Argentina

Canje de deuda externa: Cristina sigue rompiendo el chanchito

Los muertos que matan los K gozan de buena salud

Por Marcelo Yunes
Socialismo o Barbarie, periódico, 25/09/08

Continúa el show oficialista de borrar con el codo lo que escribieron hace un rato. No terminaba el jefe de gabinete Massa de desmentir negociaciones con el Club de París que se anunció el pago total. Otro ministro “nuevo”, el de Interior, Florencio Randazzo, había reiterado hace poco que los bonistas que habían quedado afuera del canje “se olvidaran” de ver un dólar. Lo mismo había dicho Néstor Kirchner en su momento. Pero en dos sucesivos “giros de 180 grados” (como los bautizó el Financial Times), quedó claro que la necesidad tiene cara de hereje. Y que la orientación de este gobierno apunta decididamente a la ortodoxia neoliberal, la misma que denunció Cristina en la Asamblea de la ONU: más atención a los mercados, menos presencia del Estado, más ajuste para pagar la bola de nieve de la deuda.

El ritmo que les tocó ahora a los “setentistas” es la música de los 90, y lo que buscan es que seamos todos los que bailemos por una pesadilla. Pero los jurados de esta historia son mucho más duros que Lafauci: se trata de los intangibles “mercados financieros”, a los cuales Cristina ya no sabe qué mohín hacerle para ganarse sus favores. Tal como adelantamos, el anuncio del pago al Club de París siguió de largo con la más soberana indiferencia de “los mercados”, que tenían angustias más urgentes. En consecuencia, se redobla la apuesta ofreciéndole plata a gente que, según el gobierno, ni siquiera eran acreedores: los llamados “holdouts”, o bonistas que no entraron en el canje de 2005. ¿Qué pasó?

Cuando se hizo ese “mega canje” de bonos de la deuda en default, el coro oficialista era insoportable: la quita más grande de la historia, nos sacamos de encima el muerto de la deuda, somos soberanos, negociamos con dignidad... En su oportunidad denunciamos la sarta de mentiras y exageraciones que había detrás de eso. De hecho, la reducción de deuda fue de unos 145.000 millones de dólares a 125.000 millones. ¿En cuánto quedaría la deuda total si esta “reapertura del canje” es “exitosa”? En unos 157.000 millones de dólares. Vaya con el negocio...

Si vamos al caso, los mega pagos (todo es “mega”, todo es en escala gigantesca en este asunto) al FMI y ahora al Club de París “reducen” la deuda casi en ese monto. Pero si algo no dejaron de cacarear los K es que los buitres, banqueros especuladores y estafadores de ahorristas que no entraron en el canje no volverían a ver un centavo. El discurso oficial era “el que no canjeó ahora, se jodió. Que haga juicio y le cobre a Cadorna”. Kirchner lo dijo casi en esos términos.

Pues bien, hicieron juicio. Y no cobraron... todavía. Pero sí lograron que la “comunidad financiera internacional”, solidaria con sus congéneres caídos en desgracia, no diera por terminado el capítulo canje de deuda y continuara considerando a la Argentina como país en situación de default. El ataque de los holdouts, que tienen bonos por “sólo” 20.000 millones de dólares, no alcanzó para embargar las reservas del Banco Central –aunque obliga al gobierno a una serie de vericuetos legales–, pero sí para cortarle el crédito al país.

Mientras el Fisco nadaba en la abundancia y el servicio de deuda era manejable, los K ni se mosquearon por el tema. Pero poco a poco –como también hemos venido señalando– los recursos del Estado fueron haciéndose insuficientes para cubrir pagos de la deuda, que empezaban a crecer en espiral. Al principio se solucionaba todo pidiéndole prestado a Venezuela o a las AFJPs y bancos. Pero ha llegado el punto en que ya no alcanza con el superávit, los préstamos (bien caros) del amigo Chávez y exprimir al sistema financiero local.

Pruebas al canto: el superávit fiscal previsto en el Presupuesto 2009 es de 36.500 millones de pesos. Las necesidades de financiamiento suman en 2009 12.000 millones de dólares. Sí, la misma cifra: el pago de deuda se come el superávit fiscal entero. Pero eso no se puede hacer: están los subsidios, las cajas negras y grises, la obra pública, los “gastos” electorales. ¿Cómo se sale de este laberinto?

Arriando banderas y dando “giros de 180 grados”: hay que volver al mercado financiero internacional “oficial” a cualquier precio. Y si eso significa hacerle una oferta a los holdouts casi igual a la de 2005, tragándose los discursos y las bravatas, que así sea. Porque por la plata baila el mono.

Los K pelean por subirse al Titanic

Es irónico que la presidenta se regodee en público con el fracaso de la ideología pro mercado y que se burle de que los yanquis redescubran las bondades de la intervención estatal. Porque los pasos anunciados van en esa dirección tan denostada: honrar deudas de origen y legitimidad dudosa, ajustar a la población para engordar a los banqueros, reducir la intervención del Estado (en este caso, vía la reducción de subsidios) para darle más juego al “mercado”.

La “comunidad financiera” no sabe ni dónde está parada; está en duda si el mega (y bien mega) salvataje de 700.000 millones de dólares va a ser aprobado en el Congreso yanqui; si se aprueba, nadie sabe si va a alcanzar o va a ser apagar el incendio con un dedal de agua; los propios bancos desconfían uno de otro y no se prestan un centavo; todas las instituciones financieras dudan hasta de su sombra y no saben si sobrevivirán al día siguiente; en ese marco, los Kirchner deciden que es el momento para volver a ganarse la confianza y la respetabilidad de “los mercados”. Hay que decirlo: han perdido el sentido del “timing”...

Pasa que no tienen más remedio, porque llegó el fin de la fiesta. Según una celebrada expresión, el “éxito del modelo K” fue una combinación de “soja y suerte”. Pues bien, la suerte se acabó y la soja bajó de 600 dólares la tonelada en pleno “conflicto agrario” a los 420 de hoy. Reiterémoslo: el centro del “modelo K” es el superávit fiscal, y el núcleo de ese superávit son los ingresos por derechos de exportación, de la soja en primer lugar. Para colmo, el superávit comercial ya no es lo que era. Los volúmenes de exportación crecen muy poco (granos) o decrecen (combustibles); en tanto, las importaciones suben y suben, impulsadas por un tipo de cambio del dólar que a esta altura es casi barato. El saldo favorable se mantiene sólo gracias a los precios todavía altos de los productos exportados, pero apostar a eso en el actual terremoto internacional es demasiado riesgoso. Mejor –razonan los K– asegurarse el acceso al verdadero mercado financiero internacional.

De más está decir que todos los gusanos neoliberales y gurúes de todas las latitudes que destilaban pus anti K se apresuraron a felicitar al gobierno por su “seriedad”, su “racionalidad” y su “gesto hacia los inversores”. Las críticas de Cristina a los mercados quedan para los discursos, que son gratis, y para la campaña 2009, que aunque parezca raro ya empezó (¿qué otro sentido tienen reuniones como las de Cobos con Macri y Buzzi?).

Esa vieja música del ajuste

El Presupuesto 2009 se da en un marco distinto a todos los presupuestos votados desde 2003, aunque repita características de éstos. Por ejemplo, estima un 4% de crecimiento, como los anteriores... pero esta vez nadie se atreve a decir que ese cálculo sea irrealmente bajo, y alguno lo ve incluso optimista. También fue necesario hacerle un “agregado” de 36.000 millones de pesos vía un Decreto de Necesidad y Urgencia (esos que Cristina no pensaba firmar). Y en esta era post “voto no positivo”, difícilmente la aprobación del Presupuesto sea el trámite parlamentario habitual de otros años. En contrapartida, la inflación del 8% que prevé está tan deliberadamente fuera de foco como antes.

El sentido general del Presupuesto ya no es, como en otros años, administrar políticamente la holgura de las cuentas fiscales, sino más bien lo opuesto: ajustar el cinturón (“raspar la olla”, lo llamó gráficamente el periodista Ismael Bermúdez) al máximo para recuperar parte de ese margen financiero perdido, comprometiendo lo menos posible el capital político.

Por ejemplo, hay una voluntad de reducir los subsidios, que serán reemplazados por generosos aumentos de tarifas a pagar por la población. Quienes vivan en el GBA y hayan consumido más de 140 m³ de gas en el último bimestre entenderán perfectamente el tema cuando reciban la factura. El gasto a bajar en este caso es el subsidio a las generadoras de energía eléctrica (que funcionan a gas).

La famosa “movilidad de los haberes jubilatorios” tiene “una hipótesis implícita del 16%” y “no se contempla un incremento de los sueldos públicos” (IEco, 21–9). Se revise o no esto luego, la “señal” está muy clara: la prioridad son los pagos del servicio financiero público. A tal punto, que el Presupuesto propone una serie de reformas de las cartas orgánicas del Banco Central y del Banco Nación.

Sin entrar en mucho tecnicismo, el sentido es, en el primer caso, permitir que el BCRA financie al Tesoro nacional, a tasa bien baja, todos los pagos al exterior necesarios, sin exponerse legalmente a que los bonistas consideren que se trata de la misma caja y la embarguen. Esos pagos serán no ya a organismos internacionales como el FMI o el BM (los únicos autorizados hasta ahora), sino al Club de París, a los bonistas holdouts y también a los bancos tenedores de Préstamos Garantizados (un regalito de Cavallo de 2001 que también se renegociará ahora). Y en el caso del Nación, lo que se busca es liberar un mecanismo de préstamo al Estado (nacional, provincial o municipal) sin necesidad de garantías especiales, siempre y cuando el destino de los fondos sea cancelar deuda pública.

En una palabra: se echa mano de cuanta caja estatal, semiestatal o paraestatal exista y se la pone al servicio de un único objetivo: saldar pagos de deuda. Una música que ya hemos bailado tanto en los 80 con Alfonsín como en los 90 con Menem y De la Rúa.

Las barbas en remojo

Como señalamos en la edición anterior y desarrollamos en nota aparte en ésta, el contexto ha cambiado drásticamente para la economía argentina y para los K. Habrá, sin duda, una retracción del crédito y de la inversión global, caída de la demanda, menos crecimiento y recesión, bruscas oscilaciones de precios (ya lo vemos en el petróleo), dificultades para el gran vecino Brasil (que concentra una porción importante de las exportaciones) e incertidumbre. El crecimiento de la Argentina se verá afectado –habrá que ver hasta dónde, pero convendría olvidarse de las “tasas chinas”– y ya hay voces no necesariamente agoreras que alertan sobre la estanflación (inflación sin crecimiento).

En estas condiciones externas más difíciles, es seguro que asistiremos a un mayor deterioro de las condiciones de vida, laborales y de ingreso de la mayoría de la población. Descartando las risibles estadísticas del INDEK, estimaciones más serias ponen un piso del 30–35% para la pobreza y del 10–12% para la indigencia. La caída salarial es difícil de ponderar hasta fin de año, pero fogonea conflictos y lo seguirá haciendo. El gasto público social quedará reducido a lo mínimo indispensable: toda la prioridad está en honrar los pagos de deuda.

Irónicamente, la oposición burguesa, que anticipaba la debacle política y electoral del gobierno, suma a su tradicional falta de organicidad el hecho de que este giro hacia “hacer los deberes” los deja sin muchas banderas políticas y electorales. Salvo que se considere tal la letanía masturbatoria sobre la “vigencia de las instituciones”...

Así, esta orientación más “ortodoxa”, y quizá más cercana a la que Cristina tenía prevista hasta antes del conflicto con los ruralistas, unida al nuevo marco externo, nos ponen frente a algo más que un mero golpe de timón del oficialismo. Es una nueva fase de la economía mundial. Es el fin del ciclo expansivo (económico y político) del “modelo K”. Es un nuevo escenario de aquí al fin del mandato K que combinará, seguramente, dos elementos: de un lado, el intento de recomponer el funcionamiento del capitalismo argentino y su lugar en la división internacional del trabajo vía redoblar la disciplina fiscal y la disciplina laboral; del otro, la inevitable respuesta de los trabajadores. Para eso hay que prepararse.