Tailandia

Bangkok recupera la calma pero no se descarta un resurgir de las protestas

El ejército controla la capital de un país desgarrado

Por David Brunat
Corresponsal en Bangkok
Público.es, 21/05/10

"Tenga mucho cuidado ahí adentro y sobre todo no se ponga el brazalete verde [el elemento que identifica a los informadores]. Hay radicales merodeando a la caza de periodistas y algunos van armados", advertía preocupado un hombre después de que un periodista franqueara ayer un control militar. Al parecer, los camisas rojas no estaban del todo felices de que la prensa extranjera eso por no hablar de la tailandesa haya mostrado estos dos últimos días al mundo que el rojo pacífico de sus ideales tiene también destellos muy desagradables.

La escena sucedía a escasa distancia del Central World, el que fuera segundo centro comercial más grande del sureste de Asia y que hoy no es más que un esqueleto de metal carbonizado. "Esto para nosotros es como el 11–S. Es increíble", exclamaba un joven tailandés. También el edificio de la bolsa, el lujoso centro Siam Paragon, bancos, el Canal 3 de televisión y así hasta 36 inmuebles son ahora pura devastación.

Brutal represión militar de la protesta campesina

La ciudad ha ido recuperando cierta normalidad con el paso de las horas. Primero, porque los soldados han endurecido los requisitos para entrar en la "zona cero"; y segundo, porque durante la jornada de ayer, apenas hubo noticia de las bandas de hasta 200 motoristas enajenados que aprovecharon la noche anterior para saquear centros comerciales y concesionarios de automóvil mientras reinaba el toque de queda. El orden ya fue casi total cuando el ejército consiguió desalojar a los mil camisas rojas que aún resistían en el monasterio budista de Pathum Waranan. En su interior, los soldados hallaron seis cadáveres tiroteados durante la batalla del miércoles.

Tres noches de queda más

Otros cientos de manifestantes, desarmados y aturdidos tras el fin de las protestas y la detención de sus líderes, fueron trasladados desde varios centros comerciales a una comisaría de policía cercana. "En general, la situación está bajo control", señaló a media tarde el portavoz del ejército, el coronel Sansern Kawekamnerd. Aun así, el Gobierno ha decretado tres noches más con toque de queda para estabilizar por completo la ciudad.

Sofocado el movimiento rojo de las calles de Bangkok, miles de manifestantes agotados hacían cola para tomar uno de los cientos de autobuses que debían llevarlos de regreso a sus hogares, la mayoría situados en las provincias del norte y noroeste de Tailandia, bastión de los camisas rojas.

"Estoy muy triste, pero no nos vamos a rendir. Queremos justicia para nuestra gente. Estos días se ha demostrado que en Tailandia hay dos baremos. Uno para los amarillos [partidarios del actual Gobierno], quienes en 2008 ocuparon el Parlamento y el aeropuerto y nadie hizo nada; y otro para nosotros, que hemos sido reprimidos por el ejército", se quejaba una mujer antes de subir a un autobús.

Centros comerciales y la Bolsa fueron incendiados

De hecho, el movimiento rojo podría rebrotar con mayor furia contra el Gobierno y su primer ministro, Abhisit Vejjajiva, por haber ordenado el asalto del miércoles. El ejército calcula que unos 13.000 partidarios del frente rojo "esperarán el momento para fomentar disturbios".

Así lo proclamó en enero Nattawut Sai–kua, uno de sus líderes: "¡Si siguen aferrados al poder, quemaremos todo el país!" Tailandia está desgarrada y pocos confían en que los puntos de sutura aguanten.


Los choques se saldan con numerosos muertos y decenas de edificios en llamas

El Ejército aplasta a los “camisas rojas” en Bangkok

Por Adrián Foncillas
Enviado especial a Tailandia
El Periódico, 20/05/10

Bangkok.– Cayó el fortín rojo y ardió Bangkok. Dos meses y 80 muertos ha necesitado el Gobierno para aplastar la marea de desheredados que habían conquistado el corazón comercial. El Ejército los echó ayer a tiros. La operación, para lo que se temía, fue un éxito de precisión quirúrgica: 15 muertos (un periodista italiano entre ellos) y 60 heridos.

Pero al Gobierno le queda un país polarizado y las instituciones debilitadas. El problema persiste y la lucha no terminó ayer, aclaraban los camisas rojas en la retirada. «Volveremos muy pronto. Hay demasiados pobres en Tailandia para que nos puedan controlar a todos», prometía Jiaep, de 40 años, descalza y llegada desde Pattaya, la ciudad burdel. La capital ardía a última hora, con numerosas columnas de humo. Al menos 27 edificios y 16 sucursales bancarias fueron quemados. Entre ellos, la flamante sede de la bolsa. También fueron desalojadas varias cadenas de televisión y diarios locales, a los que los manifestantes acusan de publicitar al poder.

Bangkok, canalla, vitalista y nocturna, acababa el día agotada, sometida al toque de queda, con incluso las casas de masajes cerradas. Las calles estaban desiertas y algunas zonas permanecían sin electricidad. La medida se amplió a 23 provincias. Las próximas horas revelarán si estos ataques son la espuma de la ola o acercan al país a la guerra civil. Los choques de la capital se contagiaron ayer a las empobrecidas provincias del norte, el feudo rojo.

Barricadas superadas

Un enjambre de helicópteros, tan pronto despuntó el sol, ya anunciaba que el Gobierno concluía las estériles negociaciones. Una columna de tanquetas avanzaba por la avenida Silom y superaba fácilmente las barricadas de neumáticos y cañas de bambú, a la entrada del parque Lupini. El trecho hasta el corazón del campo fue un paseo militar a pesar de la resistencia de los camisas rojas, algunos con granadas y pistolas y muchos más con tirachinas, cohetes pirotécnicos y otras armas artesanales.

El escenario, más tarde, era el propio de una huida apresurada, con decenas de zapatos, moscas sobre las perolas y la colada al sol. Los camisas rojas que quedaban frente al escenario del campo, conscientes de la inminente batalla, cantaban y bailaban con una atronante música discotequera que se mezclaba con los disparos y las explosiones cada vez más cercanas.

A mediodía cesaba la música y subía lloroso al escenario Jatuporn Prompan, el líder más visible, para anunciar la evidencia. «Nos rendimos. No queremos más muertos». Otros seis líderes se le unirían después. El anuncio trajo primero lágrimas y súplicas de vender caro el fortín entre los congregados, mujeres y niños en gran parte. Después, el caos.

Cócteles molotov

El grueso corrió hacia las salidas o al hospital, mientras grupúsculos de incontrolados se afanaban en cumplir la promesa de arrasar el barrio pijo si entraba el Ejército. Tiendas de Loewe y Louis Vuitton fueron masacradas. Una bombona de butano prendió el elitista restaurante Zen, en la planta baja del Central World, el segundo mayor centro comercial de Asia.

La guerrilla urbana se extendió por la ciudad, con focos más o menos fragorosos. En una arteria principal, media docena de adolescentes y niños intentaban quemar un autobús, estúpidamente protegidos de las balas con ligeros cascos de motos. Se acercaban arrastrándose y lanzaban pedestres cócteles molotov mientras a 100 metros disparaban los soldados. Solo el séptimo alcanzó tímidamente la rueda, suficiente para que se alejaran riendo y chocando las palmas, como si de una travesura se tratara. Cinco minutos después, el fuego alcanzaba el depósito de gasolina y la multitud lejana acompañaba la estruendosa explosión con aplausos.

Soldados contra soldados

Tailandia debería carecer de Ejército por estética. Esos rifles de asalto no casan con los tailandeses, alegres sin comparación. Aun en lo más crudo de semejante crisis de orden público, el mando de una patrulla cercana al autocar no deja de sonreír, con recio material antidisturbios y casco bajo la canícula.

Acabamos debatiendo sobre Messi y Ronaldinho. «Amo a los camisas rojas, son mis hermanos. Pero también amo a mi país, y tengo que mantener el orden», cuenta, con el sudor bañando su cara. Durante la crisis se han visto soldados disparando sobre los soldados que disparaban a manifestantes.

Unos 700 u 800 camisas rojas continuaban en la noche de ayer refugiados en el hospital y el templo del fortín por miedo a los francotiradores en las vías de salida. Una mujer en el hospital asumía que se irá sin haber derribado el Gobierno, lo que sí consiguieron los camisas amarillas dos años atrás. Niega la derrota. «Hemos ganado. Nos hemos hecho oír y el mundo sabe que nuestro Gobierno dispara contra su gente», sostiene, mientras el humo dificulta respirar y suenan decenas de alarmas antincendios.

A sus espaldas, el Central World ya es una enorme pira. Más tarde también ardería la sede de la Bolsa. Son los corolarios de una victoria en absoluto pírrica para estos campesinos: el edificio donde la élite urbana de Bangkok se repartía la riqueza del país y aquel al que acudía para gastársela son hoy cenizas.


El Ejército sofoca los últimos reductos de
los 'camisas rojas' en Bangkok

Agencia Efe, 20/05/10

Bangkok.– El Ejército tailandés ha desalojado esta mañana (hora española) a centenares de camisas rojas que se refugiaban en el templo budista de Pathum Waranan, en el centro de Bangkok. El lugar, considerado tierra neutral por los monjes, acogía también seis cadáveres, producto de los duros enfrentamientos de ayer entre los manifestantes opositores y las fuerzas gubernamentales. Otros dos líderes rebeldes se han rendido esta mañana.

Los líderes de los insurgentes ––en su mayoría campesinos llegados del norte del país–– han hecho un llamamiento a la paz y a la reconciliación. Veera Musikapong, presidente del Frente Unido de la Democracia frente a la Dictadura, ha leído incluso un manifiesto.

Durante toda la noche se han oído en la urbe asiática disparos aislados de los soldados y carreras de grupos de jóvenes en motocicleta que desafiaban el toque de queda impuesto por las autoridades tras los graves disturbios de ayer, que dejaron 14 muertos y un rastro de destrozos e incendios en el centro comercial de la capital.

Los soldados efectuaron disparos en aquellas áreas de la metrópoli más amenazadas por los camisas rojas y saqueadores, que buscaban concesionarios de coches y grandes almacenes, según relataron testigos.

Al menos 27 edificios de Bangkok fueron incendiados por grupos incontrolados o partidarios del frente de los camisas rojas, en represalia por el asalto de las tropas tailandesas a su campamento en Bangkok y la entrega de sus cabecillas.

Desde que comenzaron los disturbios a raíz de que el Ejército emprendiera hace una semana una amplia operación para cercar a los manifestantes en su campamento, al menos 55 personas han muerto y unas 450 resultado heridas.

Con estas víctimas de los disturbios se eleva a 84 el número de personas que han perdido la vida y aumenta hasta 1.800 la cifra de heridos desde que a mediados de marzo empezaron las protestas.