Sri Lanka

Tigres de Sri Lanka

Una derrota anunciada

Por José Steinsleger
La Jornada, 27/05/09

Repantigados en poltronas made in China y tecleando en ordenadores maquilados en Malasia, los analistas occidentales del Big Brother global dieron cuenta del genocidio del mes: la derrota de los Tigres de Liberación de Tamil Eelam (LTTE, en adelante, por sus siglas en inglés) de Sri Lanka, país de cultura milenaria que, cuanto mucho, asociábamos con el té de Ceilán.

Para los grandes medios, tan ávidos de síntesis y storytellers, guerras como la librada entre el gobierno de Sri Lanka y los separatistas tamiles se explican con el glosario codificado en Washington y la Unión Europea. O bien, con los ajustes a discreción de la ignorancia universal programada, vulgarmente conocida como Wikipedia.

A tales parámetros, galimatías a granel. De eso se trata. Que el lenguaje de la información a modo realice su tarea: odios étnicos (por injusticia social), Hitler (cualquier tipo de nacionalismo), fanatismo (islámico, ¿cuál otro?), escudos humanos (técnica militar de los malos), terrorismo (procesos revolucionarios), organizaciones humanitarias (sólo las de Europa y Estados Unidos), etcétera y qué más.

A cuatro meses del Holocausto (con h mayor) de Gaza, toca ahora sufrir por los padecimientos del pueblo tamil. Pero ¡ya! La cosa dejó de ser noticia, y otros genocidios reclaman salir al aire para que todos digamos qué horror, cómo va el mundo. Simplificando a fuerza las cosas, revisemos el mapa político.

Surgidos de círculos guevaristas universitarios (1972), los LTTE (nombre asignado por los separatistas al estado tamil a constituir en el norte y este de Sri Lanka) nacieron en mayo de 1976. Pero un año antes, otro frente guerrillero tamil constituido en Londres se acercó a los musulmanes cingaleses y al LTTE, constituyendo el Frente de Liberación Unido Tamil (TULF).

Históricamente despreciada por la elite nacionalista conservadora (budista) y la izquierda de Sri Lanka (prosoviética y troskista), la causa del pueblo tamil (hinduista) forjó un bosque de siglas: Organización para la Liberación de Tamil Eelam (TELO, nacionalista revolucionario, 1979); Frente de Liberación del Ejército Revolucionario del Pueblo Tamil (EPRLF, marxista, 1980); Organización de Liberación del Pueblo de Talim Eelam (PLOTE, escindido del LTTE, 1980); Ejército de Tamil Eelam (1984, extrema izquierda), y Ejército Nacional de Tamil Eelam (1984, escindido del TULF).

En 1985 se constituyó un frente común: el Frente de Liberación Nacional Eelam (ENLF, integrado por los tres primeros y la Organización Tamil Eelam Revolucionaria, ERO), unión que no prosperó debido a la creciente represión del ejército cingalés, el terrorismo de Estado, los violentos ajustes de cuentas en sus filas y los imponderables estratégicos de un debate que, armas en mano, trataba sobre colonialismo y revolución, nacionalismo y marxismo, racismo y religión, Estado y autonomías, lenguas y cultura.

Por definición, las guerras modernas se ganan o se pierden en el campo de la política... y en los medios de comunicación. Por ejemplo, y con motivo del alzamiento zapatista (Chiapas, enero de 1994), los sectores más lúcidos de la sociedad mexicana se movilizaron, impidiendo un desenlace militar sangriento. Entonces, los zapatistas barajaron los naipes y lograron que su causa no quedara relegada a mero heroísmo insurgente.

Los independentistas tamiles, y en particular los Tigres (LTTE), escogieron el camino inverso de los zapatistas. En 1991 asesinaron en India al premier Rajiv Gandhi por el envío de tropas de pacificación a la isla; el presidente Ranasinghe Premadasa (1993) y un candidato presidencial de la derecha (1994), fueron asesinados; la presidenta Chandrika Kumaratunga sobrevivió a un atentado (1999), y en 2005 los Tigres mataron al canciller Lakshman Kadirgamar.

En el tramo final de la guerra, India, Pakistán, Irán, China, Estados Unidos e Israel apoyaron al gobierno cingalés. Nueva Delhi lo hizo por temor a las prédicas separatistas en Tamil–Nadu, progresista estado del sureste indio (con capital en Chenahui, antigua Madrás), habitado por 63 millones de tamiles; Islamabad, para posicionarse frente al sur de la India; Teherán, por la presencia de musulmanes en el LTTE; China, por su geopolítica en el Índico sur; Israel para vender armas y tecnología bélica, y Estados Unidos para velar por la seguridad de todos.

Finalmente, el 17 de mayo pasado los Tigres se rindieron, y la causa separatista sufrió un revés total. La implacable y feroz represión militar fue ejecutada, oiga bien, por la República Socialista y Democrática de Sri Lanka, miembro del Movimiento de Países No Alineados que desde 2005 preside el izquierdista Manida Rajapakse.

¿Y la Organización de las Naciones Unidas? ¿Y el pueblo tamil, con decenas de miles de víctimas y cientos de miles de desplazados? Los chacales que lucran y sacan partido político y geopolítico con el negocio de la ayuda humanitaria merodean ahora por una de las tierras más paradisíacas del mundo y en la que, según dicen, se refugió Adán.


Sri Lanka: la lágrima de India

150 mil civiles quedaron atrapados en la guerra de
exterminio contra los tigres tamiles

Por José María Pérez Gay
La Jornada, 22/05/09

El 24 de julio de 1983 el movimiento armado separatista Los Tigres de Liberación de la Tierra Elean Tamil hizo estallar una bomba de fragmentación en el centro de Colombo, la capital de Sri Lanka, y sacrificó la vida de 150 personas inocentes.

A partir de ese atentado masivo, la guerra civil convirtió a Sri Lanka en un pudridero y, al cabo de 26 años, en uno de los conflictos étnicos más sangrientos de nuestro planeta. Esta semana, cuando el gobierno anunció el final del conflicto por la derrota de la guerrilla, los saldos era tan aterradores como increíbles: 70 mil muertos y un millón de fugitivos. En los últimos meses 150 mil civiles han soportado como escudos humanos la guerra de exterminio del ejército de Sri Lanka contra Los Tigres de Liberación de la Tierra Tamil.

El subsuelo del poder srilankés está lleno de tumbas, acaso no haya ningún rincón de esa isla que no haya sido alguna vez cementerio. Sri Lanka es una isla situada en el sudeste de la India, separada de ésta por el estrecho de Palk. El país ocupa la totalidad de la isla de Ceilán, tiene 65 mil 610 kilómetros cuadrados y 23 millones de habitantes,

A Sri Lanka, la perla del Indico, la lágrima de India, el paraíso de Ceilán, se la disputan la furia de la naturaleza y las masacres genocidas de sus políticos. El tsunami cobró la vida de 30 mil; la guerra civil, 70 mil personas. Sri Lanka se encuentra habitado por dos etnias: los cingaleses, 74 por ciento de la población, y los tamiles, 18 por ciento. Los dos grupos se han declarado la guerra a muerte desde hace 26 años. Y no se trata de una metáfora. En marzo pasado 50 mil soldados del ejército de Sri Lanka marcharon al encuentro de los tigres tamiles. El domingo 10 de mayo un bomba de la artillería destruyó un hospital y mató a 378 civiles. Un médico que trabaja en la zona de guerra constató que mil 122 personas resultaron heridas.

Las dos etnias, los cingaleses y los tamiles, cuentan con idiomas y religiones diferentes, budistas los unos, hinduistas los otros, dos nacionalismos irreconciliables, una ardiente cosecha de odio. Durante la explosiva colonización portuguesa existían tres reinos en la isla: un reino tamil en el norte, cuya capital era la ciudad de Jaffna, y dos cingaleses, Kandy y Kotte. Hacia 1815, el imperio colonial británico canceló las diferencias y sometió a las dos etnias al servicio de su corona. Los ingleses fueron implacables, privilegiaron a los cingaleses, esclavizaron a los tamiles y quemaron sus plantaciones.

Los Tigres de Liberación de la Tierra Tamil fueron los enemigos acérrimos del imperio británico. Se trata de una organización terrorista muy disciplinada y sanguinaria, que reclama el dominio de las tierras del norte de la isla. En la década de 1870 un terrateniente británico en Camboya había conseguido sacar clandestinamente 70 mil granos de hevea, el árbol de caucho, de los que dos mil fueron replantados en Sri Lanka, Malasia e Indonesia. El sistema de producción del caucho era un trabajo agotador, en condiciones próximas a la esclavitud.

Mahinda Rajapaks, presidente de Sri Lanka, se ha preparado para el asalto final, todas las iniciativas de paz han fracasado. El 1º de julio de 2000, el partido de oposición más importante de Sri Lanka, el United National Party, y la Alianza Popular (People's Alliance) se unieron en el proyecto de una nueva Constitución que transformaría el sistema presidencialista en una democracia parlamentaria, y la estructura centralista de la nación en una entidad federativa. Las provincias tamiles se volvían casi autónomas. No sólo se les concedía una relativa autonomía, sino además se reconocía la hegemonía de la lengua tamil en sus territorios.

Los partidos tamiles rechazaron la propuesta y exigieron la inclusión de los tigres en las negociaciones en torno del proyecto de la nueva Constitución. El 10 de agosto murió, a los 84 años (1906–2000), la jefa de Gobierno, Simiravo Bandaraneike, la primera mujer del mundo que ocupó el puesto de primera ministra. Su desaparición hizo recrudecer la guerra civil. El 24 de julio de 2001, 20 mil personas se lanzaron a las calles de Colombo, los tigres atacaron con explosivos y granadas, el ejército respondió al fuego tamil. Un incendio destruyó el aeropuerto militar de Colombo y 13 aviones de combate terminaron consumidos por el fuego.

Las elecciones del 7 de diciembre de ese año dejaron ver una posible solución al conflicto armado, se iniciaron las negociaciones de paz, los Tigres parecían aceptar la retirada de ciertas ciudades, sobre todo de Kandy, pero durante un concierto en Kurunegala, a 100 kilómetros de Colombo, explotaron dos bombas que causaron 11 muertos y 200 heridos. Ganar la paz era más importante que ganar la guerra; exterminar a los Tigres tamiles a costa de la vida de decenas de miles de civiles sólo serviría para que la ardiente cosecha de odio prosiguiera su camino.

A partir de 2006 los corresponsales extranjeros –única fuente de información– veían el inicio de una tumultuosa derrota de las guerrillas tamiles. De los 15 mil kilómetros cuadrados que los Tigres controlaban en agosto de 2006, cuando se reanudaron las hostilidades, a principios de este año ocupaban sólo 50 kilómetros cuadrados. Cinco divisiones del ejército los mantuvieron sitiados por largo tiempo. El general Shavendra Silva, la punta de lanza del exterminio tamil, declaró en marzo de este año a la agencia Reuters que estaba convencido de que el líder de los Tigres, Vellupillai Prabhakaran, se encontraba con un puñado de comandantes tamiles en el cerco y sin salida.

La colaboración del coronel Karuna, ex comandante de la guerrilla tamil, ha sido un factor decisivo en el exterminio de los Tigres. El coronel abandonó su lugar de nacimiento, Batticaloa, perdió a su único hermano en las luchas internas de los Tigres tamiles y sus seguidores, estuvo preso en Gran Bretaña por irregularidades con su visa y está denunciado por violaciones de derechos humanos. Cuando Karuna, ahora líder de los Tigres para la Reconciliación del Pueblo Tamil, prestó juramento en el Parlamento el 7 mayo de 2009 como miembro de la gobernante Alianza para la Libertad del Pueblo Unido, muy pocos pensaron que se trataba del desenlace de una complicada conspiración de varios actores, donde el propio presidente de Sri Lanka, Mahinda Rajapaks, ha jugado un papel decisivo.

Veintiséis años después de que los Tigres de Liberación de Tamil Eleam emprendieran una de las ofensivas más brutales en su lucha por independizarse de sus enemigos capitales, la etnia cingalesa, ahora han depuesto por fin las armas. Desde la ruptura definitiva del alto el fuego en junio de 2006, unas 200 mil personas, la absoluta mayoría tamiles, se han establecido en Occidente. Uno de sus voceros anunció hace solamente unos días el suicidio de Velupialli Prabhakaran, el máximo líder tamil, y esta batalla ha llegado a su amargo final. "Es nuestro pueblo el que muere bajo las bombas, los misiles, las enfermedades y la hambruna. No podemos permitir que el exterminio sea radical, corremos el peligro de desaparecer", señaló.

El coronel Karuna, actual ministro de la Reconciliación de los Pueblos de Sri Lanka, ha creado uno de los grupos paramilitares en los que ahora se apoya el ejército. Karuna se hizo del control del este de la isla y redujo la capacidad de fuego y el dominio de los Tigres del norte de Sri Lanka. Según Amnistía Internacional, el coronel Karuna está acusado de haber cometido crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, aunque haya sido nombrado en estos días ministro de la Reconciliación. La masacre genocida de Sri Lanka, el exterminio de sus últimos combatientes tamiles, no son sino un trágico legado del colonialismo inglés.


Los tamiles, otro pueblo sacrificado en
el altar de la geopolítica

Por Dabid Lazkanoiturburu
Gara, 24/05/09

La perla del Índico, la lagrima de India, el paraíso de Ceilán se ha convertido estos meses en un Infierno de Dante ante nuestros propios ojos y la indiferencia general de ese Occidente para el que "ninguna idea, por importante que sea, merece el precio de una vida".

10.000 civiles muertos en la ofensiva militar del Ejército cingalés. Otros 20.000 exterminados tras la victoria militar de Colombo según denuncian varios informes. Mujeres degolladas en los campos de concentración en los que Sri Lanka ha hacinado, por lo menos "hasta final de año", a 250.000 tamiles por el simple hecho de ser eso, tamiles.

Cientos de niñas y niños han desaparecido, se teme que secuestrados por los militares y paramilitares tras la muerte de sus progenitores.

¿Que la vida humana no tiene precio? Para China bien han valido los muertos en su proyecto de garantizarse el tránsito por el estrecho de Palk (entre India y la isla). El fuego de artillería made in Beijing se ha demostrado eficaz para acabar, de momento, con un movimiento, el de los tigres, que era reconocido como invencible.

Invencible en un escenario de guerra asimétrica, pero al fin y al cabo guerra. No ante una ofensiva de puro y simple exterminio que ha contado, y eso ha sido definitivo, con el permiso de Occidente, el mismo que sirvió a Rusia para convertir Chechenia en un cementerio.

El problema es que los muertos tienen la siempre inoportuna tendencia a resucitar. Y lo hacen de forma inapropiada. ¿Ninguna idea merece una vida?. Ningún muerto merece el olvido. Aunque sea tamil.

Los Tigres tamiles reconocen la muerte de Vellupillai Prabhakaran

Los Tigres de Liberación de Tamil Eelam (LTTE) reconocieron oficialmente la muerte de su líder, Velupillai Prabhakaran, a manos del Ejército cingalés, en un comunicado publicado ayer. "Anunciamos con inmensa tristeza y el corazón apesadumbrado que nuestro incomparable líder, el comandante supremo del LTTE, ha alcanzado el martirio combatiendo contra la operación militar del Gobierno cingalés", declaró el responsable de relaciones internacionales de los Tigres, Selvarasa Pathmanathan.

Es la primera vez que el LTTE admite oficialmente la muerte de Prabhakaran, fallecido hace una semana según la versión cingalesa.

Su cuerpo fue incinerado por los soldados cingaleses y sus cenizas arrojadas al Índico, según el comandante cingalés Sarath Fonseka.