China

El jefe del Partido Comunista de la ciudad advierte que los responsables de disturbios serán ejecutados

Violencia étnica en China

Miles de soldados chinos blindan Urumqi, la capital de Xinjiang

Por José Reinoso
Enviado especial a Urumqi
El País, 09/07/09

Videos del estallido en Urumqi, Xinjiang

Vea los disturbios, 06/07/09

Continúan las protestas, 07/07/09

China despliega fuerzas en capital uigur, 08/07/09

"Por favor, que todo el mundo coopere y se vaya a casa", lanzan los altavoces desde los camiones militares que peinan las calles de la ciudad. Miles de soldados y antidisturbios, armados con rifles automáticos y bayonetas, pistolas y matracas han ocupado las principales intersecciones alrededor del barrio uigur, en el centro de Urumqi, para atajar las revueltas. Por todos lados hay columnas de camiones militares y tanquetas. "Protege al pueblo, protege al pueblo", cantan a coro los soldados, bajo sus cascos verdes, mientras los helicópteros militares sobrevuelan los edificios.

Tres días después de que murieran al menos 156 personas y más de 1.000 resultaran heridas en los violentos enfrentamientos entre uigures y chinos han, con la intervención de las fuerzas de seguridad el domingo en Urumqi (capital de la provincia occidental de Xinjiang), el Ejército Popular de Liberación (EPL) desplegó ayer un imponente dispositivo de seguridad y se hizo con el control de la situación, aunque continuaron produciéndose algunos ataques entre miembros de las dos etnias con armas caseras. Li Zhi, secretario del Partido Comunista en Urumqi, dijo que el Gobierno aplicará la pena de muerte para cualquiera que sea encontrado culpable de las muertes.

Chinos con palos tratan de entrar a barrios uigures

Muchos habitantes de Urumqi tienen miedo y caminan en grupo, con barras de hierro y palos de madera, algunos con clavos atravesados. Según dicen, para protegerse. Los uigures –que son musulmanes– permanecen en gran parte recluidos en sus zonas. "Todo está hoy más tranquilo", dice uno, que vive cerca de donde se produjeron los mortales incidentes. El tráfico ha comenzado a ocupar las calles, y algunos negocios han abierto tímidamente las puertas, aunque la inmensa mayoría siguen cerrados.

A pesar del despliegue militar, ayer hubo algunos intentos de linchamiento. Cerca del Plaza del Pueblo, una veintena de han –la etnia mayoritaria en China– se abalanzaron sobre un uigur y se liaron a palos con él, hasta que intervino la policía. A poca distancia de la mezquita de He Zhou, más de un centenar de uigures con garrotes y piedras protestaron ante los cordones militares.

Algunos miembros de esta etnia entraron en cólera después de que los helicópteros arrojaran pasquines acusando a la líder uigur exiliada en Estados Unidos, Rebiya Kadeer, de haber orquestado los ataques del domingo. Aseguran también que los soldados permitieron a grupos de han atacar impunemente casas y restaurantes en las zonas musulmanas durante la noche, a pesar del toque de queda imperante.

Pero no hubo manifestaciones como las que tuvieron lugar el martes, cuando turbas armadas con machetes, tuberías e incluso palas y cuchillos de cocina se lanzaron, en un ataque de odio colectivo, contra el barrio uigur, en busca de venganza. La marcha, en la que participaron miles de personas, fue dispersada con gases lacrimógenos por los antidisturbios en el barrio de Tian Shan. Muchos de los fallecidos el domingo fueron acuchillados por uigures, otros cayeron bajo las balas del Ejército, según testigos del incidente. El Gobierno chino se ha negado a identificar la etnia de las víctimas.

Algunos ciudadanos de Urumqi se quejan de que el Ejército haya tardado tres días en frenar las revueltas. Algunos observadores creen que los incidentes del martes fueron tolerados en cierta medida por las autoridades como válvula de escape para aliviar la ira de la comunidad han ante los asesinatos. "Los han estamos muy enfadados, y las protestas de ayer sólo duraron dos horas", dice un joven empresario. El Gobierno impuso el martes el toque de queda, que se extiende entre las ocho de la noche y las ocho de la mañana.

Las autoridades han enviado mensajes a los teléfonos móviles, requiriendo a la gente calma, que confíe en el Gobierno y que no incumpla la ley. La radio ha difundido recomendaciones similares y un número de cuenta bancaria para ayudar a los afectados. "El secretario [del Partido Comunista en Xinjiang] Wang pide a todo el mundo que vuelva a casa, se reincorpore a sus unidades de trabajo y regrese a sus comunidades", reza una de las octavillas arrojadas desde los helicópteros, escrita en caracteres chinos.


El presidente chino exige "castigos severos" para los responsables de los disturbios en Xinjiang

Pekín asegura que entre los uigures hay "activistas separatistas"
que recibieron entrenamiento de Al Qaeda

Por José Reinoso
Enviado especial a Urumqi
El País, 09/07/09

Urumqi.– El presidente chino, Hu Jintao, exigió un "castigo severo" para los responsables de los violentos disturbios que se produjeron el pasado domingo en Urumqi, capital de la región autónoma de Xinjiang, en el noroeste del país, en los que murieron más de 150 personas y más de un millar resultaron heridas.

Mujeres uigures, ante cordón policial

Hu, que canceló su participación en la cumbre del G–8 en L'Aquila (Italia) y regresó ayer apresuradamente a China, mantuvo anoche una reunión con el Comité Permanente del Bureau Político del Comité Central del Partido Comunista chino (PCCh) para discutir los acontecimientos en Xinjiang, según informa hoy la agencia oficial Xinhua.

Durante la reunión, el presidente incidió en que la estabilidad en Xinjiang "es la labor más importante y acuciante" y prometió "un castigo severo" a los culpables de lo ocurrido de acuerdo con lo estipulado por la ley.

Entrenamiento de Al Qaeda

Por su parte, el el portavoz de turno del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, Qin Gang, ha asegurado hoy que los disturbios en Urumqi fueron actos premeditados llevados a cabo por musulmanes uigures, entre los que se hallaban "activistas separatistas" que recibieron entrenamiento de Al Qaeda y otras organizaciones terroristas internacionales.

Según explicó en rueda de prensa , Pekín lucha contra fuerzas "extremistas, separatistas y terroristas" formadas en el extranjero. Sin embargo, Qin recordó que los enfrentamientos entre musulmanes uigures y chinos de la etnia han, son "un asunto totalmente interno de China", por lo que descartó que cualquier organismo internacional tome parte en el conflicto.

El portavoz chino respondió así a la propuesta de Turquía –país con fuertes lazos con los uigures por el origen turcomano de esta etnia– de llevar el conflicto al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.


La desesperación uigur y sus riesgos

Por Nicolás de Pedro
El País, 09/07/09

Los incidentes de los últimos días en Urumqi son una nueva muestra del incontenible malestar uigur y de la tensión en sus relaciones con los chinos de la etnia han, cuya respuesta virulenta es un elemento novedoso y que augura un panorama crecientemente tenso y conflictivo en la región de Xinjiang.

La manifestación uigur de Urumqi no puede interpretarse más que como un acto de rabia y desesperación social de una comunidad frente a su duro presente y, sobre todo, su incierto futuro. Las posibilidades de obtener algún resultado más allá de un caos momentáneo en un entorno urbano como el de Urumqi son completamente nulas. Se trata de una ciudad de más de dos millones de habitantes, grandes avenidas y, lo más relevante, en la que los uigures están lejos de constituir la mayoría. Además, y como indicio del probable carácter espontáneo, no estuvo acompañada de protestas similares en otras ciudades, fundamentalmente de la zona meridional, donde los uigures sí pueden poner en mayores aprietos a las fuerzas de seguridad chinas.

Por lo tanto es más que improbable que los manifestantes uigures albergarán expectativas de estar dando el primer paso hacia la constitución de un Turkestán oriental o Uigurstán independiente, un anhelo compartido por la mayor parte de los uigures, pero completamente quimérico en el contexto actual.

También es muy dudoso, como afirman las autoridades de Pekín, que las manifestaciones estuvieran lideradas desde el exterior por Rebiya Kadeer, la cabeza visible tanto del Congreso Uigur Mundial con sede en Múnich, como de la Asociación Uigur Americana con sede en Washington. Su capacidad de influencia en el interior de Xinjiang es más que limitada y aunque pueda resultar sorprendente tal vez sería mejor para Pekín que esta capacidad de interlocución fuera mayor. Ambas organizaciones hacen del respeto de los derechos humanos y la mejora de las expectativas socioeconómicas de los uigures el eje básico de su discurso y, a diferencia de las influencias que reciben los uigures a través de la frontera meridional, hacen del islam un elemento de reivindicación cultural e identitario, pero no el vector sobre el que articular un discurso político extremista.

Y es que en el sur de Xinjiang se asiste desde hace dos décadas a un fuerte proceso de reislamización social y a la preocupante radicalización de crecientes segmentos de la población, fundamentalmente por el auge de las relaciones con Pakistán y también, conviene no olvidarlo, como resultado del apoyo prestado por Pekín a los muyahidin afganos durante los primeros momentos de la invasión soviética de Afganistán, que se concretó en la existencia de campos de entrenamiento en las zonas de Kashgar y Hotan.

La llegada de inmigrantes chinos a estas zonas meridionales de las que siempre han estado ausentes no hará más que complicar la situación. De hecho, la constante inmigración de población han a Xinjiang constituye la principal causa del malestar uigur tanto por su volumen, dado que la población han se ha multiplicado por veinticinco en las últimas décadas, como por las consecuencias que conlleva: desplazamiento de los uigures, transformación irreversible del entorno y fortalecimiento de las políticas de asimilación y disolución de la identidad uigur. Y aunque uno de los problemas más graves de la comunidad uigur es precisamente la falta de una modernidad propia, es dudoso que la mejor vía para resolver esta situación sea a través de un proyecto nítidamente colonial y que únicamente ofrece perspectivas de mejora dentro de la subordinación y previa renuncia de lo más profundo de la identidad propia.

En las próximas semanas, las autoridades chinas, como en ocasiones anteriores, actuarán implacablemente y castigarán severamente a todos aquellos de los que sospechen su mínima participación en la manifestación de Urumqi, y muy probablemente las presiones que reciba China desde el exterior exacerbarán los recelos de Pekín con respecto a hipotéticas conexiones exteriores de los líderes de la protesta. No obstante, a pesar de esta acción contundente seguirá sin resolverse el problema de la necesaria integración armoniosa de la comunidad uigur en la estructura de la República Popular China y seguirán poniéndose las semillas para un potencial conflicto de mayor gravedad en los próximos tiempos.

Nicolás de Pedro es experto en Asia Central y colaborador de la Fundación Alternativas.


Hu Jintao, de Tíbet a Xinjiang

Por Georgina Higueras
El País, 08/07/09

Pocos hombres en China conocen tan bien como Hu Jintao las explosiones de violencia étnica que vive el país. De ahí, la decisión del presidente chino de abandonar la cumbre del G–8 y volver al país para apagar el incendio desatado en Urumqi, la capital de la región autónoma uigur de Xinjiang. No será el primero y, muy posiblemente, tampoco el último. Ya en diciembre de 1988, cuando este apparachik ni siquiera soñaba con que algún día podría dirigir el destino del Imperio del Centro, fue destinado a Tíbet como secretario del Partido Comunista Chino (PCCh) en esa provincia, donde las aguas, nunca tranquilas, mostraban signos de tormenta.

Las manifestaciones comenzaron a finales de ese mismo mes de diciembre y tres meses después, en marzo de 1989, las calles de Lhasa, como ahora las de Urumqi, eran escenario de violentas protestas. De las 55 minorías nacionales de China –que apenas suponen el 9% de sus 1.350 millones de habitantes–, tibetanos y uigures, dos pueblos profundamente religiosos –unos lamaístas y los otros musulmanes–, son los que peor encajan en el régimen del PCCh.

Hu, el primer civil que Pekín se atrevió a poner al frente de Tíbet –antes habían sido todos militares–, no se lo pensó dos veces. Decretó la ley marcial, reprimió absolutamente cualquier conato de protesta y detuvo a los cabecillas de la revuelta en la que al menos 40 manifestantes murieron por disparos del Ejército. Su puño de acero no pasó inadvertido al liderazgo chino, que esa primavera tuvo que hacer frente al descontento popular que encabezaron miles de estudiantes en la plaza pequinesa de Tiananmen y que acabó en un terrible baño de sangre.

Maestro en el manejo del palo y la zanahoria, Hu Jintao permaneció en Tíbet hasta 1992 y allí labró su futuro. Tras la represión, abrió las puertas a una mayor libertad cultural y económica en la región. Se sentó a la mesa de los notables tibetanos y visitó en su monasterio de Xigatze al Panchen Lama, la segunda autoridad religiosa de Tíbet, cuyos habitantes sueñan con el regreso del Dalai Lama y el final un doloroso exilio iniciado en 1959 después del fracaso de su levantamiento independentista. Precisamente, una parte de los seguidores del Dalai Lama considera a Hu un hombre "con el que se puede dialogar".

Jefe del PCCh desde noviembre de 2002 y presidente de China desde marzo de 2003, Hu Jintao, un nacionalista moderado, adoptó en 2004 como consigna de su Gobierno, el establecimiento de una "sociedad armónica". Envuelta en sangre, la consigna ha saltado por los aires en Urumqi, al igual que sucedió el año pasado en Tíbet, donde otra protesta independentista desembocó en un brutal enfrentamiento entre tibetanos y hanes. Murieron una veintena de manifestantes, según el Gobierno, y 200 tibetanos, según el exilio.

Antes de tomar el avión de vuelta a Pekín, Hu Jintao ya había tomado el mando de la crisis y, como en anteriores ocasiones, recurrió al Ejército para poner fin a la revuelta. Ahora ni tan siquiera el aire se mueve en Xinjiang. Uigures y hanes están separados por la fuerza militar, pero Hu Jintao tendrá muy difícil recomponer el abismo abierto entre las dos comunidades. Se necesita algo más que la fuerza bruta y la lluvia de millones que ha invertido el Gobierno de Pekín en Tíbet y Xinjiang para conseguir que estas dos comunidades se integren en China y no sientan su cultura y su historia aplastadas y fagocitadas por el Imperio del Centro.

Quien ha hecho del pragmatismo su modus operandi tendrá que asumir que hay dos pueblos ansiosos de libertad y cansados del dominio cultural y económico de los hanes. Pero sobre todo, el presidente del PCCh ha de aceptar el penoso fracaso de su política de repoblar estas regiones con hanes. Los deseos soberanistas de la población no se tapan enviando colonos para que se adueñen de los bienes de los colonizados.


Pekín impone una estricta censura sobre la información que sale de Urumqi

Apagón informativo en Xinjiang

Por José Reinoso
Enviado especial a Urumqi
El País, 07/07/09

Urumqi, Xinjiang.–  El Gobierno chino ha impuesto una estricta censura sobre la información que sale de Urumqi de los enfrentamientos del domingo y las manifestaciones que se han producido despúes. Las autoridades han cortado las líneas de teléfono internacionales –tanto de fijo como de móvil– y han bloqueado Internet y el servicio de mensajes Twitter. Un apagón informativo que ha afectado no sólo a los ciudadanos locales y las noticias que recibe el resto de China, sino también a la prensa internacional, que cuando comenzó a llegar el lunes a la capital de Xinjiang, se encontró con que sólo es posible conectarse a la red en un hotel de la ciudad. De ahí, que los periodistas extranjeros se hayan concentrado en él para poder enviar sus crónicas, aunque sólo es posible hacerlo desde el centro de negocios. En las habitaciones no funciona la conexión.

El Gobierno regional organizó este martes algunas ruedas de prensa y visitas a la zona donde se produjo la revuelta. Li Zhi, secretario general del Partido Comunista en Urumqi, aseguró en una comparecencia que Internet ha sido bloqueado porque fue utilizado para instigar las protestas. "Tenemos pruebas de que fue así. Por eso ha sido censurado", declaró.

Los responsables municipales llevaron a los periodistas en minibuses para mostrarles los alrededores del gran bazar, donde estallaron los enfrentamientos. En un concesionario de la marca Geely yace una docena de coches totalmente calcinados. Al lado, una tienda de repuestos ha ardido por completo. Otros negocios tienen los cristales rotos.

Pero la visita se les fue de las manos. Al ver desembarcar a varias docenas de extranjeros, cientos de uigures, principalmente mujeres y niños, salieron a su encuentro, al grito de "Alá es grande", "Xinjiang no es China".

Mujeres con las fotos de sus familiares detenidos desde el domingo –hay más de 1.400 arrestados–, se echan al suelo, en sollozos. "Se han llevado a mi hijo. Sólo tiene 16 años. No sé qué ha sido de él", dice una mujer, con la cabeza cubierta con un pañuelo. "No las creáis, envían a sus hijos por la noche a crear problemas y luego ellas salen por la mañana a llorar", afirma Yang Guoqiang, un funcionario del Gobierno, mientras intenta por todos los medios que los periodistas vuelvan a los minibuses.

"El domingo vinieron los soldados y detuvieron a más de 300 hombres, algunos eran niños de 15 años", asegura un uigur, que es médico. "Los desnudaron delante de las puertas de las casas y se los llevaron". "La relación entre uigures y han era buena antes. Pero cualquiera reaccionaría así si se llevaran a sus familiares", dice.

Un policía, al lado, no puede contenerse. "Los uigures han pasado a cuchillo a muchos han", grita, fuera de sí, mientras hace un gesto con la mano rebanándose el cuello.

A 50 metros, cientos de soldados, armados con palos, otros con armas de fuego, y varias tanquetas avanzan para expulsar a los manifestantes. Entonces, una mujer con una muleta y una niña de la mano, se dirige hacia ellos cojeando, y la fila de antidisturbios recula. Una imagen que trae de inmediato el recuerdo de la foto del famoso desconocido que hizo detenerse a una columna de tanques durante las manifestaciones de Tiananmen, en 1989. Sólo que 20 años más tarde, y a 3.300 kilómetros de Pekín.


¿Quiénes son los uigures?

Por Georgina Higueras
El País, 07/07/09

La etnia uigur, de la Región Autónoma Uigur de China, es una de las 55 minorías nacionales, que en total apenas suponen el 9% de su población del país. El 91% restante de los 1.350 millones de chinos corresponde a la etnia han.

Los uigures son de religión musulmana, lengua de origen túrquico y alfabeto árabe. Habitan fundamentalmente en Xinjiang, que oficialmente se denomina Región Autónoma Uigur, en la que también habitan otras minorías musulmanas, además de la mayoría han, muy numerosa sobre todo en la capital, Urumqi, debido a los intentos del Gobierno central de repoblar esta región con hanes.

Aunque Xinjiang es la provincia más extensa de China, con unos 1.600.000 kilómetros cuadrados de superficie, está muy poco poblada –unos 20 millones de habitantes– por sus difíciles condiciones geográficas, que incluyen el enorme desierto del Taklimakán y la cadena montañosa de Tianshan. En la actualidad, los uigures apenas alcanzan la mitad de la población de Xinjiang (el 45%), de ahí el malestar creciente por lo que llaman la "hanización" de sus costumbres. Los hanes superan ya el 40% de la población provincial. Pero lo que más descontento genera es el desigual reparto del trabajo, con los puestos de mayor responsabilidad en poder de los hanes, que sobre todo copan buena parte de la administración pública.

También hay una considerable presencia uigur en los países de Asia Central limítrofes con Xinjiang, sobre todo en Kazajistán y Kirguizistán, además de en Uzbekistán. El Congreso Mundial Uigur, con sede en Múnich (Alemania), que acoge al exilio de esta etnia, sostiene que en el mundo hay ya 20 millones de uigures, con importantes comunidades en Estados Unidos, Suecia y Alemania.

Después de que el Partido Comunista Chino ganara la guerra civil en 1949, el Ejército Popular de Liberación entró en Xinjiang y puso fin a la declaración unilateral de independencia de la llamada República del Turkestán Oriental, que desde 1933 gobernaba el destino de los uigures. Muchos iniciaron entonces el exilio. Los que se quedaron sufrieron, sobre todo durante la Gran Revolución Cultural (1966–1976), la represión por las autoridades chinas de su fe y sus costumbres, además del abandono económico de la región.

En los últimos años, Pekín ha invertido grandes cantidades de dinero para tratar de apagar las ansias independentistas de los uigures y para intentar disminuir la tremenda disparidad existente entre el desarrollo de esa región y las de la costa oriental del país. Al mismo tiempo, ha desatado toda una guerra, tanto diplomática como ofensiva, contra el independentista Movimiento Islámico del Turkestán Oriental (ETIM), en la que ha conseguido que el ETIM sea considerado un grupo terrorista por la ONU y por Estados Unidos.