Tailandia

La guerra de los “rojos” contra los “aristócratas”

Por Jacques–chai Chomthongdi
CEPRID / Focus on the Global South, 31/03/10
Traducido por Julio Fucik

Las armas utilizadas por los opositores de Thasksin para acabar con él fueron la corrupción y la deslealtad; otras cuestiones parecen irrelevantes en comparación con éstas.

El cargo de deslealtad perdió fuerza debido a las dificultades para demostrar que, apoyándose en las instituciones, suponía un riesgo tanto para los delegados como para la institución misma. Los camisas rojas y un número creciente de personas han perdido interés en este aspecto.

La acusación de corrupción ha sido claramente reforzada por las sentencias judiciales, puesto que se han utilizado bienes públicos a favor de intereses particulares. La defensa de Thaskin no ha podido luchar plenamente contra este cargo, centrándose más en el cálculo de los importes que deberían ser confiscados y en la ilegitimidad del proceso judicial, un producto del régimen en el poder tras el golpe de Estado que derrocó a Thaskin.

Thaskin se concentra en mostrar que las otras camarillas, especialmente los que sus partidarios llaman “ammat” (aristócratas), también son tramposos. Hacen uso del argumento del doble rasero para poner de manifiesto la parcialidad de la élite. Esto es algo conocido por muchos y está demostrando que cada grupo de la élite tailandesa se ha apropiado de los recursos propios para su beneficio personal y esta es, probablemente, su gran contribución a la sociedad.

Tanto Thaskin como los “aristócratas” han abusado del sistema, pero la diferencia es que Thaskin reconoce a la gente común, daba importancia a los pobres, y tenía habilidades en el manejo de la economía. Esta es la imagen que los partidarios de Thaskin han promovido con éxito.

Thaskin y sus partidarios fueron capaces de reclamar sus políticas populistas, a pesar de que los gobiernos posteriores han adoptado políticas similares. La gente todavía se remonta al pasado y no ha cambiado de opinión.

Después de la gran movilización de los amarillos en 2008, que se tradujo en el cierre de la Casa de Gobierno y del aeropuerto, un gran número de la población de clase media de Bangkok dio su apoyo a los “rojos” [llamados así por el color de las camisetas que portan, no tiene nada que ver con una ideología de izquierda]. Los violentos acontecimientos de abril de 2009, sin embargo, podrían haber afectado este apoyo. En este punto, todavía no está claro cuántas personas de la clase media mantienen su apoyo a los “rojos”, no tanto por su amor a Thaskin sino debido a su deseo de desmantelar el sistema de privilegios que ha producido tantas injusticias sociales en la sociedad tailandesa o porque tienen preguntas sobre la monarquía.

La fuerza de los “rojos” se encuentra en la demanda de democracia directa, es decir, que la gente pueda votar por sus candidatos y sólo quienes ganen lleguen a gobernar el país. El gobierno va a encontrar más y más difícil rechazar esta demanda legítima y justa. Los “rojos” creen que van a ganar las elecciones.

La lucha de Thaskin se concentra en el uso de los mecanismos de la democracia para debilitar la base del poder tradicional de la sociedad actual (la aristocracia), que es su enemigo, y en el aumento de la cuestión de la injusticia social, que ha sido capaz de ganar algunos aliados entre los diversos grupos progresistas.

Por un lado, los progresistas se han unido a los “rojos” porque les da una oportunidad de librarse de la base de poder tradicional, que podría allanar el camino para corregir la desigual estructura de la sociedad. Por otra, Thaskin y sus partidarios están usando el argumento de la democracia, con él mismo como paladín, para reforzar la legitimidad de su lucha.

La cuestión aquí es qué será capaz de hacer con ellos, si la alianza puede producir beneficios mutuos. Nadie tiene la respuesta en este punto. ¿Qué se puede prever? Si los “rojos” ganan, el papel de los progresistas se reducirá y es probable que queden marginados del espacio político. Lo que no se sabe es qué planes tienen los progresistas para evitar que esto suceda.

No puede negarse que la estructura social injusta y desigual que ha permitido la explotación de los pobres en las diversas administraciones del pasado ha sido el factor importante que llevó a varios grupos progresistas al bando de los “rojos”, haciendo que el movimiento ampliase su base y su alcance. Sin embargo, Thaskin y los dirigentes rojos mismos no han hecho ninguna propuesta concreta sobre cómo esta estructura puede ser modificada de ninguna manera. Esto hace que no se diferencia de los amarillos, que durante sus manifestaciones no hizo propuestas de políticas claras para hacer frente a los viejos problemas sociales además de la eliminación de Thaskin.

La gran lección a extraer de la movilización de los amarillos fue que los progresistas no pudieron resistir las fuerzas conservadoras y no pudieron construir su propio programa. En comparación, los progresistas dentro de los “rojos” han llegado más lejos.

Thaskin nunca ha mostrado ningún gesto de querer construir la democracia más allá de reclamar su derecho de monopolio de las urnas. Durante su gobierno hubo indicios y tendencias que podrían interpretarse como una recesión democrática en materia de derechos humanos y participación popular. Intervino en el sistema de la misma manera que acusa ahora a los aristócratas de hacerlo. Cuando volvió al poder durante los gobiernos Samak y Somchai, no hizo políticas que se diferenciasen de ellos. Muchas personas creen, sin embargo, que es mejor esto que no votar.

No ha surgido ninguna tercera vía y no hay señal de que suceda.

Algunos de los progresistas se han unido tanto a los “rojos” como a los amarillos para impulsar su agenda, pero el resto son demasiado débiles para construir un movimiento independiente.

Los progresistas entre los “rojos” pueden señalar que la victoria de Thaskin se puede considerar como un progreso en el sistema democrático. Y bajo las condiciones actuales, Thaskin sólo puede ganar a través de medios democráticos. Por lo tanto, si los “rojos” ganan o pierden, lo que contribuirá [la movilización] será al proceso de democratización. Además, el importante número de los “rojos” y su fuerza hacen que sea difícil para las élites y la clase media seguir ignorando a los pobres y la injusticia de la sociedad tailandesa.

Sin embargo, no está claro cómo los “rojos” ven realmente su lucha. ¿Puede la victoria de Thaskin ser equiparada completamente como una victoria en ese sentido o no? Si no, ¿hasta qué puntoel éxito personal de Thaskin y el progreso de la democracia en Tailandia pueden permanecer unidos? El riesgo sigue siendo que la democracia sólo puede ser un instrumento temporal que se deja de lado en cuanto se convierte en un obstáculo en el camino de Thaskin hacia su objetivo de alcanzar el poder político.

Varios grupos progresistas pueden conseguir su satisfacción de ver a los pobres del interior del país manifestándose para protestar ante las casas de los ricos y poderosos en Bangkok, gritando que no pueden aguantar más. Además, el pueblo puede observar que hay signos positivos de que la conciencia de clase entre los “rojos” puede dar inicio a una posible lucha de clases. No está claro si ello es sólo un espejismo. ¿Es ésta una lucha para derrocar a la estructura realmente vieja y mala o, al menos para que sea más equitativa? ¿O es sólo una lucha para elegir un maestro diferente, que puede terminar con un sistema modernizado bajo el patrocinio de Thaskin, con una falta de progresos en el frente democrático?


(*) Jacques–chai Chomthongdi es investigador asociado de Focus on de Global South en Bangkok.