Filipinas

Persecuciones, ejecuciones, desapariciones, fraude, corrupción

Terrorismo de estado en Filipinas

Por Philippe Revelli (*)
Enviado especial
Le Monde diplomatique No. 14, edición Perú, junio 2008

Como si las desastrosas consecuencias de las “reformas” de la década de 1990 no hubiesen sido suficientes, la crisis alimentaria golpea de lleno a los filipinos. El precio del arroz, su alimento base, ha aumentado vertiginosamente. La tensión es tal que, en abril, la armada distribuyó varias tropas en los barrios más pobres de Manila. El 1 de mayo, comandos de elite de la policía se desplegaron por los grandes ejes de la capital, mientras que las unidades antidisturbios, en estado de alerta máxima, protegían los edificios gubernamentales.

Comuna de Baggao, provincia de Cagayan, al norte de la isla de Luzón. El 11 de noviembre de 2006, Joey Javier se dirigía a una reunión de la organización campesina Kagimungan que presidía. “Había llovido mucho la noche anterior –recuerda Dominga Javier– y, después de pasar el puente, el triciclo se atascó. Mi marido descendió para empujar. Fue en ese momento que se acercaron dos hombres y le dispararon a quemarropa. La base militar está a menos de cien metros, pero nadie intentó detener a los asesinos.”

Dos semanas más tarde, Anthony Licayoyo, quien lo reemplazó a la cabeza de la organización, también fue asesinado. Al mes siguiente, su sucesor, Pedro Frances, logró escapar a un atentado. El 21 de enero de 2007, otros dos militantes de Kagimungan fueron muertos a balazos. El 7 de agosto, balearon la casa de Ambot Asucena, responsable del sector juvenil de la organización. La víctima pudo identificar a sus agresores antes de morir: militares del 21º Batallón de Infantería. Finalmente, el 9 de septiembre, dos campesinos miembros de Kagimungan fueron secuestrados por soldados del 17º Batallón de Infantería; sus cadáveres, recuperados poco después, mostraban signos de tortura.

“En julio de 2006 –explica Isabelo Adviento, actual presidente de Kagimungan– el Ejército se instaló en la Municipalidad de Baggao, donde se encuentra el núcleo duro de nuestro movimiento. El mismo mes, incendiaron las instalaciones de Radio Cagayan, que acabábamos de inaugurar, y durante los meses siguientes, se multiplicaron las ejecuciones. Los soldados entran en las casas, convocan a los habitantes a reuniones de propaganda donde nos presentan como cómplices de la guerrilla; obligan a los campesinos a ‘rendirse’ –¿pero rendirse de qué?–, a servir de guía para el Ejército o a sumarse a la milicia paramilitar de las CAFGU (1).” Kagimungan es una organización legal que agrupa a los pequeños agricultores de la provincia. Estos últimos años, la asociación impulsó la lucha contra el sistema de aparcería actualmente en vigor, logrando que los campesinos dejaran de entregar el 50% de su cosecha a los “señores de la tierra”; también consiguió imponer a los comerciantes condiciones de venta de las cosechas menos desfavorables para los pequeños productores (2).

Últimamente, Kagimungan se hizo eco de la preocupación de sus miembros frente a los riesgos de expropiación e introducción de cultivos genéticamente modificados vinculados a la implementación del “North Luzon Super Economic Planship”. Este extenso programa económico prevé la construcción de un puerto ultramoderno en el norte de la isla, la creación de zonas francas y el desarrollo de cultivos destinados a la exportación. Lanza un llamado masivo a los capitales extranjeros y, al decir de las autoridades, los dirigentes de Kagimungan serían hoy los “últimos obstáculos” para su puesta en marcha. “Una manera de indicar el blanco a los asesinos”, interpreta Adviento quien, por razones de seguridad, abandonó su ciudad y cambia frecuentemente su lugar de residencia.

Guerra sucia ultraliberal

“La situación en la provincia de Baggao es emblemática de lo que sucede en otras partes del país –estima Renato Reyes, secretario general de Bayan, una coalición de organizaciones populares–. En nombre de la lucha antiterrorista, la presidenta Gloria Macapagal Arroyo libra una guerra sucia contra todos los que se oponen a su política ultraliberal.” Desde que fue elegida, en 2001, la Presidenta aseguró en efecto que convertiría a Filipinas en un país del primer mundo gracias a la liberalización del comercio y de las inversiones, reformas fiscales y la privatización del patrimonio del Estado.

Reyes describe un panorama clásico en muchos países del Sur: “El rápido crecimiento del que se jacta el régimen es una burbuja inflada por los préstamos y el ingreso masivo de capitales extranjeros. Con el fin de atraer a los inversores, el gobierno cuestiona el derecho laboral, concede grandes porciones del territorio a las multinacionales mineras, abre zonas protegidas a la exploración petrolera, firma acuerdos comerciales que condenan a nuestros campesinos para reemplazarlos por monocultivos destinados a la exportación o a la producción de agrocarburantes...”.

Algunas cifras dan una idea del impacto de esta política sobre las condiciones de vida de la mayoría de los habitantes: el 80% de la población vive con menos de un dólar y medio por día; el número de niños menores de quince años no escolarizados aumentó de 1,8 a 3,1 millones entre 2001 y 2006; el 26% de los beneficiarios de la reforma agraria (3) fueron obligados a vender sus tierras, y esta nación agrícola es actualmente uno de los principales importadores mundiales de arroz. “De todas formas, Filipinas dispone de organizaciones populares dinámicas, a menudo forjadas en la lucha contra la dictadura o los movimientos de oposición a las bases militares estadounidenses, que enfrentan las decisiones económicas del gobierno –continúa Reyes–. Para tratar de acallar estas voces, el gobierno implementa una política de terror que califica de ‘estrategia contra–insurreccional’.”

De hecho, uno tras otro, los gobiernos filipinos enfrentaron la presencia de movimientos de lucha armada. Fundado en 1969, el Nuevo Ejército del Pueblo (NEP), guerrilla de extracción marxista, contaría con aproximadamente ocho mil combatientes distribuidos en sesenta y dos frentes que cubren el conjunto del territorio, mientras que los independentistas musulmanes del Frente de Liberación Islámico Moro (FLIM), del Frente de Liberación Nacional Moro (FLNM) y los grupos de Abu Sayyaf se encuentran en las islas de Mindanao, Sulú y Joló, al sur del archipiélago (4).

Aunque haya iniciado negociaciones con las diferentes facciones –excepto el grupo con Abu Sayyaf– la presidenta Arroyo, siguiendo los pasos de George W. Bush en su cruzada antiterrorista, privilegia la mano dura. Las conversaciones de paz con el NEP están interrumpidas desde 2004 y, en abril de 2007, alegando rumores de golpe de Estado, la Presidenta decretó el estado de emergencia nacional y declaró la guerra total a los grupos armados. “El estado de emergencia no existe en la Constitución filipina –analiza Reyes– pero, detrás del efecto del anuncio, estas declaraciones significan una carta blanca dada al Ejército para continuar e intensificar su guerra sucia.”

Desde 2001, las Fuerzas Armadas filipinas pusieron en marcha el Oplan Bantay Laya I, reemplazado a partir de 2007 por el Oplan Bantay Laya II. Concebidos sobre el modelo de la Operación Fénix llevada a cabo por los estadounidenses durante la guerra de Vietnam, tienen como blanco los supuestos apoyos civiles a los grupos rebeldes. Una estrategia que Norberto Gonzales, secretario de la Presidencia responsable de los Asuntos de Seguridad, justificó en varias oportunidades: “La guerrilla que combatimos ya no es una guerrilla clásica, se infiltró en nuestro proceso democrático”.

Las acciones del general Jovito Palparan, designado a la cabeza de las Fuerzas Armadas de la región de Luzón Central a partir de agosto de 2005, son al respecto ejemplares. Abandonando las zonas de fuerte actividad de la guerrilla, sus tropas se desplegaron alrededor de los polos de desarrollo económico, especialmente allí donde el ambicioso proyecto de construcción de una red de autopistas, el Global Gateway Project (5), enfrenta una fuerte oposición de los campesinos que fueron expulsados de sus tierras o amenazados de expulsión y de los transportistas que, con la implementación de peajes, deben asumir costos adicionales.

Grupos paramilitares operan en colaboración con el Ejército y, sólo durante 2006, ochenta y tres líderes y militantes de izquierda, campesinos, defensores de los derechos humanos fueron víctimas de ejecuciones extrajudiciales en la región de Luzón Central.

Por supuesto, el general Palparan niega haber ordenado estos asesinatos. Explicó sin embargo que las ejecuciones extrajudiciales “ayudan” al Ejército en su combate contra “quienes incitan al pueblo a luchar contra el gobierno”, y son “pequeños sacrificios” que deben consentirse en nombre de la lucha contra–insurreccional (6). En el sitio internet de las Fuerzas Armadas (7), los blancos de esta lucha están claramente identificados: “En Roman Polintan, Fabian Hallig y Aurora Brocquil (8), el Partido Comunista y el NEP encuentran aliados y propagandistas...”. Y en la televisión australiana, ante el asombro de la periodista Karen Percy, el general Palparan reconocía sonriente: “Es posible que haya alentado o inspirado a algunas personas a hacer justicia... con sus propias manos” (9).

Desde luego, en agosto de 2006 el gobierno creó la Comisión Melo, encargada de investigar algunos casos de ejecuciones, pero la inconsistencia de los resultados no hace más que confirmar la ausencia de voluntad política del régimen para poner fin a estas exacciones. Y si bien es demasiado temprano para juzgar la eficacia del Writ of Amparo (10), la organización de defensa de los derechos humanos Karapatan señala que “el mismo día de la promulgación de la ley, la Presidencia enviaba una directiva al Departamento de Defensa con el fin ‘impedir la divulgación de secretos militares y las interferencias hostiles en las operaciones vinculadas a la seguridad nacional’”.

Quebrar la resistencia

El 26 de noviembre de 2007, el relator especial de Naciones Unidas, Philip Alston, declaraba: “Algunos sectores de las Fuerzas Armadas implementaron una estrategia deliberada de ejecución de líderes de organizaciones de izquierda (...), eliminaron a líderes de la sociedad civil, incluyendo a defensores de los derechos humanos, sindicalistas, impulsores de la reforma agraria (…) y restringieron el espacio del discurso político”. A la teoría de los militares que atribuye gran parte de las ejecuciones extrajudiciales a presuntas purgas en el seno de la guerrilla, responde que ésta “sólo puede considerarse un intento cínico de trasladar las responsabilidades”. Y agregaba: “Las instituciones judiciales desviaron su camino con la persecución de los líderes de la sociedad civil en vez de sus asesinos”.

Coordinador del partido de izquierda Bayan Muna en la provincia de Benguet, Joe Cawidig lo sufrió en carne propia. Desde el 1 de octubre de 2007 está detenido por sus presuntos vínculos con el NEP. “En realidad –afirma Santos Mero, dirigente provincial de la Alianza de los Pueblos de la Cordillera (APC) (11)–, se le reprocha sobre todo su compromiso en favor de las poblaciones indígenas y de sus luchas.” Situada en la parte central de la isla de Luzón, la región de la Cordillera –a la que pertenece la provincia de Benguet– posee importantes reservas de oro y cobre que, desde el siglo XIX, despiertan la codicia de las compañías estadounidenses. Actualmente, las concesiones otorgadas a las multinacionales mineras se extienden sobre 1,2 de los 1,8 millones de hectáreas que cubren la región de la Cordillera, y el gobierno pretende dar prioridad a la llegada de nuevas inversiones en este sector.

“Rápidamente –explica Mero– los pueblos autóctonos se opusieron a la expansión de las compañías que destruyen los suelos, contaminan los ríos, provocan deforestación y desplazamientos de poblaciones. Hoy, la APC se moviliza frente a esta industria destructora, la construcción de nuevas represas destinadas a proveer energía, y exige la indemnización de las comunidades afectadas así como la recuperación de los sitios abandonados.”

Pero la organización pagó caro su espíritu combativo. En julio de 2006, Markus Banguit, miembro de su junta directiva fue asesinado en una parada de autobús y el mismo mes, el automóvil del Dr. Constancio Clanes, otro dirigente de la APC, fue ametrallado cuando acompañaba a su hija a la escuela. Su esposa fue asesinada en el atentado. Él y su hija, heridos, se exiliaron en Canadá.

La Universidad de Filipinas, tradicional centro de oposición al poder, tampoco quedó a salvo. El 26 de junio de 2006, Karen Empeño y Sherlwin Cadapan, militantes de la Liga de Estudiantes Filipinos, fueron secuestradas por militares cuando estaban de visita en la casa de sus padres en la provincia de Bulacan. Nunca más aparecieron.

Militante de una organización campesina e hijo de una figura histórica de la oposición a la dictadura, Jonas Burgos fue secuestrado el 28 de abril de 2007 a la salida de un centro comercial de la capital, y llevado en un vehículo que luego sería identificado como perteneciente al Ejército. “No tenía ningún compromiso político –explica Sunshine Matutine, joven directora de televisión– pero el secuestro de Jonas me conmovió y, cuando unos amigos de la IFC (Independant Filmaker Cooperative) me convocaron para producir un video sobre este tema, acepté inmediatamente.” Quince videastas participaron de esta iniciativa. Quince videos, agrupados en una película titulada Rights, que debían difundirse en septiembre de 2007 en un importante complejo cinematográfico de la capital… La víspera del estreno, la Comisión de Censura prohibió su proyección, por considerar que la película sería “parcial”.

Contrapunto: el mismo año, en la isla de Mindanao, la multinacional estadounidense Dole anunció un plan de despidos al cual se opuso la organización sindical Kilusang Mayo Uno (KMU). Convocados a reuniones celebradas en el predio de la empresa y rodeados por el Ejército, los trabajadores asistieron a la proyección de una película violentamente antisindical en la cual los militantes de KMU son tratados de cómplices del NEP. Esta película recurrió a actores filipinos de moda, pero carece de créditos, tampoco figura el nombre del director (12)... “¡Un modelo de imparcialidad!”, ironiza Daisy Arago, directora del CTUHR (13), antes de agregar: “Existe una estrategia coordinada de empresas y autoridades para destruir los sindicatos, desmantelar el derecho laboral y garantizar a los inversores una mano de obra dócil”.

“Con alrededor de novecientas ejecuciones extrajudiciales desde 2001, el régimen de Gloria Macapagal Arroyo puede jactarse de haber sido peor que el de (el ex dictador) Ferdinand Marcos –comprueba Jigs Clamor, secretario general de Karapatan (14)–, y cuarenta y siete periodistas asesinados en los últimos seis años ubican a los filipinos en el segundo puesto (después de Irak) entre los países más peligrosos del mundo para esta profesión.”

“Como jefe supremo de las Fuerzas Armadas –recuerda Philipp Alston– la Presidenta debe tomar medidas concretas para impedir que operaciones contra–insurreccionales tengan como blanco o conduzcan a la ejecución de muchas personas que trabajan para organizaciones de la sociedad civil.” Por su parte, el Senado estadounidense amenaza a Filipinas con suspender la ayuda de Estados Unidos.

Las acusaciones de fraude electoral, especialmente en el escrutinio de 2004, y varios casos de corrupción que comprometen a la propia Presidenta, a miembros de su familia y a su entorno cercano, contribuyeron también a que cayera el nivel de popularidad de Macapagal Arroyo. La Presidenta que, en sus apariciones públicas, está siempre acompañada por el general Hermógenes Esperon, jefe del Estado Mayor, no tiene más remedio que apoyarse cada vez más en el Ejército, y un gran número de militares (en actividad o retirados) fueron nombrados en los servicios públicos y la administración.

Sin embargo, en el seno mismo de la institución militar... “mal pagos, obligados a realizar actividades anti–insurreccionales peligrosas y desmoralizantes (...) los oficiales más jóvenes no admiten los privilegios y la riqueza de que gozan los oficiales superiores sedentarios instalados en Manila, ni la política errática de un poder civil sospechado” (15). Situación que originó varios intentos de golpe de Estado que fueron siempre abortados. El último, ocurrido el 29 de noviembre 2007, cuando una treintena de militares conducidos por el senador Antonio Trillanes –ex oficial, ya instigador de un intento de golpe de Estado en 2003– tomaron un gran hotel de la capital y llamaron a derrocar al gobierno.

La reacción de las autoridades no se hizo esperar: un tanque derribó las puertas del hotel y los amotinados, que no opusieron ninguna resistencia, fueron detenidos. De paso, detuvieron también a una treintena de periodistas presentes en el lugar y confiscaron su material. Pero es sin duda la presencia, junto a militares rebeldes, de un obispo, Mons. Julio Labayen, y del ex vicepresidente de la República, Teofisto Guingona, lo que mejor refleja el descrédito del régimen, incluso en el seno de la oligarquía nacional.


(*) Periodista.

(1) Citizens Armed Forces Geographical Unit. En virtud de un decreto de 1991, el Ejército puede armar y entrenar a grupos de civiles.

(2) Logros que los grandes propietarios de tierras y comerciantes, aprovechando los golpes recibidos por Kagimungan, no tardaron en cuestionar.

(3) Lanzado en 1988, el Comprehensive Agrarian Reform Program (CARP) preveía redistribuir 4,7 millones de hectáreas de tierras agrícolas entre 8,5 millones de campesinos sin tierra. Muy controvertido, fue sin embargo reanudado en 1998. En 2004, las cifras oficiales dan cuenta de 3,4 millones de hectáreas asignadas a 1,9 millones de pequeños agricultores.

(4) Carmen A. Abubakar, “Interminable conflicto en Filipinas”, Informe–Dipló, 17–9–03 (www.eldiplo.org).

(5) Este programa prevé la construcción de autopistas para unir el puerto de Subic Bay (antigua base naval estadounidense reciclada) con el aeropuerto de Clark y las zonas francas de Clark y Hacienda Lusita. Viene acompañado del desarrollo de monocultivos para la exportación.

(6) Philippine Daily Inquirer, Manila, 2–6–05 y 28–10–05.

(7) www.afp.mil.ph/0/news/propagadists.php

(8) Respectivamente dirigentes de Bayan, de la Alliance of Concerned Teachers (ACT), una organización de docentes, y de Kilusan para sa Pambansang Demokrasya (KPD), otra agrupación de organizaciones populares.

(9) Entrevista difundida en la televisión australiana el 5–5–07, www.abc.net.au/foreign/content/2007/s2096113.htm.

(10) Promulgada en septiembre de 2007, esta ley se basa en un principio análogo al del hábeas corpus, que puede ser invocado en caso de detención arbitraria o presentado por cualquiera que se considere amenazado.

(11) www.cpaphils.org

(12) El Ejército organizó la proyección de la misma película en varias otras empresas.

(13) Center for Trade Union and Human Rights, www.ctuhr.org/index.php? option=com_frontpage&Itemid=1.

(14) Con 209 ejecuciones extrajudiciales, el 2006 fue un año negro, y Karapatan atribuye a la movilización y la presión internacional el hecho de que, de enero a octubre de 2007, esta cifra se haya reducido a 68.

(15) David Camroux, “Les Philippines, d’un coup d’Etat à l’autre”, Le Monde diplomatique, París, junio de 2006.