos, reglamentación policíaca de las huelgas, etc. (...). Ni la inflación monetaria ni la estabilización pueden servir de consigna del proletariado, porque no son sino dos extremos de un mismo hilo” (Programa de Transición).

Cuando una de esas medidas cumple su ciclo, llega la otra para organizar las condiciones de explotación del trabajo obrero de una nueva manera. Es lo que está ocurriendo hoy: ante los síntomas de agotamiento del modelo de los K, se pide a gritos un “ajuste”, sea administrado en cómodas cuotas o llevado a cabo de manera brutal.

Hacer lo que haya que hacer para ganar

Es en las condiciones que venimos señalando que se desarrolla la lucha del Neumático. Como marcábamos en nuestra edición anterior, se trata de un caso testigo en la actual coyuntura del país.

Por un lado, hay una decisión inflexible de las patronales de no retroceder, de no perder sus “conquistas” adquiridas en los ’90: condiciones laborales de verdadera esclavitud laboral, que la propia dirección de Pedro Wasiejko se encargó de legalizar al firmar la vergonzosa aceptación del nuevo convenio en el 2006.

Pero la dirección del SUTNA también dejó pasar –a lo largo de los últimos 17 años– un retraso salarial histórico. Si antiguamente el obrero del Neumático podía comparar sus salarios con los de la rama industrial madre (la automotriz), hoy esta comparación sólo serviría para dar risa... o bronca.

Pero en el último periodo a las patronales les surgió un problema. Porque para garantizar la continuidad de estas condiciones de esclavitud laboral y miseria salarial hace falta algo en el terreno político-sindical: cortar de cuajo la experiencia de la Marrón, que desde FATE se está extendiendo al conjunto del gremio.

Es en este sentido que jugaron fuerte, tomando una medida tan provocadora como ejemplificadora: producir despidos en masa –hasta ahora casi 200 compañeros– al tiempo que han mantenido su cerrada negativa a rever tanto los despidos como una oferta salarial que sólo puede ser una burla: un 13% para este año y un 15% el que viene. En efecto, provocación y burla son las palabras que mejor ejemplifican el accionar patronal a lo largo del conflicto, un comportamiento en el cual vienen teniendo la casi abierta complicidad del Ministerio de Trabajo.

Claro que Wasiejko no les ha ido a la zaga. Si ahora se ha visto obligado a convocar al paro, fue como subproducto de la tremenda presión de la base del gremio, del polo de referencia alternativo que significa la Marrón y de que las patronales no atinaron a darle nada siquiera para negociar.

Mientras tanto, fue cómplice de la maniobra de “respetar” una conciliación (que no querían ni él ni las patronales) con los despedidos afuera en Firestone y Pirelli (no así en FATE, donde la Marrón garantizó la entrada de todos los compañeros a la cabeza de cada turno).

Las tareas inmediatas

En lo inmediato, ahora hay que salir a garantizar el paro con todo, estando alertas de cualquier maniobra que se pueda venir. Lo más probable es que Wasiejko esté buscando cambiar algunos miserables puntos más de aumento por los despedidos. Despidos que, para su supervivencia como burocracia sindical, son decisivos para cortar de cuajo una experiencia que amenaza con disputarle la dirección de todo el gremio.

Hay que pelear exactamente por lo contrario: de ninguna manera se puede cambiar despedidos por salario. El paro debe ser hasta que todos los compañeros vuelvan a trabajar de manera efectiva. Y todos juntos tenemos que imponerles a las patronales el aumento del 35%.

Al mismo tiempo, se debe mantener la perspectiva de proyectarse como dirección alternativa para todo el gremio: redoblando la confraternización con Pirelli, hay que buscar las vías para avanzar hacia la base de Firestone (donde todo indica que la bronca con la Violeta viene creciendo a pesar de las campañas de mentiras que todos los días hacen contra la Marrón y “los de FATE”). Por esto mismo, hay que mantener la perspectiva de lograr imponer y/o construir desde abajo las condiciones para una Asamblea General de todo el gremio.

Junto con lo anterior, se trata de redoblar la exitosa actividad que se está llevando adelante de Fondo de Huelga, al tiempo que se sigue construyendo la reunión de los viernes en el SUTNA San Fernando. Esto como verdadero Comité de Lucha y Coordinación en torno a FATE y los compañeros despedidos de Pirelli, llamando a toda la vanguardia obrera, estudiantil y popular a apoyar y rodear esta lucha.

En definitiva: hay que estar preparados para la eventualidad de que Wasiejko intente levantar todo con los despedidos afuera. No hay que depositar ninguna confianza en él preparándose para disputarle abiertamente la dirección y para tomar las más duras medidas que haya que tomar para torcerle el brazo a las empresas, al gobierno de Cristina K (que las está apoyando de cabo a rabo) y a la mismísima conducción del SUTNA.