Argentina

De la pelea por la renta a la disputa del poder político

Por Eduardo Lucita (*)
La Arena, 14/08/09

Si los recientes resultados electorales fueron la continuación del conflicto agrario por la resolución 125, la actual ofensiva de la derecha es expresión de aquellos resultados e indican que lo que se anunciaba se ha concretado: el pasaje de lo reivindicativo a la política.

Hace poco más de un año publicamos en esta misma columna un artículo que intentaba mostrar cómo la renta agraria volvía a tener peso político en el país. Aludía allí a las tendencias de larga duración por las cuales bajo la hegemonía financiera se fue profundizando la subsunción de la agricultura al capital a escala mundial.

Como la explotación agraria toma cada vez más formas empresariales. Lo que se conoce como "creciente industrialización de la agricultura", consecuencia de que el mayor grado de maquinización y el uso de productos químicos redundan en "la conversión del proceso productivo agrícola en uno completamente análogo al de la producción industrial".

Los cambios en el mercado mundial y la presión demandante de China y los países del sudeste asiático reforzaron en el país las tendencias a un modelo exportador, primarizador, extractivo, altamente degradador del ambiente que se desentiende del mercado interno. Jerarquizaron así la renta del suelo, particularmente la agraria.

En las crisis es cuando emergen con mayor nitidez los cambios estructurales, se hacen visibles entonces las relaciones de fuerza que se fueron gestando al compás de esos cambios. Es en el momento en que los sujetos sociales alcanzan cierto grado de organización, que pegan el salto a la política y pueden cuestionar todo o aspectos parciales del orden económico, social y político vigente. A esto nos referimos cuando enunciamos el regreso de la renta. Es la base material, como lo fue hasta antes de los años '30 del siglo pasado, en la cual se apoya la reacción neoconservadora a la que asistimos en estos días.

Es la política

Es esto lo que está en la base de la actual crisis. En la superficie se muestra bajo la forma de puja por una porción de la renta extraordinaria, pero es un fenómeno más profundo. Se trata de una confrontación que va más allá de la coyuntura y se ha venido desenvolviendo sordamente al interior del bloque de las clases dominantes.

Luego del avance electoral de la derecha, la Mesa de Enlace Rural –expresión político–corporativa de la renta agraria– parece haber ganado la pulseada al interior del bloque del capital y se asume como el sector hegemónico. Comenzó por alinear a sus propios componentes, que la Federación Agraria por primera vez en su historia haya asistido a la inauguración de la Exposición de la Sociedad Rural es más que emblemático. Exultantes por un triunfo que consideran propio, se adjudican 12 millones de votos, vincularon a la Patria con la época en que Argentina era considerada "el granero del mundo", obvio: época dorada de la oligarquía terrateniente. Para que no quedaran dudas y sin temor a las implicancias o tal vez por eso, reivindicaron el apellido Martínez de Hoz.

También, frente a la debilidad congénita del capital industrial –que desde sus inicios no puede desenvolverse si no es al amparo de subsidios estatales– ha subordinado a distintas fracciones del capital y también a la oposición política de derecha.

Bailando al compás

La declaración de la AEA, asociación que nuclea una cincuentena de los principales dirigentes empresarios del país, levanta un pliego de reivindicaciones que punto mas coma menos, es compatible con el de los ruralistas. Por su parte la oposición política juega al compás que le marca la Mesa de Enlace: "El agro es el eje central del país" (Julio Cobos); "la única salida del país a la crisis está en el campo y la agroindustria" (Elisa Carrió); De Narváez y Reutemann expresan sin tapujos y sin retórica discursiva esos intereses. La presencia de De Angelis en el Congreso recorriendo las comisiones y apurando las definiciones de los temas campestres rememora la antigua la figura del comisario político.

Sólo en este contexto triunfalista se explica el contenido del discurso del presidente de la Sociedad Rural, Hugo Biolcatti, en la inauguración de la 123º Exposición: "La primera batalla a los Kirchner se la ganamos en la calles, después en el Congreso y ahora en las urnas". Inmediatamente recriminó: "el gobierno no se da cuenta que perdió", para luego quejarse amargamente: "y la oposición no se da cuenta que ganó". Marcaba así que hay una vacancia política que no puede quedar libre: "la pelota está picando y hay que agarrarla". El editorialista de La Nación, Claudio Escribano, fue mas claro "si la Mesa de Enlace no se hace cargo la oposición se desmantela (...), tiene que dirigir la transición al 2011".

Acorralar al gobierno

Históricamente confrontaciones de esta naturaleza en el marco de grandes crisis mundiales, como lo fueron las de 1930 o la de 1974/5, se saldaron en el país con golpes de Estado. Hoy no hay espacio a nivel nacional para aventuras militares y es este vacío y el curso de los acontecimientos lo que lleva a la Mesa de Enlace a tomar el rol de conducción política. No se trata de una acción destituyente, sino de acorralar al gobierno y obligarlo al ajuste general de la economía: bajar el gasto público, cancelar las paritarias o llevarlas a dos años; liberar al sector privado de la intervención estatal (libre movimiento de los precios y tarifas, del tipo de cambio, de los despidos y suspensiones), reducción de impuestos y cargas sociales, regreso al FMI). En síntesis "guiar" al gobierno para dejar la economía "ordenada" para el 2011.

Así la deriva de la situación política nacional se escora cada vez más a derecha. Colabora a esto la debilidad del "neodesarrollismo" oficial y sus limitaciones. El gobierno sólo intenta resistir, ganar tiempo y ceder lo menos posible ante la ofensiva neoconservadora, pero es solo una línea defensiva para salvar las papas. Parece desconocer ese antiguo precepto de la política: quién no avanza retrocede.

No se anima con medidas que le permitan tomar el control de la crisis económica (la banca, el comercio exterior, el mercado de divisas), ni tampoco da impulso efectivo a una redistribución efectiva de la riqueza; o a la recuperación de servicios públicos esenciales para la calidad de vida de la población trabajadora; menos aún los recursos naturales.

Tensiones

Esta ausencia de definición política y una crisis económica que en el país puede transformarse en un estancamiento de varios años pavimenta el ascenso del neoconservadurismo que encuentra base social en sectores de las capas medias del campo y la ciudad y, a juzgar por los últimos resultados electorales, también entre los sectores más desprotegidos y en franjas del movimiento obrero. No es ajeno a esto la inflación en curso, el aumento de la desocupación así como la utilización que hace la derecha de los problemas de seguridad ciudadana. Las referencias a la pobreza son indicadores que intentan consolidar una base popular para su proyecto político.

La política no soporta el vacío. La aparición de un polo de centroizquierda en Capital Federal y en parte en Provincia de Buenos Aires, los más de quinientos mil votos que, sumada, obtuvo la izquierda de clase en todo el país, son muestras de que sectores de la sociedad no aceptan esta deriva de la crisis y están en busca de una alternativa. Pero son insuficientes. Todo depende de los trabajadores y el conjunto de las clases subalternas, si son capaces de definir una línea de defensa frente a la ofensiva neoconservadora y trazar el rumbo y las necesarias alianzas para constituir un bloque social y político que se oponga, en todos los terrenos, al bloque de las clases dominantes hegemonizado por esa "potencia oculta" que es la renta agraria, tal como la describiera hace muchos años atrás un barbudo filósofo.

No se dispone de mucho tiempo.


(*) Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).