Expropiación
de YPF

Los desafíos de la nueva YPF

Por Claudio Katz (*)
Enviado a Socialismo o Barbarie, 18/04/2012

La intervención de YPF y la introducción de una gestión estatal de la empresa son medidas necesarias para comenzar a revertir la depredación energética. Pero constituyen tan solo un punto de partida para recuperar los recursos petroleros.

Durante una década REPSOL lideró el vaciamiento de pozos, reservas e instalaciones pre-existentes. Extrajo lo máximo posible sin invertir y expatrió ganancias en forma escandalosa. Esta conducta no irritó a ninguno de los críticos neoliberales de la expropiación en curso. Ahora cuestionan la "violación orden jurídico", olvidando el total incumplimiento de los contratos por parte de la firma. Esta doble vara es congruente con su habitual aprobación de los atropellos contra los derechos de los asalariados o jubilados. Nunca extienden a estos sectores los principios de la seguridad jurídica.

Falacias neoliberales

Los derechistas están recreando los fantasmas del 2001-2005 y repiten los mismos argumentos que difundieron luego del default. Advierten contra las terribles consecuencias de "aislarse del mundo", omitiendo su récord de pronósticos fallidos.

Algunos exculpan a REPSOL afirmando que sufrió un castigo de precios desfavorables. Pero silencian los sucesivos ajustes de los últimos años, la autorización para liquidar divisas en el exterior y el permiso para exportar a costa del auto-abastecimiento. Las objetadas retenciones móviles a las ventas externas fueron una tenue compensación del terrible drenaje que sufrió el país. Tampoco recuerdan que la falta de inversiones se remonta a los años 90, cuando el combustible era muy caro en dólares.

Los voceros locales de REPSOL afirman que la expropiación ahuyentará las inversiones, que se necesitan para recomponer la producción. Pero el desarrollo petrolero de Argentina nunca provino de los capitales foráneos. Fue un resultado de la propiedad estatal del crudo y del equilibrio entre exploración y explotación de pozos, que se logró mediante un sistema integrado de extracción, refinación y comercialización. Este régimen fue demolido con la privatización y debería ser recompuesto para reconstruir el abastecimiento.

Cualquier paso en esa dirección es visto por la derecha como una expresión de "populismo, caja o demagogia nacionalista". Pero con su sostén de la privatización ya demostraron cómo conciben el ideal opuesto de conductas republicanas, maduras y responsables.

Los defensores más descarados de REPSOL alertan contra el inminente conflicto entre argentinos y españoles que suscitará la expropiación, como si la firma afectada fuera la representación del pueblo ibérico. En realidad es una empresa privada de dudosa propiedad hispana, puesto que el grueso de su capital se encuentra distribuido en varios centros financieros del mundo. Como se especializa, además, en localizar sociedades en paraísos fiscales, potencia la evasión impositiva que ha deteriorado las finanzas españolas, precipitando el brutal ajuste que padece ese país.

REPSOL es naturalmente defendida por una monarquía y un gobierno reaccionario, que continúan desplegando soberbia neo-colonial con creciente despiste. La repetición local de esa diatriba es particularmente chocante. Como la firma recurrirá a sus aliados de Europa y el G 20 para generar un conflicto jurídico internacional, es imperioso que Argentina se retire del CIADI. Ese tribunal ya tiene preparado un fallo a favor de la petrolera.

¿Empresa mixta o estatal?

Los principales problemas de la nueva YPF no se ubican en el flanco externo. Es evidente que el gobierno decidió la expropiación por necesidad y no por convicción. Estaba acuciado por la caída de la producción y la consiguiente obligación de financiar importaciones con los pocos recursos que tiene la Tesorería. Presionado por esas circunstancias introdujo un giro de 180 grados en su idilio previo con la empresa afectada. Negoció sin resultados un compromiso de mayor inversión y finalmente optó por el choque con sus viejos socios. La expropiación no forma parte de una estrategia prevista, ni obedece al gran caudal de votos logrado en los últimos comicios.

La reconstrucción de YPF se encuentra ahora en manos de quienes participaron en su destrucción. Gran parte de la elite actual de funcionarios protagonizó el desguace menemista de la empresa y el remate de sus acciones. Su responsabilidad en el descalabro energético de los últimos ocho años es inocultable. De Vido es la antítesis de Mosconi. Por su despacho pasaron todas las autorizaciones requeridas para convalidar el aniquilamiento de YPF.

La iniciativa de expropiación es positiva, pero sus reales efectos dependerán de las próximas medidas. Una decisión clave se juega en el manejo de la indemnización. No se puede pagar por lo que es nuestro, ni premiar con mayores fondos a quienes descapitalizaron la empresa. Todavía hay que averiguar cuáles fueron las ganancias reales que acumuló REPSOL con la distribución de utilidades a costa de los activos energéticos y con la expansión internacional de la compañía, utilizando los recursos del subsuelo nacional.

Antes de hablar de cualquier valuación de la empresa (por cotización bursátil, contable o patrimonial) hay ver los resultados de una auditoría, que esclarezca el estado de los pozos y de los daños ambientales. Si se utilizan los fondos del ANSES, las reservas del Banco Central o la emisión de nueva deuda para pagarle a REPSOL, se repetirá la vieja historia de un estado bobo que se hace cargo de las pérdidas ocasionadas por ex concesionarios.

La nueva YPF es concebida como una sociedad anónima, siguiendo un modelo de empresa mixta muy distante de la vieja compañía íntegramente estatal. Esta decisión es errónea y conspira contra el proyecto de reconstrucción energética. No es casual que existan tantos ejemplos internacionales de manejo totalmente público de un recurso vital. Ese modelo de propiedad pública mantuvo la tasa de exploración requerida en el pasado para un país como Argentina, que tiene reservas limitadas y de costosa extracción.

La necesidad de un largo proceso de inversión no es compatible con los idealizados esquemas de compañías mixtas, que ya fueron ensayados en la primera etapa de privatización de YPF. Un test próximo de los problemas que enfrenta este modelo, saldrá a flote cuando deba resolverse la situación del grupo Eskenazi. Esta familia quedó como socia minoritaria de la nueva YPF, luego de haber perpetrado un fraude superior a las tropelías cometidas por REPSOL. Compró su participación sin poner un solo peso, recurriendo a un crédito a pagar con la distribución de utilidades. Su permanencia está en duda, desde el momento que deberá cancelar ese préstamo con su propio dinero. Si se concreta su deserción: ¿Quién se hará cargo de ese paquete? ¿El estado mediante pérdidas adicionales? ¿O habrá una transferencia a otros "capitalistas amigos" (Bulgheroni, Cristóbal López, Lázaro Báez, Eurekian), que ya se quedaron con varias áreas sin realizar ninguna inversión?

El peligro de la sociedad mixta no radica sólo en esos favoritismos. La fuerte presencia del capital privado dentro de la compañía exige operar con criterios de rentabilidad inmediata, que obstruyen la prioridad inversora. Este modelo induce, además, al aumento de los precios en boca de pozo por la presión por lograr mayores utilidades, generando un encarecimiento adicional del combustible.

Gestión, legislación y propiedad

El gobierno promete una administración profesional de la nueva YPF. Pero esta meta exige no sólo conocimientos técnicos, sino también gran independencia del lobby petrolero. Si las firmas privadas participan del directorio, aumentará el peligro de repetir los vicios del pasado (endeudamiento indebido de la compañía) o incurrir en nuevos desaciertos (uso de los recursos para financiar el bache de importaciones). Es evidente la trascendencia de definir cómo se administrará la compañía y ENARSA brinda un mal antecedente inmediato. Resulta imprescindible dotar a YPF de un genuino control social, popular y de los trabajadores.

Pero el mayor problema radica en lo que sucederá con el 70% de la actividad petrolera que actualmente se desarrolla fuera de YPF. El gobierno no ha definido qué tipo de modificaciones se introducirán, en un sector regido por principios neoliberales de libre disponibilidad del crudo por parte de los concesionarios.

La revisión de los contratos suscriptos con esas normas recién ha comenzado y en su gran mayoría afectó a pozos marginales. El proyecto de ley en curso no aclara qué ocurrirá con el marco legal que habilitó la atomización del sector y la proliferación de una gran variedad de gravosos convenios. Aquí se impone la inmediata recuperación de la atribución del estado para controlar toda la comercialización interna y externa, fijando las condiciones y los precios de extracción y procesamiento.

La propiedad provincial del subsuelo constituye otro impedimento para alcanzar esa meta. Mantiene el poder discrecional de los gobernadores para manejar un recurso de toda la nación. El compromiso de sindicatura común que se ha establecido con las provincias para el manejo de YPF, no se extiende al resto del sector y sólo pospone la necesidad de reintroducir la propiedad nacional. Marginar a las provincias no petroleras de la nueva conducción de YPF no contribuye a esa recomposición.

Con la expropiación se abre un nuevo capítulo de historia petrolera. Hay condiciones nacionales e internacionales muy favorables para reconstruir nuestro cimiento energético, avanzando hacia una empresa totalmente pública. Sólo este esquema permitirá equilibrar los costos de extracción con los precios requeridos para el desarrollo industrial. Este manejo es indispensable para diversificar la matriz energética, reducir la dependencia de los hidrocarburos y evitar un mayor deterioro del medio ambiente.

El logro de estos objetivos exige afectar los intereses capitalistas que hasta ahora protegió el gobierno y adoptar una actitud soberana frente a las presiones externas. La movilización popular con banderas propias es el gran instrumento para esta acción.

* Profesor de UBA-CONICET y miembro de EDI (Economistas de Izquierda).


La Argentina, cerca de quedarse sin reservas
de gas y de petróleo

Por Randy Stagnaro
Observatorio Petrolero Sur, 07/08/2009

La exploración, base para el hallazgo de nuevos yacimiento, se desplomó. la mayoría de las empresas sólo perfora más pozos en las zonas ya explotadas y no invierten.

Las reservas argentinas de petróleo y gas están en franca decadencia desde hace años. En 1999 había un 25% más de petróleo y casi un 100% más de gas en reserva que hoy. Eso quiere decir que se extrajo más de lo que se repuso, incluso a pesar de que la producción de petróleo viene cayendo desde 1999 y la de gas se mantiene más o menos estable desde 2004. El año pasado, por caso, la cantidad de petróleo extraído duplicó al repuesto en las reservas, aunque la producción cayó un 5% frente a 2007.

Uno de los indicadores más claros es la relación producción/reservas: a un nivel dado de producción, las reservas ­sin nuevas incorporaciones­ durarán equis tiempo. En 1989, el horizonte era de 14 años para el petróleo y 32 años para el gas, hoy es de 10 y 8 años, respectivamente.

La única manera de incrementar las reservas es por medio de inversiones de riesgo, sea para explorar nuevos campos o para ampliar las reservas de los que ya están en producción. Pero después de la crisis de 2001/2002, las empresas petroleras las redujeron y las estatales (Enarsa y las provinciales) sólo han acompañado a las privadas como accionistas en las concesiones otorgadas y no realizan operaciones.

El último gran descubrimiento de petróleo fue El Trapial, en 1991, en Neuquén; en gas, hay que remontarse a Loma de la Lata, también en esa provincia, hacia 1978. Luego, las nuevas reservas incorporadas siempre han entrado en dosis modestas.

Mientras tanto, la demanda de petróleo y gas se mantiene en niveles elevados porque no hay energía de reemplazo (nuclear, hidroeléctrica o biomasa). De continuar este cuadro, advierten los analistas consultados, el país perderá el autoabastecimiento y necesitará importar cada vez más hidrocarburos a medida que se van secando los actuales yacimientos.

El consenso que existe sobre cómo será el final de esta película se quiebra a la hora de analizar las causas, aunque aparecen tres factores constantes: la política oficial, las actividades de las empresas y la geología.

Para Jorge Lapeña, ex secretario de Energía del gobierno de Raúl Alfonsín, con la caída de reservas el país está pagando tributo a un modelo que se ha mostrado ineficaz para recuperarlas. “Antes, el Estado era dueño del recurso, YPF lo explotaba y Gas del Estado lo canalizaba, y en esa política centralizada estatal, los privados ofrecían bienes y servicios. Este modelo cambió con la privatización de 1992 y la reforma de la Constitución de 1994, por las que los privados y las provincias actúan sin ninguna coordinación. A este modelo le falta un timón”, dijo.

Y observó que esa falta de conducción derivó en que desde fines de los 90 las empresas petroleras pudieron destinar inversiones a extraer las reservas de petróleo y el gas sin hacer lo propio con la exploración para encontrar nuevas. “Nadie les indicó lo contrario”, afirmó.

“Eso es estricta lógica empresaria”, refutó Nicolás Gadano, autor del libro “Historia del Petróleo en la Argentina” y estudioso del tema. Según Gadano, el error fue haber impulsado una elevada demanda de gas sin que hubiera una oferta que la sustentase. “Cuando se decidió esta política gas–intensiva, se venía del descubrimiento de Loma de la Lata y se creía que habría otros similares que no llegaron a esa magnitud”, señaló.

Hasta fines de los 80, sostuvo Gadano, faltaban infraestructura y mercado para el gas. “A partir de los 90, se crearon en exceso, con gasoductos de exportación, plantas de fertilizantes y de industrialización del gas, nuevas petroquímicas, generadoras térmicas y el GNC. Ahora no hay gas para tanta demanda”.

Existe una relación directa entre la creación de infraestructura y el valor del crudo con el tamaño de las reservas. Petróleo y gas conocido pero sin salida por falta de infraestructura (oleoductos o gasoductos de transporte) no se consideran reservas probadas sino probables; lo mismo pasa si el costo de extracción es superior a la ganancia. “Un aumento en el precio del crudo o del gas permite explotar reservas con viabilidad económica que antes eran inviables; lo mismo pasa cuando se crea infraestructura y se generan mercados”, señaló Miguel Fryziak, de la consultora MVR, especializada en certificar reservas.

La pendiente

Los analistas, sin embargo, esperan que se produzca un incremento de las reservas tras el reciente acuerdo que aumenta el precio del gas doméstico, la puesta en marcha de los programas Petróleo Plus y Gas Plus y la firma del último contrato entre ocho petroleras y la Nación para construir un gasoducto a través del Estrecho de Magallanes. Las reservas probadas de gas de Tierra del Fuego son las más grandes del país y suman el 17% del total.

Entre 2004 y 2008, las reservas de gas de todo el país cayeron a la mitad y las de petróleo, un 16%. Eso es grave porque quiere decir que se está rompiendo el circuito. Sin exploración, no hay reservas probables; sin probables, se agotan las probadas.

“A un país le conviene la exploración porque agrega reservas nuevas”, señaló Daniel Montamat, consultor y ex secretario de Energía. Sin embargo, la exploración está por el suelo. Hasta 1999, los pozos de exploración representaban un promedio del 10,5% del total de perforaciones realizadas. A partir del año 2000, ese porcentaje cayó al 5%, con mínimos de 2% en 2002 y 2003. Para el decenio 2000–2009, el promedio se derrumbó a un mínimo de 39 pozos de exploración anuales. Esto explica la caída de las reservas. “El que no busca no encuentra”, sentenció Lapeña.

En realidad, la escasa reposición de reservas de los últimos años vino por el incremento de la tasa de recuperación in situ, es decir, en los yacimientos ya productivos.

“Las inversiones fueron para tecnología de recuperación secundaria y hasta terciaria, con las que se logra incrementar la cantidad de petróleo y gas extraíbles de un yacimiento”, explicó Montamat.

Ese fue el camino de Pan American Energy (PAE), una rara avis del sector, que entre 2004 y 2008 duplicó las reservas de petróleo de su concesión Anticlinal Grande–Cerro Dragón, ubicado entre Chubut y Santa Cruz, al tiempo que la producción de crudo creció un 20%.

Hoy allí se encuentra la mayor reserva de crudo del país, lo que llevó a PAE a liderar el ranking de reservas petroleras por empresa.

Total hizo lo propio en Aguada Pichana (Neuquén), al que le agregó un 26% más de reservas probadas de gas desde 2005 con trabajos de recuperación secundaria y terciaria. Tecpetrol incrementó las reservas de gas de Aguaragüe (Salta) un 17% entre 2004 y 2008 y mantuvo niveladas las de petróleo en El Tordillo (Chubut) en el mismo lapso. Como estos yacimientos están en producción, sostener el nivel de reservas indica que la reposición ha sido tanta como la extracción.

Pero de conjunto, las empresas petroleras no han mejorado el nivel de sus reservas y justifican su falta de inversión por las políticas del Gobierno nacional, “que nos desalentaron, por la vía del control de precios internos y las retenciones y los valores de corte a las exportaciones, y plancharon el precio del crudo y el gas”, según un directivo de una petrolera local.

Hay caídas de reservas fuertes, como las de las grandes petroleras Repsol YPF y Petrobras en sus yacimientos más importantes: siempre según la Secretaría de Energía, entre 2004 y 2008, Loma de la Lata perdió el 60% del gas en reserva y Puesto Hernández, el principal yacimiento de petróleo de Petrobras en el país, el 55%.

También hay un problema con la geología. A principios de los 60, por cada 100 pozos de exploración perforados se descubrían 71 millones de metros cúbicos de petróleo. En 2004, esos 100 pozos sólo agregaron 8 millones de metros cúbicos de reservas nuevas.

En el país hay contabilizadas 24 cuencas sedimentarias en tierra y en el mar. Sólo cinco están en producción y las otras han sido exploradas pero queda mucho por hacer. Eso sí, se trata de inversiones más caras y con mayor riesgo.

La nueva tecnología abrió un nuevo panorama para encarar el desafío geológico. El offshore asoma como una oportunidad “porque como se ha explorado poco, está la expectativa de que se puede encontrar un hallazgo importante”, refirió Montamat. Pero sólo las grandes pueden ir al mar. YPF, Petrobras, Total, PAE, Wintershall, Sipetrol y Enarsa son las que están invirtiendo. Y hasta ahora con resultado negativo: seis pozos perforados en el Atlántico Sur desde 2008 dieron muy pocos hallazgos.

¿Cuánta inversión se necesita para recuperar las reservas? No hay una cifra definida, pero algunos trabajos la ubican en una franja que va de los US$ 500 millones anuales sin offshore a los US$ 1.000 millones anuales con exploración en el mar. La cifra, que debería repetirse durante varios años para lograr resultados, suena lejana para las billeteras de las petroleras, de Enarsa y las provinciales.

En este cálculo estaría una de las razones por las que la ley de incentivo a la exploración, que permite deducciones fiscales pero obliga a asociarse a Enarsa en la inversión, quedó en el olvido. “Esa ley fue un fracaso porque el problema es mucho mayor al del ritmo de depreciación de un activo en el balance”, observó Gadano.

Con offshore o sin él, los analistas plantean que hacen falta “reglas de juego claras en materia de precios y mercados”. Montamat agregó la elaboración de una estrategia de largo plazo “que saque al sector de la trampa cortoplacista que le propone el Gobierno”.

Si no se incrementan las reservas por la vía de nuevos yacimientos, la producción de petróleo y gas seguirá estancada o declinará. La solución de más pozos en un mismo yacimiento provoca que las reservas se terminen antes.

La falta de reservas, en definitiva, puede llegar a tener un costo económico mucho más elevado que las inversiones necesarias para recuperarlas, porque a medida que se agoten y los pozos dejen de producir, quedarán sin uso los equipos petroleros y las contratistas cerrarán.

Finalmente, una empresa petrolera vale por lo que tiene en reservas. Recientemente, las petroleras chinas CNOOC y CNPC mostraron interés en comprar Repsol YPF debido a su amplio abanico de reservas en el norte de África, Arabia, la Argentina y otros países de la región. La pregunta es si la eventual venta de la principal petrolera que opera en el país servirá para incrementar las reservas o sólo tendrá por objetivo extraer las actuales para alimentar la enorme maquinaria productiva china.


Posición del OPSur ante el proyecto de ley de Soberanía Hidrocarburífera

Un buen puntapié para iniciar el debate

Sin embargo, no creemos que la medida apunte a
la raíz de la situación

Observatorio Petrolero Sur, 19/04/2012

La tan esperada medida de avance efectivo del Estado sobre el petróleo y el gas es hoy en día una realidad. No se ven mayores inconvenientes a una aprobación directa en el Congreso Nacional.

La recuperación en el control y gestión del petróleo y el gas por parte del Estado nacional ha sido bandera y objetivo político de numerosas organizaciones, de las cuales somos parte. Sin embargo, no creemos que la medida apunte a la raíz de la situación y pueda ser tomada como punto de inflexión en la superación del marco regulatorio neoliberal, por lo menos hasta este momento. A su vez, el debate público –donde primó un punto de vista económico en desmedro de abordajes ambientales y sociales– se ha centrado únicamente en el por qué y el cómo. El para qué de la medida, según el proyecto de ley, apunta a alcanzar el autoabastecimiento energético y el equilibrio de la balanza comercial. Sin embargo no se llega a dilucidar el día después con mayor profundidad, los únicos indicios son el explícito interés sobre los cuestionados yacimientos no convencionales. La formación Vaca Muerta –que se ubica principalmente en territorio de la provincia de Neuquén– es la que más intereses despierta –aunque también existen otras cuencas en el país–; el escenario futuro, podría ser de profundo riesgo ambiental y social para gran parte del país, como lo demuestra la experiencia internacional.

Que el árbol no nos tape el bosque

Si bien celebramos la medida creemos que debe ser el puntapié inicial y no el cierre del debate energético, que se ha circunscripto a un abordaje económico. Consideramos que aún hay mucha tela para cortar.

Todavía no ha habido un pronunciamiento sobre los pasos a seguir respecto al marco regulatorio neoliberal que actualmente rige el sector, principalmente los decretos de la era menemista 1.055/89, 1.212/89 y 1.589/89. La vigencia de la desregulación y la libre disponibilidad del recurso lo definen como un commodity y no como un bien estratégico, más allá del supuesto cambio de paradigma que significaría la expropiación de las acciones de YPF, expuesto en la fundamentación del proyecto.

Asimismo, no se ha planteado el aumento de las regalías para todo el sector, en la Argentina los gravámenes son de los más bajos a nivel mundial y en clara disonancia con el camino emprendido en los últimos años por otros países de región. El aumento de las regalías sería una forma genuina de capturar parte de la renta petrolera de todo el sector, no únicamente de una empresa –que hoy detenta menos de un tercio de la extracción total de petróleo y gas.

La implementación de un plan de transición energética hacia una matriz ambiental y socialmente sustentable, sostenido con aportes de la potencial recuperación de la renta hidrocarburífera, tiene que ser parte del debate. No debería encerrarse únicamente en si el Estado debe intervenir o no en el control de los hidrocarburos o la recuperación de la renta petrolera, como condición excluyente de cualquier otra medida. La amplitud e integralidad de aristas, por sus profundas implicancias sociales y ambientales, debería aunarnos en un debate. Esto no solamente mejoraría considerablemente el modelo energético que tenemos y queremos, sino que también apuntalaría qué país nos gustaría construir para nuestra generación y las venideras; este sería efectivamente un ejercicio de soberanía energética.

Contradicciones: extracción para exportar y autoabastecerse

Dos de los puntos más destacables de la medida son la declaración de interés público del sector y sus diversas etapas, como lo expresa el artículo 1 del proyecto enviado al Congreso por el Poder Ejecutivo, y la creación del Concejo Federal de Hidrocarburos. Ambas darían mayores herramientas al Ejecutivo nacional, sumando la parcial expropiación, para un control más férreo del sector. Consideramos que tanto en el proyecto como en los debates posteriores, la primera plana del gobierno nacional se ha auto exculpado de cualquier responsabilidad que le quepa en los casi 9 años que lleva al frente de la Casa Rosada. Asimismo, ha corrido del eje la responsabilidad que tendrían que asumir los gobernantes provinciales, quienes muchas veces han actuado como representantes de las trasnacionales para lograr el mantenimiento y el incremento de los beneficios empresariales. En este sentido, la incorporación del grupo Eskenazi dentro de YPF no es mencionada por parte de los funcionarios nacionales, ni en el proyecto ni en los debates públicos. El rol y función que juegan los empresarios locales, en alianza con las trasnacionales, es olvidado en la definición de soberanía hidrocarburífera que propone el kirchnerismo. Este craso error, y en virtud del potencial escenario de alianza con el sector privado para acceder a los futuros niveles de inversión requeridos, no puede ser dejado de lado. Desde este espacio no esperamos que se ‘rasguen las vestiduras’, sino que subrayamos que el diagnostico oficial no repara en la necesidad de un cambio estructural del sector en ningún momento.

En esta línea, las palabras de la presidenta Cristina Fernández son claras en el sentido de que esta medida no es una ‘estatización’. La invariabilidad del status jurídico de la empresa, que continuará siendo una sociedad anónima, refuerza la idea de que su comportamiento no distará de la lógica de sus pares. El nuevo rumbo que se imprimirá en YPF y en todo el sector, de acuerdo al proyecto, apuntaría por un lado al autoabastecimiento (que revierta la tendencia deficitaria en la balanza energética y comercial) pero también, y paradojalmente, a la generación de saldos exportables. En otro de los puntos del proyecto se sostiene que la extracción hidrocarburífera “racional” apuntará a contribuir al modelo de acumulación imperante como prioridad, estimulando la competitividad de la economía en su conjunto.

La insustentabilidad como eje

¿De qué forma será posible que Argentina pueda autoabastecerse, garantizar el recurso a las generaciones venideras y, al mismo tiempo, exportar? La tendencia declinante de las reservas hidrocarburíferas no solamente son motivo del saqueo rampante del subsuelo emprendido por las trasnacionales, sino también un signo de que las cuencas tradicionales del país han llegado al llamado ‘peak oil’ o punto máximo de extracción (de hidrocarburos baratos y de fácil acceso). ¿Cómo paliar esta situación? Desde despachos empresariales y públicos la resolución a este dilema es la extracción de hidrocarburos de yacimientos no convencionales.

Argentina es la tercera reserva mundial de gas según un informe de la consultora Advanced Resources International Inc. –contratada por el Departamento de Energía de EEUU–, repiten sin cesar los funcionarios gubernamentales. Omiten, sin embargo, que un estudio oficial del gobierno de Polonia redujo a un tercio las cifras que la misma consultora atribuía a ese país –presentado ante la opinión pública como el ‘paraíso de los yacimientos no convencionales’ de Europa. O incluso EEUU, donde las reservas declaradas por las empresas empiezan a ser cuestionadas por estar ‘infladas’.

Tampoco los impactos ambientales y sociales que ha significado el desarrollo de este tipo de explotación en EE.UU. son tenidos en cuenta a la hora de proponer su implementación. La prohibición que pesa sobre estas técnicas de producción en Francia y Bulgaria o las moratorias que impusieron algunos estados de EE.UU., Sudáfrica, Australia y el Reino Unido de Gran Bretaña, entre otros, tampoco se mencionan.

La industrialización masiva de áreas rurales, la afección de economías regionales, el uso indiscriminado de agua, la pérdida de soberanía alimentaria por parte de agricultores, la contaminación comprobada (por la Agencia de Protección Ambiental –EPA– de EEUU) sobre tierra y agua y el indudable impacto sobre la salud de los habitantes serían datos menores para el discurso económico desplegado en los últimos días.

Sin embargo, el ministro de Planificación Federal y ahora interventor de YPF, Julio De Vido, ha dicho que Repsol deberá pagar por los pasivos ambientales. El gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta, ha sido el precursor en este sentido y anunció que demandará a Repsol por el pasivo ambiental que dejó la operación de la compañía en territorio provincial. Pero, una vez más, la preocupación ambiental es una variable de negociación en donde lo que no se pone en tela de juicio es al sector en su conjunto, sino que se cuantifica la naturaleza como si fuera una mera mercancía. En el marco de la crisis ecológica global, que tiene entre sus principales razones la quema de hidrocarburos, el país pospone necesarios debates sobre una de transición energética y una verdadera sustentabilidad.

Nos preguntamos si el aumento de participación en el sector por parte del Estado nacional redundará en una adecuación de la industria a los derechos de los pobladores locales. Vasta información documenta las recurrentes violaciones de derechos humanos por empresas privadas, especialmente sobre campesinos y pueblos indígenas. En este sentido, nos alerta y preocupa la benevolente mención –en los fundamentos del proyecto de ley– de la prioridad que tiene en México la extracción de hidrocarburos por sobre cualquier otra forma de ocupación y uso de la tierra. ¿Hasta dónde estarán dispuestos el Estado nacional y los provinciales a avanzar con la frontera hidrocarburífera? ¿En qué medida se garantizará un ambiente sano para las generaciones presentes y futuras de continuar profundizando la matriz hidrocarburífera?