Argentina

La ola de despidos amenaza con levantar la temperatura política antes de fin de año

¿Felices Fiestas?

Editorial de Socialismo o Barbarie, periódico, 04/12/08

“Claudio Guliani tiene 40 años y hace 15 que trabaja en el sector de tratamiento térmico de VW: ‘Estamos aquí dándoles el apoyo a estos chicos que están quedando afuera, venimos por ellos y por todos, porque tampoco sabemos qué nos va a pasar a nosotros el año que viene” (La Nación, 2-12-08).

En todo el país se vivió un noviembre abrumador, él más caluroso en 50 años. No se trata solo de la temperatura ambiente. También la coyuntura social podría amenazar con “calentarse” incluso antes que llegue formalmente el verano. Es que en el centro de la situación política se está colocando –cada vez más– la problemática de los despidos, herramienta privilegiada a la que están recurriendo las patronales como forma de descargar la crisis sobre los trabajadores manteniendo las prevalecientes condiciones de explotación. Mientras tanto, gobierno K, gobernadores y burocracia sindical tratan de seguir con su política de “administrar” la crisis para evitar situaciones de desborde social antes de las Fiestas.

Las automotrices en el centro de la escena

Es sabido que en los últimos años tres sectores han sido los dinamizadores de la economía nacional: la construcción, la producción agrícola y las automotrices. Los tres están siendo golpeados duramente por la crisis mundial. En la construcción, la situación es obvia a partir de que la crisis de las hipotecas basura de los EEUU se ha extendido mundialmente tendiendo a deprimir la edificación y a bajar los valores de las propiedades.

Respecto de la producción agro-ganadera, si la ganadería ya venía muy golpeada, a los “productores” acostumbrados a sus 4 por 4 y a vivir muy cómodamente, ahora se les ha esfumado parte –aunque sólo parte– de sus sueños de nuevos ricos con la caída del precio de la soja.

Pero es la crisis de la industria automotriz la que está pegando en el centro de la clase trabajadora. La caída del patentamiento de autos en noviembre ha sido del 15%, la más grave desde abril del 2003. Y está claro que cuando hablamos de las automotrices, hablamos de la concentración más importante del proletariado industrial del país.

Esta concentración obrera, en una de las ramas más dinámicas de la economía argentina, tiene básicamente tres lugares de radicación: el Gran Buenos Aires (con mayor peso en la zona Norte del mismo), Córdoba y, en menor medida, Santa Fe. De estos tres lugares, hay en estos momentos conflictos abiertos –que eventualmente podrían amenazar con desbordarse– en las dos provincias del interior.

El cuadro de situación a estas horas es así: en General Motors se había terminado la conciliación obligatoria el pasado lunes 1/12, el SMATA provincial se vio obligado a convocar a un paro por tiempo “indeterminado” sólo para que inmediatamente intervenga el Ministerio de Trabajo de la Nación decretando una nueva conciliación como manera de seguir desgastando a la base.

Sin embargo, la patronal yanqui sigue rechazando dejar sin efecto el despido de 150 compañeros efectivos (calificados, falsamente, como “suspendidos”), negándose a rotarlos porque, en realidad, lo que busca la empresa, es dejarlos en la calle a plazo fijo, de ahí que no quiera darles tareas ni que entren a la planta.

Todo lo anterior lo señalamos sin referirnos al hecho cierto que, en EEUU, cada día que pasa se comprueba más fehacientemente que la situación de la casa matriz está al borde del colapso: si no recibe un rescate por 4.000 millones de dólares de manera inmediata la empresa podría quebrar antes de Navidad: “La urgencia de la solicitud de GM despertó nuevas preocupaciones de que es posible de que a la automotriz no le quede otro remedio que acogerse a la protección por bancarrota. Representantes del sindicato UAW (United Auto Workers’) dijeron durante una reunión ayer que GM podría verse forzado a declararse en quiebra antes de Navidad si no logra los fondos gubernamentales en los próximos días” (WSJA, La Nación, 3-12-08).

De Santa Fe pasemos ahora a Córdoba. Se trata de una provincia importantísima en lo que hace a concentración obrera en general y automotriz en particular: varias de las terminales más significativas están radicadas en la provincia mediterránea así como grandes autopartistas.

El cuadro es el siguiente: en Iveco (fábrica de camiones de FIAT) se produjeron recientemente 42 despidos y la fábrica tiene suspendido al personal en su totalidad (a lo largo de la semana de la salida de esta edición). El pasado lunes 1/12, unos 500 trabajadores, más o menos desbordando a la burocracia, se concentraron en el portón de entrada. Interrumpieron el tránsito en el Camino Interfábricas y la ruta nacional 9 exigiendo la reincorporación de sus compañeros. A consecuencia del corte, el Ministerio de Trabajo provincial decreta una conciliación que la patronal se habría negado a acatar con el argumento de que “no habría producido ningún despido, sólo se terminaron los contratos”.

Por su parte, en Volkswaguen, la empresa ahora habría “retrocedido” con los 368 despidos transformándolos en “suspensiones” hasta el 31 de marzo próximo. Aunque al momento del cierre de esta edición no se sabe a ciencia cierta los detalles del posible “acuerdo”, la “solución” encontrada (que paradójicamente el SMATA Córdoba aceptaría a diferencia del SMATA de Santa Fe) seria similar a la que gobiernos y empresa están intentando ensayar en General Motors. Y no está clara a estas horas la situación de los 215 compañeros contratados despedidos en la autopartista Gestamp.

Si hay despidos, que no se noten

En medio de esta situación, a nivel del gobierno nacional, los provinciales y la burocracia sindical, lo que se debate, es cómo hacer para que la cosa se note lo menos posible. Pero vayamos por parte, arranquemos por la política de las patronales.

Ya habíamos señalado en nuestra edición anterior cómo las patronales rechazaron en masa la idea de la prohibición de los despidos bajo el argumento de que esto afectaría “sus derechos de contratación y propiedad privada”. Por su parte, hasta el momento, el gobierno K tampoco ha querido implementar esta medida, limitándose a anunciar una serie de medidas en beneficio de las patronales (ver nota aparte).

En este marco, la política de las empresas ya está clara: generar el hecho consumado de los despidos y, eventualmente, negociar algo después sobre la base de una relación de fuerzas ya creada de los cientos de compañeros en la calle. ¿Cuál es la lógica de la misma? Es muy simple: preservar el grado de explotación de los trabajadores que siguen trabajando. Es decir, de ninguna manera la patronal va a aceptar (salvo que se le imponga con durísimas luchas) el reducir, por ejemplo, la jornada laboral. Si esto ocurriera, si los trabajadores tomaran como “derecho adquirido” el trabajar menos horas por igual salario, ¿cómo luego, una vez pasada la crisis, aceptarían volver a jornadas de superexplotación de 12 ó 14 horas?. Está claro que difícilmente lo hicieran, razón por la cual se terminarían tirando por la borda conquistas inmensas de los capitalistas respecto de la clase obrera de la década de los ’90.

En estas condiciones, los gobernadores de dos de las más importantes provincias del país (sobre todo Schiaretti, porque poco se ha escuchado del “socialista” Binner a este respecto) están poniendo –a su manera– el grito en el cielo: temen por la estabilidad social de sus provincias: pretenden que los despidos se noten lo menos posible.

Y el SMATA comparte punto por punto los planteos de los gobernadores, temerosos de que una respuesta obrera ante la intransigencia patronal termine produciendo el desborde de sus cuerpos orgánicos.

Como venimos señalando, el que ha puesto más alto su voz es el cordobés Schiaretti: ha salido a señalar que con todos los beneficios que se les concedieron a las automotrices en los últimos años, ellas no le pueden retribuir así al gobierno provincial despidiendo sin más ni más trabajadores: “El mandatario les recordó los beneficios que recibieron del Estado cordobés en los últimos años para sus radicaciones, recuperación y/o ampliación de líneas de producción. Schiaretti recordó que a las terminales se les habían concedido desgravaciones impositivas a diez años, tarifas diferenciales de electricidad y subsidios por cada puesto laboral creado: ‘No puede ser que de la noche a la mañana echen a la gente” reclamó (La Nación, 2/12/08).

En el caso santafesino, la que se ha mostrado más “activa” ha sido la Ministra de Trabajo provincial, la que, en realidad, viene sosteniendo el plan empresarial vendiendo la idea que los 150 compañeros que quedarían en la calle lo harían en calidad de meros “suspendidos” y no lo que es verdad: ¡despidos encubiertos de decenas y decenas de trabajadores en blanco que nunca volverían a la planta!

En este contexto hay que ubicar la reciente votación de la Legislatura provincial de Santa Fe donde por ley se decretó la aparente prohibición de los despidos por 180 días. Se trata de una medida en la misma línea: administrar los despidos políticamente para que se noten lo menos posible. Porque en realidad, no hay una prohibición taxativa, sino la estipulación de una serie de pasos para llegar a los mismos diluyendo así sus potencialmente “desestabilizadores” efectos.

“Prohibición” limitada que, sin embargo, desde ser usada por los trabajadores –en todo lo posible– como herramienta legal al servicio de trabar lo más posible el accionar antiobrero de las patronales.

Todo lo que estamos señalando ocurre en el contexto de que la CGT de Moyano, luego de alardear con que presentaría un proyecto de ley contra los despidos en el Congreso Nacional, la doble o triple indemnización y un plus de $ 500 para fin de año, bajó una vez más los decibeles cajoneando el anunciado planteo.

Él “arrugue” de Moyano, sumado a la intrascendencia de la CTA, seguramente tienen mucho que ver con la política gubernamental. Es que los esposos K no quieren oír ni hablar de la prohibición de los despidos, de la doble o triple indemnización o de aumentar y hacer universal el seguro de desempleo. Y, menos que menos, del desencadenamiento de alguna medida de lucha real a tal efecto por parte de alguna de las dos centrales.

Las tareas de la próxima coyuntura

En las condiciones que venimos señalando, la izquierda revolucionaria tiene que prestar muchísima atención a la evolución de la experiencia obrera en automotrices, autopartistas, siderúrgicas y empresas del Neumático: se trata de una tarea estratégica que ahora adquiere una importancia urgente y central independientemente que sea difícil pronosticar cuándo se podrían desencadenar grandes luchas.

Porque estas ramas de la producción combinan, eventualmente, elementos de potencialidades explosivas: resumen la mayor y más calificada concentración obrera del país al tiempo que un escenario que dependiendo de la evolución de la crisis mundial, podría ser el de la eventualidad de que comience una experiencia de lucha y organización en el mismísimo corazón de la clase obrera argentina.

Dos son las tareas que básicamente están planteadas: desarrollar con la mayor escala y profundidad posible una amplia campaña alrededor de un programa obrero de salida a la crisis. En este sentido, hay que ir por la vía que el gobierno y las patronales no quieren: tender a horadar las condiciones de explotación heredadas de los ’90 afectando las ganancias y la propiedad de los capitalistas. Esto requeriría de medidas que van desde la prohibición de los despidos, la reducción de la jornada laboral sin reducción de salarios, la apertura de los libros contables, hasta incluso la exigencia de estatización bajo control de los trabajadores de las empresas que suspenden y despiden masivamente.

Pero al mismo tiempo hay otro andarivel: se trata de encarar las tareas que se desprenden de la necesidad perentoria de desbordar los cuerpos orgánicos de la burocracia. Hay que estudiar, por ejemplo, si hay condiciones para aprovechando las contradicciones que se desprenden del fallo de la CSJ acerca de la “libertad sindical”, pueda comenzar realmente un proceso de sindicalización y organización de los desorganizados. En todo caso, habrá que estar muy atentos a esta eventualidad y pensar alguna iniciativa a tal efecto.

Al mismo tiempo, de manera que no sea “aparatista” (es decir, sin pretender pasar por encima de la experiencia que vaya haciendo la vanguardia y la propia base obrera), hay que dar pasos concretos en poner en pie instancias de coordinación real entre lugares de trabajo, privilegiando las ramas productivas ya señaladas.

En este sentido, la seccional del SUTNA San Fernando puede cumplir un importantísimo papel en la zona Norte del Gran Buenos Aires, proyectándose incluso mas allá hacia la eventualidad de un Encuentro Nacional de sectores obreros en lucha para cuando comience realmente la resistencia. Esto a condición, repetimos, que exprese la maduración de un sector real de la vanguardia y la base obrera de la fábrica.

Con todo al acto del 20/12

Por último, volvamos a señalar que las burocracias de la CGT y la CTA que habían salido a exigir la “prohibición de los despidos” dejaron en claro que su planteo era –al menos por ahora– puramente testimonial. No sólo Moyano no volvió siquiera a hablar del tema, sino que incluso la CTA, que ha convocado a una marcha para el 12 de diciembre supuestamente a tal efecto, no está claro que se trate de una convocatoria realmente para movilizar masivamente algo que vaya más allá de su aparato.

Por esta misma razón, y porque es una acuciante necesidad, la izquierda independiente tiene la oportunidad entonces de organizar la próxima jornada del 20 de diciembre alrededor de levantar un programa obrero de salida a la crisis.

La importancia del acto es evidente. Se trata del hecho de que si aún no ha despuntado un proceso generalizado de resistencia, que sirva como punto de apoyo para lanzar una política más de conjunto de organización de las propias luchas, la tribuna del 20/12 podría ser un punto de apoyo a tal efecto.

En estas condiciones, una iniciativa de importancia podría ser que desde los distintos sectores de representación de la vanguardia independiente como es el caso del SUTNA San Fernando y otros en distintos puntos del país, se discuta la eventualidad de convocar a la formación de columnas de la vanguardia obrera para participar y encabezar el acto del 20/12. Desde el nuevo MAS, nos pondremos al servicio de esta iniciativa, al mismo tiempo que organizaremos nuestra propia columna partidaria para participar en este nuevo aniversario del Argentinazo.


El nuevo paquete económico kirchnerista

Llegó el tiempo de las vacas flacas

Por Marcelo Yunes
Socialismo o Barbarie, periódico, 04/12/08

Lo que habíamos llamado “modelo de coyuntura” (ver revista SoB 20) está llegando al límite de las condiciones excepcionales que le dieron aire. Si, como dijera un periodista económico, el esquema K se basaba sobre los factores “SS: soja y suerte”, el cambio del marco internacional (antes de bonanza, hoy de crisis inédita) y commodities con precios en caída libre son la madre de un nuevo paquete “keynesiano” de corto plazo y corta mira.

La respuesta de los Kirchner a las nuevas condiciones que plantea la crisis económica internacional –luego de un breve período de gozo y pase de facturas a los neoliberales, como si no fuera a afectar aquí– ha sido un nuevo volantazo y una nueva improvisación, revestida como siempre de “gran decisión estratégica”. Pero en realidad el paquete supuestamente “keynesiano” tiene poco de tal y bastante de desesperación, con dudoso resultado en el sentido buscado, es decir, la actividad económica y la recaudación fiscal.

Ya hay instalados varios fantasmas, algunos de ellos nada etéreos y de carne y hueso. Por ejemplo, la ola de despidos. La estrategia patronal está a la vista: aprovechar la excelente excusa de la crisis –incluso antes de que se noten sus efectos reales– para curarse en salud y reducir planteles, empezando por los trabajadores contratados, los más desprotegidos. Tan desprotegidos que son casi invisibles, al menos para Hugo Moyano y la CGT, que siguen sin reconocerlos como tales.

Después de seis años de crecimiento continuo y alto, 2009 puede ser un año de recesión (aun con el “arrastre estadístico” del crecimiento de 2008, que ya será menor). La caída de la actividad y del nivel de empleo es un dato que ya todo el mundo da por descontado, y por buenas razones.

El fantasma de la inflación parece haberse alejado de la mano precisamente de la desaceleración, pero el peligro es otro: que un brusco salto del tipo de cambio –esto es, la cotización del dólar– genere el peor de los mundos, el de recesión con inflación. Y el alza de precios, además del dólar, puede tener otro motor: los tarifazos, inevitables en un contexto de achique general de los subsidios.

Los gemelos, a terapia intensiva

El gobierno siempre ha manejado estas presiones (dólar y tarifas) recurriendo a la caja estatal (Banco Central y subsidios del Tesoro). Pero los otrora robustos superávits fiscal y comercial, esto es, los superávits “gemelos”, hace rato que no gozan de buena salud, y más bien habrá que hospitalizarlos en cualquier momento.

En efecto, y como hemos dicho más de una vez, el centro de ambos superávits son los precios de los commodities, en particular los granos y sobre todo la soja. El “yuyo” es responsable de buena parte del ingreso de divisas del comercio exterior y, vía las retenciones, del ingreso fiscal. Pues bien, aunque no es la catástrofe que lloran De Angeli y sus alicaídos amigos, una tonelada de soja a 300-330 dólares no es motivo de jolgorio. Los campestres se cebaron en abril, cuando la tonelada superaba los 520 dólares (y los 550 en julio). Para empezar a hablar, son 2.000 millones de dólares menos de ingreso por retenciones.

Otros rubros tampoco ayudan. El sector automotriz es responsable no sólo del grueso de las exportaciones industriales del país, sino que ha sido el motor, en los últimos años, de todo el crecimiento industrial. Pruebas al canto: mientras que el Estimador Mensual Industrial global muestra un crecimiento para toda la industria del 8% en 2006 y 7,5% en 2008, ese mismo índice, dejando fuera automotrices y metalúrgicas, sería del 7% en 2006 y sólo del 4,5% en 2008. Para no hablar del impacto en el comercio exterior, ya que las terminales automotrices exportan el 60% de su producción (y de eso, el 63% a un Brasil con muchos problemas). La caída del sector va a repercutir en todo: empleo, nivel industrial, volúmenes de exportación e ingresos fiscales.

Hasta el petróleo, que ha sido fuente de divisas y de ingresos fiscales (pocos recuerdan que, por encima de 45 dólares el barril, todo el excedente es retenido por el Estado), ahora está de capa caída. Con el barril derrumbado en menos de 50 dólares (tras haber tocado los 140 dólares), producción, exportación e ingreso a las arcas del Estado van a andar bien por abajo. El vergonzoso levantamiento de la paritaria petrolera a cambio de evitar despidos es un indicador de la malaria que se viene.

En suma, el superávit comercial, que, recordemos, es el que sostiene la cotización del dólar, va a caer drásticamente de los 12-13.000 millones de este año. ¿Hasta cuánto? Hay quienes dicen no mucho: a 9.000-10.000 millones (Alejandro Mayoral); otros, quizá más realistas (Miguel Bein), estiman no más de 7.000 millones. Pero no faltan quienes hablan directamente de superávit comercial cero. Y eso es luz roja para el tipo de cambio actual, que ya pasó un sofocón y se esperan otros.

En este marco es que el gobierno decide mejorar la situación de los ingresos fiscales apelando a herramientas poco usuales. Por supuesto, la primera fue la estatización del sistema previsional [1]. En silencio y sin hacer olas, se prorrogaron impuestos nacidos de la ley de emergencia económica. Y el anuncio más rimbombante fue el del paquete “antirecesión”, que incluye la creación del Ministerio de la Producción.

Capital, volvé, te perdonamos

Uno de los caballitos de batalla de los Kirchner siempre fue cantar loas al capitalismo “productivo” y despotricar contra los “especuladores financieros” que “ponen la plata afuera”. Por supuesto, la oposición no tiene sentido: muchos de los dueños de los más de 120.000 millones de dólares de argentinos en el exterior son perfectos capitalistas industriales que vendieron sus activos en el proceso de extranjerización de la economía y tienen su platita a buen resguardo en Suiza, Luxemburgo o las islas Caimán. Ni existe tampoco separación tan tajante entre “industrialistas” y “financistas”: sobran ejemplos de inversiones “diversificadas” y capitalistas con huevos en varias canastas.

En todo caso, si fuera cierto que eran todos unos gusanos especuladores, es a esa gente que el gobierno le sirve en bandeja una medida de la que se habló infinidad de veces en los últimos 20 años y que sólo ahora se implementa: el blanqueo de capitales argentinos en el exterior.

Se habla de blanqueo porque, naturalmente, esa plata no está declarada ante el fisco argentino, ni paga por ende un solo centavo de impuestos. Pues bien, el gobierno ni siquiera les pide que la traigan: si sólo la declaran, pagan un 8%; si la traen para depositarla, un 3%, y si se dignan a invertirla en emprendimientos productivos, apenas el 1% (menos que el risible impuesto a la riqueza, que sólo pagan unos pocos que además no son ricos).

Los blanqueos y facilidades siguen con una amplia moratoria impositiva (si antes evadió, no se haga problema, pague ahora y todo perdonado) y facilidades para que las pymes blanqueen a su personal, junto con un estímulo para que tomen nuevo personal (subsidios del Estado a los aportes patronales).

Según los cálculos del gobierno –que nadie sabe cómo se hicieron–, aparentemente tanto blanqueo le daría al Estado la posibilidad de poner en marcha un plan de obras públicas por 71.000 millones de pesos (obsérvese el detalle: no 70.000 millones, que suena a vaguedad, sino 71.000, como para que parezca que hicieron la cuenta). Todo esto sería, según los Kirchner, “keynesianismo” para enfrentar la crisis.

En realidad, aquí el objetivo principal sería atraer capitales que mantengan la rueda de la inversión en movimiento. El beneficio fiscal que podrían lograr las arcas estatales es muy modesto: si los capitalistas argentinos, en un ataque de emoción, trajeran todo lo que tienen (incluyendo sus casas de lujo en Miami o Punta del Este, que representan una buena parte de esos 120.000 millones) para invertirlo, el fisco no vería más de 1.200 millones de dólares.

De más está decir que todos los blanqueos de capitales fueron propuestos siempre, en la Argentina, por los liberales y neoliberales rabiosos, abogados de los buitres capitalistas que fugaron la plata ansiosos por devolverle a esos gusanos y a su dinero su “respetabilidad”. La necesidad tiene cara de hereje, hace falta ingreso de dólares al fisco y es así que los Kirchner toman medidas propias de Álvaro Alsogaray.

Por otra parte, sin la menor garantía de éxito. En el actual contexto de pavor global y huida a la liquidez, suponer que la patriótica burguesía argentina aprovechará las generosas condiciones que se le ofrecen para invertir en proyectos productivos es soñar con las musarañas. Lo mismo cabe decir de las facilidades a las pymes, que efectivamente concentran el 80% de las empresas y el 65% del empleo, pero que en el marco del ajustazo de la economía y los claros síntomas de recesión global, regional y local, no van a dedicarse precisamente a planes de expansión y blanqueo del trabajo en negro. ¡Justo las pymes, las principales promotoras de que el 40% de la fuerza laboral esté en negro!

Lo único que podría llamarse “keynesiano” es el supuesto gasto en obra pública. Da la casualidad, claro, de que es justamente ésa la pata del plan que no tiene el menor detalle: ni de ubicación de las obras, ni de financiamiento, ni de plazos. Tiene más bien todo el aspecto de esos anuncios vacíos que tanto les gustan a los Kirchner, en los que se manejan cifras astronómicas (antes fueron los 20.000 millones de dólares que invertiría China, ahora los cientos de miles de nuevos puestos de trabajo, nadie sabe dónde ni en qué) y que se desvanecen en el tiempo sin que nadie haga preguntas incómodas.

La Argentina del Bicentenario: nada para festejar

De a poco se va cerrando el ciclo económico de la Argentina kirchnerista y de un “modelo” que, encaramado en condiciones excepcionales de toda la región, posaba de “antineoliberal” pero que sólo era tal en cuanto a los aspectos de regulación política de la economía. Lejos de los espejitos de colores de la “Argentina productiva del Bicentenario”, lo que tenemos es lo que podía esperarse de un esquema que, aunque redistribuyó cuotas de poder político (y de ganancia material) entre ciertos sectores de la clase capitalista, no modificó en nada esencial las grandes variables del funcionamiento del capitalismo local.[2].

La estructura productiva del país sigue tan dependiente como antes de las divisas generadas por el único sector competitivo internacionalmente: el agro de la Pampa húmeda. La industria sigue siendo un páramo en materia de inversión, tecnología y desarrollo. La única rama industrial importante y motora de la economía, la automotriz, está dirigida por multinacionales que aprovechan un régimen de favor, creado en las 90, que compensa las desventajas competitivas, y orientado al mercado regional. El impacto de la crisis sobre Brasil y sobre toda la industria automotriz muestran que el “auge” de las “exportaciones industriales” en esas condiciones especiales no resiste la primera prueba seria.

La plétora de fondos en las arcas fiscales tampoco sirvió no ya para avanzar en la infraestructura de energía, transportes y servicios, sino ni siquiera para mantenerla actualizada. Y la supuesta “independencia del FMI”, alquilada (no comprada) a precio de oro en 2005, a mediano plazo se reveló como una medida más política que económica, ya que por su vulnerabilidad externa la economía argentina está cualquier cosa menos blindada frente a un muy probable agravamiento de las condiciones internacionales.

Así, a 8 años del Argentinazo, nada esencial ha cambiado estructuralmente en un capitalismo argentino con nichos competitivos propios de todo desarrollo desigual y combinado, pero que sigue signado por el atraso global y por una inserción en la división mundial del trabajo propia de una nación relativamente marginal (por más que la inviten al G-20).

Para no hablar de los resultados en términos de las condiciones económico-sociales, que si por un lado muestran cierta recuperación respecto de los índices catastróficos de 2001-2003, por el otro han consolidado el salto en la desigualdad, fragmentación social y precarización laboral y social iniciado en las 90, y que ha pasado de manifestación coyuntural a ser parte de la estructura del país.

En su evaluación de los efectos de la crisis mundial, buena parte de los analistas dan directamente por perdido el próximo 2009, y empiezan a razonar a partir de 2010. Con ese marco, la máxima aspiración de los Kirchner es “acotar los daños” que provocará la crisis mundial en el empleo, la actividad económica, el sector fiscal y externo y ­–la madre de todo– el impacto electoral que vaya a tener ese cuadro. La oposición burguesa, cuya ubicación y perspectivas son más de derecha liberal –algo descolocada en esta crisis en la que todos se volvieron keynesianos–, sólo es capaz de criticar el poco apego kirchnerista a las “formas institucionales”. Algo que en épocas de crisis galopante importa bien poco incluso en los países centrales.

Así las cosas, y a pesar de que la situación económica y social va a ser más difícil para todos en el próximo año, los trabajadores y todos los sectores populares deben prepararse para enfrentar las consecuencias del desastre capitalista global y su impacto en la Argentina. Es quizá en esas batallas que inevitablemente habrá que pueda ir forjándose una nueva herramienta política de clase, de los trabajadores, independiente de los ya roncos cantos de sirena de los Kirchner y de los graznidos de búho del resto de los políticos del sistema.


Notas:

1.- Por si a algún incauto le quedaba alguna duda de la estafa que era el sistema privado, afinamos algunos números respecto de SoB  138. La transferencia total de fondos de aportantes termina siendo de 74.000 millones de pesos (es decir, unos 22.000 millones de dólares). Las comisiones de las AFJP fueron de 36.000 millones de pesos. Esto es, en pesos, casi la mitad de los aportes, pero en dólares, incluso más que los aportes. ¿Por qué? Porque mientras los fondos no admiten retiros parciales (pase lo que pase en el medio, lo que importa es el saldo final de la cuenta), las comisiones se cobraban mensualmente. Y durante 7 de los 14 años que duró el sistema, las comisiones en pesos, por el 1 a 1, equivalían a comisiones en dólares. Suponiendo que en la mitad de ese lapso ingresaron la mitad de las comisiones, esos 18.000 millones de pesos eran otros tantos dólares. Súmese a esto los otros 18.000 millones a una cotización variable (dólar a 1,40, a 2,30, a 2,70, a 3 y ahora a 3,40). El total da, sin duda alguna, bastante más de los 22.000 millones de dólares a valor actual que tienen 9,5 millones de ex afiliados…

2.- Vale aclarar que estamos hablando del proyecto con veleidades más “transformadoras” de todos los que ha generado la clase política capitalista en la Argentina de los últimos 20 años. Ni que decir tiene que variantes como Macri, Carrió, De Narváez, Duhalde, etc., son mucho más apegadas al statu quo y al establishment, y mostrarían muchos menos escrúpulos en recomponer las condiciones de la acumulación capitalista en detrimento de la clase trabajadora, los sectores populares y el conjunto de la Nación.